por Sofía Grenada
Pigüé es una ciudad en la provincia de Buenos Aires que tiene 15 mil habitantes, lo que quiere decir que es una ciudad chica. Empecé a bailar a los 3 años danzas españolas con la única maestra que había en mi pueblo. A los 10, para una muestra de fin de año en la que bailábamos los temas de Las cosas del querer, invitaron para hacer una coreografía de ballet a una bailarina del Teatro Colón (esas cosas pasan muy seguido en los pueblos del interior). De las alumnas del estudio eligieron a cuatro para interpretar esa coreografía: a la hija de la profesora, a la que tenía condiciones, a la que le podían comprar el tutú y a la flaca (esa era yo).
Pigüé es una ciudad en la provincia de Buenos Aires que tiene 15 mil habitantes, lo que quiere decir que es una ciudad chica. Empecé a bailar a los 3 años danzas españolas con la única maestra que había en mi pueblo. A los 10, para una muestra de fin de año en la que bailábamos los temas de Las cosas del querer, invitaron para hacer una coreografía de ballet a una bailarina del Teatro Colón (esas cosas pasan muy seguido en los pueblos del interior). De las alumnas del estudio eligieron a cuatro para interpretar esa coreografía: a la hija de la profesora, a la que tenía condiciones, a la que le podían comprar el tutú y a la flaca (esa era yo).
El mismo día de la función me di cuenta de que ese tipo de música, que no tenía letra y en la que no había que tocar las castañuelas, me gustaba más. Así que dejé el español y me interné con Laura (la nueva maestra que había sido alumna a su vez del Teatro Colón y que había venido a vivir al pueblo) a estudiar “en serio”.
Recuerdo que para los 13, con la intención de competir en los Torneos Juveniles Bonaerenses y poder viajar a Mar del Plata, copiamos de un VHS una coreografía de danza contemporánea de Susana Tambutti. Nos pusimos unas gorras de baño en la cabeza, un enterito plateado, nos sacamos las zapatillas de punta y nos fue bien. Me sentí más libre.
Durante muchos años yo no supe lo que era la danza contemporánea. Cuando mis amigos y mi familia me preguntaban qué era, yo decía: “es lo mismo que hacía antes, pero con música rara y en patas “.
Más tarde me vine a estudiar a Buenos Aires, entré a estudiar al Taller de danza contemporánea del Teatro San Martín. Para poder hacer la carrera había que pasar tres semanas terroríficas de audición y sentía que todos los que estaban a mi lado entendían mucho más que yo de esta danza descalza. Entonces volví a agarrar ese VHS de la coreografía copiada y me encontré conque seguido a eso había un fragmento de Café Muller de Pina Bausch. No me aclaró demasiado el concepto pero… ya no me importaba, Había algo en esa manera de moverse que no tenía que ver con la técnica, no era danza, no era teatro, era más cotidiano pero poético, más ingenioso, más fuerte y frágil a la vez.
Ésa era la danza que yo quería.
Ver hoy la película en 3D de Wenders sobre Pina Bausch fue tan o más mágico que ver en vivo un ensayo en su estudio (un cine abandonado en Wuppertal).
Pina y Wenders eran amigos, hacía años que él quería llevar su material al cine. Pero había un impedimento en el que Pina insistía: la lente de la cámara no captaba la tridimensionalidad de los cuerpos y del espacio. Años y años Bausch estuvo marcándole eso que para ella era un defecto del cine y que la llevaba a no querer filmar. Cuando sale el 3D, Wenders le dijo a Pina: “ya está, ahora sí”. Y retomaron su vieja idea. Pero Pina muere poco antes de comenzar el rodaje y Wenders decide abandonar el proyecto. Por suerte, sus bailarines le piden seguir y tomar la película a modo de homenaje.
El 3D en este caso saca lo mejor de Wenders y de Pina, juntos se potencian, humanizan lo que parecía no ser más que un efecto pochoclo. Descubren lo que las palabras encubren, lo que los bailarines con su rostro en primer plano no pueden decir, cuando son puestos a definir en palabras lo que significó Pina para ellos. Intentan y no pueden. Una de ellas recuerda que lo único que la Bausch le dijo en años fue: “tenés que volverte más loca”.
Así como cuando a mí preguntaban qué era la danza contemporánea se me hacía difícil explicar, es también difícil hacer entender que la relación que hubo entre Pina y sus bailarines fue una relación física, cenestésica, una plástica que no corresponde a las palabras. Contar no sólo se puede hacer con palabras. Lo demuestra una de las bailarinas cuando intenta explicar qué es lo que Pina le dejó en el cuerpo, y lo que hace es saltar sillas por el aire. Otro baila en una escalera mecánica, otra en zapatillas de punta debajo de un tren, y todos juntos en una colina. Son sólo algunas de las escenas maravillosas que se incluyen.
Pina y Wenders se potencian, porque juntos descubren lo que las palabras ocultan. ¿Al fin de cuentas el movimiento no es lo que mueve al mundo? (valga la redundancia).
´´Bailemos, bailemos, bailemos; de lo contrario, estamos perdidos ´´.
Qué hermoso es esto que he leído aquí.
ResponderEliminarY la palabra : " bailemos" es perfectamente intercambiable por otra cosa artística que nos apasione y que sea capaz de iluminar.
Martha
La poesía del cuerpo...hermosa reseña.
ResponderEliminarme encantó la nota y la descripción de la infancia de la danza contemporánea: "bailar en patas y con música rara", jaja, buenísimo. Estoy esperando ver la peli, en el interior no la dan en 3D!!
ResponderEliminargracias Sofía!!
ResponderEliminarMuy intensa tu nota . Da muchas ganas de ir a ver la Peli sin y bailar ....sin parar