jueves, 11 de agosto de 2016

Cambiamos derechos humanos por recursos humanos, terrorismo de estado por guerra sucia y futuro por pasado

Los deslices de macri ante las preguntas de la periodista de Buzzfeed


Contra los analistas políticos que el año pasado predijeron erróneamente que en este período se produciría un giro de la política hacia la moderación ("la ancha avenida del medio"), que ahora tratan de enmendar esa predicción fallida caracterizando al gobierno de macri como una "nueva derecha", desvinculada de las dictaduras que montaron el terrorismo de estado y destruyeron la estructura productiva nacional, la Alianza Cambiemos brinda numerosas oportunidades de realzar la continuidad económica, política, jurídica y discursiva entre aquel estado terrorista y el estado actual.

No hace falta demostrar -porque todo esto es evidente- el acelerado regreso al endeudamiento financiero que tendrán que pagar las generaciones futuras, la vuelta al tutelaje del FMI, la cuantiosa transferencia de ingresos en favor de las clases más ricas, la brusca pérdida del poder adquisitivo de los salarios, el rápido aumento del desempleo con su efecto disciplinador o los aprestos para imponer una nueva y más abusiva flexibilización laboral que la que se intentó a fin de siglo. Algunas de estas cosas ya sucedieron; otras están sucediendo; si se le permite avanzar (si a macri "le va bien"), este rumbo se va a acentuar en los años futuros.

Ningún giro a la moderación entonces, sino el retroceso a un extremismo antipopular y antinacional.

Este extremismo puede reconocerse en las filiaciones del elenco gobernante (los Massot, los Blaquier, la Sociedad Rural, La Nación), que resalta la continuidad clasista entre las dictaduras del siglo pasado y el nuevo régimen.

Donde mejor se patentiza la continuidad entre las dictaduras y el presente régimen es en los deslices discursivos que cada día comete el oficialismo. "Hoy cambiamos futuro por pasado", anunció con entusiasmo la gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires la noche del triunfo. Y así fue nomás. 

En materia de reivindicación solapada del terrorismo de estado en las políticas oficiales, los editoriales de La Nación reclamando la libertad de los genocidas que cumplían condenas en cárceles comunes y la posición negacionista que instaló Darío Lopérfido de Mitre no fueron exabruptos de sectores ultras, sino anuncios del rumbo que rápidamente emprendió el gobierno. El 24 de marzo macri recibió al presidente de USA en el Parque de la Memoria. En esa oportunidad, ninguno de los dos presidentes fue capaz de referirse explícitamente al terrorismo de estado que ocasionó los miles de secuestros y asesinatos -represión sistemática que fue posible por la colaboración de ambos estados.



En la entrevista que macri concedió ayer a Buzzfeed, la periodista preguntó:

- ¿Por qué su gobierno no va a apoyar los juicios de Lesa Humanidad?



macri reaccionó con una risa socarrona y su típica lengua medio trabada. Alegó tener un "secretario de recursos humanos..." y en seguida corrigió: "...de derechos humanos". Si se tratara solamente de la palabra de un empresario, podría entenderse que el asunto de los desaparecidos fuera tomado como un problema de "recursos" desperdiciados. Pero el asunto se vuelve grave cuando el que habla es un jefe de estado que está emprendiendo un giro en favor de los genocidas condenados. En la misma dirección puede interpretarse la insistencia de caracterizar la represión terrorista estatal como una "guerra sucia":

- Hay que saber -dice macri- qué pasó durante la última dictadura para que los familiares sepan definitivamente qué es lo que pasó después de esa horrible tragedia que fue esa guerra sucia.



La tautología "hay que saber qué pasó para que los familiares sepan lo que pasó", por un lado, reduce el problema de los crímenes de lesa humanidad a "saber qué pasó", en lugar de reafirmar la necesidad de juzgar y condenar a los criminales todavía impunes. Pero, por otro lado, el descuido del lenguaje presidencial es más peligroso cuando repone la noción de "guerra sucia" y abandona la categoría de terrorismo de estado, para retroceder a la idea de enfrentamiento entre dos bandos.

Esta acumulación de distorsiones conceptuales en un par de frases es algo mucho peor que una serie de actos fallidos, olvidos o errores léxicos. La confusa lengua de macri habla de una política de estado que propicia lo confuso en relación con crímenes de gravedad máxima. Esta confusión afecta no solo la comprensión del pasado, sino amenaza nuestro futuro.

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