jueves, 1 de enero de 2009

Un camino del pensar


Por Oscar A. Cuervo

El próximo martes empezamos un grupo de estudio dedicado al filósofo Martin Heidegger. Lo haremos durante los meses de enero y febrero en Agua en Marte (Pte. Perón 4014), todos los martes a las 20:30.

El núcleo temático del grupo podría definirse así:

"Una iniciacion a HEIDEGGER. Ser y tiempo. ¿Qué es la fenomenología? Ontología y pensar. Arte, ciencia y verdad".

Y si tuviéramos que ceñir aún más la problemática que vamos a tocar podría usar una sola palabra: ontología. No debe haber palabra menos colorida y menos rendidora en términos de marketing que la palabra ontología. Es una desventaja, claro, cuando se trata de promocionar una actividad para las noches de verano. Pero tiene una ventaja: es un término sumamente preciso. A pesar de su apariencia, no hay otra cuestión, aparte de la ontología, capaz de atravesar los dilemas políticos, los conflictos psicológicos, las discusiones estéticas, los enigmas científicos, las experiencias religiosas, los entuertos discursivos... Todo está atravesado por la ontología. ¿Cuál es el problema que te preocupa? ¿La inseguridad? ¿El riesgo? ¿La soledad? ¿La mortalidad? ¿El paso del tiempo? ¿La falta de poder para realizar tus aspiraciones? Bueno: eso es ontología y nada más que ontología. Hasta el mismo término preocupación tiene una raigambre ontológica.

Nada más lejos de la intención de este post que sugerir que la ontología tiene la solución para todos los problemas. Muy por el contrario, la ontología no tiene la solución de ningún problema, porque ella es sólo problematicidad. Iniciarse en esa problematicidad de acuerdo a las pistas del filósofo Heidegger, en la medida en que eso puede hacerse en ocho semanas, ese es el objetivo de este grupo de estudio.

Para dar un anticipo de lo que vamos a estudiar en estas noches veraniegas, quiero citar algo que Heidegger escribió en su Introducción a la metafísica. Decía Martín Heidegger, en el curso de verano de 1935 (Universidad de Friburgo, Breisgau):

“Una violenta tormenta que se cierne en las montañas «es», o lo que significa lo mismo, «era», por la noche. ¿En qué consiste su ser?

“El portal de una iglesia protorrománica «es». ¿Cómo y a quién se le revela su ser? ¿Al especialista en arte que la examina y fotografía en una visita o al abad que entra por el portal con sus monjes cuando se celebran las fiestas? ¿o a los niños que un día de verano juegan a su sombra? ¿Cuál es el ser de este ente?

“Un Estado es. ¿En qué consiste su ser? ¿Acaso en el hecho de que la policía detenga a un sospechoso, o en el de que en el Ministerio del Reich tecleen tantas o cuantas máquinas de escribir al dictado de los secretarios de Estado? ¿O acaso «es» el Estado en las entrevistas del Führer con el ministro inglés de relaciones exteriores? El estado es. Pero, ¿dónde reside su ser? ¿Se halla el ser realmente en alguna parte?

"Aquel cuadro de Van Gogh: un par de zapatos rústicos, nada más. De hecho, la imagen no representa nada. Sin embargo, uno se encuentra enseguida a solas con lo que allí es como si uno mismo, al caer la tarde otoñal, regresara cansado del campo a casa, con el pico en la mano y a la débil lumbre de las últimas brasas de la hojarasca de papa quemada. ¿Qué es aquí lo que es? ¿La tela? ¿Los trazos del pincel? ¿Las manchas de color?

“En todo lo que acabamos de mencionar, ¿qué es el ser de cada ente? ¿Cómo podemos pasearnos y vagar en el mundo con nuestras estúpidas arrogancias y astucias?

“Se trata de preguntas que no planteamos incidentalmente ni en función de sentimentalismos o de visiones del mundo, sino que nos obligan a formular aquella pregunta principal: ¿qué pasa con el ser? Tal vez se trate de una pregunta sobria, pero ciertamente también de una pregunta inútil: pero aún así es una pregunta, la pregunta: es el «ser» meramente una palabra de significado evanescente o es el destino espiritual de Occidente?

“Cuando se haya conquistado técnicamente y explotado económicamente hasta el último rincón del planeta, cuando cualquier acontecimiento en cualquier lugar se haya vuelto accesible con la rapidez que se desee, cuando se pueda «asistir» simultáneamente a un atentado contra un rey de Francia y a un concierto sinfónico en Tokio, cuando el tiempo ya sólo equivalga a velocidad, instantaneidad y simultaneidad y el tiempo en tanto historia haya desaparecido de cualquier existencia de todos los pueblos, cuando al boxeador se le tenga por el gran hombre de un pueblo, cuando las cifras de millones en asambleas populares se tengan por un triunfo... entonces, sí, todavía entonces, como un fantasma que se proyecta más allá de todas estas quimeras, se extenderá la pregunta: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y entonces qué?".

Lo decía en el verano de 1935, en Friburgo. Nosotros lo vamos a pensar en este verano porteño, en Almagro, bajo las estrellas...

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