La hija del Príncipe impide que la película de su padre se exhiba en Uruguay

por oac

El amigo Willy Villalobos vive la mitad del año en Buenos Aires y la otra mitad en Cabo Polonio, donde tiene una posada por la que pasan gentes de los más diversos pelajes. Es así como ha logrado conocer, en estos años, a personas del ambiente musical uruguayo. Uno de ellos una vez le acercó un casete y le dijo: "escuchá a este tipo". El tipo al que Willy tenía que escuchar era Gustavo Pena Casanova, más conocido como el Príncipe. Willy al escuchar las canciones del Príncipe quedó prendado de su talento y no pasó mucho tiempo hasta que lo conoció. Entonces, dice Willy, conoció a un artista, a un hombre que lo marcó de un modo indeleble. Willy se siente agradecido por este encuentro y considera que haber merecido tener un amigo como el Príncipe es uno de los regalos más grandes que la vida le dio.

Willy conoció al Príncipe en un momento especial: el músico tenía muchos problemas de salud y vivía en condiciones económicas difíciles, producto quizá en parte de la intransigencia artística que practicaba, y en parte a una cierta indiferencia de parte de los uruguayos que suelen dejar morir en la pobreza a algunos de sus más grandes talentos. Así fue con Eduardo Mateo, así fue con el Príncipe.

Willy y el Príncipe iniciaron un diálogo intenso y muy afectivo en esos momentos difíciles. Willy no lo hacía por simple altruísmo: dice que el Príncipe era un interlocutor formidable, de una luminosidad y una inteligencia que se mantenía y aún se acrecentaba en los momentos más difíciles; fue esa luz y el goce de la música que el Príncipe le mostraba lo que retuvo a Willy cerca de su amigo. El Príncipe siempre le trasmitió alegría; también, dice Willy, le enseñó que no hay pretextos para ser amarretes con la vida, que se puede seguir dando y dando sin refugiarse en las flaquezas propias ni en las mezquindades ajenas. El Príncipe estaba bastante solo en esos momentos: la familia no aparecía.

A Willy se le ocurrió que esas charlas que eran para él tan placenteras y provechosas podrían quedar registradas en video, que otra gente podría agradecer escuchar el discurso y la música del Príncipe como él lo hacía. Que así como alguien le había dicho "escuchá a este tipo", ahora le tocaba a él abrir el juego e invitar a tantos otros a que escucharan a ese tipo. Le comunicó la idea al Príncipe y este aceptó encantado. Siguieron entonces conversando, el Príncipe le cantaba canciones mientras Willy amasaba el pan y un amigo con cámara los grababa.

El Príncipe enfermó, Willy fue a estar con él al hospital. La familia del Príncipe no aparecía. Siguieron conversando y a Willy le asombró que en esos momentos de extrema fragilidad física el Príncipe exhibiera un espiritu tan potente, una alegría mística y una confianza en su misión de hacer música y de pensar. Las conversaciones en el hospital también fueron grabadas, con la anuencia explícita del Príncipe, lo que se puede observar en el video que quedó registrado.

Poco después, el Príncipe salió del hospital y se mostró asombrosamente repuesto, lo invitó a Willy a su casa y durante una jornada memorable le abrió su tesoro: en su computadora el Príncipe guardaba cientos de canciones inéditas, una más bonita que otra. Ese inmenso regalo también quedó grabado. El plan de ambos, del Príncipe y de Willy, era editar un video para hacerlo llegar a más público.

Después de ese hermoso encuentro (que el Príncipe bautizó como "un retoño" de su amistad), Willy se vino para Buenos Aires. De pronto, la salud del Príncipe se complicó y el 13 de mayo de 2004 el Príncipe se murió.

Willy estuvo varios meses pensando cómo seguir ese proyecto trunco que habían amasado con su amigo. La decisión fue seguir con el video, que era también una manera de seguir junto al Príncipe, escuchando sus palabras, sus canciones, respirando la alegría que Gustavo Pena exhalaba.

Estas son algunas de las cosas que el Príncipe dejó grabadas en el video que hizo junto con Willi:

"Y es gracioso porque es como que sobrevivo (se refiere a sus crisis por la insulina) y no me siento como, ¡pa!, ¿que me pasó? No. Digo, ¡qué increíble!, ¡qué alucinante! Porque aprendí un montón de cosas, veo cosas que antes no veía, comprendo más cosas. Lo que se supone que es malo, entre comillas, era la forma de llegar a lo bueno. Dios escribe derecho con líneas torcidas. Claro, no sabés. Entonces una de dos, o confiás en El o entonces tratás de diseñar tu propia vida, el hecho de proyectarse e imaginarte que sos ese que se supone que tenés que ser. ¡Porque dejás de ser lo que sos! ¿Ta? Entonces el aquí y ahora no existen. Y es horrible porque cuando vos corrés atrás de una meta, tenés un peligro terrible. Como vos estás corriendo detrás, cuando ya llegaste a un lugar donde quedás parado así, porque ahí tenes la meta, de repente todo un pedazo grande de tu vida lo dedicaste a eso, pero cuando llegaste vas a tener que tener otra. Porque si no, llega un momento en que decís: "bueno, ta, tengo un auto, casa, mujer 2 hijos, gano tanto... ¿Y?

"Tenés que hacer algo con todo eso. Si no eso mismo te va a comer la cabeza, te va a matar. Vas a quedarte viviendo en un mundo completamente ilusorio, de como mantener lo que tenés. ¡Pero si no tenes nada! Viene un incendio y no tenés más nada. Entonces, ¿cómo quedás si solo el mundo exterior es lo que te sustenta?.

"Si lo que te sustenta es exterior y viene un viento y te lo vuela, ¿vos como quedás?. Parado así, como un palo en el Polonio. Ya no tenés aquello que tenías, aquel paisajecito que te habías inventado.

"Tengo una especie de sentimiento de misión, una misión personal.

"Vos sabés que cuando me preguntaron cuál es el público que me gusta, yo dije: un público sensible, inteligente y entregado. Porque yo nunca les voy a hacer daño. Nunca me voy a aprovechar de ellos a nivel de utilizarlos como si fueran unos monos. Aunque a veces ellos se comportan como si feran unos monos, solos, pero esa es la vocación de cada uno.

"Este año aprendí un monton de cosas, me volví un mendigo verdadero. Claro, era un principito y cuando me quedé solo, así, quedé un mendigo, un mendigo. No tenía nada, porque lo que tenía materialmente estaba bárbaro pero no me hacía la cabeza. Y mendigaba amor. Me parece una buena razón para mendigar. Y logré mucho. Llego al amor de la gente, soy un tipo que sabe darlo también. Me juego por un amigo, me juego por cualquiera, hasta por la gente que no conozco. Por esa idea que tengo, de que todos pueden ser mi familia. A veces los que más problemas te dan son justamente los de tu familia.

"Pero cuando vos te ves en un lugar así, con ustedes dos por ejemplo, con Ale que va a venir, vos te das cuenta que todo es una ilusión, que nosotros debemos ser mucho más hermanos en este instante que mis propios hermanos, que mis propios familiares. Que nosotros sí que estamos haciendo ahora una comunión real".


El familiar

Willy terminó la película del Príncipe el año pasado, la exhibió varias veces en nuestra ciudad, en La Plata y párticipó en el MARFICI y en el IN-EDIT de marzo pasado. La recepción fue, en todos los casos muy cálida y las charlas posteriores a la proyección prolongaban la estela de sensibilidad que el Príncipe ofrecía desde la pantalla. Hace poco fue programada en un festival de cine documental que se hace en la localidad de Atlántida en Uruguay. Cuando ya había comenzado el festival y Willy se disponía a participar en las proyecciones y dialogar con el público, llegó una intimación de la hija del Príncipe, que se llama Eli-u Pena, que es cantante y está construyendo una carrera en base a las canciones de su padre. Esta familiar del Príncipe no quiere que la película de su padre se exhiba. De hecho logró impedir su proyección y la gente de Uruguay se quedó sin verla.

Los organizadores del festival, que habían programado la película por sus valores, aceptaron sin chistar la censura impuesta por la familiar del Príncipe. Willy le preguntó a Ricardo Casas, uno de los organizadores, si el festival pensaba hacer alguna declaración pública explicando que el film que habían programado no se podía exhibir porque la familiar del Príncipe lo prohibía. Casas dijo que no, que era muy complicado, que no tenía tiempo, que patatín que patatán. El festival de cine de Atlántida aceptó la censura del film que ellos mismos habían elegido y se callaron la boca.

Más adelante el propio Willy va a seguir contando los pormenores de esta experiencia.