martes, 16 de marzo de 2010
Hasta que la muerte nos separe
por Martha Silva
Madre e hijo en escena congelada frente a una heladera que se convertirá asimismo en protagonista.
El cuerpo de la abuela ha sido cremado y el nieto -solemnemente- sostiene una urna entre sus manos, con los restos de la abuela materna. La madre en la misma actitud hierática, parece tener una dificultad crónica para moverse con soltura.
De fondo se escucha música tropical, como de bailanta, que ha sido elegida por ser la preferida de la abuela en el geriátrico. La conversación es un tanto forzada entre ambos porque hace años que no se ven y es notorio que la relación no es armoniosa. Comentan la asistencia errática de los concurrentes a la inhumación de los restos:
- ¿La ibas a ver? -pregunta el hijo con tono neutro
- ¡Qué tupé! -grita la madre enfurecida.
Como al parecer no le resulta fácil expresarse con palabras, ella comienza a desplegar un lenguaje gestual sumamente curioso, que desarrolla cada vez que se siente culpable de algo, lo que sucede casi siempre. Este idioma consiste en un balbuceo atropellado, confuso y acelerado que estremece su cuerpo. Farfulla, en suma. No se le entiende, pero se sabe que protesta contra todo. El hijo ha heredado este modo de expresarse. La madre se ha retirado ya a sus aposentos, cuando entra la prima del joven y su ex novia a la vez, la que eufórica y enamorada, se cuelga del cuello del joven, quien no puede evitar dejar caer la urna con todo su contenido.
En ese instante comprobamos que a pesar de no frecuentarse, el joven ha copiado los movimientos convulsivos de la madre, con los cuales ordena a su prima casi sin palabras que un hecho tan terrible sea reparado inmediatamente y ocultado a los ojos de la madre que volverá en escasos minutos. De más está decir que éste es un propósito infructuoso. A partir de allí se pone en juego la comedia.
Debemos consignar que el resto es algo remanido desde la temática de comedia de velorios, pues se sabe que, al hablar de la muerte, nos referimos a los seres presuntamente queridos, a la dupla amor-odio, a las verdades familiares encubiertas durante toda la vida, a la locura subyacente y a unas cuántas cosas más.
Celine Bodis, una actriz argentina que viene de Francia, es exquisita. Tambien Javier Lorenzo se luce con las sutilezas que despliega. Mirta Busnelli es una actriz indescriptible, más aun dirigida por Paul Desveaux.
Las entradas no son fáciles de conseguir. Conviene llamar muy temprano al CAMARÍN DE LAS MUSAS, Mario Bravo 960. Domingos a las 17:30 hs.
Muy buena reseña.
ResponderEliminarEsos estremecimientos del cuerpo, que busca inútilmente las palabras y no las encuentra...me hacen acordar a El Sol, de Sokurov.
Hola: Justo ésa de Sokurov no la ví pero a mí me interesa mucho lo gestual, cuando las palabras no alcanzan y el actor apela a su cuerpo que es en ese caso un instrumento. Después te la sigo. Martha
ResponderEliminarLiliana y Chinaski:
ResponderEliminarVí la peli de las que uds escribieron tan bien: la Tigra, Chaco. Acuerdo en parte porque no pude completar su visión. La vi en el Gaumont y se cortó 5 veces hasta que optaron por devolver la plata.
Muero por saber en qué quedó. Y les digo que uds tendrán razón en lo que reflejan en las respectivas notas pero yo personalmente, en los pueblos chicos prefiero ver sangre. Tipo Manuel Puig con Vallejos en "Boquitas pintadas", de Torre Nilsson. Bien cargada el dramón, maldito, se odian y se traicionan. La gente es chismosa, es mala y comenta. La volví a ver ahora, con una Leonor Manso (pobre) que aprende a vivir y envejecer con un muerto en su conciencia. Pa!!! martha