domingo, 15 de agosto de 2021

La geopolítica del Homo Sapiens y los desastres naturales

Olivo en 2021

Melendugno. Olivo de 2500 años, me dijeron.


por Lidia Ferrari

Estuve en la región de Puglia en 2015. Por primera vez visitaba esa hermosa región que viví como un Jardín de Olivos. Durante kilómetros y kilómetros la belleza del paisaje de los verdes olivos se extendían por todo el territorio. El lugar de mayor densidad de olivos del mundo, decían, y los más antiguos. En una librería encontré un libro con fotos de los más bellos, gigantes y ancianos, que ostentaban su vejez sin pudor desde hace siglos. En mi biblioteca ese libro tiene un lugar destacado. Este año fue diferente. Al llegar al Salento, la parte sur de Puglia, el paisaje mostró una trágica faceta que nunca hubiera deseado ver. Los olivos que me habían enamorado estaban secos, muertos. Han sido infectados por una bacteria llamada Xylella. No podía dejar de entristecerme y angustiarme por ese paisaje que tanto me había fascinado en el 2015. Son 750000 hectáreas dañadas y millones de plantas de olivo que han muerto. Los que saben dicen que esos olivos que han sobrevivido siglos y milenios se enfermaron porque el territorio estaba enfermo. Múltiples factores debilitaron a los olivos que no pudieron defenderse de la bacteria. Los agentes químicos, la desertificación, las migraciones y la menor biodiversidad fueron destruyendo el ecosistema. 

Debe ser así, porque si sobrevivieron cientos y miles de años, ¿qué hizo que no pudieran resistir este embate del destino? Pienso en los olivos y me inunda la tristeza. Cuando se habla del cambio climático, como lo hacen en los medios, parece algo lejano, de otra galaxia. Esta visita me confrontó con lo inexorable de una destrucción en marcha. Pero no de cualquier destrucción, sino de la humana destrucción. Esa verdad revelada ante mis ojos me produjo, me produce, un dolor profundo. Recordé que me hablaron de algo similar con los cardones de la Puna, algunos centenarios que están muriendo. Y fui a indagar. Y también es terrible. Los cardones gigantes de la Baja California se están muriendo. Los informes que leí hablan de que ‘no saben’ qué los enferma. Pero los expertos sobre la tragedia de los olivos nos hablan de ese conjunto de razones humanas para que estas especies centenarias no pudieran sobrevivir en los últimos años cuando sobrevivieron siglos. 

En 6 años pasé de visitar el Jardín de los Olivos al Cementerio de los Olivos. La gente del lugar habla de la tragedia, pero lo viven como una fatalidad. Los comprendo, son los que te cuentan que no hay trabajo, que la mayoría emigran al norte. Su vida también se desertifica allí y deben huir. Ellos también están amenazados como los olivos por ese mal que corre por el planeta sin que nada lo detenga. La depredación humana aniquila… Sobre esa tragedia, encima, no se detienen los provocadores de incendios. Algunos piensan que es una oportunidad para hacer negocios. Radix malorum est cupiditas (la raíz del mal es la codicia). No hay nada que hacer con eso. 

Pero las oleadas de extinción y la tragedia ecológica se iniciaron con la colonización de los Sapiens, nos cuentan los antropólogos. Por eso sería difícil decidir cuál estrategia geopolítica estuvo en la base de tales desastres. Sin duda, el capitalismo industrial ha sido un principal protagonista. Pero hasta Freud dice, casi de modo ingenuo, que una de las tareas del ser humano es dominar la naturaleza. Se supone que para su beneficio. Se está enterando ahora que ese tipo dominio no lo lleva sino a su propia extinción. Como la maquinaria capitalista que no puede frenarse porque su lógica es sin fin y, afirmada en ese dominio de la naturaleza, se juega la especie. 

Desde nuestra finitud de seres singulares no podemos aprehender lo que sucede con los tiempos siderales de la tierra, como planeta. Las decisiones geopolíticas pueden exacerbar la maquinaria capitalista o ralentizarla, pero ese atributo depredador del Sapiens parece irrefrenable.

Estamos viviendo ‘ahora’ los efectos de ese ‘dominio de la naturaleza’ fuente del ‘progreso civilizatorio’. Los olivos milenarios. Los gigantes cardones. La colosal bajante del río Paraná. La emergencia hídrica de Asia Central con la casi desaparición del gigantesco Lago Aral. No sabíamos que anidaba allí la mayor barbarie, esa que los civilizados industriales capitalistas le endilgaban a los salvajes. 

Mientras los desastres sucedieran lejos, no importa. Pero ahora están aquí. Pocos tomaron nota de la encíclica del Papa Francisco, Laudato Sii, sobre el cuidado de la casa común. Hay mucha prédica mediática y hasta política, pero sospecho que es más de lo mismo. Pues no se detiene la maquinaria si siguen jugando a aprovechar la emergencia climática para sus negocios y ciertas políticas. La pregunta crucial es: ¿alguien puede detener esto?

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