viernes, 12 de abril de 2013

Diario del bafici –ricagnano-

(1) P3ND3JO5 / (2) Ramón Ayala / (3) Hasta el sol tiene manchas


por Alejandro Ricagno

Empecé cansado, como si fuera el cuarto día del Bafici y no el primero. No me dieron catalogo- están pijoteros este año y no tengo ganas de pelear. Uno históricamente ha escrito en por lo menos tres de los catálogos de su historia, y ha sido programador invitado, sin cobrar un peso por ello, pero en fin…. Recoleta me queda lejos de lo que para mí era “el circuito” (Hoyts a la mañana, San Martín, la ahora ausente Alianza francesa, alguna eventual al 25 de Mayo). Encima, las que me interesan de Panorama no las dan en funciones de prensa o las dan por Caballito a hora de las de prensa. Llegar en bondi a la mañana hoy duró casi 50 minutos lo que debía ser menos de media hora. Y encima para cargar las entradas se empieza a las 9… o sea mientras estoy viajando. Espero poder cargar mañana.

Hoy vi dos películas y un experimento (fallido). Las dos películas eran argentinas. Una fue P3ND3JO5, el largo de Perrone, sobre el que se escribió en La otra. Hace tiempo que no veía una del Perro, me perdí Las pibas, el año pasado, y la nueva trilogía cuando se dio en el Cosmos. Así que del Perrone “colorista” como lo llamó Oscar, no puedo decir nada, como tampoco del salto a este crudo, excesivo jugado a su propia pulsión visual. Y de este lo que puedo decir, es la experimentación, su apuesta más jugada – en su duración, en su estructura narrativa que omite los diálogos, hablados por los intertítulos, y hace de su banda sonora un trabajo excepcional de dub y cumbia – cumbiópera, la llama el Perro. La película me gustó, y a horas de haberla visto me gusta más. Me pareció un regreso a los orígenes del Perro, y a los orígenes del cine. O de ciertos estados presentes en lo mejor de su obra. Sin duda esta es la más perroniana de todas. Pero -aún medio en estado hipnótico dubizado-, al salir de la función, tenía mis dudas; su duración –dos horas y media-¿no le restaba síntesis? ¿no había cierta repetición interna que de algún modo clausuraba esos- muchos- momentos de trabajada belleza cruda? Y ahora comprendo que no, P3ND3JO5, más que una ópera, opera como una sinfonía, o una extensa forma sonata, con sus leitmotiv que regresan y varían, en un plano, para retomar la cadencia fantasmática de sus criaturas. El tiempo -su ampliación- es el que necesitamos, a cambio de historia lineal, de psicología, para que la presencia de esos pendejos y de esas pendejas, tomen peso, y nos “sean” íntimos y reales, y cercanos y misteriosos.
Dreyer y Pasolini se dan cita textual en su transcurso (bellísimo e intempestivo el poema de Pier Paolo, cerca del final), pero no para legitimar, sino para buscar -y encontrar- hermanos de “espíritu”. No es una película perfecta, pero es una película viva, aunque uno salga del cine un poco en estado de fantasma. Porque una película viva, se sabe, debe también saber filmar la muerte.
Algo más sobre P3nd3jos, sobre su efecto escribiré.  Porque me animo a decir que este film, de todos los que vi del Perro, es sl más sedimentario. Sus efectos van creciendo después de la experiencia. (Sé que hoy voy a soñar con algunos de esos rostros. Con uno sobre todo). Escribiré más, probablemente cuando las imágenes se decanten: y los fantasmas den luz a otros fantasmas. (Para eso es el cine ¿no?) Pero lo que escriba seguramente, deberá ser en forma de poema. Es la forma más justa de hacerlo.

(Y eso que yo decía que había que dejarse de joder con los skaters por un año o dos. Ja).



La otra película es la primer incursión del fotógrafo Marcos López en el “documental” documental como él entiende su propia obra fotográfica, con su artificio, su calculada puesta en escena, su escenificación su trabajo con el color. López se dedica a retratar a la figura del músico, cantante, compositor y pintor misionero Ramón Ayala, a través de coloridísimas viñetas en su Misiones natal o en un par de recitales, en un estudio –grabando un recitado en guaraní junto a la enorme Liliana Herrero- junto un puñado de entrevistas, -acotadas- con admiradores de su obra, que van desde Juan Falú, pasando por el Tata Cedrón, hasta un vendedor callejero de CDs truchos, fiel “distribuidor” de su obra. Si ese personaje existe en verdad o es una “invención”, no se sabe, y acaso de eso se trate todo en definitiva, y es una de las claves, incluso emocionales del film. Porque todo en Ramón Ayala, es un (auto) retrato con cantor. Es evidente que a Marcos López le interesa y se identifica con su mundo, y admira la obra del músico, pero también su figura, que pareciera salida de una de las composiciones del fotógrafo. En ese borde se mueve el documental, donde siempre atisba la idea de un humor al límite con un dejo paródico. Pero al hacerlo evidente pone en primer plano, el grado de verdad en la “construcción” y se detiene en el punto exacto. No soy un conocedor de Ayala como cantante, -incluso ignoraba que “El cosechero”, por ejemplo, era de su autoría-. Pero más allá del cálido retrato que López hace del personaje –al que lo muestra como personaje, sin forzar en exceso su natural exuberancia- lo que le interesa a López es continuar su investigación compositiva del neo pop criollo, su labor de meteur de escena y de mezclar lo kitsch y lo telúrico. De allí que algunos de los personajes alrededor de Ayala, sean retratados anteriormente “producidos” por López, con la diferencia de que a Ayala desde el look, hasta su presencia fílmica no hay necesidad de producirlo, él es una foto de López que ha tomado vida y voz. Entonces cada locación se convierte en un Marcos López autentico, trátese de la selva o la ciudad. En la intersección de esos mundos, no sé si gana López un poco por sobre su retratado. O acaso su retratado ha entendido muy bien lo lúdico de la propuesta de López, y se incorpora naturalmente colorido a su colorido universo. De cualquier modo la forma funciona, y tal vez hubiera sido necesaria una mayor profundización sobre la obra de Ayala del que dan ganas de escuchar más temas. Pero como introducción a dos obras de dos artistas, el compacto funciona, y es altamente simpático.

Hasta el sol tiene manchas de Hernández Cordón

Primera decepción. No tengo ganas de escribir. Ni siquiera mal, y eso que me irritó y me aburrió.
No se tal vez mañana. Dejo en palabras de su director de que va la cosa:

“- ¿Cuál es el argumento de esta nueva película?
- No estoy seguro. Es la historia de dos hombres: uno con discapacidad mental, que intenta seducir a la gente para que vote por un candidato presidencial, y el otro es un enmascarado que asalta a las personas a pelotazos en la cabeza y que, además, hace graffiti. Ambos se hacen amigos y eso provoca una fatalidad que los hace saber que el mal existe". 

Yo Agrego que, con excepción de unos noticiarios que remiten al gobierno revolucionario de Arbenz de 1952, y su posterior caída, mencionada al final por uno de los personajes, el film transcurre en 2001- porque lo dice un cartel- y está rodado en un interior, con los escenarios dibujados a tiza sobre la pared. Y con interrupciones de” puesta en abismo”, o mejor dicho una suerte de backstage en progress. Ideas hay, lo que no tengo claro es lo que esas ideas pretenden. La de hacer del protagonista un deficiente mental –actuado- no es una de la mejores.

1 comentario:

  1. Querido Ale, coincido totalmente con la sensación a propósito de "Hasta el sol tiene manchas". Escribiste por mi lo que no tenía ganas de escribir. Me parece que haré una nota que sea un link a la tuya...

    Abrazo, Daniel.

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