Con ánimo de amar y otras películas
por Lucas Carrizo
La apuesta de Wong Kar Wai en Con ánimo de amar es el moderado encuentro de lo clásico con lo moderno. Nos narra una historia clásica. El señor Chow (Tony Leung) y la señora Chan (Maggie Cheung) son vecinos. Se los muestra casi siempre solos, tristes, hasta que, entrando en contacto, descubren que sus respectivos cónyuges son amantes. El dolor y la soledad los unen. Entre ellos nace la atracción de esos amantes que nunca terminarán estando juntos.
Wong nos presenta una narración con las huellas modernas de su estilo. Ya no elige el modo fragmentado que utilizó en su anterior película, Felices juntos, donde también nos mostraba una historia de amor. En ella, la fragmentación del relato sumaba sentido al modo frenético de ser y de desencontrarse de los dos personajes principales. En Con ánimo de amar el ritmo es bien diferente. Tiene la cadencia de esas cuerdas que acompañan los momentos en que la señora Chan y el señor Chow se perciben, se cruzan. Hay una connotación del detalle, de lo pausado, la cámara lenta lo propone así. La música acompaña el ritmo, y los actores, capturados por la cámara, lo consuman.
Existe un complejo desarrollo de la repetición y la condensación de recursos. Wong repite muchas veces el mismo fragmento de cuerdas acompañado por la imagen en cámara lenta. El plano puede ser similar o diferente: cuando suben y bajan las escaleras, cuando se cruzan las miradas. Lo que logra con ambos recursos es sumergirnos en una contemplación, en un trance del poético deseo de los personajes. Cada vez que suenan las cuerdas, se evocan inevitablemente los encuentros anteriores. Otra de las evidencias son las escenas donde ambos ensayan la forma en que ella encararía a su marido por su infidelidad o la de la despedida de ambos. Tanto una como otra nos proponen una distancia respecto del relato clásico. A la vez nos envuelven emotivamente con el llanto a secas de la señora Chan y la mirada triste de su nuevo compañero.
Con respecto al leitmotiv musical, algo similar ocurre en La caída de los ángeles, pero en este caso con otro tono. En cada escena que el personaje principal, el asesino por encargo, se prepara a realizar sus tareas, aparece la imagen en cámara lenta entrecortada y el fondo musical de pop-rock pesado. Estas escenas se repiten a lo largo del film y condensan en el momento de la muerte del protagonista.
En las tres películas anteriores a Con ánimo de amar (La caída de los ángeles, Chungking Exppress y Felices juntos) la propuesta del director era narrarnos historias en forma fragmentada.. Todos estos fragmentos formaban el cuerpo de la película; a través del nexo conductor que era la voz en off. Cada uno de los personajes, hasta el mudo de La caída de los ángeles, nos ampliaba y componía su universo por medio del off. Los puntos de vista del film también estaban indicados por el mismo recurso. En Con ánimo.... el relato está regido en su mayor parte por un relator omnisciente. Sólo al comienzo y al final aparece explícitamente a través del texto escrito. No hace falta agregar más de lo que se muestra. Las imágenes son bellas, y Wong Kar Wai lo logra porque su mirada es así. Las señora Chan es sensual. Su vestuario también. Pero no alcanza con describirlo. El director nos ofrece algo más: la percepción de esas imágenes, la poesía del mundo de esos amantes.
Otro de los recursos que utiliza es el fuera de campo. Hay muchos detalles sólo insinuados. Nosotros nunca conocemos los rostros de los cónyuges de los protagonistas, apenas escuchamos sus voces o vemos el revés de sus siluetas. Todo esto genera que la tensión narrativa se deposite por completo en el devenir de la relación del señor Chow y la señora Chan.
La película nos propone reflexionar sobre los valores puestos en las relaciones matrimoniales y su contracara, la infidelidad. A medida que van sucediendo los primeros encuentros de la pareja, aumentan los encuadres fijos sobre espejos. Nuestra mirada se vuelve un reflejo, o lejana, a través de ventanas. La cámara nos coloca en la situación de voyeurs. Esto suma sentido a la sensación de encontrarse observados de los protagonistas. Hay una mirada moral que los condena y por eso las escenas son en completa soledad o en lugares cerrados. Algo los oprime y se distancian y justifican con ese terrible “no vamos a ser como ellos”. Ya a esa altura del film es inevitable hablar de amor. Ellos lo saben. Lo saben cuando comienzan con el juego en el restaurant, de pedir el plato que pediría cada uno de sus cónyuges. Lo saben cuando ensayan como enfrentaría la señora Chan a su marido. Y lo saben cuando intercambian roles, como si fueran sus respectivas parejas, queriendo rearmar la situación de quién habría seducido a quién. Hay algo allí flotando, como una imposibilidad por parte de la señora Chan de percibir al señor Chow por completo.
Siempre surge como referencia su relación matrimonial y la condena social. Esto se pone en evidencia con la propuesta del protagonista de irse juntos. Su larga espera es genialmente presentada con el “Quizás, quizás, quizás” o con ciertas frases de ella como “Él (su esposo) no lo hubiera hecho así”.
En Chungking Express el personaje del policía, Tony Leung, actúa de una forma similar, pero menos convencional. Hasta cierto momento del film, él no puede ver, niega lo que sucede a su alrededor. Faye Wong, la vendedora del puesto de comidas, hace lo imposible para que él le preste atención; hasta roba las llaves de su casa y limpia y ordena su departamento. Él no lo nota hasta que pone punto final a su relación anterior. Ahí comienza a registrar a Faye. A esa altura Faye, luego de la cantidad de veces que escucha “California dreaming”, parte hacia California. Se produce el desencuentro y así la tensión dramática por lo que no pudo ser.
Hay algo clave en las películas de Wong Kar Wai, que fue poéticamente presentado en Felices... con el personaje de Chang, aquel que tenía aguda audición y que, por la voz de los otros, percibía sus estados de ánimo. El director nos dice con las voces de los protagonistas y con sus silencios. Pero sobre todo nos comunica con la banda de sonido. No es casual que en muchos planos fijos de Felices... y Con ánimo... los personajes no emitan sonido alguno y queden suspendidos por instantes en el tiempo. No sucede así con la banda sonora que, sumada a las imágenes, nos da el sentido completo.
Se podría pensar a Con ánimo... como conformada por dos partes. La primera, más extensa y poética con un relato clásico. Centrada en la revelación del adulterio y en el desarrollo de los encuentros de los protagonistas. Ésta apela, en cierta medida, a nuestra identificación con los personajes. Como segunda parte estaría el relato, luego de la partida del señor Chow. El mismo tiene varios fundidos a negro con cortes, que nos proponen distancia de la narración. Allí el director nos lleva a un universo más amplio. No están ellos solamente, hay signos claros del mundo que los rodea. Dentro de todo ese mundo, ellos son una historia más. Ahí nos pone a nosotros como testigos e instaura, en contraste con lo universal, el momento de lo íntimo y singular. El secreto que sella en el monasterio el señor Chow.
por Lucas Carrizo
La apuesta de Wong Kar Wai en Con ánimo de amar es el moderado encuentro de lo clásico con lo moderno. Nos narra una historia clásica. El señor Chow (Tony Leung) y la señora Chan (Maggie Cheung) son vecinos. Se los muestra casi siempre solos, tristes, hasta que, entrando en contacto, descubren que sus respectivos cónyuges son amantes. El dolor y la soledad los unen. Entre ellos nace la atracción de esos amantes que nunca terminarán estando juntos.
Wong nos presenta una narración con las huellas modernas de su estilo. Ya no elige el modo fragmentado que utilizó en su anterior película, Felices juntos, donde también nos mostraba una historia de amor. En ella, la fragmentación del relato sumaba sentido al modo frenético de ser y de desencontrarse de los dos personajes principales. En Con ánimo de amar el ritmo es bien diferente. Tiene la cadencia de esas cuerdas que acompañan los momentos en que la señora Chan y el señor Chow se perciben, se cruzan. Hay una connotación del detalle, de lo pausado, la cámara lenta lo propone así. La música acompaña el ritmo, y los actores, capturados por la cámara, lo consuman.
Existe un complejo desarrollo de la repetición y la condensación de recursos. Wong repite muchas veces el mismo fragmento de cuerdas acompañado por la imagen en cámara lenta. El plano puede ser similar o diferente: cuando suben y bajan las escaleras, cuando se cruzan las miradas. Lo que logra con ambos recursos es sumergirnos en una contemplación, en un trance del poético deseo de los personajes. Cada vez que suenan las cuerdas, se evocan inevitablemente los encuentros anteriores. Otra de las evidencias son las escenas donde ambos ensayan la forma en que ella encararía a su marido por su infidelidad o la de la despedida de ambos. Tanto una como otra nos proponen una distancia respecto del relato clásico. A la vez nos envuelven emotivamente con el llanto a secas de la señora Chan y la mirada triste de su nuevo compañero.
Con respecto al leitmotiv musical, algo similar ocurre en La caída de los ángeles, pero en este caso con otro tono. En cada escena que el personaje principal, el asesino por encargo, se prepara a realizar sus tareas, aparece la imagen en cámara lenta entrecortada y el fondo musical de pop-rock pesado. Estas escenas se repiten a lo largo del film y condensan en el momento de la muerte del protagonista.
En las tres películas anteriores a Con ánimo de amar (La caída de los ángeles, Chungking Exppress y Felices juntos) la propuesta del director era narrarnos historias en forma fragmentada.. Todos estos fragmentos formaban el cuerpo de la película; a través del nexo conductor que era la voz en off. Cada uno de los personajes, hasta el mudo de La caída de los ángeles, nos ampliaba y componía su universo por medio del off. Los puntos de vista del film también estaban indicados por el mismo recurso. En Con ánimo.... el relato está regido en su mayor parte por un relator omnisciente. Sólo al comienzo y al final aparece explícitamente a través del texto escrito. No hace falta agregar más de lo que se muestra. Las imágenes son bellas, y Wong Kar Wai lo logra porque su mirada es así. Las señora Chan es sensual. Su vestuario también. Pero no alcanza con describirlo. El director nos ofrece algo más: la percepción de esas imágenes, la poesía del mundo de esos amantes.
Otro de los recursos que utiliza es el fuera de campo. Hay muchos detalles sólo insinuados. Nosotros nunca conocemos los rostros de los cónyuges de los protagonistas, apenas escuchamos sus voces o vemos el revés de sus siluetas. Todo esto genera que la tensión narrativa se deposite por completo en el devenir de la relación del señor Chow y la señora Chan.
La película nos propone reflexionar sobre los valores puestos en las relaciones matrimoniales y su contracara, la infidelidad. A medida que van sucediendo los primeros encuentros de la pareja, aumentan los encuadres fijos sobre espejos. Nuestra mirada se vuelve un reflejo, o lejana, a través de ventanas. La cámara nos coloca en la situación de voyeurs. Esto suma sentido a la sensación de encontrarse observados de los protagonistas. Hay una mirada moral que los condena y por eso las escenas son en completa soledad o en lugares cerrados. Algo los oprime y se distancian y justifican con ese terrible “no vamos a ser como ellos”. Ya a esa altura del film es inevitable hablar de amor. Ellos lo saben. Lo saben cuando comienzan con el juego en el restaurant, de pedir el plato que pediría cada uno de sus cónyuges. Lo saben cuando ensayan como enfrentaría la señora Chan a su marido. Y lo saben cuando intercambian roles, como si fueran sus respectivas parejas, queriendo rearmar la situación de quién habría seducido a quién. Hay algo allí flotando, como una imposibilidad por parte de la señora Chan de percibir al señor Chow por completo.
Siempre surge como referencia su relación matrimonial y la condena social. Esto se pone en evidencia con la propuesta del protagonista de irse juntos. Su larga espera es genialmente presentada con el “Quizás, quizás, quizás” o con ciertas frases de ella como “Él (su esposo) no lo hubiera hecho así”.
En Chungking Express el personaje del policía, Tony Leung, actúa de una forma similar, pero menos convencional. Hasta cierto momento del film, él no puede ver, niega lo que sucede a su alrededor. Faye Wong, la vendedora del puesto de comidas, hace lo imposible para que él le preste atención; hasta roba las llaves de su casa y limpia y ordena su departamento. Él no lo nota hasta que pone punto final a su relación anterior. Ahí comienza a registrar a Faye. A esa altura Faye, luego de la cantidad de veces que escucha “California dreaming”, parte hacia California. Se produce el desencuentro y así la tensión dramática por lo que no pudo ser.
Hay algo clave en las películas de Wong Kar Wai, que fue poéticamente presentado en Felices... con el personaje de Chang, aquel que tenía aguda audición y que, por la voz de los otros, percibía sus estados de ánimo. El director nos dice con las voces de los protagonistas y con sus silencios. Pero sobre todo nos comunica con la banda de sonido. No es casual que en muchos planos fijos de Felices... y Con ánimo... los personajes no emitan sonido alguno y queden suspendidos por instantes en el tiempo. No sucede así con la banda sonora que, sumada a las imágenes, nos da el sentido completo.
Se podría pensar a Con ánimo... como conformada por dos partes. La primera, más extensa y poética con un relato clásico. Centrada en la revelación del adulterio y en el desarrollo de los encuentros de los protagonistas. Ésta apela, en cierta medida, a nuestra identificación con los personajes. Como segunda parte estaría el relato, luego de la partida del señor Chow. El mismo tiene varios fundidos a negro con cortes, que nos proponen distancia de la narración. Allí el director nos lleva a un universo más amplio. No están ellos solamente, hay signos claros del mundo que los rodea. Dentro de todo ese mundo, ellos son una historia más. Ahí nos pone a nosotros como testigos e instaura, en contraste con lo universal, el momento de lo íntimo y singular. El secreto que sella en el monasterio el señor Chow.
Muy bueno, Lucas! El texto transmite la atmósfera de deseo que impregna la filmografía de este director.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Wong es un maestro a la hora d filmar en interiores.
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