por oac
"En este día perfecto en el que todo madura y no sólo la uva toma un color oscuro, acaba de posarse sobre mi vida un rayo de sol: he mirado hacia atrás, he mirado hacia delante, y nunca he visto de una sola vez tantas y tan buenas cosas. No en vano he sepultado hoy mi año cuarenta y cuatro, me era lícito sepultarlo, -lo que en él era vida está salvado, es inmortal. La Transvaloración de todos los valores, los Ditirambos Dionisíacos y como recreación el Crepúsculo de los ídolos- ¡todos regalos de este año, incluso de su último trimestre! ¿Cómo no había de estar agradecido a mi vida entera? Y así me cuento mi vida a mí mismo".
El hombre que escribe estas palabras da testimonio de haber tocado un momento culminante de su vida, de haber sido iluminado por un relámpago de conciencia en el que todas sus conquistas se le revelan definitivas, tan espléndido que ya nada puede perder, tal vez porque ya lo ha perdido todo, o más bien porque logró desasirse de todo lo accesorio, es decir: de todo. Un hombre que sabe que ante todo se tiene a sí mismo, que su destino ha sido tal y que está plenamente conciliado con él, aún con las heridas que le hayan inferido, aún con el dolor que pudo sentir, incluso con el que vaya a sentir de ahí en más. Que ha llegado a ser el que es y que, por eso mismo, ya nada ni nadie puede hacerle mella.
Resulta conmovedor, quizás también inquietante, saber que pocos meses después, Friedrich Nietzsche, el autor de estas líneas (que sirven de prólogo a Ecce Homo, el libro con el que quiso presentarse ante el mundo), se derrumbaría en plena calle, después de haberse abrazado a un caballo, y que su espíritu, en los diez años de vida que todavía le quedaban, ya nunca más se repondría.
¿Es el instante de plenitud en el que escribió ese párrafo el que lo hizo tocar la verdad de su existencia? ¿Es finalmente Nietzsche el hombre jovial que dijo ser en ese instante, más allá de cualquier instante anterior, incluso más allá de la catástrofe vital que poco después le sobrevendría? ¿Habla la verdad auténtica de un hombre en el instante espléndido de su felicidad, aunque poco tiempo después se derrumbe? ¿O es esa serena jovialidad que Nietzsche declama el rincón en donde late, más oculta que nunca, la máxima desesperación?
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En sus últimos años lúcidos (antes del colapso de 1889) Nietzsche se manifestaba obsesionado por escribir el libro que llamaba su "Obra Capital", en el que legaría a la posteridad la versión consumada de su pensamiento. Para ese libro escribió miles de páginas en borrador, proyectó organizarlo de distintas maneras, barajó títulos posibles: La voluntad de poder, o bien Ensayo de una Transvaloración de todos lo valores, o bien El eterno retorno. La decisión de qué título adoptar y de qué estructura dotar al libro tenían que ver con el “cierre” que pudiera lograr para su pensamiento. De lo que se trataba era de dar por terminados tantos siglos en los que los hombres vivimos bajo el peso de nuestras propias invenciones, para asumir definitivamente que las grandes ideas que hasta ahora nos guiaron (Dios, la Verdad, la Justicia...) dependen de nosotros y no nosotros de ellas. En ese sentido puede entenderse el pensamiento nietzscheano como un humanismo extremo: "Siempre que se habla de "humanizar" el mundo, equivale a adueñarse más del mundo." [Voluntad de poder, Libro 3º, párr. 605 ]
El superhombre nietzscheano, al que muchas veces se quiso identificar con la política nacional–socialista, sería solamente la versión extrema del humanismo, en la que el ser humano, por fin, aboliendo la Verdad, se hace dueño del Todo. O en todo caso: Hitler tiene tanto derecho a reclamar para sí el rango nietzscheano como Obama, o el científico que descubrió el mapa genético del hombre. En todo caso ya no se trata de la verdad, sino del poder.
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Corre el año 1888. Nietzsche viaja a Turín. A medida que pasan las semanas, en vez de acercarse a darle forma a su Obra Capital, se empieza a sentir cada vez más inquieto: en un momento parece decidirse por alguno de los tres títulos y por una estructura determinada, pero a los días cambia de idea. Si en el párrafo que cité al comienzo de esta nota Nietzsche se jacta de una serena jovialidad conquistada al haber dejado atrás el espíritu de pesadez, si por esa jovialidad toda la existencia se le aparece como un juego, en aquellos días de creciente inquietud no se muestra capaz de jugar:
“Mi vida cayó en un cierto desorden en las últimas semanas. Varias veces me levanté a las dos de la mañana, «impulsado por el espíritu» y transcribí lo que acababa de pasarme por la cabeza. Entonces escuchaba cómo el dueño de casa, el señor Durisch, abría con cuidado la puerta, deslizándose a cazar gamuzas. ¿Quién sabe? Quizá esté yo también a la caza de gamuzas...”[Carta a Meta von Salis, septiembre de 1888].
Por esos días anuncia la inminente salida de la Obra Capital, pero en seguida se arrepiente. Divide el libro en varias partes y algunas de ellas decide publicarlas como anticipos de la gran obra. Manda a la imprenta El Anticristo y El ocaso de los ídolos. Vacila, manda a parar la impresión y cambia pliegos enteros de estos libros. En lugar de la Obra Capital, sigue publicando "opúsculos": aparece Nietzsche contra Wagner (en gran medida, un compilado de textos escritos anteriormente sobre el que había sido su gran amigo y que después se volvió su más feroz enemigo). Hacia fines de octubre decide que, antes de llevar a cabo “el solitario e inquietante acto de la transvaloración de todos los valores”, tiene que presentarse ante la humanidad y para eso escribe otro “opúsculo” anticipatorio: Ecce homo, precisamente el libro que contiene el pasaje que abre esta nota. Y que empieza diciendo.
“Previendo que muy pronto tendré que presentarme a la humanidad exigiendo de ella las cosas más difíciles que jamás han sido exigidas, considero indispensable decir lo que yo soy”.
muy interesante tu introduccion a la obra del filosofo.
ResponderEliminarsiempre seduce.
Adhiero. Muy bueno. Oscar: ¿No hay una pelicula sobre Nietzsche? ¿A nadie se le ocurrio filmar sobre, a partir, desde o por este tipo?
ResponderEliminarSi yo tuviera conocimiento de cine, conocimiento profundo de nietzsche, talento, paciencia, guita, tiempo, voluntad, contactos y un crédito de incaa, haría una película sobre Nietzsche. Pero como no tengo nada de eso, pregunto: ¿por que nadie lo hizo aún, habiendo gente que dispone de lo enumerado mas arriba?
Que yo sepa hay una película y solo una donde Nietzsche es personaje protagónico, se llama MAS ALLA DEL BIEN Y DEL MAL, es de Liliana Cavani y es... ¡pésima! El que hace de Nietzsche es el sueco Erland Josephson, y parece un libre-pensador medio tarambana. La que está igual es Dominique Sanda, haciendo de Lou Adreas Salomé.
ResponderEliminarPor otro lado, Bela Tarr acaba de hacer una película protagonizada por el caballo al que se abrazó Nietzsche.Tampoco le salió muy bien. Así que me parece que Federico es mufa para el cine.
Mirá, yo tengo conocimiento profundo de Nietzsche, talento, paciencia, tiempo, voluntad... o sea: me falta plata, con los mangos que me garpa Aníbal Fernández para hacer este blog K no me alcanza. Y contactos, la persona más cercana al poder que conozco es Lucas Carrasco, pero a él no lo reciben en ningún lado.
Así que la película yo no la voy a hacer.