por José Miccio
Días de sol en Mar del Plata, ideales para ir al cine. En cuanto a organización, el festival empezó bien, con proyecciones buenas y en horario. Hace unos años, esto, tan sencillo, parecía imposible, y cualquiera que haya estado por acá en los 90 y todavía un poco más tendrá alguna anécdota sobre películas cambiadas a último momento, subtítulos olvidados o sobreventa de entradas. Pero ya no. Felizmente, la impericia y la improvisación en temas tan básicos son cosas del pasado. Sin embargo, el festival carga su historia de modo problemático. Hace tiempo que no ocurre ningún desastre pero siempre sobrevuela alguno más o menos inminente. El más mentado es el de su final, a esta altura una costumbre: toda edición viene sospechada de ser la última. Todavía no circuló ningún rumor sobre el tema, pero si el runrún comienza, no sorprenderá a nadie. Que el INCAA no quiere poner plata, que conviene una fusión con el BAFICI, que no se hacen negocios, que mejor echar todo al Mercado. Lo de siempre.
Y también a lo de siempre corresponde un comentario obligado: a Mar del Pata –se dice- le falta definir su carácter. Es cierto que carece de previsibilidad de la buena y que ya acumula demasiadas marchas y contramarchas. La última es muy clara: esta edición niega el proyecto anterior –nunca del todo logrado- de convertir el festival en un evento importante para la difusión del cine latinoamericano; hay realmente muy pocos largometrajes de la región, apenas uno brasileño, dos mexicanos, dos peruanos y uno paraguayo, ninguno en la competencia principal. Pero la objeción sobre la falta de carácter se sostiene en algo más difuso. Es curioso. Cuando la programación de Mar del Plata era mediocre o mala con excepciones, el problema era que no estaba a la altura de eventos más arriesgados y atentos al presente; cuando el trabajo de curaduría se hizo más ostesible y el nivel de las películas creció (aun con la innumerable cantidad de bodrios cazados en los bazares de lo in), el problema era que quería lo mismo que el BAFICI. En este punto, son por todos conocidas las peleas por el estreno en Argentina de ciertas películas, aun de aquellas que se programan solas y que difícilmente vuelvan a circular en salas, como es el caso de las dirigidas por los nombres más buscados en el circuito de festivales y cuya presencia no supone ningún riesgo ni en verdad define a nadie. Igual, en esta zona hay concesiones a la repetición, y es probable (y deseable) que las dos películas de Hong Sang-soo, la de Kitano y la de Lee Chang-dong, entre otras, formen parte del próximo festival de Buenos Aires. Las cosas se ponen más sensibles cuando se trata de “Lo nuevo de lo nuevo” (hay, efectivamente, un lenguaje que se asocia a la vanguardia pero tiene mucho de mercadotecnia). Por lo visto, los festivales se vuelven más celosos con lo que suponen son sus descubrimientos. Así, hay quien dice que el foco dedicado al jovencísimo colectivo español Los Hijos es BAFICI, y si bien nadie lo señala, flota la idea de que los probables mamarrachos de Yimou, Wintemberg, Rodrigo García, Beresford y Dörrie son, sí, adecuados para Mar del Plata. Es, como se ve, una situación ridícula e innecesaria: ningún festival se convertirá en la reiteración de otro por compartir un porcentaje pequeño de su programa ni por coincidir en algunos criterios de selección. Es hora de abandonar las niñerías.
También empezó bien el festival en cuanto a las películas. Con una excepción. Prolija y lo suficientemente sórdida como para pasar por importante, con una escena de taberna que ni Emile Zola, Caddie es una suma de rubros bien cumplidos coordinados por un taxidermista. Todo en ella es correcto y difunto, como dibujo de Simulcop. La película es de 1976 y forma parte del foco dedicado al cine australiano, que promete redimirse con Wake in fright de Ted Kotcheff y Enigma en París, el debut de Peter Weir. Como curiosidad, vale decir que Martínez Suárez estuvo en la proyección. Pero antes de sacar conclusiones apresuradas sobre lo que piensa del cine, conviene recordar que en aquel mismo año el Viejo estrenó Los muchachos de antes no usaban arsénico, una comedia negra que bien podría ubicar a esta Caddie en el cementerio que le corresponde. Fuera de este mal momento, todo hasta ahora ha valido la pena. Tourneé, Yo maté a mi madre, Sparks of being son películas valiosas, legítimamente polémicas. Y hay al menos un acontecimiento, todavía en proceso. Muy probablemente, cuando pase el tiempo, el de 2010 será el festival que programó en copias restauradas la obra completa de Pierre Étaix. No es difícil adivinar la mano de Fernando Martin Peña detrás de este acierto notable, aunque en el catálogo su nombre figura solamente como programador de los homenajes a Antonio Ripoll y Salvador Samaritano (el primero permite al festival una copia en 35mm de Soñar, soñar, nada menos). Dicho a manera de aproximación básica, el cine de Étaix dibuja un arco que en nombres propios va de Tati a Moullet. Pero está bien lejos de continuar a uno y de coincidir en su final con otro. El cortometraje Heureux anniversaire es una obra maestra de la comedia, a la altura de las mejores breverías de Keaton y las mejores secuencias de Tati. Y Le suspirant es un largometraje encantador, una sucesión de gags de inteligencia plena reunidos sobre una estructura mínima. Étaix hizo todo su trabajo como director en diez años, entre 1961 y 1971. Su última película, Pays de cocagne, es un documental bastante caótico y muy mala onda, realmente distinto de su propuesta previa en cuanto al tono aunque no en la determinación de sus blancos, que siguen siendo la vida urbana, la publicidad, las vacaciones regulares y todo amontonamiento. Habrá más Étaix; todavía faltan tres largos.
Tourneé es una de las películas que tal vez se pueda ver también en Buenos Aires. Ojalá sea así. La dirigió Mathieu Amalric, actor excelente que trabajó con Assayas y Spielberg, con Despleschin y Tsai Ming-liang, y que participó hace unos años en la competencia del festival marplatense con El estadio de Wimbledon. Tourneé trata de la gira que un grupo de neo strippers estadounidense (una especie de vanguardia del género, de existencia real) hace por Francia. Su contratante es Joaquim (el propio Amalric), un tipo que supo ser un exitoso productor televisivo en su país y ahora parece dispuesto a volver por sus fueros. Dicho así, el argumento puede recordar el de los viejos musicales: maduración de una obra en ciudades chicas y final con pompa en el centro del espectáculo (aunque París no está en el plan original). Pero nada tiene que ver Tourneé con tan noble género. Para empezar, no hay qué pulir, el show está listo desde hace tiempo; además, no hay progresión de ningún tipo. Lo que está en juego es la convivencia de un grupo de personas, casi todas mujeres, que llevan una vida ajena a la que se considera normal. Es una familia cassavetiana, cariñosa y cruel, siempre inestable, y las escenas buscan el registro de su interacción en movimiento perpetuo, como a punto de terminarse o de mutar hacia otra cosa, insospechable. Con su cámara ardiente y su tremendo montaje, y con unos personajes fuera de serie, Amalric consigue momentos estupendos en el tren, en los hoteles y en el backstage (además de en escenas por fuera del grupo) que liberan a la película de la dependencia de sus cuadros escénicos, de interés muy variable. Es cierto que es irregular, pero también es vibrante, y esa es su ley. El punto de referencia más obvio para hacer jugar a Tourneé en una zona del cine es el mencionado Cassavetes, gran explorador de comunidades llenas de amor y desbarajuste, pero probablemente convenga sumar también a Abel Ferrara. Efectivamente, el personaje de Amalric es tanto un descendiente del Ben Gazzara de The killing of a Chinese bookie como del Wilhem Defoe de Go go tales. Tourneé vive bien en tan hermosa compañía. Al menos hasta cierto punto. Porque hay un instante difícil, que habría que revisar. El problema de la película aparece cuando se señala con énfasis el patrón contra el cual esta comunidad pequeña y efervescente puede ser definida como libre, desjerarquizada o heterodoxa. Hay dos momentos rimados que funcionan bien y alcanzan para establecer el contraste. En uno, Amalric pide al empleado de un restaurante que apague o baje la música funcional, en el otro hace lo mismo pero con la televisión. Las respuestas que recibe son iguales: no se puede, el volumen es fijo y responde a una norma. El par de escenas es una pequeña anécdota sobre las instituciones: frente a la uniformidad, el grupo de artistas propone su vida y su obra. Pero hay una tercera vez, que juega la misma carta a los gritos. Amalric y una de las actrices – la descollante Mimi le Meaux - van al supermercado el día después de un show. La cajera que los atiende los reconoce y los felicita: estuvo en el teatro y se la ve feliz. “Pasé una gran noche”, les dice, y se adivina que su alegría es excepcional. La mujer tiene más de cuarenta y es gorda, igual que algunas strippers. De pronto, deja de hacer su trabajo y hace algo imprevisto: quiere mostrarle las tetas al productor, ahí mismo, en un casting apenas mamario, como poseída por una interpretación superficial del show y el deseo de otra vida. Cuando Amalric le dice que no, que no tiene tiempo ni quiere evaluarla, la cajera cambia admiración por bronca y saca a los artistas a gritos y tiros de mercancía. La empleada representa, lógicamente, la vida gris que la troupe combate, algo que ya había sido establecido anteriormente y con contundencia, sin necesidad de ofrecer a la vez la miseria de un personaje que quiere algo que no puede tener o no se anima a buscar.
José: despues de leerte me dan ganas de ir a Mar del plata (creo que hace más o menos 6 años dejé de ir al festival de los lobos marinos). pero sobre todo para volver a ver "aquel" cine australiano. No me acuerdo un catzo de Caddie, salvo que la ví, que acá se llamó Te llamaré Caddie y de que tenía una protagonista muy bonita. Por ahi era un bodrio naturalista como decís, no recuerdo ningua escena de taberna. para ser sincero no recuerdo ninguna escena, salvo la car de la protagonista.
ResponderEliminarEl enigma en París, está mejor, seguro; por lo menos esta la recuerdo más, con su estética muy clase B y su aire apocaliptico de entrecasa, de comic under , muy en la onda Mad Max pero low perfil, y sin fascismo ni mel gibson (que vendrían a ser sinónimos.)
saludos
ale ricagno
Miré la programación y de " aquel cine australiano, salvo la de Weir, y la de Kotcheff ( que es una verdadera salvajada), poco y nada. Beresford siempre fue un chanta y hay dos de él!! ( hui, por favor, de Después de la emboscada, la otra no se, pinta un poco mejor pero le desconfío). La que zafa por cierta ambiguedad y clima es The proof, de Jocelyn Moorhead. Pero es de los 90. Y no es de "aquel" cine autraliano de lo 70. Y que hace cocodrilo dundee en la programación!!! seamos un poquito serios!!!
ResponderEliminarAlejandro. La protagoista de Caddie es lindísima, como bien decís. Y usa unos sombreritos muy años 20 que hacen a su cara aún más bonita. Pero la película es atroz. La de Kotchef la veo en estos días y la de Weir - que vi hace años en un desvencijado VHS - creo que la pierdo, igual que las de Beresford (aunque Asalto al tren blindado me tentaba). Ojalá pasen la de Amalric en Baires, da para charlarla. Pero la estrella del festival es Étaix. ¡Qué inventiva! ¡Qué tempo! ¡Qué linda es la comedia! Abrazo.
ResponderEliminarY venite el año que viene, dale. Recién estuve con García y Castagna, viejos compinches tuyos, y con Roger Koza, tipo agradabilísimo. Aunque suelen ser veloces y tendientes a los enunciados categóricos, las charlas son parte esencial de un festival de cine.
ResponderEliminarpierre etaix, pierre etaix! No te pierdas basta la salud! ni yoyo. ese tipo es un eterno olvidado )del que se acuerda de vez en cuando Peña, que pasó un par).
ResponderEliminarVi por ahi que dan tambien un homenaje a Ferreri. Si podes no te pirdas esa maravilla nihilista que es Dillinger a morto. tambien esta la curiosisima Cia Maschio,-que vi hace poco en dvd- con Deaprdieu, un monito, y Mracello Mastroianni, despareja pero hipnotica y terminal.
Y si creo, que lo lindo de Mar del plata (de todo festival ) son las charlas. Aunque creo que solo podría charlar con vos, con Castagna, el canalla de JG, y sobre todo con Roger Koza ( cuando no está cerca de Quintín. jajaja).
El mundo de la critica en general me harta.
saludos
Detesto a los veloces y categóricos. Y no lo digo por Koza por que no lo conozco personalmente. Pero haycadaunomadecuatro! como decía Niní...
ResponderEliminarVívida la nota José. Pese a lo dicho me hubiese gustado estar, total uno va a ver las películas.
Buenos Amalric y Pierre Etaix
Martha. Ninguno de los nombrados, por lo que llego a entender, practica la religión de la boutade. Con Koza y Castagna estuve apenas y los conozco muy poco; con García ando más (lo aprecio mucho al Viejo Canalla). Igual yo no sé nada de lo que Alejandro llama El mundo de la crítica. Étaix la sigue rompiendo. Saludos a todos.
ResponderEliminarA ver, "el mundo de la crítica", es por lo general el camarrillaje
ResponderEliminar(yo creo haber formado ese mundo) que a veces veo en el Bafici, a la salida de la privadas, viendose ls caras a ver qué decir, a quién le gustó qué, para decir todo lo contrario. El no disfrute. A eso em refería, un poco a lo Bestia, con ese "mundo de la crítica", asi tan impreciso.
Por ejemplo, recien acabo de entrar al blog de Q. que todavía leo, sin participar porque ya no tengo energía. Y alli nomás, acabo de ver como Q se carga a Viscontí,con total impunidad y gatuitamente, en semicomplicidad del pixariano D'esposito, para quien " Muerte en venecia" hoy sería la muerte en cualquier cine
( sic). D`es pòsito: Anda a que te metan un Avatar por el orto.....!!
Perdón, me saqué. Es que uno tiene que leer cada cosa... Imaginate si las escucha a la salida de una película.... pero por otro lado me pomgo a leer el blog de Koza, y es un placer. Incluso y sobre todo cuando no coincido. Cuando uno no coimcide con un crítico y es un placer leerlo, es creo yo cuando hay un buen critico.
saludos
Hola: Si, Koza es buenísimo.Yl otro que habla de mUERTE EN vENECIA, NO LA ENTENDIÓ NUNCA. yO LA SIGO VIENDO Y SIEMPRE ME GUSTA , MÁS Y MÁS.
ResponderEliminarmE VOY A DESHACER DE LOS VIEJOS AMANTES PERO TENGO DE LA EPOCA EN QUE ERAN AMARILLOS COMO Cahiers du Cinema y hay notas tuyas (Ale) muy buenas. Entonces la gente que había era notable. Las amarillas quedan.No tengo espacio y mis revistas de teatro andan floculando por ahí. Martha
qué linda palabra floculando, la voy a empezar a usar una vez por semana...
ResponderEliminarEn la revista FUNAMBULOS nro. 33, de primavera, hemos salido nominados como integrantes de la nueva crítica de teatro, en varias hojas que analizan nuestras vicisitudes. Y si tenemos o no, poder de visibilidad o nos humillan , etc. Muy interesante, gracias.A la revista la compro siempre pero no tengo relación alguna con los integrantes. Se quién es Federico, nada más. Martha , la bloggera.
ResponderEliminarMartha: Cuando decís hemos salidos ¿ te referis a este espacio, a nostros? No he leido la revista
ResponderEliminar¿Dónde se puede conseguir?
saludos
FUNÁMBULOS es la misma revista de siempre, que trae una obra de teatro cada vez, pero hace tres números que sale pequeña. La dirigen Federico Irazabal y Ana Durán, con un montón de gente conocida.Se consigue en CCC,el Kafka,Avila,Salort, Kioscos de Cttes
ResponderEliminary La P.lata.La nota se llama: "Los nuevos críticos ¿Dónde están?" Pag 61 al 65. Antes era grande y en colores.Dan varias direcciones de blog, entre ellos el nuestro . Analizan la llegada de nuevos soportes. Hay 17 blogs y páginas web.contandonos a nosotros.
Martha,
ResponderEliminarSi te deshaces de algunos numeros del amante, avisame. Yo la colecciono intermitentemente desde el 91, completaria lo que me falta..y espacio todavia me queda...sobre todo para las negras y amarillas, hay muchas perlas entre ellas!!
cariños
Lukas
Luquita:
ResponderEliminarEstás sin suerte. Vino el amigo y se las llevó. Y como dije quedaron las negras y amarillas pero porque no las quiero vender.Hay unos nombres que no se puede creer: son la Selección.
Andate a la librería y ve si hay algo. Martha
Luquita: O mejor llamame por TE ( LO TIENE oSCAR) y arreglamos por esossosnúmeros que no son muchos.Martha
ResponderEliminarAle, voy a tener que volver a entrar al blog de Q, para leer con mis propios ojos semejante barbaridad...hay que ser soberbio, la puta madre...
ResponderEliminarfloculando...qué hallazgo!
ResponderEliminarla velocidad de tipeo va a dar lugar a la publicación de nuevos diccionario...Yo ya registro dos palabras: Cupala y floculando...suena medio indecente...
ResponderEliminarLa floculación es un proceso químico mediante el cual, con la adición de sustancias denominadas floculantes, se aglutinan las sustancias coloidales presentes en el agua, facilitando de esta forma su decantación y posterior filtrado. Es un paso del proceso de potabilización de aguas de origen superficial y del tratamiento de aguas servidas domésticas, industriales y de la minería.
ResponderEliminarCupala, Pía.
jaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! me fui hasta el diccionario de la RAE...es cierto...Convengámos en que no es una palabra que se use todos los días..tampoco la boludez...
ResponderEliminarentré a LLP, Ale. Decíme si te acordás el nombre de ese posteo, porque recorrerse todo el blog es un espanto...es sábado...lindo día...
ResponderEliminar