(y algo sobre las revueltas en Japón)
por Alejandro Ricagno (un atrasado en décadas orientales)
Hace unos años, en 1995 -en el siglo pasado, cuando el cine no era aún- como parece serlo más y más- una joven antigüedad y cumplía sus primeros 100 años, varias instituciones cinematográficas, encabezadas por el British Film Institut, encargaron a cineastas de diversos orígenes una serie de documentales sobre la historia del cine de sus respectivos países (aquí, los pasaron en la sala Lugones).
Recuerdo haber visto el de Stephen Frears sobre el cine inglés (so boring); el de Scorsese sobre el cine americano (personal, didáctico, discutible y apasionado); Godard dio otra magistral muestra de ironía con su 2 x 50 años de cine francés, donde decía, entre otros cosas, que lo que se celebraba no era el cine, sino el momento que se había pagado una entrada, es decir, lisa y llanamente capitalismo, por lo tanto no había nada que celebrar.
No menos polémico, recuerdo, fue el retrato de la historia del cine nipón, ya que el director elegido fue el para entonces ya no enfant -tenía 65 años- pero igualmente terrible Nagisa Oshima, el fundador de la mal llamada “nouvelle vague ponja” -título que el cineasta siempre detestó, dado que su irrupción rupturista en el cine ocurrió casi simultáneamente al estreno de Sin aliento, y el film de Godard recién se mostró en Japón en 1960, cuando ya Oshima tenía tres películas; en todo caso si era el nacimiento un nueva ola estaba sucediendo en simultáneo, como muchas cosas en esos años.
Seguramente el merecido prestigio que con los años fue adquiriendo Oshima en el plano internacional les hizo olvidar a los británicos que Oshima no era solamente “escandaloso” por haber filmado las asfixiantes maratones de sexo explícito a mediados de lo 70 en aquel inolvidable Imperio de los sentidos, sino por la radicalidad ideológica y estética desarrollada a través de más de tres décadas. El director, ciertamente no parecía el más indicado para “celebrar” la historia del cine japonés, ya que en más de una ocasión declaró que “detestaba” todo el cine japonés –es decir, todo el cine pre-Oshima. En el cine nipón pre-moderno, veía casi siempre nacionalismo, militarización unido al concepto de honor y conformismo. Oshima odiaba los films de género, fueran históricos o melos familiares, y casi todo, todo, todo lo que oliera a tradición establecida. Y ello incluía el humanismo que habita, por ejemplo, los films de Kurosawa, Mizoguchi, Ozu o Naruse, por citar algunos de los maestros más conocidos antes de la emergencia de esa nueva ola japonesa de la que Oshima fue cabeza de lanza del movimiento, junto a compatriotas como Shoei Imamura, (el más cercano a su mirada social), Kaneto Shindo, Koji Suzuki o Kenji Wakamatsu (con quien se lo compara, pero a mi criterio Wakamatsu es un cineasta mucho menos interesante, como sostiene el amigo José Miccio en La otra nº 19). Si ven ese documental (se encuentra en youtube bajo el título 100 años de cine japonés, doblado al español), comprobarán que esos cineastas canónicos están apenas mencionados allí, como al pasar: unos segundos para Mizoguchi, otros para Ozu, y creo que dos segmentos para Kurosawa. Muchas de las películas son mostradas a través de fotos o fragmentos, sin siquiera ser mencionadas por el nombre o el de su director; en cambio Oshima aparece más interesado en señalar qué era lo que aparecía de la sociedad japonesa en el cine previo a la década del 50; esto es previo a su irrupción como cineasta, -situación a la que le dedica mas de 15 minutos del doc; citando hasta 5 de sus propias producciones. Más allá de la auto- reivindicación –merecida, por otra parte- y de la autoconciencia del significado que el realizador ha tenido como renovador en la cinematografía japonesa, no se le puede negar coherencia. Bajo esa mirada sociopolítica sesgada sobre la historia de cine de su país, se reconoce el gesto que ha tenido a lo largo de toda su obra: la de un provocador, un agitador social.
Ceremonias
El propio Oshima en el doc, frente a un fragmento de Onno no sonno, también conocida como The garden of women, un oscuro film del casi desconocido en occidente Kesuke Kinoshita,-que está sin identificar en el doc; volviéndome loco en la net pude ubicarlo- que muestra una rebelión estudiantil en un colegio encabezada por una joven militante, se escucha la voz de Oshima comentando:
He visto este film en la primavera de 1954, y permítanme hablar en primera persona, pero este fue el año que yo ingresé al cine japonés, había aprobado mi examen como ayudante de director para entrar en los estudios Shochiku, y aún no tenía claro si quería dedicarme al cine. Hasta entonces no tenía yo un buen concepto del cine. Pero ésta película me hizo decidirme, pensando en lo que uno podía llegar a hacer a través del cine. Seis años después me llegaba la respuesta. Durante la época en que obreros y estudiantes rodeaban el edifico de la legislatura de gobierno para protestar por la ampliación del Tratado de Seguridad entre Japón y los EEUU, yo estrenaba mi segunda película, Cruel historia de juventud.
Noche y niebla en Japón
Pues bien, ahora la benemérita sala Lugones ha programado a partir de hoy el ciclo Nagisa Oshima: los comienzos de un maestro. Y podremos comprobar, en bello 35 mm y cinemascope, qué era lo que le pedía –y le ofrecía- Oshima al mundo del cine de su país, y al mundo en general. Se trata de diez películas del director realizadas entre 1959 y 1971. Nueve son ficciones y la restante es un mediometraje documental, toda una novedad, ya que al mencionarse su obra, pocas veces se habla de los documentales realizados para TV -y si uno revisa su filmografía de entre más de 51 títulos, 19 son documentales. Ni la extensa y muy informativa nota de Senses of cinema, a la que he recurrido, ni en los varios artículos de Jonathan Rosenbaum que le ha dedicado –otra fuente imprescindible- se menciona mucho esa vertiente (Rosenbaum menciona solamente el doc sobre la centuria del cine, para criticarlo, con cierta justicia).
Dentro del ciclo hay por lo menos tres obras maestras. Y me consta, porque he visto al menos dos de ellas, y a mi entender pueden tranquilamente clasificarse así. Y todas son absolutamente diferentes entre sí. El invierno pasado, presa de una fiebre, elegí convertirla en fiebre “nipona nuevaolera”. Gracias a la no menos benemérita Videoteca de la calle Corrientes 1555, que me los facilitó, durante dos semanas de convalecencia vi seis Oshima, pre-Imperio de los sentidos, con algún que otro Imamura temprano, para comparar. Entre los Oshima que vi estaban: Cruel historia de juventud (la película que lo lanzó a la palestra en 1959), Noche y niebla en Japón (un must de cine político), Diario de un ladrón de Pinjaku (una rareza rupturista inclasificable, muy en espíritu del 68) y Boy (otra masterpiece). Todas interesantísimas, pero especialmente, la segunda y la última, hacen la gran diferencia.
Es cierto que muchas de sus películas se entienden mejor si uno tiene data sobre el contexto histórico en que fueron hechas y conoce algo de la historia de los movimientos estudiantiles de izquierda japoneses de los que Oshima formó parte. Antes que cineasta fue un activo militante estudiantil, cuando cursaba leyes en Kyoto durante los años 50, y lideró las primeras protestas contra el Tratado de Seguridad firmado entre EEUU y Japón que establecía la presencia de las tropas estadounidenses dentro del territorio japonés, aún después del fin “oficial” de la invasión norteamericana en 1951. El Tratado de Seguridad, que debía renovarse cada diez años, fue dando lugar a masivas protestas, que incluían otras reivindicaciones, de la que participaran tanto el Partido Socialista y el Partido Comunista Japonés, como el colectivo que agrupaba a las distintas asociaciones estudiantiles independientes de gran capacidad movilizadora, y que durante las siguientes décadas tendrían aproximaciones y rupturas con ambos. El colectivo se conocía con el nombre Zengakuren (fundado a partir de una huelga total en 16 universidades del país en 1949, cuando pedían una mayor autonomía para las universidades). Hay al menos tres momentos claves en la historia de esas protestas y su relación con la Zengakuren.. El primero sucede durante los años 50, años en los que Oshima participó activamente en la Universidad de Kyoto, (por eso el film de Kinoshita le debe haber pegado tanto), al año siguiente de la primer firma del pacto. Los otros son la que se generan a principios y a mediados de los 60, respectivamente. En las protestas de los incios del 60 confluyen miembros de la elite del Partido Comunista, del Partido Socialista y los estudiantes más radicalizados. También para entonces se crea un grupo de choque policial especialmente entrenado para reprimir. Las manifestaciones son más violentas que las de una década atrás. El abandono del Partido Comunista de las siguientes movilizaciones genera dramáticas rupturas dentro de los colectivos estudiantiles. Para Oshima, este abandono –además del tinte estalinista de la vieja guardia que denunció a estudiantes “díscolos”- fue una de las más grandes traiciones cometidas por su generación. Ahora bien, Oshima no pone una mirada esperanzada en la nueva generación, tampoco, a la que ve repetir errores de la suya.
El pase de facturas, la sensación de derrota, -y la velada pero preclara anunciación de lo que en los 70 será la formación de la guerrilla de la Ejercito Rojo Japonés- está en el centro de Noche y niebla en Japón, filmada casi sobre las protestas de comienzos de los 60. Una boda entre un periodista cercano al movimiento estudiantil de los 50 y una estudiante más joven, activista en las protestas violentamente reprimidas en la décadas siguiente, es el escenario que Oshima elige para un puesta compleja. Los múltiples personajes convertirán la boda en un juicio sumario sobre las diversa posturas políticas, traiciones, justificaciones, deseos personales ocultos, delaciones, diferencia de clase sociales, en una visión nada maniquea, pero profundamente amarga, de las derrotas de la izquierda japonesa.
La película, ojo, amén de esta data que explique el contexto -y que muy sucintamente intenté aquí- exige una visión atenta; hay muchos personajes y uno tarda un tiempo en identificarlos, y sobre todo a qué fracción pertenecen. La historia va y viene en cuatro tiempos, dos en los 50 y dos en los 60 con repetidos flashbacks que cambian el punto de vista de los hechos. Las escenas tienen una fuerte impronta teatral, nada realista, de largas tomas que Oshima agiliza mediante deslumbrantes travellings laterales, con uso dramático del escope, y cambios lumínicos y oscurecimientos repentinos, que parecen remitir más a la esencia de una puesta brechtiana que al tradicional Kabuki. (En un estilo diametralmente opuesto, más pop furioso y sincopadamente rítmico, en Cruel historia de juventud, del mismo año, se alude, a través de los personajes laterales, a las protestas estudiantiles y a la renuncia a la lucha de una generación mayor que la joven pareja d protagónica).
La otra obra maestra es la desoladora Boy (1971), una de las pocas películas de Oshima donde el realizador entrega una mirada de simpatía y hasta de ternura hacia su personaje central: un niño de 10 años entrenado por sus padres para simular ser víctima de accidentes automovilísticos –Carancho a lo ponja, bah, pero sin abogados y estéticamente para nada “sucia”- y así extorsionar a los conductores. Una característica de Oshima es la brusquedad de sus cambios estilísticos de obra en obra: Boy, realizado mayormente en bellísimos exteriores, -al revés que el huis clos de Noche y niebla...-sigue desarrollando una mirada desencantada sobre el crecimiento económico de su país, que corre paralela al hundimiento moral de sus personajes, un poco a lo Fassbinder, no exento de momentos de gran lirismo. Y si bien esta sería otra de sus películas más anti-Ozu o anti-Mizoguchi en lo que a los retratos de relaciones familiares se refiere, flota sobre ella un suave perfume a melodrama familiar deconstruido -por más que Oshima siempre haya detestado el género-, sobre todo en la relación del protagonista con su hermano pequeño.
Diario de un ladrón de Shinjuku en cambio es agit-prop puro y (humorísticamente) duro, pero escapa a todo tipo de categorización: hay partes documentales con escenas de represión de las luchas estudiantiles niponas, pero ya las del 68, otras con un grupo de teatro callejero, escenas de sexo diverso, discusiones de literatos sobre Marcuse, Henry Miller, una pareja imposible y un inusitado y violento humor surrealista, pasajes del black & white al technicolor más furioso, carteles que interpelan la espectador, y más sexo, mucho sexo. Su línea argumental es constantemente interrumpida tanto por climas oníricos como por la irrupción de la realidad documental. No puedo decir que sea totalmente inteligible, es una película desequilibrada y hasta irritante, en más de un sentido, pero también es divertida y libre, y su desconcierto provocador proporciona no poco disfrute.
Diario de un ladrón de Shinjuku
La que quiero ver, además de su debut La calle del amor y la esperanza y Tratado sobre canciones obscenas (acabo de alquilarla y el DVD me pedía a gritos pantalla grande, por lo que resolví que mejor verla por primera vez en la Lugones y en Cinemascope) es el documental Diario de Younbogi, que toca otro tema caro a Oshima: el trato discriminatorio hacia los inmigrantes coreanos residentes en Japón -tema central de su magistral y brutal, Death by hanging, lamentablemente ausente en esta muestra.
La otra que todos los autores que he revisado ponen entre las masterpieces es Ceremonias (1971), una especie de saga familiar que a través de bodas y funerales recorre la historia de tres décadas de un clan, reflejando la progresiva decadencia de la sociedad japonesa, ya desde sus raíces hasta su modernidad. Las escenas de este film que el propio Oshima puso en su documental sobre el siglo del cine, me hacen recordar al Mishima de Paul Schrader, que debe haberse inspirado bastante en ella. Alguien en un blog la definió como una versión perversa de El padrino, donde Don Corleone y sus hijos estuvieran tratando de acostarse con Connie Corleone. Otros la comparan con City of Sadness de Hou Hsiao Hsien. Habrá que verla.
Prometo que habrá más sobre Oshima cuando haya completado las que me faltan -de las que se consiguen-.
Creo que se impone un Oshimazo para el próximo número de La otra.
Más detalles sobre el ciclo aquí.
No ví mas queel imperio de los sentidos. hABRÁ QUE PONERSE AL DÍA.GRACIAS. mARTHA
ResponderEliminarMuy bueno el blog, te dejo el mio
ResponderEliminarhttp://basta-fuerte-radio.blogspot.com/
Nos leemos, saludos y VIVA PERON
Sí vos lo decís... aunque me dijeron de buena fuente que Perón ha muerto.
ResponderEliminarmartha: ¿tampoco viste Furyo, aquella con David Bowie, y un por entonces desconocido Kitano, que transurría en un campo japonès de prisioneros ingleses? Seguro que la viste...( su inolidale música formó parte de la presentación del progrma Funcion priada.. seguro que te acordás) seguro que la viste, solo que como me pasó a mi me costó re-indentificarla como peli ponja... y de Oshima.
ResponderEliminarAyer he visto su opera prima, por primer vez y eso me hace rectificar cierta aseeración: A Oshima no le gustarán los melodramas, pero, aya que sabía hacerlos. Calle del amor y la experanza es un melo social, hecho y derecho, es decir un melo marxista (lo que no quiere decir heredero del realismo socialista, sino más bien heredero del universo del neorrealsmo más crudo trasladao al género) Otro must.
Ahora quiero (re)ver "Cruel Historia de juventud", a la luz de la anterior. Que según mi recuerdo trata de sacarse los restos del género a golpes de violencia pop y cero empatía con los pèrsonajes. Un estallido de color como contestación al monocromo, acompaña la aventura delictiva de la pareja ( socialmente) despareja que la protagoniza.
Cada oshima obliga a repensar el siguiente, o el anterior.
saludos
AR.
y BUENO... No tengo las pistolas del viejo de Hedda Gabler, pero mi padre tenía un Colt del Ejército al que le empavonó el escudito para que nadie se diera cuenta . Mal habido totalmente.
ResponderEliminarYa sé lo que tengo que hacer cuando lo encuentre...
Martha
Hola Ale:
ResponderEliminarAyer leí EL PASADO ES UN ANIMAL GROTESCO, que vuelve a representarse. Me gustó mucho. Quise ver lo que habías escrito pero ya no está, qué macana.
Martha
Martha:
ResponderEliminarbuscça bien porque está todo, no se borra nada.
saludos
Oscar: Lo encontré en...teatro.
ResponderEliminarMuy bueno ese trabajo Ahora voy a tratar de ir a verla.Se nota que es una puesta bárbara. Martha
Cara Marthe: Sí, es una puesta bárbara. Te recomiendo si la ves que la veas entre las filas 3 a siete,al medio, si es posible, porque asi escuchás un poco esa suerte de díálogos, frases sueltas, proferidas en paralelo por los personajes que "son narrados," y que "se cuelan" entre las narración "literaria" del texto propiamente dicho, proferidas por los actores en "función de voz narradora".
ResponderEliminarY sí, es un poco complicado, a veces buscar determinadas notas en el blog.
Depende de las etiquetas.
Yo sugeriría que en el caso de las de teatro cuando son nombre importantes, y de algunas de las de cine también, se agrega a las etiquetas o el nombre del dramaturgo o del puestista.
Lo mismo con los post sobre cineastas o actores o actrices.O ciclos,-como el de oshima- para que uno no tenga, con el tiempo, que ir a buscarlos solamente bajo un rubro general y revisar los post uno por uno.
Por ejemplo la tuya Martha, sobre Lagarce,o Veronese, que etuvieran Lagrace y Verones en las etiquetas respectivas.. O kartún.
Si hubiera estado Pensotti, por ejemplo, ya tendría dos etiquetas porque se habla de otra obra de él en el post sobre Ciudades paralelasd de diciembre pasado..
(Es una sugerencia, nomás, Oscar)
saludos Martha.
y pronto escribo lo de Lemebel-Begeréz. También te recomiendo un exquisito trabajo sobre Lope de Vega: Gatomaquia, en Timbre 4, por un grupo de 4 comediantes uruguayos E X T R AORDI NARIOS, dirigido por Hector Manuel Vidal.
Desde Vilches, que no veo a nadie hacer, rehacer, y adaptar con tanta gracia e inventiva la juglaresca del siglo de oro. Imperdible de verdad. Está a partir de este fin de semana de enero al 22 de febrero.
saludos.
Alejandro:
ResponderEliminarsería un laburo de locos re-etiquetar 1485 posts, buscando algunos nombres propios que tienen solo una o dos entradas. Y harían la tira de etiquetas aún más larga de lo que es.
Fijate que Teatro tiene sólo 44 entradas, Martha 56 y vos tenés 33 que están distribuidas en apenas 3 páginas de blog. No es tanto lo que hay para revisar. Cuando se trata de nombres propios que aparecieron sólo una o dos veces en el blog se pueden googlear junto con tallerlaotra y seguro que salen.
saludos
Oscar: era una sugerencia, y para futuro. No hacia atrás, por lo menos por ahi de este año en adelante. Y no lo digo por una cuestión de firma, sino por que sería más claro para el lector que busca , no se, Lagarce o Fellini, O Tati en el blog.
ResponderEliminarEs cierto las etiquetas crecerian, pero no se si mucho. En fin, fue una sugerencia nomás, frente a lo que comentaba Martha. yo ya lo habia pensado en más de una ocasión.
Hola chicos: Si : en todo caso hay que ir poniendo más data desde el título , también para destacar más algunos dramaturgos que son insoslayables y que la gente que ve poco teatro desee ir a verlos. Uno es Pensotti que dice cosas importantes y en forma original. Ýo me empecé a interesar por una muy buena ponencia que se leyó en un Congreso de Aincrit( críticos e Investiagdores de Teatro) Cualquier socio puede intervenir ahí con solo asociarse , . Los trabajos se leen en la Feria del Libro o CCC. no te cobran cuota.Hay un interesante mix con el cine. Yo lo hago desde el incicio porque me interesó siempre.
ResponderEliminara LOS URUGUAYOS LOS VÍ ACTUAR BREVEMENTE EN LA eSCUELA DE ESPECTADORES Y SON GENIALES.