domingo, 7 de julio de 2024

París, Texas y la calavera de Wenders

Patologías Culturales en FM La Tribu, 6/7/2024


Wim Wenders es en sí un enigma, en la serie de enigmas que el cine alemán planteó desde la sustracción de la calavera de Murnau. Friedrich Murnau es uno de los más grandes de cineastas de la historia del cine, que dirigió una serie de obras maestras en el período del cine mudo en Alemania, que pasó a Hollywood donde filmó la imperecedera Sunrise, y en 1931 murió prematuramente en un accidente de carretera a los 43 años. A la misma edad, en 1987, Wenders filma su «accidente de carretera», Las alas del deseo, después de la cual todo lo que prometía ser como adelantado del cine contemporáneo se desfigura hasta lo irreconocible. Es que en sus primeras películas, Alicia en las ciudades, El estado de las cosas, En el transcurso del tiempo, El amigo americano, Nick´s movie, Tokio Ga… y sobre todo en esa hermosa road movie crepuscular que es París,Texas de cuyo estreno se están cumpliendo 40 años, Wenders funcionó como cineasta bisagra entre la cinefilia que tributaba al cine clásico norteamericano y su traumática asimilación por parte de los autores europeos, entre los que él  parecía el más apto para tender un puente entre clasicismo y modernidad. París, Texas es ese puente.

En la reciente emisión de Patologías Culturales (sábado a las 18:00 hs., FM La Tribu) conversaron Oscar Cuervo y Maxi Diomedi de ese momento culminante del cine contemporáneo que es París, Texas, del vínculo traumático de la generación de Wenders con el clasicismo norteamericano, de la enigmática declinación posterior y del regreso con Perfect Days. Se escucha en estas dos partes:


martes, 2 de julio de 2024

El peligro de la hermosura

Fotografía: Emma Echevarria 

 Não diga que a canção está perdida

Raul Seixas

por Daniela Andújar

El peligro de la hermosura es tal que la hermosura está en peligro. La hermosura que puede ser una canción feliz o tristísima, fatal, que rasga y sangra, una pintura, un sentimiento, un poema, un abrazo, todo y cualquier gesto espontáneo o creativo cargado de encantamiento para existir abundantemente. Abundancia de pensamiento, de sentimiento, de virajes vitales. De aventura.

Por eso la hermosura está en peligro.

Y con ello se puede escuchar una chatura chatarra como si fuera una canción que, además de ser horrible, es dirigida, intervendida, insultante, como es insultante la verdad mentida, como es insultante el presidente, como es insultante el insulto que profieren a troche y moche para crear una humanidad que se deteste a sí misma, que crea que merece el maltrato, el desamor, el odio, el desgastante odio que nos rocían y que esperan que creamos. 

Y que creemos.

Hay que pasar el infierno, alsogarrón.

Y, sobre todo, no hay que pasarlo.

No hay que creerlo

No hay que crearlo.

Por eso, como nunca, más que siempre, como quieran, hacer canciones, revolear poemas en la manera de caminar, de respirar, de amar, hay que ver bellas películas y si no, no ver nada, pero habrá que salir a buscarlas y, ojalá, a hacerlas, hay que dejar de entregarle nuestro corazón para que lo coman los insultos, la fea televisión, la netflix, todo aquello que alimente un tedio asesino, una progresiva desertificación de la inteligencia, del entusiasmo, de la belleza, de la capacidad de conmoverse con la belleza, con la carcajada, con la guitarreada, con la juntada, con la soledad deliciosa adquirida a fuerza de haber hecho tanto, con la compañía humana, vegetal, animal que nos alimente el vuelo y no lo niegue ni lo destruya, hay que dejar de exponerse al achatamiento del glifosato cultural, de cultura entendida como forma de caminar, de tratarse, de desear y, justamente, de no desear. De no desear el bien ni para vos ni para ningún semejante o insemejante.

Hay que enchufarse a la vida.

Y desconectar los tubos de oxígeno.

Y exigir el viento. Una vez más.

Menos pantalla aumenta la probabilidad de vida.