Las películas son mercancías, es necesario quemarlas.
por oac
No soy un conocedor exhaustivo de la filmografía tarantinesca, pero me da la sensación de que tampoco hace falta desarrollar esa erudición pop que sus personajes practican, para advertir rápidamente las mañas y los yeites de este director tan entregado a la autocomplacencia para reconocer sus "marcas autorales". Por un lado, porque esa sabiduría pop no es más que una vanidad minúscula que acopia referencias a la cultura chatarra con excitación fetichista. Los más atolondrados fans de Tarantino pueden reconocer las tipografías usadas en cada una de sus películas aunque no sepan para qué podría servir ese dato. O detectar el referente blaxploitation en el que se basa tal situación o en el cual sonaba aquella canción ahora evocadas por Quentin en su reversión cool.
Pero, además, no me dan ganas de someterme a esa exhaustividad tarantiniana, porque constituye un ejemplo de auteurismo entendido de la manera más banal: una operación de marketing por la cual un hábil propagandista de sí mismo se posiciona en el mercado como una marca, en base a unos pocos guiños esparcidos con astucia desde la primera media hora de la primera película, más que la creación de un cineasta que explora terrenos desconocidos en los que halla su propio estilo sólo a posteriori, sometido a un rigor que es lo contrario de la auto-indulgencia que consiste en hacerle guiños a sus fans. Como exponentes de un auteurismo más veraz (involuntario, pero a la larga inevitable) prefiero a Fassbinder o a Sokurov, cineastas personalísimos que se reinventan cada tres o cuatro películas y recién al cabo de un recorrido no lineal se hacen merecedores de una unidad de estilo.
Bien, sin ser un perito en la materia, creo que esta Inglorious basterds podría ser un punto de inflexión en la carrera de Tarantino, si se atreve a volverse menos canchero, a refrenar sus impulsos narcisistas y a trabajar menos para sus fans y más por el cine.
Lo que hace subir las acciones de Tarantino es su ingenio infatigable para combinar elementos ya vistos en contextos nuevos y su talento habitual para ser burdo sin perder la elegancia. Pero en esas mismas habilidades se esconden los motivos por los que parece casi imposible que aún en sus momentos más brillantes pueda siquiera rozar la grandeza: uno espera de él siempre los desplantes de un muchachón, aunque ya sea un muchacho grande. Ese cancherismo es especialmente irritante cuando su pirotecnia desbordada atasca su propia maquinaria, como es el caso de Kill Bill (no me pregunten si la 1 o la 2, porque no llegué a ver una entera y no me acuerdo cuál fue) o la inmensamente estúpida Death proof.
Pero así como me disgustó tanto su película del año pasado, Inglorous basterds me parece buenísima. Muchos están discutiendo acerca de la "transgresión" de hacer una película sobre el fin de la segunda guerra mundial que termina con la masacre de toda la jerarquía nazi en un atentado puramente ficticio. Discusión al pedo si las hay, ya que a esta altura nadie necesita que le vengan a contar cómo terminó esa guerra y uno lo necesita de Tarantino menos que de nadie, por tratarse de un cineasta que siempre ha expulsado de su cine cualquier marca historizante. Tarantino construye su estilo en base a looks y la historia sólo aparece en sus películas como vintage. Es un estilista en el sentido más peluqueril de la palabra. Y aún así hay en la nueva película una inflexión inédita: su fantasía de venganza judía contra la barbarie nazi, su previsible mecanismo del ojo por ojo, diente por diente, esta vez puede llevarnos hacia otro lado que no sea el de la banal celebración de la violencia abyecta.
La película muestra un imaginario ajuste de cuentas con los malvados nazis que van a ser víctimas de dos atentados accidentalmente simultáneos: una escuadra de feroces vengadores judíos comandados por el más bien idiota e impiadoso Aldo Raine (encarnado por Brad Pitt, recuerda a los personajes más despreciables salidos de la imaginación de los hermanos Coen), que se dedica a cazar nazis y arrancarles el cuero cabelludo antes de matarlos, o marcarles con su cuchillo una cruz svástica en la frente a aquellos nazis que por algún motivo deben sobrevivir. La patrulla cazanazis tiene un modus operandi tan asqueroso como el del peor de los criminales nazis, pero por algún misterio de los mecanismos de identificación sus atroces torturas son festejadas ruidosamente por las plateas. Tarantino juega a complacerlos.
Pero simultáneamente hay otra venganza en marcha, esta vez planeada por Shosanna (la bonita Melanie Laurent), una chica judía que ha visto morir a toda su familia en manos del cazajudíos Hans Landa (el extraordinario Christoph Waltz, un hallazgo del casting). La chica sobrevive y más tarde aparece como dueña de una sala de cine en París, en la que planea llevar a cabo su ajuste de cuentas contra la jerarquía nazi en pleno. El asunto es tan disparatado como para que no merezca ser considerado como un discurso acerca del nazismo, la segunda guerra mundial ni ninguna otra dimensión histórica. No hay nada de transgresor ni de particularmente inquietante en que Tarantino haga que la guerra termine de un modo distinto a cómo terminó. Pero sobre todo me parece muy desafortunado el comentario de Javier Porta Fouz en el último número del El Amante, celebrando un "ajusticiamiento" imaginario consumado en una película en la que los malvados reciben el trato que supuestamente habrían merecido y en la historia no tuvieron, una especie de Cromañón tramado con frialdad y ejecutado con fiereza. Vaya a saber uno la idea de justicia de Porta Fouz pero, si esa fuera la validación de esta película, se trataría de una mezcla despreciable de cobardía y sadismo.
¿Dice algo la película sobre la posibilidad de una venganza judía por el Holocausto sufrido? Habla más bien de un deseo de venganza, pero en este terreno del deseo las víctimas se vuelven tan parecidas a los victimarios que lo menos que reclaman es la complacencia del público. Sin embargo, es un elemento del dispositivo tarantiniano que la platea festeje la violencia explícita: eso parece a esta altura inevitable. Se ven varios planos detalles de torturas y mutilaciones que son los que diluyen la violencia formal que sería necesaria para que la operación se vuelva interesante y no simplemente vomitiva. Tarantino prodiga detalles "impresionantes", que serían más significativos si los hubiera sabido dosificar. Pero si la película puede ser "la obra maestra" de este cineasta (como él mismo parece señalar a través de dos líneas de diálogo colocadas hacia el final) no es por esos regodeos, sino por una imprevista inversión del punto de vista.
Primero, porque el personaje más fascinante de la película no es ninguno de los dos vengadores sino el refinado y cerebral nazi Hans Landa, retratado como un auténtico genio de la racionalidad política y policíaca, el hombre que puede permitir que la cúpula nazi sea aniquilada y establecer la negociación necesaria para que el final de la guerra sea tramitado por la vía diplomática. Frente a su sutil ingeniería, la brutalidad del personaje que hace Brad Pitt queda definitvamente imposibilitada de ser percibida como un acto de heroísmo o de mínima justicia. ¿Se siente identificado Tarantino con el vengativo Raine? No lo sé, pero en todo caso, sus intenciones subjetivas carecen de importancia ante el sentido a la que la película se abre.
Porque, en segundo término, en lugar de buscar algún anclaje en la historia real del fin del nazismo, lo más revulsivo no hay que buscarlo por el lado del pasado pisado, sino del presente en acto. El último de los cinco actos de esta auténtica ópera pop (una perversión bufa de la wagneriana Caída de los Dioses) transcurre en una sala de cine repleta de nazis que asisten a la premiere de Stolz der Nation (El orgullo de una nación), una película que es obra de un auteur en el que Tarantino osa reflejarse: nada menos que Joseph Goebbels. La película que Goebbels elige estrenar en una sala parisina para las jerarquías nazis no es para nada una reconstrucción del cine de propaganda alemán; se parece, más bien, a ese cine spaghetti lleno de zooms que tanto le gusta al propio Tarantino. El film de Goebbels exalta un chauvinismo que excita a la platea nazi y hace reir al propio Hitler con un gozo infantil que imprevistamente refleja en la pantalla al del público de Tarantino. El hallazgo de la puesta en escena hace que detrás de la pantalla en la que se proyecta este zafarrancho nazi ultraviolento haya apilados un montón de rollos de película de nitrato de plata, producto altamente inflamable, tal como queda explicado en una escena de Sabotaje (Alfred Hitchcock) que Inglorious basterds se encarga de citar explícitamente. Por una vez el sistema de referencias intertextuales queda justificado. La película va a arder y los nazis van a arder. Es imposible, al ver esa sala repleta de estúpidos cocidos en su propia salsa no pensar en la sala repleta desde la cual cómodamente asistimos a la masacre vengativa. Si hay un ajuste de cuentas no es con los nazis de opereta, sino de Tarantino con su propio público. En una simetría cargada de resonancias poéticas, en la sala de proyección desde la que se trama la venganza asistimos a un duelo a la vez amoroso y asesino, en el que el galán nazi y la judía ultrajada parecen advertir por un instante que así, morir así, es en vano.
Pero, atención: con el fuego interior.
por oac
No soy un conocedor exhaustivo de la filmografía tarantinesca, pero me da la sensación de que tampoco hace falta desarrollar esa erudición pop que sus personajes practican, para advertir rápidamente las mañas y los yeites de este director tan entregado a la autocomplacencia para reconocer sus "marcas autorales". Por un lado, porque esa sabiduría pop no es más que una vanidad minúscula que acopia referencias a la cultura chatarra con excitación fetichista. Los más atolondrados fans de Tarantino pueden reconocer las tipografías usadas en cada una de sus películas aunque no sepan para qué podría servir ese dato. O detectar el referente blaxploitation en el que se basa tal situación o en el cual sonaba aquella canción ahora evocadas por Quentin en su reversión cool.
Pero, además, no me dan ganas de someterme a esa exhaustividad tarantiniana, porque constituye un ejemplo de auteurismo entendido de la manera más banal: una operación de marketing por la cual un hábil propagandista de sí mismo se posiciona en el mercado como una marca, en base a unos pocos guiños esparcidos con astucia desde la primera media hora de la primera película, más que la creación de un cineasta que explora terrenos desconocidos en los que halla su propio estilo sólo a posteriori, sometido a un rigor que es lo contrario de la auto-indulgencia que consiste en hacerle guiños a sus fans. Como exponentes de un auteurismo más veraz (involuntario, pero a la larga inevitable) prefiero a Fassbinder o a Sokurov, cineastas personalísimos que se reinventan cada tres o cuatro películas y recién al cabo de un recorrido no lineal se hacen merecedores de una unidad de estilo.
Bien, sin ser un perito en la materia, creo que esta Inglorious basterds podría ser un punto de inflexión en la carrera de Tarantino, si se atreve a volverse menos canchero, a refrenar sus impulsos narcisistas y a trabajar menos para sus fans y más por el cine.
Lo que hace subir las acciones de Tarantino es su ingenio infatigable para combinar elementos ya vistos en contextos nuevos y su talento habitual para ser burdo sin perder la elegancia. Pero en esas mismas habilidades se esconden los motivos por los que parece casi imposible que aún en sus momentos más brillantes pueda siquiera rozar la grandeza: uno espera de él siempre los desplantes de un muchachón, aunque ya sea un muchacho grande. Ese cancherismo es especialmente irritante cuando su pirotecnia desbordada atasca su propia maquinaria, como es el caso de Kill Bill (no me pregunten si la 1 o la 2, porque no llegué a ver una entera y no me acuerdo cuál fue) o la inmensamente estúpida Death proof.
Pero así como me disgustó tanto su película del año pasado, Inglorous basterds me parece buenísima. Muchos están discutiendo acerca de la "transgresión" de hacer una película sobre el fin de la segunda guerra mundial que termina con la masacre de toda la jerarquía nazi en un atentado puramente ficticio. Discusión al pedo si las hay, ya que a esta altura nadie necesita que le vengan a contar cómo terminó esa guerra y uno lo necesita de Tarantino menos que de nadie, por tratarse de un cineasta que siempre ha expulsado de su cine cualquier marca historizante. Tarantino construye su estilo en base a looks y la historia sólo aparece en sus películas como vintage. Es un estilista en el sentido más peluqueril de la palabra. Y aún así hay en la nueva película una inflexión inédita: su fantasía de venganza judía contra la barbarie nazi, su previsible mecanismo del ojo por ojo, diente por diente, esta vez puede llevarnos hacia otro lado que no sea el de la banal celebración de la violencia abyecta.
La película muestra un imaginario ajuste de cuentas con los malvados nazis que van a ser víctimas de dos atentados accidentalmente simultáneos: una escuadra de feroces vengadores judíos comandados por el más bien idiota e impiadoso Aldo Raine (encarnado por Brad Pitt, recuerda a los personajes más despreciables salidos de la imaginación de los hermanos Coen), que se dedica a cazar nazis y arrancarles el cuero cabelludo antes de matarlos, o marcarles con su cuchillo una cruz svástica en la frente a aquellos nazis que por algún motivo deben sobrevivir. La patrulla cazanazis tiene un modus operandi tan asqueroso como el del peor de los criminales nazis, pero por algún misterio de los mecanismos de identificación sus atroces torturas son festejadas ruidosamente por las plateas. Tarantino juega a complacerlos.
Pero simultáneamente hay otra venganza en marcha, esta vez planeada por Shosanna (la bonita Melanie Laurent), una chica judía que ha visto morir a toda su familia en manos del cazajudíos Hans Landa (el extraordinario Christoph Waltz, un hallazgo del casting). La chica sobrevive y más tarde aparece como dueña de una sala de cine en París, en la que planea llevar a cabo su ajuste de cuentas contra la jerarquía nazi en pleno. El asunto es tan disparatado como para que no merezca ser considerado como un discurso acerca del nazismo, la segunda guerra mundial ni ninguna otra dimensión histórica. No hay nada de transgresor ni de particularmente inquietante en que Tarantino haga que la guerra termine de un modo distinto a cómo terminó. Pero sobre todo me parece muy desafortunado el comentario de Javier Porta Fouz en el último número del El Amante, celebrando un "ajusticiamiento" imaginario consumado en una película en la que los malvados reciben el trato que supuestamente habrían merecido y en la historia no tuvieron, una especie de Cromañón tramado con frialdad y ejecutado con fiereza. Vaya a saber uno la idea de justicia de Porta Fouz pero, si esa fuera la validación de esta película, se trataría de una mezcla despreciable de cobardía y sadismo.
¿Dice algo la película sobre la posibilidad de una venganza judía por el Holocausto sufrido? Habla más bien de un deseo de venganza, pero en este terreno del deseo las víctimas se vuelven tan parecidas a los victimarios que lo menos que reclaman es la complacencia del público. Sin embargo, es un elemento del dispositivo tarantiniano que la platea festeje la violencia explícita: eso parece a esta altura inevitable. Se ven varios planos detalles de torturas y mutilaciones que son los que diluyen la violencia formal que sería necesaria para que la operación se vuelva interesante y no simplemente vomitiva. Tarantino prodiga detalles "impresionantes", que serían más significativos si los hubiera sabido dosificar. Pero si la película puede ser "la obra maestra" de este cineasta (como él mismo parece señalar a través de dos líneas de diálogo colocadas hacia el final) no es por esos regodeos, sino por una imprevista inversión del punto de vista.
Primero, porque el personaje más fascinante de la película no es ninguno de los dos vengadores sino el refinado y cerebral nazi Hans Landa, retratado como un auténtico genio de la racionalidad política y policíaca, el hombre que puede permitir que la cúpula nazi sea aniquilada y establecer la negociación necesaria para que el final de la guerra sea tramitado por la vía diplomática. Frente a su sutil ingeniería, la brutalidad del personaje que hace Brad Pitt queda definitvamente imposibilitada de ser percibida como un acto de heroísmo o de mínima justicia. ¿Se siente identificado Tarantino con el vengativo Raine? No lo sé, pero en todo caso, sus intenciones subjetivas carecen de importancia ante el sentido a la que la película se abre.
Porque, en segundo término, en lugar de buscar algún anclaje en la historia real del fin del nazismo, lo más revulsivo no hay que buscarlo por el lado del pasado pisado, sino del presente en acto. El último de los cinco actos de esta auténtica ópera pop (una perversión bufa de la wagneriana Caída de los Dioses) transcurre en una sala de cine repleta de nazis que asisten a la premiere de Stolz der Nation (El orgullo de una nación), una película que es obra de un auteur en el que Tarantino osa reflejarse: nada menos que Joseph Goebbels. La película que Goebbels elige estrenar en una sala parisina para las jerarquías nazis no es para nada una reconstrucción del cine de propaganda alemán; se parece, más bien, a ese cine spaghetti lleno de zooms que tanto le gusta al propio Tarantino. El film de Goebbels exalta un chauvinismo que excita a la platea nazi y hace reir al propio Hitler con un gozo infantil que imprevistamente refleja en la pantalla al del público de Tarantino. El hallazgo de la puesta en escena hace que detrás de la pantalla en la que se proyecta este zafarrancho nazi ultraviolento haya apilados un montón de rollos de película de nitrato de plata, producto altamente inflamable, tal como queda explicado en una escena de Sabotaje (Alfred Hitchcock) que Inglorious basterds se encarga de citar explícitamente. Por una vez el sistema de referencias intertextuales queda justificado. La película va a arder y los nazis van a arder. Es imposible, al ver esa sala repleta de estúpidos cocidos en su propia salsa no pensar en la sala repleta desde la cual cómodamente asistimos a la masacre vengativa. Si hay un ajuste de cuentas no es con los nazis de opereta, sino de Tarantino con su propio público. En una simetría cargada de resonancias poéticas, en la sala de proyección desde la que se trama la venganza asistimos a un duelo a la vez amoroso y asesino, en el que el galán nazi y la judía ultrajada parecen advertir por un instante que así, morir así, es en vano.
"Si hay un ajuste de cuentas no es con los nazis de opereta, sino de Tarantino con su propio público."
ResponderEliminarUna boludez diga de El Amante, Cuervo. A Tarantino no le da el coco para tanto. Y hay que ser muy boludo para justificarlo. Ahora estás de acuerdo con Quintín. Felicitaciones.
Por lo que contas, Oscar, los fans de este celebrado director no van a poder decir de la-ultima-de-tarantino que es "bizarra".
ResponderEliminarEl personaje de Brad Pitt es de reparto en la película.Otra cosa interesante es el cambio que imprime Tarantino al formato spaguetti en el que se basa y es me parece la diferencia entre la digamos evolución que los tanos le imprimen al western cuando en Estados Unidos el genero se había enfilado hacia la convenida verdad histórica de la conquista del lejano oeste (hombre llamado caballo y tantas otras).Los tanos empiojan todos los íconos tratando de volver a capturar el ideal romántico,una explotación de las potencias del género.
ResponderEliminarEn el caso del cine llamado bélico aún en los mas aclamados ejemplos de cine puro, la verdad histórica prevalece y se congela al punto de a pesar de brindar buenas películas el condicionamiento permanece alterado como si el cine bélico fuera hijo mas bien de los documentales del ejército. Tarantino incorpora una posibilidad que por supuesto se va a convertir en bazofia próximamente para aprovechar el nuevo filón ¿?. Ya la novela histórica viene operando en ese sentido desde hace bastante y a pesar del volumen de basura que produce cada tanto acerca una buena obra. Tengamos fé en este cine si se sigue haciendo por cineastas.
A mi me gustó mucho.
Hugo.
inalterado quise decir.
ResponderEliminarAdhiero a los puntos salientes de tu análisis, Cuervo.
ResponderEliminarY también noto que tanto críticos,cinéfilos y cinéfagos, cuando de Tarantino se trata, sacan a pasear su instinto pavloviano sin poder eludir la trampa de la multiprocesadora de citas y alusiones.
Lo cual en sí no es demasiado grave, pero sí penoso.
Porque quedarse en esa superficie lustrosa posmoderna, en ese entusiasmo químico similar al que podría generar una droga de laboratorio, impide hablar específicamente de, por ejemplo, Bastardos sin gloria: una gran película independientemente de la biblioteca de Babel que la constriñe.
Anónimo:
ResponderEliminarY si coincido con Quintín, ¿qué? No sería la primera vez. Discrepar en algo con una persona no implica discrepar siempre en todo con ella. Cuando valoro una película no estoy observando de reojo con quién coincido. Si esta vez a Quintín, El Amante y a mí nos gusta la misma película (aunque sea por motivos diferentes) eso tampoco implica que tengamos que coincidir en otras cosas.
César:
la película está hecha de modo tal que los fans que quieran encontrar escenas bizarras las tendrán. Posiblemente muchos de ellos ni se darán cuenta que están festejando el mismo tipo de escenas que entusiasman a Hitler y Goeebbels. Hacia el final, Hitler felicita a Goebbels y le dice: "esta es tu mejor película", pocos minutos después, Brad Pitt está cortándole la frente al caza-judíos (el plano está filmado desde el punto de vista del caza judíos al cual Pitt le está dibujando una svástica en la frente con un cuchillo: es decir, Tarantino nos hace mirar desde el nazi castigado) y Brad Pitt dice: "esta es mi obra maestra". Es difícil no suponer que eso es también lo que Tarantino piensa de la película que acaba de terminar.
Hugo:
sí, la película tiene más cosas que las que yo reseño aquí apuradamente. La vi una sola vez y la voy a volver a ver. Yo privilegio la línea de la experiencia cinematográfica porque me parece que es la que puede conducir a Tarantino por otros caminos en el futuro. Me gusta que sea menos complaciente y que ponga en vilo su propia mirada.
Pablot:
no hay nada más tonto que la erudición pop, un ejercicio narcisista fundado en un saber irrelevante. Lo mejor que puede depararnos el arte nunca es un saber.
saludos
No te cansa escribir notas de todas las peliculas que ves?
ResponderEliminarNo, lo que me cansa es recibir anónimos imbéciles. Pero es el precio que tengo que pagar por tener un blog abierto a todos los comentarios.
ResponderEliminarYo solo sé que el último numero de El Amante es de escándalo. Estoy de acuerdo con Cuervo en que Inglorious tal vez sea un punto de quiebre en la filmografía del director y que en la última secuencia Tarantino parece ajustar cuentas con sus espectadores (de hecho parece despreciarlos, eso lo sospecho desde hace bastante tiempo, pero no quiero arriesgar esta hipótesis firmemente, pues sólo ví el film una vez y este punto reclama una nueva visión); y también considero que es quizá el mejor film de un cineasta que parecía venir en franca decadencia, al estar preso de los propios dispositivos que creó. Death Proof no es estúpida (como asegura Oscar, con mesura), sino simplemente pelotudísima (y aburridísima, nunca pensé que me iba aburrir tanto con Tarantino). En Kill Bill, su pirotecnia visual empalaga, especialmente en su primer parte; la segunda, al ser más sosegada, es mejor. Creo que Kill Bill tiene un admirable final, pero para esto ya te comiste una de esas tortas repletas de crema, y llegás empalagado a la última porción.
ResponderEliminarMea culpa: en los tempranos ´90, yo tambien me comí la novedad del "nuevo cienasta", "renovador del lenguaje cinematográfico", y bla bla, pero desde Jackie Brown, yo sólo ví decadencia, repetición de fórmulas.
Volviendo a Bastardos..., tal vez sea un indicio de madurez de Tarantino. Es una buena película, sin duda; pero no es la Gran Obra Del Arte Universal que El Amante pregona. Y no estoy para nada de acuerdo en las razones por la cual la ensalzan.
Pero qué se puede decir de éste número de la revista; en la página 55, destinada a cubrir estrenos en video, se comenta el film The House Bunny, de Fred Wolf, con Anna Faris. F. Karstulovich arriesga que la protagonista (la Faris)"tiene un talento cómico equiparable a Katherine Hepburn y Carole Lombard"...
¿Cómo? ¿No es un poco mucho? ¿No es lisa y llanamente un disparate? Ví el film, la chica tiene chispa, pero ¿compararla con Carole Lombard?¿Estás crazy, Macaya?
En fin, asi estamos. Y ni hablar de los buceos filosóficos en films como Supercool o Soy Leyenda.
Entonces, es aqui donde todo cierra: los comentarios sobre Trantino como Artista Inmortal, la glorifcación de la Nueva Comedia Americana,etc...
Ed Chinasky (el cansado)
Mucho respeto, mi señor. Un análisis con el que más allá de discrepancias o concordancias, se lee y entiende que al menos usted no cae en la trampa burda de Tarantino. Artista aquien le conozco alguna que otra obra de arte, y varios abusos de ego para que la gilada aulle. Puedo decirle que al menos, su comentario, se transforma en una luz al final del túnel para que un servidor pague la entradita al cine y le de una oportunidad a lo que a priori, se veía como otro más de los excesos chauvinistas a los que últimamente nos tiene acostumbrados. Su blog pasa a ocupar un lugar entre los favoritos.
ResponderEliminarDe chipotle, Güey!:
ResponderEliminarle cuento, señor, que se ganó el premio al mejor nick de este mes. No sé si el nick significa algo, peor me encanta como suena. Y espero que, si al ver la película termina por no gustarle mantenga aún así no se enoje mucho conmigo.
saludos
Aún no pude ver la película, pero por los comentarios, tanto en este sitio como en otros, parece la exposición cinematográfica de una fantasía íntima, de muchos de los judíos de la segunda generación del holocausto. La de todos aquellos que no pueden entender la actitud mansa y resignada de los judíos de esa época. Consecuente con la actitud de ese pueblo martirizado en todas las épocas. Sea la inquisición, las cruzadas, la expulsión, lo pogromos, etc. El nazismo, sólo lo llevó a un grado muy superior. Dejó una enseñanza: confiar en Jehová que cuidará al pueblo de su alianza, no sirve en este mundo. Quizás en el otro, si existe. Sólo se sobrevive peleando cuando te atacan.
ResponderEliminarNo, Alenord, no creo que la película justifique la brutalidad de la venganza, lo que marca es que los vengadores son tan brutales como los victimarios. Me parece que trasciende el caso de los judíos, o en todo caso se podría aplicar a la brutalidad con la que el estado de Israel trata ahora a los palestinos. Espero que no sea esa la enseñanza que les dejó el Holocausto.
ResponderEliminaresto está bueno:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=vyN8VN4BSzM&feature=related
Top Gun de acuerdo a Tarantino.
yo no vi la peli, pero lo que dice Tarantino y las escenas que muestran me convencen...
Fui a ver la peli sin ningún preconcepto...me gusto mucho mucho y tu comentario me identifica también..lo voy a colgar en el blog..me gustó mucho tu blog..lo conocí por las tapas de clarín.. te dejo un abrazo..no tenes espacios para seguidores..te voy a poner en mi blogroll.
ResponderEliminarSi, Burgués, hay un espacio para seguidores, pero hace un par de días blogger anda raro. Intentá después. saludos
ResponderEliminardejo el link de donde saqué el link de más arriba.
ResponderEliminarhttp://melpomenemag.blogspot.com/2009/09/el-profesor-tirabombas-bastardos-sin.html
El analisis es interesante, pero demasiado cerebral.
ResponderEliminarNo se puede negar que Tarantino es un distinto. ¿Loco? Quizás, pero ver esta peli el cine me fascinó y me divirtió muchisimo.
Tarantino no es un genio, es un talentoso. No hay que ser obsecuente con él, pero conoce muy bien su oficio.
Y esta peli es un placer verla porque, a pesar de su absurdo, te atrapa con su trama.
Eso es lo que hace un narrador.
Si, en la peli los judios matan a todos los nazis como un Cromagnon planeado. ¿Y?
Es cine. Y el cine da lugar para el juego.
Cortemosla con analisis exagerados.
Un abrazo.
Perdón por la demora en responderle su amable comentario. Dos cosas, el nick es una expresión local, que haciendo una traducción pobre al español rioplatense sería algo como: no querés sopa?, dos platos!. Segundo, lo dicho, para los gustos se hicieron los colores, así que tése usted tranquilo que me agrade o no la mencionada obra de Tarantino no habrá enojos de ningún tipo y se le sigue agradeciendo la opinión así de sincera y objetiva. Mis respetos nuevamente, mi señor.
ResponderEliminarBuenísimo! Jamás podría llegar a pensar que De chipotle Güey! significa "Querés sopa? Dos platos!"
ResponderEliminarVoy a pasar a visitar su blog.
saludos!
Perdón y una más para el amigo R-D. Sin ánimos de ofenderle ni mucho menos, solamente diré que si los análisis "demasiado cerebrales" no son lo suyo, siempre puede dejar de leer el post y pasar a otra cosa. Su petición de: "cortemosla con analisis exagerados" únicamente promueve el empatar todo hacia abajo, a la mediocridad de lo simplón sencillito y fácil de digerir, y habemos quienes apreciamos un buen debate conciensudo. Lo dicho, si le agota, siempre puede dejar de leer. Cálidos saludos.
ResponderEliminarOscarr!!
ResponderEliminarLo que mas me llamo la atencion de Bastardos, es que Tarantino propicia cierta identificacion con los nazis eso provoca una incomodidad en la platea. En este sentido hay sutilezas de guion como que a Shoyana , un nazi (Landa) no la mata por la espalda al principio de la pelicula, y ella si lo hace con un nazi. O el nazi enamorado. O Goebels que llora por la aprovacion del maestro. O un Hitler ridiculizado infaltilmente.
Todo tiende a hacer mas "queribles" a los nazis . Por eso esta muy bien la escena final en el cine y la masacre a fuego y metralla (en esa escena se me aparecio Munich) y lo del punto de vista subjetivo, que vos bien comentas, cuando le hacen la esvastica a Land y realmente lastima. Muchos en la platea auyaron del dolor. Tampoco hay luego , plano de Land, solo la frente tatuada para dejar en claro, que la violencia no tiene bandos.
De todos modos, me acuerdo que como Scorsese manejaba los puntos de vista y la identificacion, y me pongo a llorar. El alumno jamas supero al maetro.
Abrazo, Christian
Christian:
ResponderEliminar(no lean los que no la vieron aún)
bueno, no sé si "queribles" es la palabra adecuada. En la película nadie es totalmente querible. Shoyanna quizá es la más querible, pero como vos observás muy bien, ella es capaz de ese asesinato. La muerte de los dos en la cabina es el momento más emocionante de la película, cuando los dos parecen actúan con despecho y a la vez parecen llegar a vislumbrar la vanidad de esas venganzas. Si no me equivoco Tarantino los filma en un plano cenital, lo que suele decirse el punto de vista de Dios.
La identificación del publico con los nazis Tarantino la opera imprevistamente, no pintándolos a los nazis como "seres queribles", sino pintando al público que festeja la violencia como nazi. Es una diferencia fundamental y revulsiva: en lugar de humanizar a los nazis nazifica a su espectador.
En cuanto al plano final, si no me engaña la memoria, es la subjetiva del nazi, con Brad Pitt y su amigo miranado a cámara. Es al espectador a quien le están marcando la svástica en la frente.
El tema del punto de vista y la identificación es muy distinto al caso de Scorsese (supongo que te referís a Taxi Driver y El rey de la comedia). Scorsese produce una mirada disociada: te hace mirar desde el psychokiller y desde una conciencia neurótica a la vez (en Taxy es Cibyll Shepperd, en El Rey es la novia negra). La incomodidad es que Scorsese oscila entre la psicosis y la neurosis todo el tiempo, insoportable y genial. Lo de Tarantino no tiene esa ambición artística. De todos modos es una puesta en escena notable y también inquietante.
saludos
Hola Oscar
ResponderEliminarl
Me acuerdo que en el cine muchos empezaban festejando con risotadas la violencia de los bastardos. En la escena del Oso, a los varios golpes en la cabeza al nazi, los espectadores dejaban de festejar. Ya estaba planteando un distanciamiento. Tambien hay cenital.
Lo que quizas discrepo con vos es que me parece, que no hay un cambio tan radical en el proceso de identifiacion. Me parece que Tarantino hace lo posible para llevar la
identificacion a los nazis, desde el capitulo 2, que por comparacion , y solo por lo que se ve en la pelicula, son menos violentos que los bastardos.
Recordar que hay nazis llorando, pidiendo compasion, leales a su causa, tambien cobardes y capaces de enamorarse. Digamos que hay un intento de humanizarlos y por el otro lado estan los bastardos, que son una maquina de matar.
(ahora que releo lo que escribiste que Tarantino la opera imprevisamente, y debe ser asi pero seguramente, la viene cocinando de antes)
que bueno lo de Scorsese, no lo habia pensado de esa manera. Entre psicosis y neurosis!! parece que te estas analizando! jajaja
Me acuerdo en Buenos Muchachos, como labura la identifacion con Henry y sus amigotes de correrias y luego como va armando el distanciamento.
Y como cambia el punto de vista a mitad de la pelicula con el de la esposa, que logra acrecentar ese distanciamiento.
Aparicion con vida de ese Scorcese. Pobre, debe haber sido abducido por los alienigenas y ahora hay una replica. Usurpadores de cuerpos!!
Abrazo, Christian
Oscar:
ResponderEliminarUnos cuantos que apreciamos Bastardos sin Gloria reparamos en un enigma que el film no resuelve:
¿por qué el coronel cazador de judíos Hans Landa permitía que la joven Shoshanna Dreyfus escapara a campo traviesa luego de masacrar a toda su familia?
Bueno, hoy con la lluvia me agarro por lo lúdico y escribí la escena inédita que haría que esta cuestión "cierre" .
Aquí te la linkeo, que el Writers Guild of America me perdone...
http://viviendodosveces.blogspot.com/2009/09/escribiendo-para-tarantino.html
Saludos.
Ya pasó un tiempo de esto, pero ¡¡Qué peliculón y que claro análisis el tuyo Oscar!!
ResponderEliminarCreo que vi la peli más de tres veces y la vería muchas más; siempre resalto algunos rasgos de ella.
Me gusta mucho la utilería, los detalles de las ventanas... la escena de los strudels y la actuación de Christoph Waltz (como siempre, excepcional) por lo tanto coincido plenamente con esto de:
"el personaje más fascinante de la película no es ninguno de los dos vengadores sino el refinado y cerebral nazi Hans Landa, retratado como un auténtico genio de la racionalidad política y policíaca, el hombre que puede permitir que la cúpula nazi sea aniquilada y establecer la negociación necesaria para que el final de la guerra sea tramitado por la vía diplomática"
Muy Bueno!!