Un cine del malestar
por Oscar Cuervo
Ninguna consideración sobre el cine político contemporáneo podría dejar de lado a Mograbi, dada su decisión de colocarse en un filo inestable: entre lo público y lo privado, entre el documental y la ficción, entre la observación de los otros y una incómoda auto-exhibición. ¿Narcisismo? ¿Honestidad descarnada? ¿Retórica pensada para molestar a sus semejantes? Mograbi siempre camina por el borde. Como una escena persistente en su cine: en ese punto de cruce que cada mañana los palestinos tienen que atravesar para ir al trabajo, para llevar a sus hijos a la escuela o a sus ancianos a un médico, y que dará lugar a ásperos roces con las fuerzas del ejército israelí. En esos puntos de cruce se coloca el cuerpo y la cámara de Mograbi con su densa materialidad, con el lente apuntando hacia esos compatriotas que no quieren ser filmados, mientras hacen lo que Mograbi detesta ver.
Este sábado a las 19:30 en Lambaré 873, Venganza por uno de mis ojos, de Avi Mograbi (2005).
por Oscar Cuervo
"Creo sinceramente -dijo ayer la Presidenta en la Asamblea General de las Naciones Unidas- que impedir el ingreso de Palestina puede ser visto tal vez por algunos como algo beneficioso para el Estado de Israel. Pero déjenme decirles, desde la autoridad que nos da ser un país que ha sufrido el flagelo del terrorismo internacional, que impedir que Palestina forme parte de esta Asamblea es seguir dándoles coartadas a los que ejercen el terrorismo”. El discurso fue en ese momento interrumpido por aplausos. Y Cristina siguió: "Que Dios ilumine a quienes tienen que tomar esta trascendental y estructural decisión en el mundo para lograr mayor equilibrio. Y que Palestina pueda tener este año su asiento número 194; estoy segura de que así vamos a contribuir a vivir en un mundo no solamente más seguro, sino también en un mundo más justo”.
Cristina seguro sabía (como todos sabían) que Estados Unidos hará uso de su poder de veto para impedir el reconocimiento del Estado Nacional Palestino: Obama había reiterado poco antes “el compromiso inquebrantable de Estados Unidos con la seguridad de Israel”; lo que traducido en palabras directas quiere decir: negarle al pueblo palestino el derecho a tener una nación reconocida por el mundo. Las llaves de ese reconocimiento siguen estando hoy en manos de poquísimos.
Hace un par de días decía Jorge Asís en su página web:
"'Porque el proyecto tiene que pasar por el Consejo de Seguridad'. Y por ahí Palestina, con seguridad, no pasa.
"Estados Unidos anima el llamado Cuarteto para la Paz para el Medio Oriente. Junto a la dividida Unión Europea, Rusia y la ONU. El Cuarteto toma, al boceto de reconocimiento, como una 'decisión unilateral'. Para retomar el diálogo dilatador que lleva -para Palestina- dos décadas de postergaciones, con los tratados de Oslo y Camp David incluidos. Mientras Israel -consideran- profundiza la política colonizadora con asentamientos extendidos.
"Sin rigurosa contabilidad, a esta altura, ya suman alrededor de 140 países que se encuentran dispuestos a proporcionarle, a Palestina, el objetivo institucional que procura su máxima autoridad.
"Estado soberano, independiente y autónomo".
El conflicto paelstino-israelí, desgraciadamente, parece que nunca pasa de moda. Cuando este invierno programé los dos ciclos de cine que estamos proyectando ahora (los viernes "Una vida en canciones" en Zorzal Mané, barrio de San Telmo; los sábados "Políticas del cine" en La Tribu, Almagro) no me di cuenta de que en una misma semana íbamos a proyectar Venganza por uno de mis ojos de Avi Mograbi (este sábado en La Tribu) y Vals con Bashir de Ari Folman (el viernes 30 en San Telmo). De modo que estamos a punto de empezar una semana (no calculada, cruzada de un barrio a otro) de cine palestino-israelí. Menos que menos podía saber, cuando programé los ciclos, que esta misma semana el tema volvería a avivarse a partir de la propuesta palestina en la ONU y el veto norteamericano.
No estoy del todo seguro de cuál es razón, pero siempre que se toca este tema en los ciclos de cine que programo se desatan las discusiones más ríspidas. Pasó en los años anteriores, cuando vimos Ruta 181, fragmentos de un viaje por Palestina-Israel (el extraordinario y monumental diario de viaje realizado por el israelí Eyal Sivan y el palestino Michel Khleifi), tanto como cuando fue el turno de Z32 (la última hasta el momento de Mograbi) o la misma Vals con Bashir. Es, indefectiblemente, un tema sensible y los ánimos siempre se crispan.
Quizá deba confiar en el cine mismo: porque estas películas (la gran mayoría de las que hemos pasado son realizadas por cineastas israelíes que asumen una posición muy crítica hacia las políticas del estado de Israel) evidencian estar hechas desde el malestar.
Y Avi Mograbi parece ser un especialista en el tema del malestar. Sus películas no despiertan demasiadas certezas -de hecho, puede considerarse una prueba viva de que el cine político no tiene que estar necesariamente fundado en certezas-; tampoco producen conmiseración ni odio. Más bien es el malestar la sensación más persistente. Un cine de la incomodidad, lo cual refuta que el cine político facilite el confort de las consignas proclamadas, en primer lugar, a los que ya están convencidos. La impresión verdaderamente inquietante que causa la visión de sus películas es que la cosa sigue sucediendo mientras miramos la pantalla y una vez que la película termina: películas filmadas en el más molesto presente; que la solución dista de estar cerca; que la madeja está muy enredada y los intereses para mantenerla así son muy fuertes. Y sobre todo: que una sociedad moderna, culta, con acceso a la información y necesidades básicas satisfechas, puede consentir formas brutales de humillación a un pueblo oprimido. Avi Mograbi es ese "comunista postmoderno" (como se definió cuando lo entrevistamos hace unos años), un israelí al que le va más o menos bien, pero se siente mal con los suyos, y que de ese malestar supo hacer un cine a su medida.
Ninguna consideración sobre el cine político contemporáneo podría dejar de lado a Mograbi, dada su decisión de colocarse en un filo inestable: entre lo público y lo privado, entre el documental y la ficción, entre la observación de los otros y una incómoda auto-exhibición. ¿Narcisismo? ¿Honestidad descarnada? ¿Retórica pensada para molestar a sus semejantes? Mograbi siempre camina por el borde. Como una escena persistente en su cine: en ese punto de cruce que cada mañana los palestinos tienen que atravesar para ir al trabajo, para llevar a sus hijos a la escuela o a sus ancianos a un médico, y que dará lugar a ásperos roces con las fuerzas del ejército israelí. En esos puntos de cruce se coloca el cuerpo y la cámara de Mograbi con su densa materialidad, con el lente apuntando hacia esos compatriotas que no quieren ser filmados, mientras hacen lo que Mograbi detesta ver.
Este sábado a las 19:30 en Lambaré 873, Venganza por uno de mis ojos, de Avi Mograbi (2005).
Bienvenido el cine de la incomodidad
ResponderEliminarCuando decis:"lo que traducido en palabras directas quiere decir: negarle al pueblo palestino el derecho a tener una nación reconocida por el mundo.",hay que aclarar que.Desde 1947, cuando la ONU aprobó la partición de Palestina en un estado judío y otro de árabe, hasta los acuerdos de paz de Oslo de 1992, nunca habían querido oír hablar de constituir un estado palestino. ¿Por qué? .Porque aceptar el estado previsto en la partición era aceptar también la existencia de Israel. El objetivo de todos los movimientos palestinos habidos y por haber no ha sido nunca el compartir la tierra prometida, con un estado para cada pueblo, sino la destrucción del Estado hebreo. Un objetivo compartido por la mayoría de gobiernos árabes, que han intentado llevarlo a la práctica reiteradamente al declarar la guerra a Israel en cuatro ocasiones: en 1948, en 1956, en 1967 y en 1973..
ResponderEliminarSolo queria aclarar este punto
He visto esta película en la época en que no me perdía los documentales de la Sala Lugones.Quizás ahora tendría, no sé si otra idea pero sí otra mirada.
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