Se están por cumplir 35 años del asesinato de Rucci y se vuelve a hablar del asunto. En estos días ha salido un libro de Ceferino Reato que cuenta la historia, Operación Traviata, que inmediatamente se ha convertido en éxito de ventas.
Ayer a la noche vi una entrevista que le hizo Gerardo Rozín al autor. No sé quién es Reato, ni qué tal será su libro, pero la charla con Rozín fue lo suficientemente interesante como para darme ganas de leerlo.
Me parece que Reato sentó algunas tesis súmamente inteligentes para meterse con la cuestión: la necesidad de no plantear este episodio de un modo maniqueo, no someterlo a una moralidad exterior a la época en la que los hechos sucedieron, comprender el valor humano de estos personajes, tanto de Rucci como de quienes lo asesinaron, hacerse cargo de la tragedia que significa para la sociedad argentina que unos y otros hayan muerto en estos enfrentamientos. Dijo Reato, refiriéndose a Rucci y a los que lo mataron, que hoy la sociedad argentina los necesitaría y que le daba mucha rabia que la violencia de nuestra historia nos haya hecho perderlos. Me parece que nunca escuché decir esto, al menos no con la serenidad con que Reato lo decía, sin instrumentar el tratamiento de un episodio tan controvertido en función de las mezquindades y los intereses subalternos que nos resultan tan habituales.
Creo que la Argentina ya está madura para pensar en esta cuestión. Hasta hace poco, cualquier discusión sobre la violencia de los 70 estaba obturada porque el Estado mantenía una comunidad jurídica y política con las doctrinas y las personas que instalaron el terrorismo estatal de los 70. Un estado que no asumía su responsabilidad jurídica en la masacre nos envolvía a todos como cómplices. La reactivación de los juicios, la derogación de las leyes y decretos de impunidad, el desmantelamiento de los campos de concentración, el pedido oficial de disculpas a las víctimas del terrorismo, la destitución de los retratos de los dictadores en edificios oficiales han sido gestos y posicionamientos de los años recientes: hasta que estas decisiones no se hubieran tomado los crímenes del estado argentino perduraban en su ejecución y todos los ciudadanos de esta república los seguíamos consintiendo. Esto no quiere decir que en la Argentina actual haya un respeto irrestricto de los derechos humanos, sino que la continuidad del estado terrorista ha cesado.
Entonces es un buen momento para discutir lo que pasó en los 70. No creo que la cosa pase por equiparar los asesinatos cometidos por las organizaciones armadas con los del estado terrorista, como si en ambos casos se tratara de crímenes de lesa humanidad (cosa que es tan común escuchar en estos días, en un remozamiento de la doctrina de los dos demonios). Me parece que el sistema jurídico debe reservarse una última diferencia para tratar de un modo distinto a quienes montan desde el estado un sistema criminal, porque es precisamente el estado el que debe velar para que se cumpla la ley y es inexcusable que se usen esos resortes del poder para vulnerarla. Por más crueles y despiadados que puedan ser los crímenes cometidos por organizaciones insurgentes, la diferencia entre una y otra cosa debe ser mantenida a rajatabla. El estado no debe poder matar en absoluto, por lo cual esos crímenes deben ser tratados como dirigidos contra el propio estado de derecho.
Dicho esto, un asesinato es un asesinato y eso fue lo que hicieron con Rucci. Lo más interesante de este caso es quién era Rucci, cuáles fueron las “razones políticas” que sostuvieron su condena a muerte. Sin conocer a fondo su historia, parece que Rucci fuera el más típico representante de la burocracia sindical y, por esto mismo, un ejemplo claro de un tipo de dirigente social generado en el seno de peronismo. No se entiende a la burocracia sindical sin comprender la historia del peronismo, así como no se puede comprender el peronismo si se prescinde de la ambivalencia inagotable de tipos como Vandor, Alonso, Rucci, Lorenzo Miguel, Oscar Rodriguez, Ubaldini, Moyano. No todos son iguales, cada uno tiene lo suyo, pero hay una matriz común: llevan el código genético del movimiento peronista y no se puede condenarlos ligeramente sin perder de vista la compleja riqueza del tipo de poder que ellos encarnan.
Que una organización armada con aspiraciones revolucionarias -como presuntamente eran los Montoneros- haya llegado a convencerse de la necesidad de matar a un sindicalista como Rucci, que hayan concebido la posibilidad de que “tirar un cadáver en la mesa de negociación” los iba a posicionar mejor frente a Perón, que esa fuera la manera de tramitar el poder -a la que ni Perón ni el resto de la dirigencia política argentina de la época podían declararse ajenos-, todo esto es uno de los nudos más difíciles de desatar para entender qué pasó, qué hicimos como sociedad.
La idea de que Perón iría a negociar cuando le “tiraran el fiambre”, un par de días después del aplastante triunfo de la fórmula Perón-Perón en las urnas (64 %), es de una torpeza política -para no hablar de la dimensión ética del crimen- que marca el grado de delirio que dominaba a la historia de esos días. Si así pensaban los que podían y querían transformar a la sociedad argentina, la cosa no podía terminar sino en una tremenda tragedia.
Reato señala una diferencia importante respecto de la política del ERP: esta organización de corte marxista-leninista adoptó una posición mucho más clara cuando el peronismo accedió al poder en el 73; se mantuvieron en la clandestinidad y siguieron operando contra la policía y el ejército, pero no contra los dirigentes políticos elegidos en las urnas. Esta sería una diferencia muy neta con la política militar montonera, mucho más ambigua, pugnando a la vez por ocupar espacios de poder en el estado y ejerciendo la violencia contra los “enemigos internos” del movimiento peronista. No sé si hay documentos que avalen esta tesis de Reato, pero lo que él dice resulta verosímil. ¿Hubo operaciones del ERP contra dirigentes políticos del gobierno civil?
El asunto es que los Montoneros creían posible tomar el poder matando a tipos como Rucci, sin ser capaces de establecer un matiz diferencial entre un burócrata sindical y el aparato asesino de la Triple A o un dictador como Aramburu. Esto que digo tampoco pretende justificar el asesinato de Aramburu, pero sí diferenciar el rol político que cada uno de ellos tuvo en la historia, para captar la lógica que puede haber llevado a los Montoneros a la conclusión de que tenían que matar a Rucci.
Reato cuenta un episodio interesante: cuando Perón se entera del asesinato de Rucci, su primera reacción fue convocar a algunos dirigentes cercanos a la JP (Reato nombra a Nilda Garré entre ellos) para mandarles un mensaje a los Montoneros: que ellos salieran a desmentir la autoría del hecho. Perón tenía esperanzas de que no hubieran sido los Montos sino el ERP los que mataron a Rucci. Garré y otra persona fueron a llevar el mensaje a la dirigencia montonera, a lo que ellos respondieron: “no podemos salir a desmentir nuestra autoría, por razones obvias”.
Así como los Montos creían posible que Perón negociara ante esta “demostración de fuerza”, Perón guardaba una esperanza de que ellos no hubieran sido capaces de matar al líder de la CGT. Entre personas no precisamente ingenuas, este desencuentro aparece hoy bajo una luz patética.
Voy a leer el libro de Reato.
...
ResponderEliminarpienso en dos claves para tratar de enterder el hecho del asesinato de Rucci: por un lado la cultura de la violencia como modo de hacer política en aquellos años, y por otro, la tradicion peronista de resolver internas a los tiros (Ezeiza fue la muestra mas acabada de ello).
ResponderEliminarSi hoy la CGT pide el esclarecimiento y amaga con tildar al hecho de "crimen de lesa humanidad", me parece que eso obedece a la ola revisionista a la que asistimos , pero fundamentalmente a la propia interna de los espacios que hoy se dicen kirchneristas. Creo que ninguno de los espacios quiere resignar poder y el hecho de reivindicar la figura de Rucci, para la CGT de hoy, implica marcar la cancha y hacer ejercicios de demostración de fuerzas.
Mas alla de todo esto, me parece que es una actitud sensata, al fin de cuentas, lamentarnos por las muertes, por tantas muertes, por haber perdido una generación de gente muy valiosa. Recuperar la impronta de la tragedia como modo de aproximación a lo que no fue y a lo que pudo ser. Los que muerieron, los que callaron y los que se fueron; todas ausencias que hubieran sido tan necesarias...
Operación Traviata me generó tanto interés como a vos, Cuervo. El mismo interés que me genera la figura de lesa humanidad pedida 35 años después por la familia. Por lo pronto insisto en que Rozín es una gran reportero y la nota que está haciendo ahora mismo con Kunkel es muy esclarecedora.
ResponderEliminarEn lo que no coincido es un tu percepción final de aquel desencuentro como patético. Aquel y éste desencuentro vuelve a poner la política en la mesa, cosa que los 90s nos quitó para ponernos pizza y champán.
Yo celebro este tiempo. El otro no llegué a vivirlo.
Montoneros, muy a pesar de la romantica que los talibanes del kirchnerismo bobo desde hace un par de años quieren imprimirles, fue una experiencia historica que le costo grandicimas derrotas al campo popular. Su ultravanguardismo, como lo testimonia el propio Walsh en sus criticas a la dirigencia, le dio la excusa servida en bandeja al terrorismo de Estado.
ResponderEliminarHabria que releer a Carri y su preocupacion por las formas revolucionarias de la violencia, por lo menos intentar aproximarse a un intelectual que como parte del conflicto se interrogaba por la naturaleza y viabibilidad de la violencia politica.
Yo creo que ante todo es un error reducir el tema de la violencia a la interna peronista, a la década del 70 o a la violencia revolucionaria. La Argentina es violenta desde antes de los montoneros, desde antes del peronismo, y más allá de la noción de la vanguardia revolucionaria.
ResponderEliminarA mí tampoco me interesa ahora condenar a esta o aquella violencia -siempre es fácil hacerlo, siempre se trata de una sobreactuación que exige poco gasto- así como tampoco glorificarla. La palabra es "comprender", que no es del orden moral, ni del orden científico, ni salvífico, por eso me quedo con esa objeción que me hizo una vez César: creo que la comprensión es una actitud más cercana al registro estético. Vemos ahora a esos hombres queriendo incidir sobre la historia, los vemos manejándose "descarnadamente" (para usar una palabra que usaba Perón en los 70), atreviéndose a hacer la historia de la manera en que la historia suele hacerse: es decir: con cadáveres.
¿Quién habrá sido el que haya decidido hacer la historia sin matar? Para atrás o para adelante de la revolución francesa, la historia siempre se ha encarado en base al cálculo de a cuántos era necesario matar, de a cuántos hombres se estaba dispuesto a matar. Es patético verlos ahora, tan decididos y a la vez tan atrapados, tan en bolas. Las cosas saldrían finalmente de otra manera, no importa a cuántos hayan estado dispuestos a matar. Ni Perón, ni Roca, ni Stalin, ni Mao, ni el Che, ni Bush.
Ayer Reato citaba al Che, diciendo algo así como que la ternura del revolucionario no vacilaba en transformarse, llegado el caso, en una fría máquina de matar. El Che.
Así que reducir el problema a la interna peronista o a los errores de la dirigencia montonera, pasarle facturas por su grado de responsabilidad en lo que vend´ria después, como si en lo que vendría después no hubiesen tenido responsabilidad también los radicales, los empresarios, los apolíticos, los trosquistas, los desarrollistas y los extremadamente moderados... (oración inconclusa).
Por supuesto que con todo lo dicho anteriormente no pretendo eximir a nadie de una responsabilidad estrictamente penal, pero ese juicio no ha de hacerse aquí, para eso están los tribunales.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, la observacion sobre montoneros respondia a rascar un poquitin sobre el barnis romantico que muchos acolitos de la obsecuencia K le imponen.
ResponderEliminarJustamente por comprender es que me parece que es necesario volve a Carri, por que el se lo estaba preguntando alli en el mismo momentoi en el que las orgas, de las que el formaba parte, reproducian con sus juicios sumarisimos de los que poco se habla, la misma logica autoritaria de un sistema que decian combatir.
Y tambien es cierto que la violencia trasciende los 70s, pero alli se encarna de un modo y conj una legitimadad particular.
"Para no hablar de la dimensión ética del crimen". Me parece que eso es realemnte de lo que hay que hablar y lo mas profundamente que se pueda.
ResponderEliminarSiempre tengo miedo de que lo excesivamente discursivo termine por ahogar lo que es verdaderamente importante.
En fin a pesar de mis temores, y aún a riesgo de ser contradictorio, celebro que se empiece a complejizar un poco la visión de esa parte de la hisotria.
Saludos
Gabriel: de acuerdo. No conozco lo que escrbió Carri, ¿dónde se puede leer? ¿Será el padre de Albertina o nada que ver?
ResponderEliminarHerida:
ResponderEliminarpero de la dimensión ética del crimen ya lo sabemos todo; ¿qué más vamos a decir? ¿qué está mal matar? Yo al menos estoy de acuerdo con que está mal. ¿Y después? Que haya un juicio. Ok, que lo haya. ¿Lesa humanidad? No, creo que no.
Y ya está.
El resto, lo que se abre a partir de ahí, es lo verdaderamente difícil. Comprender no es una actitud "excesivamente discursiva". No sé bien que quiere decir "excesivamente discursivo", pero comprender no se trata simplemente de hablar, se trata de pensarte como parte del problema y no como el juez que dice qué cosas están bien y qué cosas están mal. Es mucho más fácil decir qué está bien, es mucho más difícil pensarte como parte del problema.
Ver a Rucci y a los que lo mataron no como unos zarpaditos que arreglaban sus cuestiones a tiros porque les gustaba ser malos o porque los peronistas son incorregibles, sino de tipos como vos y como yo (con nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia, ni más ni menos) que vivieron en circunstancias en las que matar era algo aceptable. Si pensamos que el "mal" radica en ellos, en que eran malos, en que se portaban mal, creo que se nos escapa lo más importante.
Oscar:
ResponderEliminarCarri era el padre de Albertina, la de la película "Los Rubios" que tanto le gustó a los críticos y tan poco te gustó a vos. Justamente en la película se retacea la mirada de los compañeros de militancia de Carri y por eso nunca te enteraste (ni nos enteramos) quiénes fueron sus padres.
Oscar, sin querer extenderme demasiado permitime en primer lugar una aclaración. Lo que te decía arriba son primero dudas para mi, sin pretensiones de erigirme en juez de nadie.
ResponderEliminarSimplemente pienso en la importancia de tener un juicio ético con el cual conducirme, y que este preceda a mis acciones.
Creo que muchas veces el olvidarse de eso, y el pensar las cosas en términos puramente estratégicos o como quieras llamarlo, es lo que puede llevar a alguien a decir "le tiro un cadáver sobre la mesa", como un argumento.
Te concedo que la expresión "excesivamente discursivo" no es del todo feliz, pero apunta a eso. Es decir, tratar de no caer en análiisis demasiado frios, en donde todo se reduce a relaciones de poder.
En fin, este es torpemente expresado mi punto de vista. No reniego de los análisis como el tuyo, al contrario, pero trato de no perder de vista lo que constituye para mi lo fundamental El hombre, a mi parecer, es ante todo un sujeto ético.
Abrazo.
Alejo:
ResponderEliminarsí, a mí me parece que la crítica exageró con Los rubios. No que me haya disgustado profundamente, pero nunca alcancé a ver qué tenía de grandiosa ni de conmovedora. Es verdad que la película no nos permitía saber quiénes eran los padres de Albertina, ni tampoco qué decían los compañeros de sus padres. Tampoco le pareció necesario a Albertina que sus hermanos dijeran algo. A todos ellos los despachaba con una frase despectiva. Ponía lo que decía una compañera de sus padres en un video y en seguida lo cortaba: "esto no interesa" o algo así.
Aparentemente lo único interesante era ella misma y grupo de amigos que le daba la razón en todo.
Todo esto podría haber sido una operación política interesante si se sostuviera desde una forma cinematográfica que minara las certezas del espectador.
Pero formalmente yo no encontré nada particularmente destacable, ni original, ni inquietante, ni interrogador. Me dio la impresión de ser una versión desleída de Godard, sin el timming de Godard.
Quizá alguien un día me pueda explicar qué tenía Los rubios de excepcional, y entonces trataría de verla de vuelta.
Herida:
ResponderEliminarsí, es bueno tener un juicio ético con el cual conducirnos, pero yo creo que la ética sólo tiene potencia efectiva cuando cada uno la dirige contra sí mismo. Soy muy escéptico cuando hacemos ética con los demás.
No creo que nos mejore mucho decir que tales o cuales personajes históricos hicieron las cosas muy mal, más bien nos afirma en una conformidad con nosotros mismos.
El asunto es que Rucci no era un demonio, ni un dibujito animado, ni un personaje de Titanes en el ring. Era una pesona de carne y hueso y él también tendría dilemas éticos y habrá optado por lo que le parecía mejor. Siempre hay una ética para cada cosa. Lo mismo puede decirse de los que lo mataron: probablemente fueran tipos que tenían una posición respecto de la humanidad, de la justicia, del progreso. Y además estaban en un cuerpo de dimensiones similares al nuestro, una piel, un corazón, un sexo. No eran de papel ni de hierro. Asi que para mí pensarlos no es juzgarlos sino tratar de comprenderlos.
Oscar, creo que coincidimos entonces en la necesidad de una ética. La diferencia éstaría en que a tu criterio esta impide la comprensión de las personas o de las situaciones, y para mi esta es, precisamente, lo que la hace posible.
ResponderEliminarClaro siemrpe y cuando no se aplique como un maniqueismo burdo de buenos y malos. La estupidez siempre clausura el conocimiento.
A mi me parece incluso que es esta falta de sentido ético, lo que está al origen de la tragedia de los '70. Justamente por que la ética proporciona el umbral que nos posibilitan humanizarnos. Por ejemplo el que dice "no matarás".
Abrazo
Hola, Herida:
ResponderEliminarpero yo no dije que la ética impide algo.
"Para no hablar de la dimensión ética del crimen" quiere decir que no quiero HABLAR de lo que ya está claro, para referirme a lo que es más problemático. De ninguna forma lo propongo como una disyunción excluyente. Pero ya ves como, dada tu insistencia, estamos hablando de lo que ya sabemos: que está mal matar
saludos
Buen fin de semana.
ResponderEliminarComprender, hacer parte, es una manera del conocimiento creo. Una manera que puede rozar lo fenoménico, pero de conocimiento al fin. Y el conocimiento, entiendo, para que no sea solo masturbación hedonista, debe ser puesto al servicio de algo. En ese sentido me voy a permitir la apología a los fríos análisis de relaciones de poder para pensar la tragedia posterior y sus alcances.
ResponderEliminarNo creo que una discusión ética sea una discusión política. De eso abunda y como dijo Oscar, todos sabemos que matar esta mal.
Tratar de reconstruir el horizonte que esos hombres perseguían es una forma refinada de esa empresa, un recorte producente. Pensar el proceso en forma macro con su "descarnada" resolución también.
Carri en "Isidro Velázquez, Formas prerrevolucionarias de la violencia" discute al maestro Eric Hobsbawm y su concepción del bandolerismo como forma de la "violencia prepolitica". Esa violencia no es "prepolitica" sino profundamente política. En todo caso "prerevolucionaria".
Tras esta premisa caben muchas lecturas oblicuas. Carri, de modo nada casual, pensó la violencia política cuando se avecinaba una de las mayores tensiones de nuestra historia.
La violencia social es política por que siempre es una respuesta a la violencia que viene de arriba, es otra hipótesis de ese trabajo. Desde allí, puede arribarse a pensar los pibes chorros, como una violencia política postrevolucionario por ejemplo.
Si, comprender es una forma de conocimiento. Hermenéutica o un ¿"estado de abierto" heideggeriano o algo asi? Corregime Oscar si me fui a la banquina con el concepto, ja.
ResponderEliminarSí, Cesar y Gabriel, la comprensión es un modo de acceso al objeto que se propuso como alternativo al modelo positivista de la objetividad. Nace de la hermenéutica y hace carrera en la filosofía a partir de Nietzsche, Heidegger, Gadamer, en cada uno con resonancias diferentes. La clave estaría en pensarse no en oposición al objeto, sino en una relación de pertenencia al fenómeno que se está interpretando. Heidegger diría que la comprensión es pensar desde las propias posibilidades de cada existente, ser en el mundo, no como un sujeto escindido del mundo, que ve el mundo desde su propio yo, sino como alguien que se comprende a sí mismo siendo en el mundo, y siendo con los otros.
ResponderEliminarCreo que esto se puede aplicar bien al ámbito político, para deslindarlo de la ética. Porque en la década del 90 hubo un intento de reducir la política a la ética y pareció que las posibilidades de una posición progresista se limitaban a naturalizar el orden social y poner el acento en las denuncias a los casos de corrupción, como si la contradicción fundamental fuera "probidad republicana" vs. "corrupción". Bajo una aparioencia crítica (porque siempre hay casos para denunciar), lo que se esconde es un conformismo casi paralizante.
La comprensión planteada así no debe verse como un "hacer la vista gorda" a los casos de corrupción, como aviesamente traduce Beatriz Sarlo, sino como un modo de cuestionar la reducción de la política a la ética.
saludos!
he visto muchas películas del tema desaparecidos y me interesó algo que no recuerdo en otras - sí en una pero no me acuerdo el título- que es la delación. En este caso la de los vecinos que justo entrevistaba. En la otra película - creo que era "Papá Iván"- era la de un compañero de militancia.
ResponderEliminarmartha