Por Martha Silva
A propósito de la obra Ciudad como botín, dirigida por Luciano Cáceres, Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543), lunes 21:00 hs.
Si hay una obra abrumadora y difícil de soportar es ésta. Se trata de la segunda parte de una trilogía del alemán René Pollesch que se completa con Sex según Mae West, estrenada en 2006 y Personas en hoteles de mierda, que pronto se pondrá en escena en Córdoba.
La ciudad moderna se ha convertido en un lugar desde el cual se nos bombardea con toda clase de estímulos marketineros, propios de la sociedad capitalista, con tal velocidad e intensidad que quedamos sin capacidad de reacción. Por supuesto que en la obra de Pollesch se exageran los efectos para que resulte evidente. El mensaje llega y es agotador y sin pausa alguna, lo que produce un bloqueo intenso del que es difícil recuperarse. Sólo la parte musical es la que produce una breve desaceleración del caos o bien la comicidad desaforada de José María Muscari.
Al haber presenciado la obra en el estreno, vimos un cierto desorden en el escenario que ya no era el caos congénito, sino que estaba provocado por los olvidos de ciertos actores de ese discurso sin pausa, por lo que presumimos que a esta altura la obra estará más asentada. Pero la aceleración y la reiteración del lenguaje y de las imágenes es propia de este teatro llamado de la “no” representación.
Hay tres bellas y enormes actrices –que pertenecían al elenco de Sex según...- que cantan en alemán, exhibiendo un look fassbinderiano que alivia un poco la exaltación del conjunto.
Es como si en una ciudad como Buenos Aires -anda por ahí el ropaje y los ojos claros de Mauricio, por gajes de la traducción, lo cual resulta risueño- se efectuara de pronto un desmadre total y, en lugar de hablar, se vociferara velozmente. La acción se expande desde balcones en los que hay personajes con carnadura hacia una pantalla donde la acción continúa con la misma escena, pero filmada en ese preciso instante.
¿Qué se pretende? No un mero experimento teatral y audiovisual vacío: se trata de mostrar lo que ocurre en una urbe cualquiera –ciudad de mierda, repetido hasta el infinito-, llevarlo a la enésima potencia, como para provocar una reacción que no tenemos por estar anestesiados. Nos toman diariamente como botín y nos convierten en consumidores. La única manera de demostrarlo es reproduciendo este efecto en el teatro, con los espectadores, que también somos transformados de esta manera en botín.
Pollesch ha creado y expandido esta estética desde la sala Prates, un pequeño espacio experimental de la Volksbuhne, una suerte de bunker estatal. Este autor estuvo hace un tiempo en el Instituto Goethe en un workshop junto a Luciano Cáceres, quien acaba de emerger con éxito de la complicada puesta de La Felicidad de Daulte.
Del pensamiento de Pollesch tenemos un botón de muestra:
- Una sola pregunta, Sr. Pollesch. ¿Por qué relacionar tan directamente el sexo y el dinero?
- Es un vínculo preformado. El hombre trae el dinero y la mujer cuida a los chicos. La mujer mantiene relaciones sexuales a cambio de ser mantenida. Algo instalado en la sociedad, aunque no esté verbalizado.
¿Por que Caceres si es tan simpatico hace esta clase de obras?
ResponderEliminarSupongo que porque para él a sus 30 "viejos años" - empezó alos 10 años con la Boero que no podía creer al ver el tamaño del alumno- esto no es más que un ejercicio útil como teatrista: estos jovenes admirables que hoy hacen todo. También si se da el caso, las luces , la carpintería y arreglar un desperfecto técnico. Y además hay que ver el teatro que viene de afuera porqu eno basta el FIBA cada dos años. gracias, Martha
ResponderEliminarPara redondearte, un párrafo que no aparece en mi nota , hace una necesaria alusión al sexo, ya que una cosa que sí me gustaría es INFORMAR: Las citas, las posturas, los simulacros sexuales, llegan a un 60%. Eso, guste o no al público, hayque ponerlo porque forma parte de la estética del autor.
ResponderEliminarSilvia: el adorable de Luciano va a seguir siendo simpático.
saludos. Martha
Bueno, habra que hacerse una escapada a ver la obra
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