por Oscar Cuervo
Un día después del tremendo triunfo de Cristina del 23/10, que le otorgó una legitimidad política inédita en las últimas décadas, la prensa de derecha, sin tener siquiera un candidato "vicecampeón moral" al que levantarle la mano, intentó iniciar una primera fase de desgaste del gobierno reelecto, mediante el mito "los mismos que la votaron ahora compran dólares porque desconfían de Ella". A falta de un líder opositor, el dólar. La operación dólar se basaba en algunos factores convergentes, como el giro de capitales desde las filiales locales de las empresas multinacionales hacia las centrales, un fenómeno que es global, ya que procesos similares están viviéndose en varios países emergentes; también hubo maniobras especulativas típicas de los procesos electorales; por último es notorio que hay en Argentina un lobby devaluador, que tradicionalmente aprovecha los momentos de transición (la caída de Alfonsín, los primeros meses de Menem, la caída de De La Rúa, el interinato de Duhalde, la asunción de Néstor, la de Cristina, la muerte de Néstor) para imponer condiciones más ventajosas para los sectores exportadores.
Apenas horas pasaron del apabullante 54% cuando desde las tapas de Clarín, La Nación y Perfil se intentó hacer el viejo truco de la profecía autorrealizada de la "corrida bancaria". El gobierno reaccionó como lo hace usualmente: de manera rápida y algo improvisada, equivocándose algo, sin renunciar a las líneas maestras de sus políticas permanentes, jugando al tanteo y error, hasta afinar los instrumentos que desalentaran la corrida y la devaluación buscada por algunos. El kirchnerismo hace eso: reacciona rápido, la pifia, afina la puntería, pone en juego la muñeca política que aprendió a emplear para enfrentar tantísimas operaciones. En estos días el dólar se está aplacando, el gobierno tonificó sus reflejos, se sacudió la modorra triunfal, cambió lo cambiable y preservó lo innegociable: no hay corrida, no habrá devaluación que signifique una abrupta transferencia de ingresos contra los que menos tienen.
Es decir: el kirchnerismo hizo una vez más lo contrario de lo que hicieron todos los gobiernos civiles desde la vuelta de la democracia: no aceptó la imposición de políticas por la presión de los mercados. Este es un estado fuerte y eso es lo que la derecha acostumbrada a hacer y deshacer en el país deplora como "autoritarismo". Es simple poder político. La simplificación grosera de esa eficaz operatoria se puede leer en la prensa: "Ahora el dólar se mantiene estable por miedo a las amenazas de Moreno". ¿Y si era tan fácil por qué los gobiernos de Alfonsín, Menem, De La Rúa, Duhalde, no hicieron en su momento lo mismo: poner un tipo que amenace a los especuladores para desbaratar los numerosos golpes económicos a los que estos gobiernos claudicantes cedieron?
El globo del dólar va desinflándose día a día. Junto con esto, la prensa de derecha (de la oposición no hablemos, porque no se sabe bien qué es eso) escribe cada mañana un capítulo del melodrama "Ella, más sola que nunca [solamente acompañada por 11.500.000 votantes], no da ningún indicio de lo que va a hacer en su segundo mandato, mientras tanto se desata una feroz interna entre los candidatos a integrar el próximo gabinete". La feroz interna te la debo, pero los titulares no escatiman adjetivos feroces, sangrientos, violentos y duros para insuflarle ketchup a sus tapas, a falta de verdadera sangre. Cristina no tiene por qué anticipar sus decisiones políticas, más aun cuando está en un momento de máxima acumulación de legítimo poder y no tiene ninguna necesidad de que el adversario le fije ni la agenda ni los tiempos.
En vista de la crisis económica global, parece que este es el momento de adecuar los instrumentos económicos que están al servicio del proyecto político que venimos conociendo desde 2003 (refrendado en las urnas en forma categórica hace apenas un mes). El poder político decide los rumbos del país sin ceder a los aprietes de la derecha. ¿Acaso Cristina ganaría las elecciones para aplicar el plan de los sectores que perdieron? ¿Acumularía 54% de los votos para hacer lo que quiere la minoría derrotada? No. Eso no significa que no se puedan o no se quieran hacer las modificaciones necesarias para que el proyecto siga afirmándose. Algunos instrumentos que durante los últimos años tuvieron cierta legitimidad y eficacia parece que deberían adecuarse a la nueva realidad, tanto local como internacional. Entre ellos, economistas de derecha y de izquierda han coincidido en marcar la necesidad de hacer un recorte y reorientación de los subsidios que mantuvieron planchadas por largo tiempo las tarifas de los servicios públicos. ¿Por qué ahora y no antes? Hay una respuesta pragmática: los cambios hay que hacerlos cuando se vuelven imprescindibles, pero además -el kirchnerismo lo fue aprendiendo muy bien- los cambios se hacen cuando se acumula el poder para hacerlos. En años de emergencia económica los subsidios fueron eficaces reaseguros de la reactivación y de la protección del salario real y el empleo. Hoy, seguir con semejante nivel de subsidios podría afectar la solidez que se supo conquistar. Hay una clase media bastante desahogada, que en muchos casos recibe subsidios que son tremendamente injustos en comparación con otros sectores sociales más vulnerables. El recorte de subsidios puede leerse como una medida re-distributiva, así como antes lo fueron los mismos subsisdios. El momento de hacerlo es ahora, no antes ni después, porque se tiene más poder que nunca para hacerlo: hay sectores que van a patalear porque se les cortan los privilegios, entre ellos seguramente las clase media y media-alta porteña. El recorte tiene que hacerse de manera discriminada y gradual; y seguramente el kirchnerismo va ha hacerlo una vez más con el método del tanteo y error, sin dejarse marcar la cancha por la derecha.
La derecha, claro, necesita ahora, una vez que se cayó la Operación Dólar y las otras que hubo antes, instalar el fantasma del ajuste. Las tarifas van a aumentar muchas más veces en las tapas de los diarios que en las boletas que se reciban en las casas. Algunos se asustarán por aumentos que les llegarán en forma más atenuada que la que temen, algunos otros se asustarán por un aumento que no les llegará (así como no llegó la devaluación); a los más pudientes les llegará y se enojarán más aún, porque siempre están enojados con este gobierno. Hace días se quejaban porque la AFIP no les permitía comprar todos los dólares que querían; ponían el grito en el cielo porque decían tener la capacidad de compra que la AFIP les negaba. Ahora esos mismos ponen el grito en el cielo porque dicen no poder pagar las tarifas sin subsidios: dicen no tener la plata que ayer tenían para comprar dólares.
Es algo gracioso y un poco patético ver la tapa de Prensa Obrera, en consonancia con la de Clarín y La Nación, denunciando el Tarifazo que todavía no llegó y que no llegará a todos por igual.
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