El otro día, en medio de los apurones por el cierre de la edición del nuevo número de La otra, y en medio del bochinche que hacían las cacerolas (en TN, porque en Nueva Pompeya no sonaba ni una mísera cucharita), cometí un error: anuncié que iba a enviar un post de Liliana Piñeiro sobre I don´t want to sleep alone, cuando en realidad Liliana aún no ha visto esta película. Es más: la va a ver hoy en la Lugones.
Porque lo importante es esto: hoy sábado pasan la última maravilla de Tsai Ming-liang. Y mañana la repiten a las 19:30. Así que no me queda más que remitirlos a lo que yo escribí hace unas semanas acerca de esta joyita del cine contemporáneo, o mostrarle algunas imágenes de la película.
Si esto no los convence, sigan mirando la pantalla dividida de TN, que a lo mejor programa otro cacerolazo.
Y lo que había escrito Liliana, en realidad era sobre Syndromes and a century, de Apichatpong Weerasethakul, que el domingo dan también en la Lugones, por última vez, a las 22:00 hs. El texto que sigue fue anteriormente publicado en el blog Meridiana (un saludo!). Vayan al cine, pechos fríos! (L.O.):
SYNDROMES AND THE CENTURY
Todavía los retoños crecerán
y echarán los verdes brotes
pero tu médula espinal está aplastada
mi fantástico, desdichado siglo!
Osip Mandelstam.
El cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul propone un modo de decir y es, al mismo tiempo, un modo de advertir. En escenas duplicadas (campo y ciudad, hombre y mujer), se dan las mismas preguntas, las mismas respuestas. Claves que se decantan en el círculo de un vaso de vidrio. Medicinas milenarias y actuales se prueban en el cerebro de un adolescente intoxicado con monóxido de carbono.
¿Intoxicación del siglo? La cámara recorre lentamente una sala de máquinas y nos obliga a mirarlas.Esta visión nos deja peligrosamente expuestos,amenazados por el humo que va ensuciando la imagen.Es en este contexto donde se despliegan los vínculos amorosos.
Encuentros y desencuentros. Los personajes, ejerciendo la potestad de mirar, se dejan caer en la profundidad del otro. La naturaleza es filmada con pasión, el murmullo de las hojas es un acorde privilegiado y la gama de verdes desborda la pantalla. Sin concesiones, A.W. desacomoda nuestra anquilosada percepción y le posibilita un vuelo ligero. Vidente sin lastre, abraza lo que perderá, y anticipa la nostalgia.
La última escena de “Syndromes..” recorta una multitud: al son de una música pop, se desarrolla una clase gimnástica. Bajo un cielo plomizo, los sujetos como marionetas se mueven repitiendo los movimientos del profesor que los dirige.
¿Alegoría de una humanidad ignorante del color de su cielo, extraviada en la superficie? Humanidad cuya condición más alta se reclama como única medicina posible para los males de esta época. Así lo expresa, con clarividencia, el adolescente que padece el siglo que le tocó vivir.
Liliana Piñeiro
hola: vi esta película ayer y me gustó. iba preparada para ver una historia de amor un poco más lineal y me sorprendió totalmente. muy linda. me encanta la escena en la que están sentados los dos en la mesa de mármol debajo del árbol y el personaje masculino ya no puede con su amor. y ella habla y cuenta. y luego algo se pierde y algo se transforma.
ResponderEliminartengo entrada para la de tsai de hoy y no me la pierdo. vi el trailer y me encantó la música y ese clima apocalíptico.
como liliana ya sabe, su texto me gusta mucho. creo que es maravillosa reseñando películas.
su texto sobre la nube errante me parece insuperable. veremos qué escribe después de ver no quiero dormir solo...
yo tampoco... sola...
beso. julieta.
Gracias, Julieta. Sos una fiel seguidora desde Meridiana...
ResponderEliminarEn unos días vendrá la prometida nota sobre Tsai.
Saludos