Los fantasmas de Sarli
por oac
Decíamos hace pocos días que la periodista de La nación Beatriz Sarli parece preocupada por desmarcarse de su pasado, hasta el punto de que precisamente ese es el tema al que vuelve una y otra vez: su pasado. "Yo no quiero ser alineada con mi pasado", decía en 2008. En la columna de hoy del diario para el que trabaja, vuelve a ensayar una suerte de defensa personal. ¿De qué, de quién se defiende?
"En el teatro político donde la genuina investigación puede confundirse con el carpetazo de informaciones sospechosas y miserables operaciones de prensa, es mejor estar seguro del pasado. Es mi caso. Viví de manera semiclandestina bajo la dictadura (que me buscó y no me encontró, aunque asaltó y vació la oficina de una revista que dirigía en 1976); publiqué y distribuí personalmente, desde marzo de 1978, otra revista, casi invisible hasta 1983, que muchos consideran un aporte a la rearticulación intelectual durante esos años; promoví y firmé solicitadas contra las leyes de obediencia debida y punto final; lo mismo contra el indulto".
¿A qué viene lo del carpetazo? Sarli debería quedarse tranquila, no hay carpetazo que le haga mella. Su pasado, tal como se encarga de dibujarlo con trazo fuerte, es semiclandestino y cuasiheorico. Todos sabemos cuánto le debemos: la menudita resistente repartía ella solita esa inolvidable revista que muchos consideramos, como acota con humildad, un aporte a la rearticulación intelectual. Cuánto nos rearticuló y nos sigue rearticulando Beatriz en todos estos años.
Pero no habrá carpetazo: todo lo que hace falta saber sobre ella está a la vista. Porque hoy es un cuadro de La nación, una publicación que afortunadamente ella no tiene que encargarse de distribuir manualmente. Y desde esa tribuna de doctrina nos sigue articulando sobre el tema que la obsesiona: su pasado. Ella escribe en La nación, que como sabemos es y no es el mismo diario que apoyó a la dictadura mientras se beneficiaba por el traspaso irregular del Papel Prensa. La nación sigue siendo una de las propietarias de Papel Prensa, aunque esas empresas ya no son las mismas que eran antes. ¿Qué carpeta podría mejorar su currículum, en comparación con este rutilante presente?
"Es una humillante obligación presentar los papeles antes de opinar, pero tengo la sensación de que así están las cosas" dice Sarli luego de someterse voluntariamente a tal humillación.
Ella está hoy consternada por el discurso de Estela de Carlotto del miércoles pasado en Plaza de Mayo. La quería a Estela totalmente apolítica, la quería cristalizada en una reivindicación abstracta de los derechos humanos, haciendo el papel de abuelita buena que contrastara con el tono crispado de la abominable Hebe de Bonafini. La política no debería ser para las Abuelas, parece lamentarse Sarli: "El kirchnerismo de Carlotto es inadecuado a su función, ya que las organizaciones de derechos humanos no deben ser un contingente más en los enfrentamientos cotidianos de la política". ¿Cómo será la concepción republicana de alguien que se arroga la autoridad para decir cuál es la política adecuada para cada uno? Quizá esté convencida de que la única anciana con derecho a hacer política es ella. Abuelita: ¡cuéntanos! ¿qué revistita repartías en la dictadura? ¿Es cierto que militabas en el Partido Comunista Porchino?
El encono de Sarli se funda en el hecho de que Estela de Carlotto no circunscribió su discurso al reclamo de una justicia abstracta e insípida, sino que tuvo el mal gusto de politizar su relato acerca del plan sistemático de desparición forzada de personas perpetrado por la dictadura; y para colmo, lo vinculó con el presente:
"Hoy los cómplices son los mismos que antes-dijo Carlotto-. Son los mismos que defienden el pasado y quieren construir un país para pocos. Los cómplices del hambre son los mismos de hace 30 años: son los Macri, los Herrera de Noble, los Bunge y Born, los Pérez Companc, los Rocca, Fortabat, Blaquier y su ingenio Ledesma, la Sociedad Rural Argentina, Mercedes Benz, Ford, Techint, Acindar y tantos otros. La dictadura se hizo entre muchos, militares y civiles, al servicio del exterminio y la apropiación de niños y son los mismos que hoy pretenden volver a las recetas neoliberales que tanto daño nos han hecho, los que contrajeron la deuda externa inmoral, fraudulenta e ilegítima y hoy quieren que se pague con el hambre del pueblo".
Mal hecho, Estela: deberías haberte mantenido en el rol de cándida-maestra-de-escuela-que-de-política-no-entiende-nada y dejarle el rol de intérprete de la historia a alguien con título universitario, como es el caso de Sarli.
Lo que a la columnista de La nación le resulta intolerable es cualquier señalamiento de continuidades históricas: si uno dice que la Sociedad Rural de hoy es la misma Sociedad Rural de antes, eso está... ¡¡¡mal!!! Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, nadie se baña dos veces en el mismo río. La sola idea de que Ernestina Viuda de Noble, la que en 1976 recibió de parte de la dictadura dos chicos robados y una papelera, sea la misma Ernestina Viuda de Noble que hoy es perseguida por su admirable ejercicio del periodismo independiente, esa malsana identificación de personas con el mismo nombre pero totalmente distintas es lo que saca de quicio a Sarli. Su tesis del desalineamiento con el pasado la lleva a negar toda continuidad y, de este modo, a evaporar en el aire cualquier responsabilidad histórica:
"Si es verdad lo que leyó Carlotto -advierte Sarli-, no hubo cambios en dos siglos, y frente a los mismos enemigos, en algún momento, quizá sean necesarios los mismos métodos; los enemigos también repetirían los suyos y nada de lo hecho habrá valido la pena. Bajo una máscara entusiasta, hay pesimismo histórico. Quienes escribieron el discurso de Carlotto probablemente se enorgullezcan de su persistencia en el pasado. Sólo han cambiado algunos nombres: ahora no se dice Kadafi o Fidel Castro, sino Chávez y Evo Morales. Por supuesto, queda excluida una memoria plural. Para este discurso, existe sólo una memoria y sólo un relato tan inalterable como un mito. Carlotto, que ha buscado la vida más allá de la muerte en la identificación de los hijos de desaparecidos, se ha puesto del lado de lo invariable y de lo cristalizado. Todos seguimos idénticos en el mismo lugar, todos hundidos en la infernal repetición de una pesadilla que recomienza".
Sarli, puesta del lado de la mutación y del pasado líquido, prefiere a Carlotto identificando a los hijos de los desparecidos (aunque parece escapársele que la misma Viuda de Noble, la de ahora, no la del 76, impide que un par de esos hijos se identifiquen, y lo está impidiendo ahora). Si Carlotto relata la historia a su modo, Sarli lo impugna, porque considera que se trata de un relato inalterable. Sarli prefiere un relato alterado.
¿Cómo será ese relato alterable, más allá del heroico autorretrato que acaba de hacer Sarli de su pasado comunista porchino? Bueno, dentro de poco lo sabremos: el inminente BAFICI se abrirá con Secuestro y muerte, el relato sobre el final de Aramburu pergeñado por Rafael Filipelli, Mariano Llinás y ella, nada menos. Ahí vamos a ver lo que es un relato adecuado de ese pasado que tanto la acosa.
Bueno, no podré asistir al particular relato de ese pasado, porque las entradas para ver esa película se agotaron el lunes a la noche.
ResponderEliminarAunque, no sé si me perdí mucho...
Le decís Sarli por la Coca?
ResponderEliminarPor la escena donde, desnuda y agarrándose las lolas le susurra "canasha... qué pretende usted de mi?"
Es que la Betty y la Coca nos rearticularon durante esos años. Y las dos fueron parejas de dos genios del cine.
ResponderEliminarClap. Clap. Clap. Muy buena caracterización del personaje liminar de la cultura cipaya argentina contemporánea. Pero claro que ella ni siquiera es Borges aunque tal vez sí más gorila si fuera eso posible. ¿Como se vería la gran dama administrando la oficina de Jarrones y Floreros de la dirección de plazas y jardines?
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ResponderEliminarRespecto de la opinión de sarli sobre lo que debería hacer carlotto.
ResponderEliminarEsa visión de solo ir por la defensa de los derechos humanos, circunscriptos a los hechos del genocidio milico, sólo provoca acallar voces que quieren expresarse. Porque hay algo importante que sarli se olvida, y es que las consecuencias de ese genocidio llegan hasta hoy, en forma de una deuda impagable, en forma de hambre, de desempleo, de miedo a la política, de miedo a pensar, de miedo a cambiar el orden de las cosas.
Claro que Carlotto hizo bien en expresar su apoyo al gobierno, porque piensa que este nuevo modelo, con sus falencias y limitaciones y sus virtudes, es una buena forma de cambiar el presente mirando al pasado.
Me hizo muchísima gracia porque siempre- hace mucho- me quivoco y digo La Coca Sarlo! Algo hay,algo hay!
ResponderEliminarMartha
¿Puedo preguntar con cual genio del cine estuvo casada Beatriz Sarlo? Es que hace muchos años que vivo fuera de Argentina y me pierdo muchas cosas.
ResponderEliminarAgradezco desde ya la información.
Eddie
Yo no dije "casada", dije "pareja". Con Armando Bo.
ResponderEliminarPues menudo lío debes tener ahora en tu cabeza, Eddie!!
ResponderEliminarMira, mejor desensilla hasta que aclare, te lo digo yo.
Martha
Disculpe haber confundido "casado" con "pareja". Pero perdóneme por insistir, señor Cuervo. ¿Bo no fue pareja de Isabel? Yo preguntaba por la pareja de Beatriz, el otro "genio del cine". ¿O las dos fueron pareja del Sr. Bo? ¿O debo pensar que usted considera "genio del cine" a Rafael Filippelli?
ResponderEliminarBTW, su blog es muy interesante y lo he incorporado a mi lista.
Gracias otra vez.
Eddie
¡Ah, sí! Estoy algo confundido por los apellidos y por el hecho del talento descomunal de estos cineastas... aunque creo que con lo de "genios" se me fué un poco la mano.
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