viernes, 11 de junio de 2010
Empezó!!!
por oac
Vuelvo levitando por algo que vi anoche en el Café Vinilo, prendo la tele para ver mi programa favorito: desde esta semana están dando 678 en repetición a la una de la madrugada. Pero no, hoy en canal 7 hay unos beduinos (o unos fedayines, vaya a saber) con guitarras eléctricas tocando en un estadio repleto de gente. Bajan los beduinos, subre Juanes. Baja Juanes, sube el reverendo Desmond Mpilo Tutu, quien para ser obispo es bastante simpático, bastante más simpático que Bergoglio, digamos. ¿Esto estará por terminar? No: sube Shakira y waka waka.
OK. Señores: empezó el mundial. Todo muy lindo, me voy a dormir. Despiértenme el 11 de julio a las seis de la tarde.
Pero antes de dormirme quiero dejarles un sencillo testimonio de lo visto anoche. Franco Luciani y Daniel Godfrid, armónica y piano. Ya hablé de ellos a propósito de su visita a la radio del domingo pasado. Aquello fue un close up, un momento intimista, tocando para nosotros en el pequeño estudio de La tribu, un regalo. Lo de anoche fue verlos sobre un escenario, con la distancia debida. Ver a los músicos tocar es algo muy bonito. Digo, no sólo oirlos, verlos. Cada instrumento tiene lo suyo, demanda un despliegue corporal distinto. Y supongo que eso varía además de músico a músico.
Franco y Daniel son muy diferentes en todo sentido y quizá por eso combinan tan bien. Daniel es la discreción andante, pocas notas, las justas, algunos repentinos despliegues líricos que en seguida dan lugar a un repliegue. Se sienta ante el suntuoso piano de Vinilo como si navegara en una canoa deslizándose por una río manso. Lo que hace Franco a pocos metros de él es otra cosa. Franco es eléctrico y vive con cierta insensatez cada nota de la música, no sólo la que él mismo toca, sino la de su compañero. Hace percusión con las manos, con los pies, sonríe ante un acorde del piano, canta para adentro, se acuerda de algo, masculla algo inaudible. Y toca. De su armónica salen ráfagas de notas, brisas, tornados, órganos de catedrales, sale Chopin y muchas otras cosas: Piazzola, Darienzo, un negro, un alemán. Mientras, Daniel en el piano toca unas pinceladas debussianas.
Creo que en el rock actual, por ejemplo, no están apareciendo músicos así: con esta mezcla fatal de destreza y pasión, con esta capacidad de hacer confluir todos los mundos, todos los barcos que llegaron a estos puertos y también algunos que no llegaron. Luciani es poseído por una desmesura típicamente romántica, con una distribución muy asimétrica de los silencios y las notas, de la dulzura, la picardía y la violencia. Ellos parecen muy concientes de la síntesis que llevan a cabo, de su resumen porteño de sucesos argentinos y otras partes. Van de Gardel a Spinetta, del Cuchi Leguizamón a Goyeneche.
Suben un par de invitados que suman más colores: el violinista Damian Bolotin y la cantante Noelia Moncada. Los cuatro juntos o de pronto dos, o tres de ellos. Una maza.
Bah, no puedo seguir escribiendo para hacerles escuchar la música. Lamento por los que no estuvieron. Traten de estar la próxima.
waka wakala, el mundial nos interpela a todos, parece imposible escapar.
ResponderEliminarA mí no me interpela tanto. Me hincha un poquito las pelotas, pero no mucho. En términos patrióticos, directamente lo rechazo, porque me remite a la deplorable actitud del pueblo argentino en el 78: esa no me la puedo olvidar.
ResponderEliminarMás allá de eso, por momentos me divierte ver a la gente entusiasmada, levantándose temprano para ver un partido, no necesariamente a Argentina. Pero también a veces traspasa el punto de lo simpático, cuando se vuelve obligatorio.
Los partidos mismos me resbalan, la efervescencia popular me cae simpática o pesada, según.
Por otro lado, Maradona me cae muy simpático y me gustaría que Argentina gane por él, pero sobre todo porque no me caen bien los antimaradonianos: me encantaría que gane Argentina por la bronca que les va a dar a los otros.
No creo que nada de esto que digo sea muy deportivo, tampoco muy político, pero es lo único que se me ocurre.
Nunca miro ni miré partidos de fútbol. De hecho, nunca entendí por qué a la gente le gusta el fútbol con "pasión". Pero el sábado salí de clases y en el bar de la facu estaban pasando el partido, y por cuestiones que me exceden(?), terminé mirándolo con unas amigas. Y grité el gol, y sufrí cuando los sudfricanos se acercaban al área argentina, y puteé cuando le hicieron un foul a Messi, etc, etc. Digamos que había mucha gente en el bar, con mucho entusiasmo, alguna banderita, y gorros celestes y blancos. Y puteaban, y festejaban, y se me contagió. Cosa rara.
ResponderEliminarSí, nah, eso es lo interesante del Mundial, que la gente se comporte distinto de como lo hace cotidianamente. Que vos, por ejemplo, que no ves fútbol, te emociones, compartas eso con otra gente a la que probablemente tampoco le importa demasiado.
ResponderEliminarLo que me hincha las pelotas es que se vincule eso con el patriotismo o con una sintonía con los intereses populares. ¡Si hasta los gorilas más hijos de puta se vuelven populistas durante un mes!