Esta sociedad quere sustituir el amor por un régimen comercial de pura satisfacción sexual. (Alan Badiou)
Alan Badiou es uno de los poquísimos filósofos relevantes de la época actual, dedicado desde hace años a repensar el mundo contemporáneo desde una perspectiva que asume al mismo tiempo la crisis del marxismo, la opresión capitalista y la posibilidad de que la filosofía aún abra los caminos de rebelión y liberación. Se me ocurre proponer la siguiente fórmula: Badiou hace que el mundo contemporáneo y el marxismo se miren uno en el espejo del otro, no para restaurar un momento pasado de la historia de la filosofía, sino para que cada uno de esos polos sea capaz de echar luz sobre el otro. Esto que acabo de proponer no sigue estrictamente el léxico de Badiou, pero intenta ser una caracterización fiel de su posición.
Badiou revitaliza el marxismo repensándolo, incorporando los aportes provenientes de otros campos del pensamiento: desde el psicoanálisis lacaniano hasta la crítica heideggeriana al mundo técnico, desde la crisis de las matemáticas clásicas hasta la tradición paulina del amor. Badiou privilegia cuatro ámbitos de la existencia humana alos que les adjudica un potencial revolucionario, debido a su vinculación con la verdad: el amor, el arte, la política y la ciencia. Si algo diferencia a Badiou de otros autores actuales es su afirmación de que la verdad es, todavía, un factor decisivo de la vida humana (frente a tanta licuación relativista). Y, si hay algo que llama la atención en sus ideas, es que reinstala el problema del amor en el centro de las preocupaciones filosóficas. Badiou le ha dedicado una de sus obras más importantes a San Pablo y además es un buen conocedor de Kierkegaard.
Así que como hoy es el día de San Valentín y todos estamos posteando cancioncitas y dibujando corazones rotos (es un decir, disculpen), me parece que un buen aporte de este blog es reproducir unas palabras sobre el amor que Badiou dijo hace poco:
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–Usted es uno de los pocos filósofos contemporáneos que ha introducido en su reflexión algo único, es decir, el amor. Usted repite a menudo que es preciso reinventar el amor. ¿Cómo se hace eso?
–El amor es un gesto muy fuerte porque significa que hay que aceptar que la existencia de otra persona se convierta en nuestra preocupación. Mi idea sobre la reinvención del amor quiere decir lo siguiente: puesto que el amor se refiere a esa parte de la humanidad que no está entregada a la competencia, al salvajismo; puesto que, en su intimidad más poderosa, el amor exige una suerte de confianza absoluta en el otro; puesto que vamos a aceptar que ese otro esté totalmente presente en nuestra propia vida, que nuestra vida esté ligada de manera interna a ese otro, pues bien, ya que todo esto es posible ello nos prueba que no es verdad que la competitividad, el odio, la violencia, la rivalidad y la separación sean la ley del mundo. El amor está amenazado por la sociedad contemporánea. Esa sociedad bien quisiera sustituir el amor por una suerte de régimen comercial de pura satisfacción sexual, erótica, etc. Entonces, el amor debe ser reinventado para defenderlo. El amor debe reafirmar su valor de ruptura, su valor de casi locura, su valor revolucionario como nunca lo hizo antes. No hay que dejar que el amor sea domesticado por la sociedad actual –que siempre busca domesticarlo–. En otros tiempos, las sociedades clericales y tradicionales buscaron domesticarlo por el matrimonio y la familia. Hoy se busca domesticar al amor con una mezcla de pornografía libre y de contrato financiero. Pero debemos preservar la potencia subversiva del amor y apartarlo de esas amenazas. Y ello es extensivo a otras cosas: el arte debe también apartarse de la potencia del mercado, la ciencia igualmente. Allí donde hay un pensamiento humano activo y desinteresado hay un combate para liberarlo de los intereses.
–Usted también dice que el amor es un proceso de verdad.
–El amor saca a la luz lo que es una diferencia. En el amor aceptamos ponernos de a dos para explorar no ya lo que creían los románticos, es decir, la fusión, sino lo que es aceptar la diferencia del otro, aceptarla apasionadamente. El amor es todo lo contrario del individualismo que nos proponen. Se nos propone una soberanía del individuo, pero en realidad el individuo sólo es soberano de sus propios intereses. En cuanto hacemos algo interesante dejamos de ser soberanos. Si realizamos una demostración matemática los otros matemáticos vendrán a verificar que es cierta, dependemos de ellos. En el amor ocurre lo mismo. La soberanía es compartida con la presencia del otro. La idea de la soberanía individual es pobre porque excluye las actividades interesantes de la vida humana. El individuo se vuelve creador cuando acepta dejar de ser soberano.
–¿Qué le queda a una pareja enamorada en un mundo como éste? ¿La revuelta, la música, la poesía, el sexo, la indiferencia, la violencia, la sabiduría? ¿Cuáles son los ejes de una emancipación positiva frente a esta máquina infernal que es el mundo?
–En la situación de crisis y de desorientación actual lo más importante es guardar las manos sobre el timón de la experiencia que estamos llevando a cabo, sea en el amor, en el arte, en la organización colectiva, en el combate político. Hoy, lo más importante es la fidelidad: en un punto, aunque sea en uno solo, hay que tratar de no ceder. Y para no ceder debemos ser fieles a lo que pasó, al acontecimiento. En el amor hay que ser fiel al encuentro con el otro porque vamos a crear un mundo a partir de ese encuentro. Claro, el mundo ejerce una presión contraria y nos dice “cuidado, defiéndase, no se deje abusar por el otro”. Con eso se nos está diciendo “vuelvan al comercio ordinario”. Entonces, como esa presión es muy fuerte, el hecho de mantener el timón hacia el rumbo, de mantener vivo un elemento de excepción, es ya extraordinario. Hay que pelear por conservar lo excepcional que nos ocurre. Después veremos. De esa forma salvaremos la idea y sabremos qué es exactamente la felicidad. No soy un asceta. No estoy por el sacrificio. Estoy convencido de que si logramos organizar una reunión con obreros y ponemos en marcha una dinámica, si podemos superar una dificultad en el amor y nos reencontramos con la persona que amamos, si hacemos un descubrimiento científico, ahí empezamos a comprender qué es la felicidad. La felicidad es una idea fundamental.
(Entrevista completa acá).
muy bueno realmente. la verdad es que nunca leí nada de este tipo. la respuesta a la primera pregunta me encantó.
ResponderEliminarMuy buena la nota y todo el Blog! saludos desde Quilmes
ResponderEliminarNo conocía esta lectura del amor de Badiou. Pensandolo esta bien, me gusta eso de amor como resistencia, como subversión. Una fidelidad al acontecimiento, como en política. Ante la volatilidad de todo y de todos, sostener una fijación para determinación de un rumbo. Mas Badiou y menos bon-o-bon. Saludos
ResponderEliminarAhora Schopenahuer se reiría bastante con eso de que el amor no está expuesto a la competencia, a los mandatos de la especie
ResponderEliminarEn la era facebutt, esta bueno guardar artículos pasados del diario. La materialidad de las cosas colabora a resistir. Badiou nos ayuda a pensarnos un poco más.
ResponderEliminarMe voy al yoping a festejar don valentin y a esperar jalowin....ja..ja..
"...debemos preservar la potencia subversiva del amor y apartarlo de esas amenazas. Y ello es extensivo a otras cosas: el arte debe también apartarse de la potencia del mercado, la ciencia igualmente. Allí donde hay un pensamiento humano activo y desinteresado hay un combate para liberarlo de los intereses."
ResponderEliminarGracias por traer a Badiou, un pensador lúcido
Pobre Schopenahuer, no?
ResponderEliminarYo voto por Badiou para jefe de gobierno de la CABA. ¿o era Boudou?
Hola Gente: Tengo a Badiou en los dos tomos de PENSAR EL CINE 2004, con textos de locales como E.rUSSO y La Ferla, y otro que estuvo: Comolli.Saludos. Martha
ResponderEliminarAunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
ResponderEliminarAunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.