jueves, 1 de agosto de 2019

Atenas (César González)

El sábado a las 19:00 hs. en el inicio del ciclo de cine político en Red Colegiales, con la presencia de su realizador. Alvarez Thomas 1093. Comienzo puntual


A Atenas (2019), la película de César González que veremos este sábado a las 19:00 hs, en Alvarez Thomas 1093, puede pensársela en relaciones de tensión con diversos contextos: respecto del más bien abúlico cine de los autores jóvenes argentinos en los que es difícil encontrar huellas de las convulsiones sociales que atravesamos, incluso es difícil encontrar en ellas vestigios de inquietud existencial. También podemos pensar Atenas en relación a la larga agonía del cine de los 90 -parece mentira tener que hablar así, pero nadie oyó gritar al cine que alguna vez se celebró como novedad inaudita, apertura a otros mundos, y ahora se lo sospecha difunto. Podemos pensar Atenas en relación con el excitado morbo que despierta el universo farsesco de los "marginales" televisivos que hacen furor desde la perspectiva que antes diseñó el periodismo policial. También Atenas entra en tensión con el contexto más amplio del cine como arte burgués para el entretenimiento y adoctrinamiento de las masas. Finalmente, Atenas también se destaca dentro del desarrollo de la propia obra de su autor, que se mueve entre la poesía, la reflexión teórico política sobre el cine y sus propias películas. 

Uno puede compartir el desaliento de un texto reciente de Nicolás Prividera ante la reiteración extenuante de los modos apáticos con los que Martín Rejtman inauguró el NCA hace más de un cuarto de siglo y que parte del establishment crítico y de programadores sigue promoviendo como "retrato generacional" de autores que van desde los 25 hasta los 50 años de una ya muy estirada adolescencia. El cine de los 90 parece haber nacido con la tara de un juvenilismo congelado, siempre obligado a declarar "somos nosotros, no tenemos ganas, pero tampoco es tan así". Cuando Rejtman hizo Rapado importó una retórica que provenía de un cineasta anciano que en los 70 había filmado con rabia El diablo, probablemente, como contraplano de una catástrofe de rango planetario. La importación que hizo Rejtman de esos jóvenes diabólicamente lánguidos a los años 90 argentinos se volvió unilateral: la apatía programática. Hace 42 años de El diablo, probablemente y 27 de Rapado. El tiempo pasa y lo que ayer era amor se fue volviendo otro sentimiento.


¿Dónde en el cine nacional hay una huella de esta época? me preguntaba yo hace unos meses cuando me invitaron a hablar en el ENERC de "la imagen argentina". La respuesta podría ser: en Atenas. La película no habría sido posible sin una inquietud fundante, no meramente psicológica. Lo inquieto es el suelo que González pisa y piensa. Sus decisiones formales se apoyan en esa inquietud que lo arroja a poner una pica en un lugar que no estaba aguardándolo. González viene de la villa y del riesgo vital extremo, lo cual podría limitarse a nutrir su anecdotario pero en realidad señala una evidencia: el cine nació burgués y últimamente, gracias a las mutaciones tecnológicas, cuando mucho pudo volverse pequeño burgués. Es hora de que exista un cine que mire el mundo desde otra clase. ¿Un cine de clases? podría preguntar alguien que cree que solo la suya está en condiciones naturales de hacerlo. El problema de la procedencia social no es externo al carácter de la imagen ni a las decisiones estilísticas.

Si por un lado Atenas anuncia que hay vida después de la muerte del cine de los 90, por el otro González se propone discutir formalmente con la criminalización espectacular de la villa que hace en la televisión los noticieros y series como El marginal


La película se titula Atenas, es decir, con  el antiguo nombre de la polis en la que un cuidado de sí no era posible si no se practicaba en relación con los otros. El título, entonces, se coloca en una tradición histórica que se remonta muy atrás, no la que se inaugura con la apatía neoliberal ni con el sensacionalismo de la tevé lumpen. 

De la antigua Atenas la película de César recupera la perspectiva política, el ser volcado hacia afuera, con los otros como posibilidad vital. Sin embargo, esta procedencia no lo obliga a optar por una estructura aristotélica de principio, desarrollo y conclusión, con catarsis y enseñanza incorporados. Lo único que faltaría para un cine villero es meterse en el cepo de ese clasicismo. 


Primero: González muestra que el registro real de la villa no es el del que llega a filmar imágenes de alto impacto y pasa como un turista o un publicista. Hay una mirada que no se puede impostar, que solo puede verse y escucharse desde los que nacen y mueren ahí en la villa. Segundo: esa diferencia de la mirada, capaz de poetizar sin estetizar, no le impone un realismo homogéneo. Las panorámicas de las calles de la villa a cielo abierto cruzado por el cablerío, las callecitas sinuosas recorridas por los perros, las edificaciones rudimentarias y hasta la perspectiva desde el auto de los canas alcanzan una sobria belleza porque no especulan con la estética. 

Pero el elemento realista de Atenas se ve interferido por inserciones de la interioridad de los personajes, con acercamientos que rompen con la continuidad temporal y con la cadencia normal de los movimientos, que interrumpen el sonido ambiente para sumergirse en un audio expresionista. En tercer lugar: González toma la decisión de tratar con un estilo diferente a los personajes burgueses: asistentes sociales, empleadores que pagan en negro, explotadores, aparecen como deliberados estereotipos que les devuelven a la mirada pequeñoburguesa el hábito de estereotipar al villero.


En Atenas González encara el problema de la estructura narrativa a la medida de su diferencia de punto de vista. Si bien Perse es la clara protagonista sobre la que el relato se organiza, su movimiento al salir de la cárcel  y tratar de reinsertarse en la realidad hostil de la Argentina actual es zigzagueante y la va cruzando con diversos personajes con los que establece vínculos de cooperación, de sumisión, de hostilidad, de simpatía o resistencia. Es decisivo que el autor haya elegido a una chica que sale de la cárcel después de un robo a mano armada, tanto como que esa elección no caiga en el falso dilema de esencializarla como delincuente ni  canonizarla como la buena salvaje, ni siquiera como víctima. Por eso, el plano final, abierto en más de un sentido, evidencia hasta qué punto cada paso que la película dio estuvo luchando contra las diversas trampas que las convenciones del cine tienden.

El sábado  el propio César González asistirá a debatir con el público sobre su película Atenas. A las 19 en Alvarez Thomas 1093. Se recomienda puntualidad.

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