Bueno, ya no es una novedad: se murió Ernesto Sabato, un escritor sobre el que muchísima gente tendrá algo que decir. Lógico: como dice un amigo, "el tipo vivió el siglo": la física cuántica, la fisión del átomo de uranio, los surrealistas, el existencialismo, la vuelta a Buenos Aires, la inquina de sus colegas científicos, la revista Sur, la sorna de Borges y Bioy, el peronismo, la fusiladora, el desarrollismo, las novelas, los ciegos, la dictadura, Videla, la Asamblea, el alfonsinismo, la Conadep, el Nunca Más, los dos demonios, el premio Cervantes, el menemismo... Yo tuve la suerte de conocerlo, de ser recibido en su casa de Santos Lugares una mañana de la década del 90. Yo coordinaba el Taller de Pensamiento Científico de la UBA y fuimos a hacerle una entrevista en video, media hora, todavía la tengo. No fuimos a preguntarle de todo, sino solo su visión del problema del progreso. Después de todo esa es la forma como había llegado a mi vida, siendo yo aún un adolescente, leyendo yo Hombres y engranajes:
"En 1934, cuando era un estudiante, fui enviado a un congreso comunista en Bruselas. Iba a Europa imaginando que los males del movimiento podían ser exclusivamente argentinos; todavía conservaba muchas ingenuidades, todavía me resistía a aceptar el movimiento stalinista como un sistema de vasos comunicantes.
"El universo burgués me había asqueado, como a tantos adolescentes, y me sentí impulsado hacia la revolución. Pero de pronto, ese movimiento revolucionario se me hundía bajo los pies, repentinamente me encontré en un vasto caos de seres y cosas. La existencia, como al personaje de La náusea, se me aparecía como un insensato, gigantesco y gelatinoso laberinto; y como él, sentí la ansiedad de un orden puro, de una estructura de acero pulido, nítida y fuerte. Así lo había sentido ya en mi adolescencia, cuando me precipité hacia la matemática, y ahora se volvía a repetir el fenómeno, aunque con más fuerza y desesperación. De ese modo, retorné a ese universo no carnal, a esa especie de refugio de alta montaña al que no llegan los ruidos de los hombres ni sus confusas contiendas. Durante algunos años estudié, con frenesí, casi con furor, las cosas abstractas, me di inyecciones de trasparente opio, viví en el paraíso artificial de los objetos ideales.
"Pero en cuanto levantaba la cabeza de los logaritmos y sinusoides, encontraba el rostro de los hombres. En 1938 trabajaba en el Laboratorio Curie, de París. Me da risa y asco contra mí mismo cuando me recuerdo entre electrómetros, soportando todavía la estrechez espiritual y la vanidad de aquellos dentistas, vanidad tanto más despreciable porque se revestía siempre de frases sobre la Humanidad, el Progreso y otros fetiches abstractos por el estilo; mientras se aproximaba la guerra, en la que esa Ciencia, que según esos señores había venido para liberar al hombre de todos sus males físicos y metafísicas, iba a ser el instrumento de la matanza mecanizada.
"Allí, en 1938, supe que mi fugaz paso por la ciencia había concluido. ¡Cómo comprendí entonces el valor moral del surrealismo, su fuerza destructiva contra los mitos de una civilización terminada, su fuego purificador, aun a pesar de todos los farsantes que aprovechaban de su nombre!
"De Francia pasé a los Estados Unidos, donde pude ver el Capitalismo Maquinista en su más vasta perfección. Volví a mi patria y empecé a escribir un primer balance, que publiqué en 1945 bajo el titulo de Uno y el Universo. En el prólogo, escribí: "La ciencia ha sido un compañero de viaje, durante un trecho, pero ya ha quedado atrás. Todavía cuando nostálgicamente vuelvo la cabeza, puedo ver algunas de las altas torres que divisé en mi adolescencia y me atrajeron con su belleza desposeída de los vicios carnales. Pronto desaparecerán de mi horizonte y sólo quedará el recuerdo. Muchos pensarán que ésta es una traición a la amistad, cuando es fidelidad a mi condición humana. De todos modos, reivindico el mérito de abandonar esa clara dudad de las torres —donde reinan la seguridad y el orden— en busca de un continente lleno de peligros, donde domina la conjetura".
"Durante cinco años me he movido en este continente conjetural. Sé mucho menos que antes, pero al menos ahora sé que no sé y sonrío melancólicamente al releer algunos capítulos de aquel primer balance, todavía habitado de tantos fantasmas, todavía candoroso creyente en ciertos cadáveres del mundo que fue. No incurrir en la nueva ingenuidad de imaginar que ahora me he desembarazado de cadáveres y fantasmas. Pero sí tengo la convicción de entrever ya con mayor crueldad los contornos de Uno-Mismo en medio de la confusión del Universo.
(...)
(...)
"Dice Martin Buber que la problemática del hombre se replantea cada vez que parece rescindirse el pacto primero entre el mundo y el ser humano en tiempos en que el ser humano parece encontrarse en el mundo como un extranjero solitario y desamparado. Son tiempos en que se ha borrado una imagen del Universo, desapareciendo con ella la sensación de seguridad que se tiene ante lo familiar: el hombre se siente a la intemperie, sin hogar. Entonces, se pregunta nuevamente sobre sí mismo.
"Así es nuestro tiempo. El mundo cruje y amenaza derrumbarse, ese mundo que, para mayor ironía, es el producto de nuestra voluntad, de nuestro prometeico intento de dominación. Es una quiebra total. Dos guerras mundiales, las dictaduras totalitarias y los campos de concentración nos han abierto por fin los ojos, para revelarnos con crudeza la clase de monstruo que habíamos engendrado y criado orgullosamente.
"Ha llegado el momento de decir adiós al siglo XIX, a ese maravilloso siglo XIX, con Stephenson y su máquina de vapor, su electricidad, su pujante economía capitalista, su optimismo cósmico. Ese siglo en que todos los males de la humanidad iban ser resueltos mediante la Ciencia y el Progreso de las Ideas; en que se ponía a los hijos nombres como Luz y Libertad, y en que se constituían bibliotecas de barrio llamadas Músculo y Cerebro.
"No me río de algo tan entrañablemente unido a mi infancia y adolescencia: más bien me sonrío con esa irónica ternura con que miramos las viejas fotografías de nuestros abuelos. Todavía recuerdo los días de mi niñez en un pueblo pampeano, con sus socialistas de corbata voladora y grandes sombreros negros. Y aquellas bibliotecas en que se acumulaban libros de tapas blancas, con el retrato del autor en un óvalo: Reclus, Spencer, Zola o Darwin, ya que hasta la teoría de la evolución parecía subversiva y un extraño vínculo unía la historia de los peces y marsupiales con el Triunfo de los Nuevos Ideales. Y tampoco faltaba la Energética, de Ostwald, esa especie de biblia termodinámica, en que Dios aparecía sustituido por un ente laico pero también enigmático, llamado Energía, que, como su predecesor, lo explicaba y lo podía todo, con la ventaja de estar relacionado con la Locomotora.
"El siglo XX esperaba agazapado como un asaltante nocturno a una pareja de enamorados un poco cursis. Esperaba con sus carnicerías mecanizadas, el asesinato en masa de los judíos, la quiebra del sistema parlamentario, el fin del liberalismo económico, la desesperanza y el miedo. En cuanto a la Ciencia, que iba a dar solución a todos los problemas del cielo y de la tierra, había servido para facilitar la concentración estatal y mientras por un lado la crisis epistemológica atenuaba su arrogancia, por el otro se mostraba al servicio de la destrucción y de la muerte. Y así aprendimos brutalmente una verdad que debíamos haber previsto, dada la esencia amoral del conocimiento científico: que la ciencia no es por sí misma garantía de nada, porque a sus realizaciones les son ajenas las preocupaciones éticas.
"Frente al caos capitalista, surgió el movimiento socialista, pero pronto adquirió los atributos del siglo que quería combatir: la Ciencia y la Máquina se convirtieron en sus dioses tutelares, y al socialismo "utópico" de Owen, Fourier y Saint-Simon sucedió el socialismo "científico" de Marx. Y de este modo, la concentración del poder estatal mediante la ciencia y la economía condujo a los superestados basados en la máquina y en la totalización.
"Esta crisis no es sólo la crisis del sistema capitalista: es el fin de toda esa concepción de la vida y del hombre, que surgió en Occidente con el Renacimiento. De tal modo que es imposible entender este derrumbe si no se examina la esencia de esa civilización renacentista".
Ernesto Sabato
Santos Lugares
marzo de 1951"
Otros se encargarán de juzgarlo, qué tan buen novelista fue, qué cosas hizo bien, cuáles mal, uno siempre haría mejor las cosas cuando se pone en lugar del otro. Yo quiero recordarlo con gratitud, porque él me acompañó hacia esta problematicidad, de la que creo aún no haber salido.
Ernesto Sabato
Santos Lugares
marzo de 1951"
Otros se encargarán de juzgarlo, qué tan buen novelista fue, qué cosas hizo bien, cuáles mal, uno siempre haría mejor las cosas cuando se pone en lugar del otro. Yo quiero recordarlo con gratitud, porque él me acompañó hacia esta problematicidad, de la que creo aún no haber salido.
(Esta noche la seguimos a la hora 0 en La otra.-radio, FM La Tribu)
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ResponderEliminarSe hablaba mucho entonces de Sobre héroes y tumbas. Yo era joven, había dejado dos carreras y el vivir me deprimía. Mi neumonólogo vociferaba contra la psiquiatra que me daba pastillas. Salga, vaya a conferencias.( a conferencias??)Fuia a una Biblioteca de barrio y estaba Sábato. Me dirigió la palabra y me dijo que la gente de Castillo,(Abelardo) era muy inteligente) Mientras tanto se enojó mucho con el público que lehacía preguntas sobre El informe PARA ciegos..."Se creen que yo soy un sádico?" Igual hoy la gente lo sigue diciendo mal.
ResponderEliminarPero el médico tuvo razón.A la salida me esperaba un montón de gente y me llevaron a un asado. Todavía están en mi vida. Debe haber atravesado varias vidas en 100 años...
Aunque algunas de sus opiniones me generan contradicciones, reconozco la lucidez de este texto, y la bella prosa de "El tunel" y "Sobre héroes y tumbas"
ResponderEliminarGracias por el post
No lo dije pero va de suyo: me encantó lo de Oscar.El con su grabador y otros que deambulábamos por Recoleta y por Belgrano- viviendo en el centro- es algo que no se si ahora haría. Ayer alguien por Radio Nacional se entretuvo recordando que no quiso pedir por el paradero de Haroldo Conti, porque le caía mal el periodsta que se lo pedía.(!) Es medio difícil vivir 100 años y hacer todo bien. Sincontar con los cambios , En fin.
ResponderEliminarHermoso el post y el recuerdo de este hombre que tuvo el enorme valor de abandonar la ciencia y el positivismo para abrazar a la literatura.
ResponderEliminarEn línea con el tema del post alguna vez afirmó: “Hay veces en las que el progreso es reaccionario”
Para mí que no soy un egresado de Letras, Sobre Héroes y Tumbas es una novela hermosa y escalofriante.
Seguramente a Bioy Casares, que muchas veces lo hizo objeto de su ácida ironía burlona y descalificante, le hubiera gustado poder escribir un texto con esa potencia arrasadora.
Seguramente cometió más errores de los que hubiese preferido y tuvo también contradicciones; a ese respecto me gusta recordar, aunque no literalmente, un párrafo que leí no sé si en Apologías y Rechazos o en Uno y el universo:
Los errores de los grandes hombres suelen ser proporcionales a su importancia y pueden acelerar el progreso de la sociedad humana tanto como retardarlo por 400 años.
Gracias, don Ernesto, muchas gracias por todo.
Y gracias a Oscar por traer aquí su recuerdo.