por oac
Un par de meses atrás, un domingo a la mañana (que es el momento de la semana en que soy presa de las mayores inquietudes) estaba decidiendo los títulos de las 10 películas de amor del ciclo 2010. El requisito siempre fue que estas películas o bien respondan a la categoría "de amor" de un modo inapelable y contundente, o bien que provoquen un leve corrimiento del significado de "amor", para que llegado el momento alguien en el debate tenga que preguntar: "pero... ¿película de amor?". Generalmente cuando aparece esa pregunta se arman los mejores debates. La cosa es que esa mañana de domingo sentí la convicción irresistible de que si íbamos a hablar del amor teníamos que pasar por El infierno. Claude Chabrol ha hecho la película definitiva al respecto, la que muestra cuánto de peligrosa locura, cuánto de paranoia insoportable puede ocultarse en la más feliz historia de amor.
Por supuesto que no estaba en mis cálculos que en el transcurso de las semanas que separaban ese domingo del sábado 2 de octubre Chabrol se me iba a morir, de modo que esta proyección del El infierno terminaría por transformarse en un involuntario aunque muy justo homenaje póstumo. O en la constatación de que cuando un artista se muere su obra aún sigue viva. Y fue otro domingo a las 6 de la mañana en que boludeando por el facebook me llegó la noticia de la muerte de nuestro querido viejo cineasta. Ahora cuando recibimos estas noticias ya nos corre un escalofrío, sentimos la sensación de un fin de época irreversible, el fin de una época que nació moderna, fresca y juvenil (medio siglo atrás, precisamente con un film de Chabrol, El bello Sergio, el primer adelantado de una ola que después traería a Los 400 golpes y Sin aliento). La época de esa camada de directores que se han ido muriendo en estos últimos años. A principios de año se murió Rohmer y ahora Chabrol. Es inevitable pensar en Jean Luc y da miedo imaginar ese momento. Eso sí que va a ser peliagudo.
La camada de aquellos novatos trajo una inyección de vitalidad en la mitad del siglo, que sirvió de envión para que el cine pudiera seguir siendo algo nuevo durante varias décadas. Hoy, a la vista de sus obras posteriores, resulta un poco difícil reconstruir la unidad de procedencia de autores tan disímiles como Rohmer (con quien Chabrol escribió un célebre libro sobre Hitchcock), Godard y Chabrol. De todos ellos es Chabrol el que se integró de un modo más claro a la industria del cine, el que apostó a la continuidad industrial de forma decidida y con una regularidad de al menos una película por año. Es cierto: por eso Chabrol es el más artísticamente irregular de esa camada, el que hizo los films de reputación más dudosa, frente a la artesanía irreductible que cada uno a su modo sostuvieron Godard y Rohmer. (A ellos tres habría que sumarles el prematuramente desaparecido Truffaut, que tendrá la ventaja sobre sus camaradas de haber quedado en nuestra memoria para siempre joven). Pero hay que decir que esa regularidad productiva (e irregularidad artística) a la que Chabrol se aplicó siempre trasmitió la sensación de que el cine es una experiencia gozosa.
Es por lo tanto el más esteta de su generación, el que apostó al goce por sobre todas las cosas, mientras los otros apostaron a la ética, a la política o al amor. Chabrol se especializó en crear una galería de malandras, desquiciados, psicópatas, gente de cuidado; puso el acento en los aspectos más sórdidos de las criaturas humanas, gente a la que es divertido ver en una película y no tan divertido tener cerca. Pero aún en sus personajes más tortuosos, aún en los retratos más odiosos de la burguesía, el lumpenaje o del proletariado (La ceremonia, Gracias por el chocolate), siempre hay un impulso de alegría que Chabrol le ha impreso a su mundo. Supongo que era la alegría que él sentía al filmar. Estoy seguro de que es la alegría que nos produce el cine, aunque sea que estemos viendo a los tipos más jodidamente jodidos.
Tipo verdaderamente jodido es el protagonista de El infierno. Retrato verdaderamente jodido de lo que es el amor, o de lo que podría llegar a ser cuando se vuelve una cosa muy intensa. Alguien seguro en el debate de hoy va a decir. "ok, pero... ¿película de amor?". Y ahí es cuando todo empezará a ponerse interesante.
Se podría aplicar a la pregunta sobre el amor, la cita que hace Borges de San Agustín respecto al tiempo:
ResponderEliminar"Cuando no me preguntan qué es, lo sé. Cuando me preguntan qué es, no lo sé"
Muy bueno lo tuyo. Claro, le pregunta sería en este caso, si los celos extremos llegando a lo enfermizo, son manifestación del amor.Yo no la ví. Tengo entendido que Chabrol, con este tema hizo la suya y bien. Qué ganas de verla. Martha
ResponderEliminarLiliana:
ResponderEliminaruna variante: "cuando no amo, lo sé; cuando amo, ya no lo sé"-
imagino por dónde viene la mano... y no, no es amor.
ResponderEliminarHum....en El infierno no hay amor....el amor no es poseer a alguien. Si amás a alguien, mas bien dejalo libre!!! La película del NO AMOR. Si lo amé a Claude cuando vi esta película. Si, el nos hace amar al cine. Para mí uno de los mejores de la historia del cine. Una especie de Fassbinder a la francesa. A diferencia de Rainer con mucha ironia y alégria al filmar, como bien dice Oscar. Sus películas nunca te dejan tranquilo. Ahora recuerdo a Bellamy..me gustaria volver a verla, su última peli, no le presté demasiada atención. Sus films siempre te dejan un gustito a mier... que es lo que te permite pensar sobre la plácida burguesia hipócrita. Creo que era un tipo con mucha conciencia de clase. Hablaba desde el lugar que le tocaba vivir . La etapa que más me atrapó fue la que filmó con La Huppert. Por suerte quedan sus films, seguirá vivo!!
ResponderEliminarSalud Claude!!
Lamentablemente no vi la pelicula, pero no acuerdo con la idea de que la posesión no sea amor, creo que se trata de una clase de amor celoso, destructivo, erótico, romántico, angustiante, desgarrador, maldito.
ResponderEliminarDe hecho, mi experiencia amorosa siempre está mucho más cerca de esto que de un amor "libre".
Un beso.
He!!
ResponderEliminaren la pelìcula el protagonista en nombre del "amor" la mata... donde hay destruccón y celos, no creo que haya lugar para el amor. Podemos llamarlo de mil modos, pero eso no es amor.
Cuidado con las navajas!!
y los espejos..y las paranoias..
con amor, Lukas
No, Lukas, no la mata...
ResponderEliminarY donde hay amor, hay lugar para todo: caricias, besos, abrazos, ojos, bocas, lengua, saliva, sangre, sudor, lágrimas, destrucción, construcción, edificación, demolición, egoísmo, crueldad, altruismo, sexo, sexo, sexo, miradas, tocadas, palmadas, chateos, fotos, esquinas, caminatas, alfileres de gancho, blogs, programas de radio, revistas, películas, olvidos, traiciones, revelaciones, canciones, espejos, paranoias, celos, libertad, cautiverio, cadenas, camas, látigos, rosas, espinas, pizza, birra, faso, fresco y batata.
Lucas: no sé si la mata o no ( me confunden porque Oscar dice que no), de todas maneras no creo que uno mate en "nombre del amor", creo que uno puede ser poseído por toda esta pasión desenfrenada que puede ser el amor, y matar a alguien.Decir que uno lo hace en nombre de algo me parece una posición muy racional.
ResponderEliminarInsisto: a ese deseo contradictorio y fuera de si, yo lo llamo amor.
Beso.