Uno aún está reponiéndose de un film que acaba de ver y que le acompañará por mucho tiempo, está empezando a tratar de pensarlo, sabiendo que lo volverá a ver y a pensar, pero ahora apenas está saliendo de la primera percepción. Uno va hacia la pendiente que nos conduce a la salida del Hoyts, pero en eso te topás con el director de ese film, no has armado aún una frase para la ocasión y ya te encontrás en un abrazo muy cálido con él... qué cosa no? La felicidad debe ser algo parecido a esto que siento.
No estaba repuesto de Liverpool cuando me tengo que empezar a reponer del abrazo a Lisandro, bajando por la pendiente del Abasto, junto con Marcela, y nos hallamos caminando al lado de José Luis Guerín, quien comparte con nos su primer comentario sobre la película que acabamos de ver: nos habla de que Alonso hace un tratamiento del espacio típico del western, del personaje al que le resulta imposible volver al punto de partida, nos habla de John Ford y de Nicholas Ray. Guerín ama el western y le ha dedicado profundas meditaciones, así que este comentario de Liverpool que está haciéndonos a boca de jarro es una ofrenda que tenemos que agradecerle. Guerín nos dice que se va mañana a mezzogiorno, así que a uno sólo le queda decirle hasta pronto.
Liverpool fue minando tu sensibilidad de a poco, con esa discreta belleza que despliega Alonso, algo muy raro, como un voto religioso que renuncia a todo embellecimiento parásito, para que cuando tenga que aflorar, lo haga de un modo inapelable. Liverpool es así. Una película que empieza fría como ese paisaje y cuando te querés acordar te metió en esa habitación en la que reposa Nazarena, alguien de quien el cine argentino no podrá olvidarse fácilmente.
Lisandro ha llegado aquí a una nueva instancia de su cine: está a la altura de los que te enseñan a mirar, no ya filman, no ya encuadran o montan, sino que te abren los ojos para algo que no habías visto.
Liverpool habrá que volver a verla, muchas veces, habrá que seguir escribiendo, pero esta que se termina es la noche en que yo la vi.
"...está a la altura de los que te enseñan a mirar, no ya filman, no ya encuadran o montan, sino que te abren los ojos para algo que no habías visto."
ResponderEliminarCuervo, impresionante elogio, creo que Alonso se lo merece. Y muy buena la cobertura del BaFiCi.
Gracias, koba.
ResponderEliminarNo vi Liverpool, pero podría imaginármela junto a las otras tres que ya realizó Alonso: cine respetuoso, sin baratijas, cine que nos interpela con esa mirada: la suya, la de realizador (el ojo que ve), pero también la de los actores como en La libertad; mirada que se abre hacia nosotros para decirnos que siempre es agitada, nunca sosegante. Etica en el uso de la luz; ética que deja hablar la materia. Como un fotógrafo-escultor (imagen palpadora, imagen de relieves y texturas) deja hablar al follaje, las luminosidades de un río, la piel de un animal, un cuerpo furtivo, un alambrado...
ResponderEliminarMe aclaro: aunque el término "actor" habría que redefinirlo cuando se trata de Alonso...
ResponderEliminarTenía mucha expectativa con Liverpool, pero confieso que me terminó frustrando. La primera parte genera mucha intriga: qué va hacer el tipo, qué va a pasar. Pero una vez que llega al pueblito, todo se desdibuja y, para mí, pierde interés. La película seduce mientras nos oculta la historia, pero cuando la empieza a revelar, todo resulta banal y ya visto. Igual, me parece muy piola la observación de Guerín. ¿No la habrá dicho con la intención de decir "esta historia ya la vimos mil veces?" Qué sé yo, en estos casos, cada uno ve la película que quiere. Es la fuerza y, a la vez, la debilidad, de esta clase de películas.
ResponderEliminarLucio:
ResponderEliminarno, te aseguro que Guerin no lo dijo con esa intención, estaba realmente impresionado por la película, no dijo que ya la vimos mil veces, sino que mecionó a dos directores que él estima entre los mejores. Igual, más allá de que no te haya gustado, ¿te parece que una película como Liverpool es como algo que ya vimos mil veces?
Yo creo que no.
De todos modos, quiero comentarte quea mí me pasó al revés que a vos, a medida que el personaje se interna en la realidad de su pueblo, para mí fue creciendo en misterio y emoción. para mí el corazón de la película está en la habitación de Nazarena.
saludos
Oscar
Oscar: fijate cómo vos la viste exactamente al revés que yo, lo cual no quiere decir que yo tenga la posta y que vos estés meando fuera del tarro. Asi son algunas películas, como la de Alonso o la Reygadas, y en esa profunda ambigüedad está su fuerza o su debilidad, según el cristal con que la mires. Quizá me moleste también cierto endiosamiento por parte de la crítica. No diría que esta película la hemos visto "mil veces", pero sí que ya la hemos visto (minimalismo, paisajes desolados, tomas largas, el solitario que vuelve, la hija abandonada, el amuleto sentimental...)
ResponderEliminarIgual le doy el beneficio de la duda...
Te sigo desde La lectora provisoria y te felicito por el blog (la revista todavía no la la leí... por ahora)
Lucio:
ResponderEliminarel beneficio de la duda: acabo de ver la pelìcula de conversaciones con Godard y dice algo asì como que el cine tiene que ver con lo incierto, o mejor dicho que te hace ver lo incierto como incierto (èl dice, al revès de la tv, donde nada es incierto). Yo creo que Liverpool, como todo Lisandro Alonso se mueven por esa zona de lo incierto: no se trata de reducirlo a una sinopsis (hija abandonada, amuleto, etc) sino de ver justamente lo que queda afuera de nuestras sinopsis.
Por ahì la pelìcula merece ser vista un par de veces.
saludos
Oscar