Anoche, una noche hermosa y fría de mayo, una inmensa luna llena más blanca que nunca miraba enamorada a una Plaza llena como nunca de pañuelos blancos. Difícil olvidarla, su belleza nos enamoró a los que estábamos, vamos a volver a encontrarla, ahora y siempre.
La manifestación política más grande de las últimas décadas marca un saber, el de haber atravesado el horror y seguir de pie, alertas que caminan.
Como decía el domingo Alejandro Kaufman, sí, hay una certidumbre, eso lo saben los organismos de derechos humanos, porque son los que vivieron al borde del horror, muchas veces sobrevivieron al horror directamente, saben algo, no solamente resistir, saben lo que ocurrió y saben trasmitirlo, saben dar testimonio de eso, saben convertirlo en una política. Y eso es lo que han aportado a la sociedad argentina, eso es más importante que lo que pase con las condenas.
Anoche entre los cientos de miles que fuimos ahí y en otras Plazas de la Argentina construimos una enorme victoria colectiva, que vino ayudada por la fuerza de esas mujeres hermosas como la luna. Qué dulce es escuchar sus voces, qué lindas son, cuánto amor nos cobija desde ellas, qué privilegio compartir una Plaza, una época con estas dulzuras de la historia.
La semana pasada, sin las encuestas a mano, el macrismo en la Ciudad votó en contra de rechazar el #2x1alosGenocidas. Nos vemos en la plaza. pic.twitter.com/HTfErWWJoC— Mariano Recalde (@marianorecalde) 10 de mayo de 2017
El macrismo sufrió ayer una derrota política estrepitosa. Disponen de todas las cajas del estado, de los fierros mediáticos, de los fierros asesinos de la cana, de la mayoría de los jueces, de políticos vendidos y sindicalistas corruptos, de un montón de mamertos funcionales fijados a la crueldad y el cinismo, pero con todo eso no pueden evitar una derrota política como la de anoche. No vamos a perder tiempo alegando lo que está a la vista, hace una semana creyeron que con el voto de tres mandaderos podían quebrarnos la voluntad y unos días después tuvieron que dar el brazo a torcer. Si hasta un cretino como Pichetto, que hizo posible entre tantas cosas horribles que un par de esperpentos entrados por la ventana por macri usurparán dos lugares en la corte desde el que pueden poner en vilo los derechos de todo un pueblo, si hasta un cretino como Pichetto ayer sobreactuaba indignación contra los jueces de la ignominia, los que él votó, y decía que había que echarlos a patadas, reptil del poder, Pichetto, advirtió cómo venía la mano del poder popular. Todo el senado lo advirtió e incluso los partidarios del régimen que propicia la reposición de la impunidad genocida votaron contra la corte que solo hizo lo que ellos les mandaron. Ayer los congresistas que vienen defraudando a quienes los pusieron en sus bancas encontraron el límite que les pone el pueblo en la calle, con unas mujeres hermosas al frente.
El macrismo está obligado a hacerle pagar todo el costo de su derrota a esta corte que hizo lo que él le mandó a hacer. ¿Encontrarán en el futuro otros jueces que se quemen de manera tan patética o se verán obligados a respaldar a los hoy chamuscados porque no hay otros que quieran inmolarse como estos lo hicieron? Y mientras resuelven el dilema no sencillamente, ¿con qué nueva morisqueta mediático-judicial querrán distraernos?
Hablemos un poco de la derrota y sus posibles intepretaciones: 1-enésimo intento de bergoglio y la iglesia amiga de la dictadura por traficar la reconciliación de las víctimas con los que no se arrepienten de sus crímenes; 2 -enésimo intento de la clase dominante de seguir impune por los crímenes de lesa humanidad con los que se beneficiaron, ahora que tienen en el poder ejecutivo a uno de los suyos y en la corte a sus mandaderos; 3 -enésimo intento conjunto de bergoglio y macri de reanudar el estado de impunidad para la clase dominante y la iglesia cómplice, ambos con buenos motivos personales para hacer otro borrón en la memoria; 4 -tienen la guita, los jueces, los fierros y los medios, y carecen de los escrúpulos, pero volvieron a no poder imponer la humillación popular porque en la calle volvimos a ponerles un límite, si pasa, pasa y no pasaron; 5 - en unos meses con otro envoltorio volverán a intentarlo.
Habrá que estar atentos. En marzo les asestamos cinco marchas inmensas al hilo y en abril hicieron de cuenta que eso no pasó y volvieron a darnos con todo. La cana tiene permiso para cagarnos a palos con cualquier motivo o sin motivo. Si el fallo de la corte de la ignomuiña sentara jurisprudencia, eso sería una señal de largada de otra ola represiva, peor que la que se están permitiendo en estos meses. No se reduce todo a que un viejo genocida pueda volver a caminar al lado nuestro, además se le señala a un potencial genocida que no le va a pasar nada. Eso es lo que está en juego. A eso es lo que les obligamos a senadores y diputados a ponerles una valla.
Más interpretaciones de la derrota: esta corte de mandaderos del poder está mustia y torcida como la cara de los cortesanos. La construyó macri en sus primeros días de gobierno a pura prepotencia, la convalidaron los mismos que ahora quieren darles la patada, pero la corte es un fusible quemado. No solo pasará como uno de los peores tribunales de la historia, sino que ya perdieron todo respaldo político, incluso de los que los pusieron para que hagan lo que hicieron. El régimen se fumó una corte por no medir la fuerza de sus adversarios, nosotros. Esta corte es un problema. Para todos. Ya tienen el espinazo quebrado, todos le perdimos el respeto, nueve de cada diez argentinos los detesta. ¿Tienen resto para intentar alguna otra canallada como la de muiña? Tendrían que dictar muchas otras sentencias tanto o más horribles que esta en los próximos meses, pero desatarían un espiral de desobediencia de final imprevisible. El macrismo tiene que denigrarla para salvarse del quemo, pero la necesita para seguir con sus fechorías.
Ayer antes de que le llenáramos la Plaza el gato se burló en Mendoza de los pañuelos blancos:
Ayer antes de que le llenáramos la Plaza el gato se burló en Mendoza de los pañuelos blancos:
Una reflexión sobre la condena social y la autoridad popular. Unos días después del fallo fallado de la corte y unos días antes de la movilización de anoche que sacudió al poder, Martín Rodríguez escribía en Panamá. No todo es política:
"Probablemente uno de los temas más difíciles y desafiantes de determinar sea esa zona donde derechos humanos y el sector de la sociedad civil involucrado se relacionan con la (perdón por las comillas) “gente común”, es decir, aquellos (muchos, mayoría) que no tienen un vínculo afectivo y simbólico con lo que pasó. Se escribió y pensó mucho al respecto, y muchos podrían con buenos argumentos pensar que es imposible que no haya “vínculo” entre cualquier ciudadano y la Historia, esa Historia. (...)
"Aunque como comentario lateral a esto, recomiendo y casi suplico, la lectura del libro de Sebastián Carassai (“Los años 70 de la gente común”), publicado por Siglo 21 en 2013. ¿Por qué? Porque a la vez, convivimos todos estos años con un sentido común que siente en esa exterioridad una ajenidad incómoda, como si los DDHH hubieran conformado una nueva “aristocracia de dolor” que detenta un monopolio de la fuerza simbólica. (...)". [Completo acá]
Vaya a saberse cuál es el ámbito en el que se dirime para Rodríguez la relación y la diferencia entre la "gente común" y lo que sin suerte llama "aristocracia del dolor".
Probablemente alguien pudo pensar durante los años kichneristas que la autoridad de las Madres, Abuelas y otros luchadores por los derechos humanos les fue donada por un forzamiento del estado para ubicarlas en el lugar que por sí solas no obtendrían. La gente común viendo la tele, el gobierno kirchnerista haciendo el negocio del país dividido y los organismos de derechos humanos erigidos en aristocracia del dolor como escudo simbólico. Es cierto: el estado kirchnerista las trató mejor que ningún otro, pero el poder a ellas nadie se los donó ni lo traen de ninguna cuna. Aristocracia las pelotas.
Si no es eso lo que Rodríguez quiso decir, podría buscar palabras más precisas. Estos meses y, sobre todo, esta noche, mostraron que el poder que emana de estas hermanas que son las Madres y Abuelas no viene del estado ni depende de un mecanismo de representación tortuoso que pudiera abolirse una vez que la gente común volviera a imponer su gentismo.
Probablemente alguien pudo pensar durante los años kichneristas que la autoridad de las Madres, Abuelas y otros luchadores por los derechos humanos les fue donada por un forzamiento del estado para ubicarlas en el lugar que por sí solas no obtendrían. La gente común viendo la tele, el gobierno kirchnerista haciendo el negocio del país dividido y los organismos de derechos humanos erigidos en aristocracia del dolor como escudo simbólico. Es cierto: el estado kirchnerista las trató mejor que ningún otro, pero el poder a ellas nadie se los donó ni lo traen de ninguna cuna. Aristocracia las pelotas.
Si no es eso lo que Rodríguez quiso decir, podría buscar palabras más precisas. Estos meses y, sobre todo, esta noche, mostraron que el poder que emana de estas hermanas que son las Madres y Abuelas no viene del estado ni depende de un mecanismo de representación tortuoso que pudiera abolirse una vez que la gente común volviera a imponer su gentismo.
No hay gente común. Puede ser un título vendedor para un libro político de un escritor común o especial y hasta puede convertirse en un atractivo argumento de venta de una opción electoral cualunque. Pero nadie es más común que otro. Ese gentismo común está amasado por las mismas fuerzas de la historia, tan políticas para los cualunques como para aquellas singulares a las que el terrorismo de estado les asesinó a un hijo o les robó a un nieto. Todo es político.
Y no hay nada más alejado de la aristocracia del dolor que Madres y Abuelas. Ni su genealogía ni su conexión con el pueblo tienen carácter aristocrático. Muchas de ellas no tenían una conciencia política avanzada hasta que el estado les hirió la vida. Creo, como dice Kaufman, que las Madres y Abuelas vivieron al borde del horror, muchas veces sobrevivieron al horror directamente, y saben algo, no solamente resistir, saben lo que ocurrió y saben trasmitirlo, saben dar testimonio de eso, saben convertirlo en una política. Y vaya si saben: ayer todos los senadores y diputados les rindieron pleitesía, sindicalistas machotes que no permiten que "nadie les marque agenda" anoche se inclinaron ante la dignidad de estas viejitas hermosas y así ellos pudieron volver a caminar entre el gentío común o especial sin temor a que los linchen.
A ver, a ver: ¿de dónde creemos que salió ese vínculo político entre la multitud que le pone freno al régimen y las mujeres que ayer nos hablaban con esa voz tan dulce que en todos estos años endulzó nuestros oídos? Ahí hay una correa de trasmisión de poder que mantiene unidas las puntas del mismo lazo, de un modo que no se registra en otros ámbitos de representación, intendencias, cacicazgos u obispados. Esto no tiene nada que ver con la aristocracia ni con el dolor. Si hay un sector de la sociedad que hace política sin apelar al dolor, son las Madres y las Abuelas. Basta con tener un poquito de oído nomás para reconocer la alegría con que ellas nos hablan. No se llaman ellas "Madres del Dolor" sino Madres de la Plaza. Y el pueblo las abraza. Ni los obispos ni los niños bien, pretenciosos y engrupidos han podido con ellas. Dios quiera que las tengamos mucho tiempo y que sepamos infundirnos siempre de su alegría y de su saber.
A ver, a ver: ¿de dónde creemos que salió ese vínculo político entre la multitud que le pone freno al régimen y las mujeres que ayer nos hablaban con esa voz tan dulce que en todos estos años endulzó nuestros oídos? Ahí hay una correa de trasmisión de poder que mantiene unidas las puntas del mismo lazo, de un modo que no se registra en otros ámbitos de representación, intendencias, cacicazgos u obispados. Esto no tiene nada que ver con la aristocracia ni con el dolor. Si hay un sector de la sociedad que hace política sin apelar al dolor, son las Madres y las Abuelas. Basta con tener un poquito de oído nomás para reconocer la alegría con que ellas nos hablan. No se llaman ellas "Madres del Dolor" sino Madres de la Plaza. Y el pueblo las abraza. Ni los obispos ni los niños bien, pretenciosos y engrupidos han podido con ellas. Dios quiera que las tengamos mucho tiempo y que sepamos infundirnos siempre de su alegría y de su saber.
Capaz no es exactamente lo que yo objeto lo mismo que Rodríguez quiere decir cuando opone la "gente común" a la "aristocracia del dolor". Pero él es un buen escritor y seguro que puede decirlo con palabras más justas. Porque mejor que decir es decir bien.
Excelente viejo!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarExcelente análisis
ResponderEliminarEsta misma corte vino para avalar otras aberraciones futuras(desguaces del estado,privatizaciones,más saqueos)
Debemos,y podemos,seguir movilizados.
Cuántas palabras sentidas y cuánta emoción transmiten.
ResponderEliminarGracias por plasmarlo así. Comparto.
quise meter un comentario
ResponderEliminarDe hecho metiste un comentario.
ResponderEliminarMe manda un comentario a este post Martín Rodríguez por mail, porque no pudo publicarlo directamente como comentario, por razones técnicas. Lo transcribo en dos partes.
ResponderEliminar1a parte
"Me avisó el amigo Kaufman que me nombrabas. Trato de no leerte, sobre todo en política, porque suelo ser malinterpretado y eso me descoloca.
Creo que el núcleo del texto que escribí es sobre un tema que me inquieta hace años: el modo en que los derechos humanos corren su frontera, amplían incluso su "política de derechos" (por ejemplo el derecho a una indemnización, esa ley), porque me parece que hay algo en torno a las posibilidades de acceso a la información que se pierde en la periferia, para decirlo rápido. ¿Qué quiero decir? Lo viví mientras trabajaba y no quiero abundar en detalles, para no parecer un "cronista", pero está en el mismo link del texto, y lo he hablado con muchos amigos, familia, compañeros. De hecho, por ejemplo, mi hermano es director de derechos humanos en el municipio de Moreno, y en sus relatos constantes me evidencia que el "camino" de la memoria es lento, va llegando muy de a poco. Un caso: el año pasado recién homenajearon a unos trabajadores desaparecidos de un frigorífico, de quienes sus familias pobres quedaron sin hacer nada durante décadas; u otro ejemplo a mano y reciente: hace pocas semanas viajé a Ingeniero White y me contaban las historias de detenciones de la Prefectura en el puerto, trabajadores portuarios que fueron torturados en unas dependencias que hoy están abandonadas, y las familias o los sobrevivientes nunca se animaron a declarar, es largo de contar, no quiero abrumar, pero en esas negaciones había y hay aún un pudor y un temor a ser, literalmente, "confundidos" con los Montoneros, por ejemplo. Son cosas de ese tipo las que me obsesionan e incluso las que hallé en ese bello libro de Carassai, escrito con respeto, investigación y rigor. Me interesa siempre ese lugar donde las cosas están menos seguras, deshilachadas, a la intemperie. Podría ampliarlo, conversarlo, traerlo si vos no tuvieras mala leche y sin el imperativo de debatir para afirmar prejuicios, sino en una conversación entre gente que quiere pensar."
2a parte del comentario de MR:
ResponderEliminar"Hay algo resentido en tu tono, completamente personalizado, que a esta altura me espanta y aburre. En fin.
Pero te digo más: sobre la palabra "común", que es una palabra incómoda de usar, como "presos comunes", y parafraseando a Solari, la cosa sería: todo común es político, pero tal vez en ausencia de otras palabras uso esa sabiéndola portadora de algo, pero lo que me interesa es apenas subrayar lo que divide entre quienes portan una sensibilidad particular sobre esta historia, es decir, quienes tienen un involucramiento directo, elaborado, encadenado a una enseñanza como si fuera un saber de generaciones, una posta, una filiación (Y YO PERTENEZCO A ESA GRAN FAMILIA) y quienes no. Y diría tan solo eso: "y quienes no". No hay mayor narrativa pública que la de los derechos humanos. No hay. Y no ubico a los "comunes" en las filas potenciales de una marcha de Cecilia Pando. Muchas veces irrumpe en el grito contra "los derechos humanos de los delincuentes", una forma de decir en una situación extrema, tan particular y tan "operada" como la de las víctimas de la delincuencia, que cuando dicen "derechos humanos" designan algo que tiene poder, pero que ahí, justamente ahí, lo nombran como forma de "exclusión". Me gusta pensar por esas fronteras.
Puedo ser más paciente o hacer más larga esta argumentación.
Seguramente esto que te digo es un racimo de vacilaciones y mi estilo quizás demasiado afirmativo a veces impide transparentar que el punto de vista tiene más dudas que certezas, tal como te leo a vos, a pesar del esfuerzo que hacés de encubrirte en un tono agresivo de salón. Sólo que quizás vos, para reagrupar tus fuerzas discursivas, siento, me das demasiado poder, me malinterpretás deliberadamente, obsesivamente. Somos parte de esa plaza: es nuestra estructura de sentimientos. Tal vez a mi no me nace repetir lo que otros dicen, me gusta ver los huecos, las ausencias, el silencio, zonas grises. Soy escéptico, y mis malos presagios las elecciones los fueron confirmando. El vaso medio vacío, como dice "la gente". Pero en esta "opción" ya deberías ver la forma de un distanciamiento con la consigna. Elijo mirar a los costados, lo que es una forma de no ponerme a disputar "la línea".
Bueno, espero haber ayudado a que mejore la cita para que aprendas a leer sin la ansiedad permanente de sólo querer llevar agua para tu Molino, ah las pequeñas batallas mentales."
Martín:
ResponderEliminarEl tema que planteás a mí también me interesa y creo que merece ser pensado. Lo que me hace mucho ruido son la categorías "gente común" y "aristocracia del dolor" para pensarlo. Creo que la aparición de esas palabras desbalancean el texto hacia un lugar objetable. No creo que tenga que aprender a leer ni leo con ansiedad ni ninguna mala leche. Referirse a los organismos de DDHH como aristocracia del dolor me suena hasta ofensivo hacia ellos. Si quien esgrime esa enunciación no sos vos sino que lo atribuís a una posción adversaria, no encuentro que en el texto quede suficientemente claro. Por eso termino dando lugar a la duda de si lo entendí bien.
En cuanto al desigual modo de reparación simbólica por los crímenes del terrorismo de estado, me parece que se pueden pensar muchas hipótesis. La principal es la fractura de clases que atraviesa a la sociedad que viene de antes de la dictadura y de la aparición de los organismos. No me parece que sea atribuible a los organismos y tampoco al kirchnerismo. Una explicación posible es que hasta Néstor, el peronismo nunca ĺévantó decididamente la bandera de los DDHH, salvo momentos esporádicos. Creo que el caso que contás sobre los trabajadores portuarios que temían ser confundidos con Montoneros, quizá se podría analizar cómo incidió el macartismo de gran parte del sindicalismo peronista, que nunca hasta hoy se entusiasman con la bandera de memoria, verdad y justicia. SAlvo excepciones, claro. El miércoles, después de 40 años de Madres, había una tímida presencia cegetista en la marcha. Muy bien por los que fueron, una lástima que la CGT no haya sido históricamente capaz de levantar esas banderas, dado que los principales perjudicados por el terrorismo de estado fueron los trabajadores. Esa es una deuda de la dirigencia sindical hacia sus bases. Incluso los coqueteos de la cúpula cegetista con el macrismo y su escaso énfasis a las condenas a la represión a docente, a la escalada policial de los últimos meses y a la cárcel de Milagro Sala, muestran que la CGT sigue sin poder ligar la defensa de los derechos humanos con la del movimiento obrero y la dirigencia sindical cegetista sigue privilegiando sus intereses como corporación sindical por delante de los de la clase obrera.
En cuanto a lo personal, descarto cualquier animadversión de mi parte. Viniste a dos programas de radio y el trato mutuo fue muy cordial. Así que mi discrepancia es puntual y política, no personal.
Oscar, tu nota es buenísima, pero muy buenísima. En cuanto a Martín Rodriguez, mi opinión es que se la creyó. Y tiene razón cuando dice que cualquier crítica lo descoloca (parece que lo malinterpretan, pobre) y queda develado que se supone que está en el lugar de los aristócratas de la gris frontera, ésos que saben ver otra cosa, aparentemente con otro lenguaje, porque están donde tienen que estar. Sólo soberbia.
ResponderEliminarAlicia Lopez Pugliese