miércoles, 30 de abril de 2008

Gracia secreta


Por Liliana Piñeiro

Frente a la propuesta estética de películas como La orilla que se abisma (Gustavo Fontán, 2008) cabría preguntarse qué es el arte. Cuál sería la diferencia, por ejemplo, entre ver un campo de girasoles y contemplarlos en un cuadro de Van Gogh. Evidentemente, algo se agrega: la pulsión de la pincelada, un amarillo fogoso, una vida que se duplica diferente, una manera de mirarla. Un plus que nos emociona porque precisamente es eso: un afecto que arrasa la mirada y la cualifica. Los girasoles desbordan, entonces.

Algo de eso sucede con esta película: nos deja a la orilla de la naturaleza. Y tan pequeños frente al abismo. Fecundo momento en el que todo se aquieta: los enigmas siempre nos detienen.

Gracia secreta de
esta mañana.
El cielo es un vapor
dulce.
Los árboles, la brisa, los pájaros,
sienten esta delicia suspendida.
Se sienten ellos dentro de esta sensitiva
dicha íntima y fresca.
Y apenas si se mueven, tiemblan, cantan,
como guardando el sueño perlado de la luz.*


Y entonces, el cine apela a sus recursos: los sonidos que se ensamblan, cierto montaje, el tiempo de una toma. La cámara es una hendija que nos invita a mirar, a escuchar. En un efecto multiplicador, todo canta y los sentidos se afinan. Texturas: de lo sólido a lo evanescente. Del tronco rugoso de un árbol a la niebla que lo esfuma. Del sonido del río a una pequeña variación de color en el cielo. Del temblor de los árboles frente a la tormenta al fugaz encuentro entre una gota de lluvia y su hoja. Una bruma envuelve al hombre y su barca, y lo deja expuesto definitivamente al paisaje...Maravillas de un guión antiguo, que debemos descubrir cada vez.

De la poesía al cine, lo inefable sigue su curso, resistente a toda traducción. Y en eso consiste la felicidad de los bordes: entrever apenas un misterio que nos excede.

* Juan L. Ortiz, En el aura del sauce.

La orilla que se abisma, el film de Gustavo Fontán que dialoga con la poesía de Juan L. Ortiz, se estrena el viernes 2 de mayo.

7 comentarios:

  1. Qué bello texto el tuyo, Liliana, sobre el vínculo nada fácil entre poesía y cine. Me gusta el título del film (La orilla que se abisma), tan juaneleano, pero el movimiento (quizá contrario) que vos hacés en tu lectura del film pasa por una especie de abismo que se orilla; es decir, se entrevé ese borde que mencionás, la dificultad doble de trabajar en cine con poesía y, en este caso, con la sutileza y los resplandores de la de J.L.Ortiz. Un abismo que se orilla (se acerca y se materializa) en tanto y en cuanto hay una posibilidad de asomarse, sí, a esos intersticios de la palabra poética a través de una traducción que se resiste pero traducción al fin y que hay que aplaudir.

    ResponderEliminar
  2. comentario frìvolo: me gusta màs este verde bosque que el rojo furioso anterior, me da màs paz y ademàs me permite leer mejor!
    Saludos
    Silvia

    ResponderEliminar
  3. hermosa reseña. ya la había leído en meridiana bis.

    coincido en que el color verde está mucho mejor.

    besos. julieta.

    ResponderEliminar
  4. Ema, Julieta: gracias. Es un texto-invitación:a leer a Juanele, a ver la película y a escuchar el programa del domingo...

    ResponderEliminar
  5. Y con respecto al verde...muy apropiado para estos días. Aunque no justamente por "el campo"...je

    ResponderEliminar
  6. Liliana: creo que había sido tuya tambien una editorial preciosa sobre Urondo o Conti, con unos poemas que yo no conocía.
    En cualquier caso, me encantan tus artículos y me desasnan.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. emeygriega: gracias. Así es: escribí una nota sobre Paco Urondo, la podés ubicar clickeando Urondo o mi nombre en las etiquetas.

    saludos!

    ResponderEliminar