sábado, 22 de marzo de 2008
Enfermo de lucidez
En su blog LLP, el opinador de tiempo completo Quintín sigue cultivando un gorilismo atolondrado, que hoy por hoy lo coloca a la derecha de Mariano Grondona y el diario La nación. Esta semana invitaron a Q al MALBA para presentar un nuevo libro del escritor Rodolfo Fogwill. Al término de este encuentro fue a escribir en su blog que en el MALBA se limitó a leer la columna que aparecerá en PERFIL del domingo y, como se sentía incómodo por el cariz que estaba tomando el debate entre Fogwill y Horacio Gonzalez (el otro panelista), en el resto de la noche guardó silencio. Pero, claro, lo que no se animó a decir en el MALBA lo dice en LLP. El título de su post, “Represión e hipocresía”, lo coloca en un lugar a salvo de la hipocresía que denuncia. Una claque de incondicionales comentadores de su blog lo colocan en el lugar de la lucidez implacable:
“Ya me había impresionado antes con la lógica irreductible de Q que no cede ante nada. Es como una computadora que funciona en modo “lógica pura” y rechaza todo aquello que no entra en su silogismo; lo notable es que rechaza aún lo que es hoy “políticamente correcto” y no le importa; rechaza lo que parece progresismo y no le importa. Me impresiona su lógica irreductible y supongo que la envidio y me impresiona su valentía para sostener su coherencia ante todo y ante todos, aunque el silencio sea a veces la única opinión posible para que su sistema de pensamiento no parezca intemperancia"
Así que: atención señores, que se trata de un gigante del pensamiento, hablando sin hipocresía de lo que pocos se animan. Pero ¿qué es lo que dice el extraordinario pensador? Esto:
“En mi opinión, la masiva reapertura de los juicios a los represores, que recurre a leyes retroactivas y a la reversión de la cosa juzgada, que se ha apropiado del concepto de delito de lesa humanidad para aplicarlo sólo a quienes son sus opositores, que ya se ha extendido a los gobiernos de Lanusse y de Perón-Perón y que amenaza hacerlo hasta la Libertadora o hasta el golpe de Uriburu, representa un grado de hipocresía aun mayor que el del Nunca más alfonsinista que tanto suele denostar Fogwill. En todo caso, los juicios comparten con el Punto Final la idea de que hay una manzana podrida y la sociedad sana debe regodearse con su pertenencia al bando de los justos. La diferencia no es solo que la solitaria manzana se convirtió en docena, sino que la globalidad de la persecución judicial tiene un efecto inocentador ampliado: juzgados y condenados todos los militares, eliminados de la vida política todos los ex funcionarios de Videla y de Onganía, quienes queden en el poder habrán hinchado su legitimidad con la culpabilidad ajena.”
Olvidémonos por un momento algo que Q no puede desconocer: que los juicios en marcha no revierten la “cosa juzgada”, sino que permiten que se juzguen las “cosas no juzgadas”; y que no fueron juzgadas porque el dispositivo de la impunidad articulado por los gobiernos democráticos desde 1983 hasta 2003 no permitieron que se las juzgue. Este es un pequeño detalle desdeñable.
Centrémonos en lo que este hombre tan lúcido nos señala como importante: que “los juicios”, (como los llama vágamente Q) fomentan la falsa idea de que hay una manzana podrida en la sociedad argentina y que la “masiva reapertura” de estos juicios constituye el mayor grado de hipocresía de la Argentina contemporánea. Esta lógica irreductible implica, por lo tanto, que mejor sería no juzgar a los criminales de la dictadura.
Una apreciación moral de Quintín acerca de la hipocresía del gobierno kirchnerista demuele implacablemente el libre funcionamiento de los tribunales. Avísenles a las víctimas de las dictaduras, a los chicos apropiados durante los 70, a los familiares de los secuestrados y asesinados, que se dejen de joder con “los juicios”, que ya no tienen derecho a reclamar justicia, que hay que volver a aplicar los subterfugios ideados por Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde para que los crímenes queden definitivamente impunes. ¿No se dan cuenta estos particulares damnificados por la dictadura que su derecho a la verdad y a la justicia caduca ante las apreciaciones ético-estéticas del insobornable fiscal sanclementino de la república?
Es verdad que la lógica implacable de Quintín tiene algunas zonas endebles. Por ejemplo: que no es el poder ejecutivo sino los jueces quienes, ante la caída de los subterfugios ideados por los anteriores gobiernos, estimaron que no podían negarle justicia a los particulares damnificados. O que la anulación de las leyes alfonsinistas de Obediencia Debida y Punto final y del indulto menemista fueron aprobadas por el Poder Legislativo y convalidadas por una Corte Suprema respetada por su independencia por casi todos, excepto por los fascistas más recalcitrantes.
Uno se pregunta: ¿qué quiere la conciencia implacable del lúcido pensador? ¿Que no se permita el libre transcurrir de los procesos judiciales? ¿Que se promulgue un decreto de necesidad y urgencia para volver a la vigencia de las leyes de la impunidad? Porque no está claro qué haría un gobierno apoyado por Quintín: ¿haría lo posible para impedir la consecusión de “los juicios”? ¿Sería esta una manera de terminar con la hipocresía? ¿Llega tan lejos el crítico de cine devenido testigo insobornable?
Si aplicamos el principio propuesto por Q de que los juicios promueven la idea de que en la sociedad hay una manzana podrida y de esta manera todos nos escondemos hipócritamente en el bando de los justos, entonces debemos renunciar a la justicia. No seamos hipócritas, mantengámonos en el plano de la vaga ética impresionista de Q, dejemos de juzgar de ahora en más los actos delictivos porque, cuando se juzga a un delincuente, la sociedad simula hipócritamente un “efecto inocentador” (sic).
Quizá lo que proponga Q no es que se deje de juzgar de ahora en más todos los delitos, sino que se deje de perseguir tan solo a los genocidas, porque en el fondo “todos tuvimos algo que ver”. (¿No les recuerda algo esta culpabilización difusa para terminar los juicios a los genocidas? ¿A la línea sostenida durante décadas por el Episcopado católico, por casualidad? Pues bien, los obispos ya no insisten tanto en el asunto, de modo que ahora la consigna queda en manos de los descarnadamente lúcidos pensadores).
Quizá Quintín, con su impugnación de "los juicios", por considerarlos hipócritas, no se refiere a la abolición lisa y llana de los tribunales, sino de exceptuar de la rendición de cuentas a aquellos que ejercen el poder estatal, como ser los militares que usurparon el poder hace exactamente 32 años. Por supuesto no exceptuar a los actuales gobernantes (porque se desprende del celo antikirchnerista de Q que se pondría muy feliz si los Kirchner fueran a la cárcel). No señor: lo que parece proponer el creador de la revista El amante es que se exima de comparecer en los tribunales tan sólo a los militares golpistas y se obligue a las víctimas de la dictadura militar -aunque Quintín parece concordar con Fogwill en la conveniencia de dejar de hablar de “dictadura” y pasar a decir “gobierno cívico”-... a que las víctimas del gobierno cívico elegido en el 76 renuncien a sus derechos: eso sí sería darse un republicano baño de sinceridad.
Quizá lo que le gustaría a Q no es abolir sin más el funcionamiento de la justicia, sino sólo aquella que se dirige contra los asesinos de varias decenas de miles, para seguir combatiendo exclusivamente a quienes practican el homicidio en escala pequeña. Pero atención: porque a instancias de algo que al parecer dijo Fogwill en el Malba y que antes había dicho Eduardo Montes Bradley en LLP (un amigo de la casa), Quintín incluye en la agenda de discusión el problema de la cantidad de los desaparecidos. Y los comentadores, obedientes, se prenden en el debate: ¿habrán sido menos de 30.000? ¿este número provendrá, como propone el también ferozmente lúcido Fogwill de “una alícuota de la población de la Argentina de los setenta (30 millones)”? Y los comments tiran algunas hipótesis: ¿9000 (los denunciados en la Conadep) multiplicados por 2? ¿Por 1,5?
Quintín menciona como al pasar que por “los millones que los Kirchner han puesto a disposición de Hebe de Bonafini, hay quien todavía piensa que se está cometiendo una herejía y que no se deben tocar ciertos tabúes.” Aplicando la lógica implacable que sus admiradores atribuyen a Q, podríamos suponer que el número de 30.000 salió de espurias componendas entre los Kirchner y Hebe de Bonafini, que le permitirían a la loca de Plaza de Mayo embolsar cierta cantidad de pesos por cada desaparecido inflado.
Hay aún dos ideas políticas destacables en el descarnado análisis quintiniano:
1) “miremos un segundo la pantalla del televisor: ¿alguien puede dudar de que al joven Lousteau, nuestro frívolo y prepotente ministro de Economía, solo le faltaría un levísimo ajuste en su pensamiento económico para ser el niño prodigio de Martínez de Hoz o de Cavallo y un hombre de la dictadura como lo fue su padre?”.
Ojo: el que elabora esta meditación es un refinado crítico de cine (“sofisticado” es una palabra que Q usa con frecuencia y sería bueno averiguar el preciso sentido de la sofística quintiniana). Un hombre acostumbrado a analizar las más “sofisticadas” películas. De modo que si él ve lo que dice que ve en la cara del frívolo y prepotente niño prodigio, habrá que incorporar este tipo de percepciones al debate político.
2) ¿Cuáles fueron las causas de la dictadura (perdón: del gobierno cívico) de 1976? “Hace treinta años, el desprecio por la democracia y enormes errores políticos de la izquierda argentina produjeron una represión exacerbada y horrenda”. Así que ya sabemos: la cuenta hay que cargársela a los errores de “la izquierda argentina”.
En fin: los desaparecidos no fueron tantos, la culpa fue de la izquierda, Hebe de Bonafini lucra con los derechos humanos, hay que dejar de juzgar a los militares genocidas porque todos hemos sido un poco culpables... El debate político en LLP parece haber conquistado definitivamente el terreno que, antes de Quintín, señalaran Fernando Siro y Elena Cruz.
Si pensadores de la estatura de Quintín siguen encarnado la conciencia crítica de la Argentina contemporánea, entonces la única alternativa al kirchnerismo reinante será la misma mierda de siempre: la oligarquía con olor a bosta que en estos días el periodismo independiente denomina tiernamente “el campo” y el neo-franquismo que en la ciudad de Buenos Aires está aniquilando el espacio público.
Me parece que en las próximas elecciones voy a volver a votar a Kirchner.
OSCAR ALBERTO CUERVO
Buenas, me parece interesante la crítica...aunque a veces no entiendo por qué tanto espacio a un tipo como este...no obstante: ¿no es una especie de chantaje de tu parte decir que o kirchner o la oligarquía o el neofranquismo? ¿No existe la posibilidad de ser igualmente crítico con todas las posturas sin la necesidad de adscribir automáticamente a uno de los bandos?. A mi Kirchner no me gusta, por supuesto que en algunos aspectos es menos peor que otros, pero sigue reproduciendo la misma lógica política de gobierno tradicional del peronismo, y en muchos aspectos no representa cambios considerables en profundidad o a largo plazo. Es decir, hay muchísimas más perspectivas para discutir acerca del gobierno de los K que no son necesariamente estas opiniones efectistas y deslucidas de Quintín y no creo que él sea la "conciencia crítica de la Argentina contemporánea" (aunque estén bastante difundidas). Un adversario abominable no me hace a mi más humano.
ResponderEliminar1.
ResponderEliminarEstás un poco obsesionado con lo que dice y piensa Q.
2.
Alberto Fernández era compañero de Elena Cruz y estuvo en la misma lista electoral
Cuervo, como dice eamonn, estás obsesionado con Q. No lo entiendo.
ResponderEliminarY tampoco entiendo por qué copiás y pegás un comentario de janfiloso, hombre que ha demostrado ser un caballero, desde donde se lo mire. Si en lugar de pisarnos las cabezas estuvieramos dispuestos a sumar miradas, las cosas, sospecho, serían diferentes.
Da miedo opinar, balbucear respuestas cuando no hay certezas, si en lugar de ayudarte a pensar te mandan al rincón de los acusados.
No terminé de leer el post, vuelvo en un rato, agradecida por el fondo rojo sangre en lugar de negro de luto.
1.Las opiniones de Quintín respecto de los juicios a los genocidas me parecen de una "sofisticada" barbarie...Muy buena la inclusión de ese término en las etiquetas.
ResponderEliminar2. No creo que se trate de "obsesión". Este tipo de discursos merecen una respuesta que los desenmascare y ponga la hipocresía en su lugar.
Oscar: atrapante post. Un excelente antídoto para los equívocos y los "demasiado equívocos".
ResponderEliminarPeriquito:
ResponderEliminarcreo que Q es un exponente (y en cierta forma un propagador) de un pensamiento con el que me topo continuamente entre la pequeña burguesía de Buenos Aires. LO de "la conciencia crítica de la Argentina contemporánea" es una ironía, a tono con la desmesura de los commments que le mandan y con cierta autocomplacencia de queienes, cultivando este tipo de sofismas, se sienten como la elite ilustrada que padece los errores de una mayoría venal o engañada. Creo que esa autocomplacencia excede largamante a Quintin y configura un tipo "intelectual" muy reconocible en la historia argentina.
Mi epílogo kirchnerista es relativamente exterior al resto del post, ya que no analizo en ningún momento las presuntas bondades o maldades del gobierno, excepto en un solo punto: el haber propiciado la caida de las leyes de la impunidad. no sé como evolucionará el país de acá a 2011. De todos modos, si las elecciones fueran esta semana, no votaría a Carrió ni a Macri ni a Rodriguez Saa, sino a CK.
Acepto sugerencias para escuchar a otras personas que encarnen una ´"conciencia crítica" de la Argentina actual. El blog está abierto a esas posibilidades.
saludos
eamonn:
ResponderEliminar1. personalmente Q es alguien que me despierta simpatías, incluso cuando lo echaron del Bafici y prácticamente ningún medio salía a reivindicarlo, La otra hizo una defensa muy enérgica de su gestión y de su figura. Lo que me llama mucho la atención es que sus desilachadas ideas políticas condensan la posición de una parte importante de la clase media porteña semi-ilustrada.
2- Fernandez estaría con Elena Cruz, pero ahora -y hablando estrictamente del tema de los juicios a los militares de la dictadura- forma parte de un gobierno que hace exactamente lo contrario de lo que propician Siro y Quintín. Eso para mí es lo decisivo. No me importa FErnandez, sino la realización de los juicios.
saludos
estrella:
ResponderEliminarlamento que no lo entiendas, pero la explicación está en el contenido del artículo, donde no hablo de ningún aspecto de la vida de Q (que no me importa) sino de su discurso público, el que difunde a través de LLP y Perfil. ¿Está mal debatir?
Lamento que janfiloso haya dicho palabras tan desafortunadas, pero fijate que yo reproduzco estrictamente lo que dijo. ¿No te parece un poco desorbitado el elogio que hace de las aptitudes discursivas de Q?
Ay, el fondo no quiso ser "rojo sangre" sino una especie de morado acorde con el estallido otoñal. Pero en las opciones de Blogger no hay tantas posibilidades para elegir el matiz preciso.
saludos!
Liliana y anónimo:
ResponderEliminargracias, sólo se trata de debatir. Es apasionante y también divertido.
saludos!
Como dice Liliana, con quién coincido, es hora que estos discursos se desenmascaren y se ponga a la hipocresía en su lugar. Y por cierto, estas apreciaciones globales de que todos "tuvimos algo que ver", la definen en su más pura escencia. Decir "todos" es lo mismo que decir "nadie". Algo así como Fuenteovejuna. Lo curioso es que siempre la escuché en boca de gente que de una u otra forma, fueron o son responsables de alguna acción y/u omisión con respecto a lo pasado, y el involucrar a todos...resulta exonerante,lava conciencias, hace sentir mejor...
ResponderEliminarLo tuyo no lo considero obsesión, es un análisis piola. Podría decir más del mayor acto hipócrita, en especial si a editorial Perfil se trata...Pero no vale la pena, porque : "I used to care, but things have changed...", je. Lo logré, cuervo, el post 10 y el 11, son míos...
ResponderEliminarBueno, felicitaciones, quien seas!
ResponderEliminarSoy Abraxas, me olvidé de ponerlo, perdón.
ResponderEliminarLeí las dos notas y coincido más con la tuya (Quintín me fascina porque piensa totalmente diferente que yo en todo y creo que la coyuntura Fogwill lo llevó a un extremo que es interesante pero en el que se ha expuesto solo).
ResponderEliminarIgual creo que la expresión gorila, cualquiera sea su destinatario, es poco feliz. Y Hebe de Bonafide... ayuda mucho a la derecha que, aceptémoslo, siempre es más fáctica que dialéctica.
He ahí el problema de la izquierda.
Estimado Sr Cuervo:
ResponderEliminarQuizas con esto se inicia un camino de mutua estima, no confundir con alianza, ya que eso es para los debiles y como sabra para nosotros los mismos no tienen lugar.
De todas maneras falta para que redima "esa tapa".
Atte
Cecil B Demented
Cecil:
ResponderEliminar"esa tapa" está justificada: Quintín había hecho una buena faena en el bafici y no se fundamentó claramente su expulsión: para colmo, se lo hizo objeto de maledicencia, acusándolo vágamente de malversación de fondos sin aportar ninguna prueba. Por eso, estimo que salir a denunciar esos atropellos era lo correcto.
Lamentablemente, parece que Q practica el mismo tipo de maledicencia de la que entonces fue víctima.
En cuanto a los débiles y los fuertes, yo tengo un poco de cada cosa...
saludos
Oscar me alegra que hagas un análisis tan profundo de comentarios políticos de Quintín, lamentablemente estos personajes sufren de una gran incontinencia verbal y de una gran necesidad de exposición, que los hace hablar de todo con una pasmódica ligereza.Lo bueno es que mostró la hilacha, supongo que todavía se pueden leer sus comentarios sobre cine, pero si hace un análisis político sobre alguna película, yo voy a estar más atenta. Me sorprendió el árbitro de fútbol.-.
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