domingo, 7 de septiembre de 2008
Me quedo contigo
Por Martha Silva
Dos mujeres de pie, espalda con espalda, vestidas de negro con zapatos de charol rojos, muy similares o –diríamos- con un aire familiar. Las expresiones son hieráticas y los peinados rígidos y elaborados.
Bruscamente, una de ellas empieza a hablar de plantas, sillones y fotos, como si en un momento anterior hubieran pensado en renovar el despojado departamento que comparten. Todas las ideas que emite al respecto están en las antípodas de lo que se le ocurre a la otra. No obstante, se puede deducir al oírlas hablar de gatos, porteros y vecinos, que las obsesiona la seguridad y odian las mentiras que pululan por las inmediaciones y que se expanden por el pequeño mundo que habitan.
Una comenta lo que le dijo el peluquero y la otra le reprocha: “Pero ¿cómo pudiste tener esa conversación?”, refiriéndose a un intrascendente comentario, que por lo visto es escuchado como de peligrosa intimidad, una confidencia inoportuna, arriesgada. Hay un desfasaje evidente entre la importancia de lo discutido y el tono -de alto voltaje- de la enunciación.
Si una de ellas habla con el peluquero, es que no ha tomado suficientes precauciones, no ha medido lo suficiente, lo que es tener un hombre detrás suyo, parado con una tijera... (porque esa es la definición justa de un peluquero: sepamos ver el peligro que nos acecha).
Ese es el costado siniestro de lo cotidiano.
La aludida admite: “Y yo que le entregué mi cabeza...”. Significativamente, las relaciones con el sexo masculino no surgen de actividades sociales. Provienen de la peluquería, del consultorio del dentista, de no lugares, objetos de desconfianza. El odontólogo, único ser que hace sonreír a la rubia, resulta ser un sujeto que puede llegar a fracturarle el maxilar con una operación impropia, una mala praxis. Baraja varios posibles diagnósticos psiquiátricos y resume: “Es raro eso de mirarle la boca a una mujer, es extraño”.
Son tan ridículas las disquisiciones en juego que mueven a risa. Pero amabas derramarán lágrimas ante la evidencia flagrante del teléfono enmudecido. Ya no las llama nadie.
Están solas la una con la otra; recien ahora lo perciben. Una canción se deja oir:
“Si me dan a elegir/ Me quedo contigo”.
Dos seres humanos ni tan locas ni tan infrecuentes. Denominarlas como fóbicas sería obturarlas. Optar por algo distinto podría perturbarlas más que este padecimiento diario. El cambio es vivido como letal: habrá que conservar ese viejo empleo de oficina, esa casa en ruinas, o las mismas ideas respecto a lo que las circunda...
Dice mucho y bien esa dramaturgia que las mismas actrices -excelentes como tales- han ideado: Carla Vidal y Maru Sussini, y la asistente de dirección Priscila Zelasco, todas ellas formadas con grandes maestros del teatro.
Me quedo contigo
EL CAMARIN DE LAS MUSAS. Domingos 20 hs. Mario Bravo 960
GRACIAS OSCAR!!
ResponderEliminarHe aquí mi primer comentario teatral musicalizado y nada menos que por Manu Chao. No recuerdo si es la versión que utilizan las chicas pero suena bien.Martha
Muy bueno el comentario, Martha.
ResponderEliminarEse "costado siniestro de lo cotidiano"...Justamente ayer ví, en una película de Sokurov: "Una vida humilde", el costado sagrado de lo cotidiano...en las antípodas.
Sería interesante ver esta obra, y ese efecto de contradicción entre lo enunciado y el tono de la enunciación.
Saludos.
Hola Liliana: Si, bueno: Sokurov ya es un maestro del cine que por cierto estudiamos bastante gracias a Eduardo Russo. Pero ésta especie de comedia "engañosa" tiene ese tipo de contradicción que en un principio resulta jocosa hasta que ya , cerca del final, parece que el espectador se dijera: "De qué me estoy riendo?"
ResponderEliminarEsta característica es típica de la llamada "nUEVA DRAMATURGIA".
Gracias, Martha
"esa es la definición justa de un peluquero: sepamos ver el peligro que nos acecha)". Debe ser por esto que me corto el pelo yo mismo hace años.
ResponderEliminarDan ganas de ver la obra .
Por lo que veo en el Camarín circula de lo más interesante del teatro actual. Vi en ese lugar Espía a una mujer q se mata, una maravilla.
Vi también la de veronese-chejov en esa sala, una de las más bonitas y acogedoras, además.
ResponderEliminarY quiero ver la de las mandarinas.Martha