Por Oscar A. Cuervo
Yo no respeto el teatro. No me interesa y no tengo ninguna consideración con él. El teatro siempre me pareció una actividad para los pobres de espíritu, para gente que no cree en lo que ve o, peor, para gente que no cree en lo que siente. Una especie de alfabeto para ciegos.
La cosa es que eso no lo dije yo, aunque lo podría haber dicho. Pero últimamente estuve viendo una seguidilla de obras teatrales realizadas por Alejandro Tantanián: primero fue el espectáculo de canciones “De noche”, en el que el propio Tantanián recorre un cancionero atravesado por la nocturnidad, que va en un rango muy amplio que no le teme a la Reputación Dudosa, desde La reina de la noche de Wolfgang A. Mozart hasta el Amor pirata del Paz Martinez. Esta experiencia fue decisiva para que yo empezara a estimar, sino al teatro todo, al menos la posibilidad de ir a ver algo puesto por Tanta. Su ligero zigzagueo entre lo sentimental (al borde de lo cursi) y lo llanamente dramático, con una actitud muy cariñosa hacia la canción popular que no tiene nada que ver con la parodia despreciadora, sino con un rescate emotivo de esos temas que viven en nuestra memoria porque antes nos enseñaron a sentir: tristeza, despecho, amor, odio. Tantanián ve en esas canciones núcleos (melo)dramáticos a desarrollar.
Una vez que hube entendido esto, ya quería seguir transitando este camino, y el ver Los sensuales (que partió de la idea de adaptar libremente Los hermanos Karamazov de Dostoievski, para quedarse con el adverbio “libremente” sin atarse al verbo “adaptar”) me permitió acercarme un paso más hacia su teatro: en Los sensuales hay canciones pero hay también personajes, situaciones, conflictos, un nudo, un desarrollo y una conclusión, un espacio que se viste de diversos espacios; es decir: todo lo que hace al teatro. Y sobre todo: hay actores. Lo cual es el asunto más espinoso para mí. Porque en general no tuve buena experiencia con los actores cuando los conocí librados a su espacio más propio, que es el espacio teatral. Y lo que hallé en las puestas de Tantanián es que unos cuantos actores para mí desconocidos sonaban como instrumentos muy afinados dentro de una tonalidad precisa. Los sensuales es, como dijo antes Ricagno, un laberinto de pasiones fassbinderianas y/o dostoievskianas dispuestas con una elegancia natural, en una lectura hecha desde un Buenos Aires del siglo XXI, lo que implica incluir esas canciones de reputación dudosa que tan adecuadas suenan en los últimos meses.
La tercera cosa que vi de Tantanián fue lo que con mucha amabilidad vino a hacer a La otra.- radio, acompañado de su mano derecha, Diego Penelas (el músico que lo acompaña en De noche y el compositor de la música de Los sensuales). Allí fue otro Tantanián y a la vez el mismo: su vida, sus ascendientes rusos, la tragedia, el bolero y la mirada amable, Serrat, Olga Guillot y el Paz Martínez junto con una canción que hablá de Moscú de noche y llena de nieve. Fue una delicia hacer ese programa.
Y hoy salgo de ver mi cuarto Tantanián. Y nada más. Un retrato de Marina Tsvietáieva, poeta (Moscú, 1892 – Yelabuga, 19419). Sobre textos de Paul Celan; Boris Pasternak, Sylvia Plath, la propia Marina Tsvietáieva, Nicolás Vilela y el mismo Tantanián.
La que dijo la frase que podría haber dicho yo es esta poeta rusa retratada por la obra y la frase es casi lo primero que se escucha, en boca de una de las actrices que evocan su memoria. Marina escribió libros de poemas, prosas autobiográficas, cartas, ensayo y obras de teatro. Lo que aparece en sus textos es la conciencia desgarrada de los que no están presentes a sí mismos, sino que viven en la ausencia, en el recuerdo y en la expectación. La vida de Marina estuvo signada por algunos hechos terribles, (como dice en el blog dedicado a la obra, “una historia de guerra, de vida atravesada y marcada por la guerra. Vivió la Revolución Rusa y, por lo tanto, el hambre y el frío que vinieron con ella se llevaron tempranamente a su hija menor. Luego, su marido fue enviado a luchar y fue fusilado, su familia perseguida, su otra hija recluida en un campo de concentración. Ella escapó con el único hijo que le quedó con vida”) que desembocan en su suicidio antes de que llegara a los 50 años. Su retrato va trazándose colectivamente por un grupo de actores muy jóvenes que pueden encarnar la voz de ella o una reunión de discípulos que revive el espíritu de ella a través de sus textos, de sus cartas de amor, amistad y odio a su amigo Boris y al escritor Rainer (Rilke).
Todo podría ser tremebundo o patético, pero el encanto de las puestas de Tantanián se halla en su justeza para lograr una tonalidad de tristeza alegre y de triste alegría, de boleros desgarradores cantados con una ironía suave, un mundo donde coexisten amablemente las poetisas rusas suicidas que escriben frases que nos suenan sokurovianas ("No te dije lo más importante acerca del mar: sólo el pescador o el marinero se atreven a amarlo. Sólo el pescador o el marinero saben qué es. Mi amor sería un abuso de poder") y las canciones de Nino Bravo.
Rainer, quiero encontrarme contigo, quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir. Simplemente dormir. Y nada más. No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más. No, algo más: aún en el sueño más profundo, saber que eres tú. Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo.
Ya vi cuatro cosas de Tantanián, y quiero ver más. Al teatro, por lo demás, no sé si seguiré yendo.
Bueno, es una verdadera alegría para mí que pienses así, ya que fui pionera en LA OTRA en esto de introducir el teatro y me tocó hacer el primer FIBA en 2007. Pienso que por ahí no habías dado con un autor que te gustara como Tantanián que por lo visto encaja con lo que vos esperás del teatro.Yo confieso que tengo mis favoritos y que fue decisivo para mí ver las producciones de estos teatristas revolucionarios - en la estética- y gracias a eso volví a ver teatro masivamente, actividad que tenía abandonada.
ResponderEliminarRebueno. Martha
Hola, Martha: parece que todo es cuestión de empezar por el lugar correcto; en realidad lo que vi de Tantanían no es lo que encaja con lo que yo espero del teatro, porque lo que yo esperaba del teatro es pasarla mal viendo a actores horribles haciendo papelones. Seguramente se trata de un prejuicio de cinéfilo. Pero uno puede, como en mi caso, ir volviéndose viejo y revisando algunos prejuicios (al revés de lo que decía un necio o necia que comentaba hace poco en este blog despreciando a los que nos vamos poniendo viejos).
ResponderEliminarQuizá la forma de entrarle al teatro fue a través de la música (las canciones de Reputación Dudosa que usa tantanián); de hecho a mí me gusta ir al Colón a ver las óperas de Wagner o de Verdi.
De paso: cuando abrírá Macri el Colón?
saludos