Kierkegaard, una introducción
se presenta este jueves 6 de mayo
a las 18:30 en la Feria del Libro
Finalmente sale mi primer libro. Ya hablé de él aquí la mañana misma en la que terminé de escribirlo, luego de una noche extenuante.
El libro lo hice a instancias de Ariel Pennisi y Adrián Cangi, de editorial Quadrata, quienes lanzaron -juntamente con la Biblioteca Nacional- la colección "Pensamientos locales", en la que algunos autores argentinos presentan a grandes pensadores de la filosofía contemporánea. En la colección, por ejemplo, Diego Zerba escribe una introducción a Freud, Tomás Abraham presenta a Richard Rorty, Dina Picotti a Heidegger, Gustavo Varela a Nietzsche, Roberto Ferro a Derrida, Ricaro Forster a Walter Benjamin, Samuel Cabanchik a Wittgenstein; María del Carmen Rodriguez presentará a Alan Badiou; para más adelante habrá un libro de Horacio González presentando a Marx; y parece también que un notorio político argentino va a escribir sobre Althusser (¿quién será?).
La cosa es que a mí me encargaron que escribiera una introducción a Kierkegaard, un autor al que vengo estudiando desde hace años. Para leer a Kierkegaard en su idioma original me puse, a fines de la década del 90, a estudiar danés en la Iglesia Dinamarquesa de Buenos Aires; ahí terminamos formando un grupo de amigos dedicados a la lectura de Søren K, que al poco tiempo devino en la Biblioteca Kierkegaard de Argentina. Juntos emprendimos la traducción de un libro de él nunca antes editado en castellano, El instante. Esa traducción, que hicimos junto con Andrés Albertsen, Ana Fioravanti, María José Binetti, Ingrid Glikmann, Pedro Gorsd y Héctor Fenoglio, fue publicada en 2006 por Editorial Trotta. Y ahora me llegó el turno de publicar mi libro sobre Kierkegaard.
En Kierkegaard, una introducción: Escuchar una voz me propongo presentar a este pensador para un público no iniciado; vuelco en el texto aquellas claves de su pensamiento que, desde mi punto de vista, no han sido aún suficientemente destacadas. No ofrezco una interpretación pre-digerida de su pensamiento, lista para consumo, sino una serie de problemas a ser indagados. Porque Kierkegaard no me da muchas certezas, pero sí me viene dando mucho que pensar. Lo considero un contemporáneo mío, un amigo que, al igual que Pasolini, Nietzsche, Sócrates o Heidegger (para nombrar a otros a los que siempre vuelvo), tiene algo para decirme.
Kierkegaard es una voz a la que escucho.
Acá les dejo un pequeño adelanto de este libro que va a estar el jueves a las 18:30 en la Feria:
Entre todas las maneras posibles de introducirse en la obra de Søren Kierkegaard, la que aquí elegimos tiene que ver con la figura de la escucha, con el acto de escuchar una voz. Proponemos que Kierkegaard es el pensador de la escucha, sus desvelos giran alrededor de ese misterio que sucede cuando alguien escucha una voz. En torno a esta figura se organiza, como veremos, uno de sus libros principales, Temor y temblor. Nuestra tesis afirma que la figura de la escucha permite organizar el sentido de la obra kierkegaardiana.
La existencia del hombre contemporáneo se desarrolla en medio de una selva de palabras; el poder tecnológico permitió multiplicar esta abundancia de mensajes. A mediados del siglo xix, esta saturación apenas podía vislumbrarse, pero Kierkegaard ya desconfiaba de los discursos dirigidos a públicos masivos. Hoy escuchamos demasiadas voces, leemos demasiadas palabras, y ya no sabemos si algunas de ellas se dirigen particularmente a alguno de nosotros. La experiencia por la cual alguien se reconoce como destinatario exclusivo de una palabra es cada vez más rara, porque prima en todo momento un modelo de comunicación impersonal: las palabras que oímos o leemos pareciera que nunca son “para mí”, sino para cualquiera, y en definitiva para nadie. Corremos el riesgo de olvidar lo que significa que una voz nos hable, más precisamente que una voz me hable, que se dirija únicamente a mí. Esta figura aparece en la historia de Abraham, en ese célebre pasaje del Génesis (22, 1) que dice:
“Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: ‘¡Abraham, Abraham!’. Él respondió: ‘Heme aquí’. Díjole: ‘Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga’.
Levantose, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios”.
Este pasaje comparte la equívoca suerte de los textos célebres, aquellos que han sido escuchados ya tantas veces que sus significados resultan naturalizados, es decir: que ya no nos dicen nada. Kierkegaard se sorprende de que en la misa del domingo se pueda leer este pasaje sin que nadie se sienta presa del temor y del temblor, puesto que lo que este relato cuenta es terrible. Y no solamente es terrible porque lo que se narre sea la posible muerte de un niño (más aún: del asesinato de ese niño por parte de su padre). Es terrible ante todo porque esa voz a la que Abraham le adjudica una autoridad inapelable se dirige a él en particular, para que lleve a cabo un acto que sólo él puede hacer. Le pide que haga un sacrificio.
El acto sagrado
Suele usarse la palabra “sacrificio” para designar un acto de abnegación que se realiza por motivos amorosos; a veces se la usa en referencia a una acción a la que alguien se somete con desagrado y sólo en consideración a un fin deseado o impuesto por otros. En el lenguaje coloquial, “sacrificarse” se usa como sinónimo de hacer lo que no se desea y hacerlo resignadamente. En un contexto religioso, se llama sacrificio a una ofrenda que se le hace a un dios. Pero la etimología de “sacrificio” nos presenta la conjunción de dos antiguos términos latinos: sacer (sagrado) y ficare (hacer). El sacrificio consiste, en su acepción original, en un acto sagrado y también en la acción que es capaz de transformar algo en una cosa sagrada, en sacralizarla. Que Abraham sacrifique a Isaac no significa meramente que lo vaya a matar contra sus propios deseos. Desde la perspectiva que Kierkegaard desarrolla en Temor y temblor no se reduce este sacrificio a una mera ofrenda a Dios. Por medio de este sacrificio, el vínculo entre padre e hijo, que hasta ese momento era simplemente humano, se vuelve ahora un vínculo sagrado. Es un acto que desborda la dimensión humana de sus protagonistas, que los trasciende y los transforma en algo distinto de lo que eran por sí mismos.
¿Comprendemos lo que significa un hacer sagrado? ¿Dice la palabra “sagrado” todavía algo para los hombres del siglo xxi? Porque si esa palabra ya no dice nada, lo que se está relatando es la historia de un asesino, del peor asesino, ya que está dispuesto a matar a su propio hijo. Kierkegaard se propone que este relato sea capaz de volver a trasmitir ese temor y ese temblor que, bien escuchado, debe suscitar. Con ese fin escribe Temor y temblor, para conmover la indiferencia que puede provocarnos el relato si ya se ha convertido en un bien cultural, es decir, algo que no tiene nada de sagrado y que por ende no puede suscitar temor.
¿Cómo lograr ese propósito? Kierkegaard idea un dispositivo literario de una complejidad y un refinamiento que la filosofía de su época –dominada por la pretensión de sistematicidad– desconocía. Para comenzar, elige un discurso narrativo y no argumentativo: no va a desarrollar una serie de razonamientos encadenados en sucesivas premisas y conclusiones, va a contarnos una historia. Pero no va a contarnos directamente la historia de Abraham, sino la de un hombre que ha leído la historia de Abraham y que al leerla ha quedado obsesionado por ella. Por consiguiente, este hombre, el protagonista de Temor y temblor, vuelve una y otra vez, a lo largo de los años de su vida, a pensar con horror en esa historia, un horror que incluye la conciencia de que él es incapaz de comprender del todo lo que ella significa. El libro trata entonces no directamente de la experiencia de Abraham al escuchar esa voz que le ordena realizar un acto terrible (un acto sagrado), sino de la dificultad que tiene el lector de este relato por comprender de qué se trata la misión de Abraham, de cómo Abraham puede escuchar una voz dirigida exclusivamente a él y ser capaz de co-responder a esa voz.
Así que el jueves ahí estaremos:
Presentación de la segunda serie de Pensamientos Locales en la Feria del Libro de Bs. As. Jueves 6 de mayo a las 18:30hs,. en la sala Alfonsina Storni.
Participarán de la mesa los autores Gustavo Varela (Nietzsche), Dina Picotti (Heidegger), Diego Zerba (Freud) & myself.
Habrá sillas descartables para casos de gresca espontánea... www.el-libro.org.ar
Voy a ir, me interesa tu libro, y el del profesor Cabanchik debe estar bueno.
ResponderEliminarNotable esta colección -en pleno desarrollo- de pensadores argentinos. El año pasado iniciaron con Spinoza, Benjamin, Derrida, Simmel (y los libros estuvieron muy visibles). Ahora continúa, y luego continuará... no me perderé ninguno.
ResponderEliminarHaré lo posible por asistir y sumarme a cualquier principio de gresca.
Oscar, no creo que según la máxima nietzscheana vayas a ser considerado un criminal. Los que escriben best-sellers de tres meses, lo serán.
felicitaciones!!!!!!!!!! yo no voy a ir a la feria, pero te deseo lo mejor.
ResponderEliminarbeso grande!
¡Felicitaciones!
ResponderEliminarQué apellido tenía Kierkegaard; si no me equivoco, algo así como "la tierra de la iglesia", que viene a ser igual a "cementerio".
Alguien que para leer a Kierkegaard se pone a estudiar danés merece mi admiración.
ResponderEliminarFelicitaciones y para el futuro del libro "Dios proveerá" como dijo el mismísimo Abraham.
Saludos.
No, el próximo libro se llama "Veo gente muerta".
ResponderEliminarOscar, creo que no llego a tiempo. Pero si el odontólogo me larga rápido y entero, me corro a la feria.
ResponderEliminarSi no te veo, te deseo la mejor de las suertessssss
Y hasta el próximo libro siempre
Daniel
bueno, mi cita con la locóloga se superponía con la de tu libro sobre el pensador que vino del frío. Espero que haya estado todo mas que bien, y con gresca incluida!
ResponderEliminarabrazo
iba a realizar el mismo comentario que "ema" excelente Cuervo por el parendizaje del danés, hice lo mismo con el aleman para Frege, Adorno y Wittgenstein, pero con el alemán...una mierda mientras lo aprendía, pero luego, como decía Borges: "entre las junglas de declinaciones y con la ayuda del lento diccionario ( y el rápido traductor google)" pude lograr mi cometido. Te felicito!
ResponderEliminarTuve una compañera en la Facu que estudiaba alemán para vérselas con Freud así que creo firmemente en lo que dice Oscar.
ResponderEliminarPor verselas entendía ella leer sus obras completas en ese idioma.
Admirable.
Martha
He abusado de "Biblioteca Kierkegaard de Argentina", al igual que de "Nietzsche y Heidegger en castellano" más de una vez.
ResponderEliminarSiempre lo hice admirada de sus hacedores, tan generosos como para poner al alcance de cualquiera que lo necesite recursos de gran valor.
Y ahora vengo a enterarme de que usted es parte de uno de los proyectos.
Así que -nobleza obliga- dejo aquí mi más sincero y emocionado agradecimiento. En honor a Sören y a su exquisitez a la hora de pensar...
GRACIAS