Fotografía: escribir con luz.
La invención de la fotografía ocurre en una época de euforia positivista, la época en la que el hombre se asume como el propietario de lo real. Representar las cosas físicas en sus propiedades físicas es poseerlas. Un modo de representación espacial en el que el mundo se duplica sin poder resistirse a la potencia técnica: el fotógrafo le arranca su aspecto a las cosas, las obliga a mostrarse.
Una práctica muy común en esos primeros años de la fotografía era retratar a los muertos poniéndolos en la escena como si estuvieran vivos: vestidos, sentados, con los ojos abiertos, posando, en un gesto congelado, sustraído a la muerte. Pero una cosa es el propósito inicial de una invención y otra muy distinta son los efectos materiales que ese invento produce cuando se nos va de las manos. Volvió a pasar con el cine, la invención que intentó ahondar la potencia de la fotografía, incorporando lo que a ella le faltaba: el movimiento. Porque el cine, más que reproducir la física diurna, desató las potencias nocturnas de la alucinación.
Las fotografías de Nicolás Villalobos dan cuenta de estas mutaciones desde los propósitos iniciales hacia las potencias involuntarias. Son fotografías post-cinematográficas, en las que el movimiento desestabiliza la pesadez de los cuerpos físicos, los asecha mediante destellos de luz que dibujan signos de interrogación que se disparan desde las sombras.
La sombra erotiza: lo que no se puede ver se completa con el deseo. Pero el deseo amenaza: no sabemos lo que nos espera en aquello que anhelamos ver. Y sin embargo anhelamos ser amenazados por esa fuerza erótica que nos espera en las sombras. Villalobos nos invita a traspasar la barrera que nos separa del objeto representado, a sumergirnos en una desconocida intimidad.
La invención de la fotografía ocurre en una época de euforia positivista, la época en la que el hombre se asume como el propietario de lo real. Representar las cosas físicas en sus propiedades físicas es poseerlas. Un modo de representación espacial en el que el mundo se duplica sin poder resistirse a la potencia técnica: el fotógrafo le arranca su aspecto a las cosas, las obliga a mostrarse.
Una práctica muy común en esos primeros años de la fotografía era retratar a los muertos poniéndolos en la escena como si estuvieran vivos: vestidos, sentados, con los ojos abiertos, posando, en un gesto congelado, sustraído a la muerte. Pero una cosa es el propósito inicial de una invención y otra muy distinta son los efectos materiales que ese invento produce cuando se nos va de las manos. Volvió a pasar con el cine, la invención que intentó ahondar la potencia de la fotografía, incorporando lo que a ella le faltaba: el movimiento. Porque el cine, más que reproducir la física diurna, desató las potencias nocturnas de la alucinación.
Las fotografías de Nicolás Villalobos dan cuenta de estas mutaciones desde los propósitos iniciales hacia las potencias involuntarias. Son fotografías post-cinematográficas, en las que el movimiento desestabiliza la pesadez de los cuerpos físicos, los asecha mediante destellos de luz que dibujan signos de interrogación que se disparan desde las sombras.
La sombra erotiza: lo que no se puede ver se completa con el deseo. Pero el deseo amenaza: no sabemos lo que nos espera en aquello que anhelamos ver. Y sin embargo anhelamos ser amenazados por esa fuerza erótica que nos espera en las sombras. Villalobos nos invita a traspasar la barrera que nos separa del objeto representado, a sumergirnos en una desconocida intimidad.
Por lo que se puede apreciar en el blog, el grafismo luminoso y erótico de esta muestra merece ser contemplado con tiempo...
ResponderEliminarEspero poder ir el viernes
No deje de ir licenciada. Acabo de ver la muestra y no pude irme sin comprar uno de los sugerentes "grafismos luminosos y eròticos" que usted describe. Espero volver el viernes a la tarde al Camarin.
ResponderEliminarUn Anónimo/a formal...je.
ResponderEliminarEl viernes llevo mi título de posgrado
Esta muestra tiene efectos poéticos
ResponderEliminarMe gustaron todos los trabajos, en especial un cuerpo tajeado por la luz que entra por las hendijas de la ventana...
Felicitaciones, Nicolás