por Oscar Cuervo
Uno de los aspectos más patéticos y divertidos de este fin de campaña es el derrape definitivo de Tomás Abraham, su falta de timming para la política, la dolorosa inadecuación de los códigos que le servían para llamar la atención en las aulas universitarias al pasar a la esfera del debate político. El, que durante años se destacó por su palabra chispeante, capaz de sugerir una plasticidad de pensamiento para dejar pagando a los caretas, ahora parece envejecer de golpe y todo lo que lucía como frescura y gracia se muestra como inconsistencia y necedad. Tomás Abraham grita en los debates, balbucea lugares comunes, denuncia fascismo, se queja por una presunta censura mientras goza de una enorme difusión mediática que desmiente por eso mismo sus quejas. Hay quien dice que Abraham está obsesionado porque Página 12 no hace reseñas de sus libros y que eso tortura su psiquis perseguida. La otra noche en TN reprochaba amargamente que los que adhieren al kirchnerismo reciben pasajes para viajar por el mundo, lo que da a entender que se siente frustrado por no ser invitado. A cada rato recalca ser un intelectual, dice que él está para cosas mayores, que en su mente dialoga con Nietzsche, con Kant, con Platón. Pero cuando habla cuesta diferenciarlo de otros columnistas de Perfil. O algo peor, de un viejo amargado:
"A mí se me plantea un desafío. ¡Cómo le respondo? No solo a Carta Abierta, en general el terreno cultural es así. Yo soy un intelectual. Yo decidí ser un intelectual. (...)
"El tiempo es un asesino serial. En cualquier momento van a tener 40 años, al pedo, y se van a dar cuenta de cómo estos farsantes les hicieron perder el tiempo".
Mucha amargura. ¿Qué lo puso tan mal? Quizá se armó discursivamente a lo largo de décadas para ser un profesional de las habladurías en los tiempos de la cultura neo-liberal. Me parece que la re-politización del país y del mundo lo dejó en offside. El motivo de sus desvelos es que en estos días Argentina está consolidando un liderazgo político como hace años no conocíamos. La fuerza de los votos va a ser este domingo arrolladora. Y tipos como Abraham deben hacer pensado que todo eso ya se había acabado. Se afeitó y se perfumó para un estilo de fiesta que quedó demodé. Y de pronto en la calle hay otra fiesta.
En este link que dejo se lo puede escuchar haciendo papelones ante un periodista santafesino. Pobre Tomás.
O sea que es un simple arrebato narcisista.
ResponderEliminarTanto estudio, chamuyo, debate para ser un pendejo caprichoso.
Que boludez que es todo, a veces.
A Borges le hubiese causado mucha gracia esa autodefinición de Tomás. Una vez le presentaron a un tipo que se definió a sí mismo como intelectual y Borges le preguntó ¿y eso lo dice usted?...
ResponderEliminarHablábamos justamente de eso con un profe de filo moderna el martes. Él lo conoció a Tomás. Dice que es muy Vedette el tipo. Que entra y ni te mira. Parecería ser que cree tener un aura que irradia al resto de los mediocres mortales. Igual a mi siempre me pareció un cheto que vivió mucho tiempo en Plaza Serrano. Pero eso es prejuicio personal. Ahora, yendo a los hechos, no me pareció que lo que se dio haya sido un verdadero debate. Después dicen: "uhh, intelectuales en la tele debatiendo..."Me pareció sobredimensionado. A juzgar por lo que vi, me pareció un pelotudo.
ResponderEliminarYo conocí los blogs buscando a TA en la blogósfera.
ResponderEliminarAllí lo encontré en LLP y luego de su pelea con Q lo seguí en Pan Rallado; un blog con comentaristas, en general, paupérrimos.
Eso tomó algún tiempo hasta que algunas de sus afirmaciones, como el factor de equilibrio que producía Cobos (¿quién?) en la acción del gobierno, o la "necesariedad" de Carrió en el entramado político vernáculo terminaron por minar mi resistencia, y abandoné.
Hoy lo veo en sus últimas apariciones, destemplado, crispado, a los gritos y creo que "al pedo" estuve esos años visitando su posts.