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30/01: entramos al escenario pasadas las 03.30. Un rato antes Liliana lo cruza a Marcelo Simón, se queja por las circunstancias de nuestra presentación y Marcelo le dice: "no sabía que venías con Juan Falú" (¿?????) y también: "quejate con Juan Falú".
Me llamó la atención que Marcelo Simón no nos presente, conocedor y admirador, como lo es, de Eduardo y su obra. Pienso íntimamente que en realidad lo admira tanto a Eduardo que no le convence mi status artístico (esto lo pienso desde hace tiempo, pero me lo banco porque nadie está obligado a gustar de lo que hago).
Su ausencia al momento de nuestro ingreso era un dato más de cómo se estaba valorando nuestra propuesta: sin prueba de sonido, sin comunicaciones previas, sin horarios de mayor alcance televisivo, sin el presentador central.
Ya en el primer tema sentimos las falencias del sonido. Liliana y Lilian no escuchaban la guitarra. Yo escucha apenas mi guitarra y nada el teclado. Eso significaba tocar adivinando. Pedí al sonidista hacer algo. La cosa no cambió y me despaché con todo.
NO CONTRA LOS SONIDISTAS, QUE SIEMPRE ME BANCARON, SINO POR LA DECISIÓN DE LA COMISIÓN DE NO INCLUIRNOS EN LAS PRUEBAS DE SONIDO PREVIAS. Una guitarra criolla debe probarse pues ya no se sabe cómo hacerla sonar al no estar enchufada. Es un tema que sufro hace mucho tiempo.
Se me soltó la chaveta y seguí hablando: de las pruebas de sonido selectivas, de la falta de valoración de propuestas artísticas diversas, y de nuestro destino de tener que sacrificar símbolos fuertes de la cultura (como esta guitarra) en aras de los altos volúmenes de nuestro folclore enchufado, gritado y lleno de palmas.
Se escuchaba, para colmo, el sonido de peñas aledañas. Claro, esa aberración de tener que tocar en el mayor encuentro folclórico del continente con sonidos paralelos, no se nota en los números enchufados y chequeados en pruebas previas. Toda una opción estética. (Leer completo en el blog Un Largo).
También la propia Liliana se expresó en una columna en Página 12:
Girar el plato, el escenario, es un recurso técnico que puede ser usado como elemento disciplinador, correctivo y sancionador por los organizadores de Cosquín. Es lo que hicieron con nosotros (Lilian Saba, Marcelo Chiodi y yo, invitados por Juan Falú) cuando aún nos faltaba por tocar el último tema. Nada más y nada menos que la “Vidala del nombrador”, de Eduardo Falú y Jaime Dávalos. Con apretar un botón electrónico, te sacan de la vista del público, si se hacen estas críticas que resguardan la dignidad musical de cualquier país.
Pero ojo, pues en Cosquín girar el plato puede transformarse en un alerta sobre la intromisión de tantos factores ajenos a la música, como influencias políticas y coacción del tiempo televisivo. Puede transformarse en un verdadero giro que nos conduzca a rediscutir el folklore argentino y su organización como espectáculo popular, y la creación de públicos que no sean cada vez más obligados a estereotipar el gusto. Tal vez sea mejor decirlo con el gran poeta catamarqueño Luis Franco: “Aquí estoy con el espanto y el encanto del que siente abrírsele un sentido nuevo”. Pero ese sentido nuevo sólo aparecerá como un horizonte para nuestras vidas y para este país cuando la política que festejamos en tantos planos no se acoja a los mismos criterios con los que se hacen estos espectáculos. Quiero para la música un acorde bien tocado, quiero para la política un pensamiento para la cultura, un horizonte armónico que sea homologable a las formas más avanzadas de justicia, como muchas de las acciones que este gobierno ha realizado. Quiero festivales y conciertos que incluyan a todos los que venimos haciendo de la música nuestras formas de vivir en las mismas condiciones, con los mismos derechos, con las mismas posibilidades, y no con la lógica de las jerarquías del mercado y de los medios que declaramos combatir.
Tengo una certeza. Si cuando fuimos invitados por Juan Falú a homenajear a Eduardo Falú hubiéramos subido con un cartel atrás que reivindicara cualquier tema de las discusiones pendientes más notorias, nadie nos hubiera sacado de escena. Bastó que nosotros criticáramos a la organización del festival para que esa rueda mágica expulsiva comenzara a girar con locutores diciendo que ellos habían sido víctimas de censura treinta años atrás en el mismo momento en el que nos deslizaban hacia el lado oscuro del escenario en este presente concreto. (Leer completo en el blog Un Largo).
Para escuchar el audio del programa completo con Liliana Herrero, clickear acá.
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Anoche en La otra.-radio nos dimos el gran gusto de dedicarle todo el programa a quien consideramos una de las más grandes músicas (y esto incluye a todos los músicos, sin distinción de géneros) de la Argentina actual: Liliana Herrero. Ella tuvo la amabilidad de recibirnos en su casa una tarde de la semana pasada y ahí grabamos una extensa entrevista, en la que hablamos de muchas cosas: de su gran disco Maldigo, de sus inolvidable recital de presentación en el Coliseo, de su modo de recrear las canciones de otros compositores, de su vínculo con Fernando Cabrera, Lisandro Aristimuño, Fito Páez, Fernando Barrientos, Raly Barrionuevo, Juan Falú... De su apoyo a la Ley de Medios y su vínculo con Martín Sabbatella. Del año difícil que pasó.
Nos deleitamos escuchando algunas grandes canciones cantadas por Liliana: Casamiento de negros, La garra del corazón, Bagualín, Garzas viajeras, El salitral, El mar, Se me va la voz (con Fito Páez), El tiempo está después...
También hablamos del bochornoso episodio provocado por las autoridades de Festival de Cosquín en febrero pasado, cuando boicotearon un homenaje a Eduardo Falú que había preparado Juan Falú, para el que había invitado a Liliana, junto a Lilian Saba y Marcelo Chiodi. Juan y Liliana se quejaron en el escenario por el maltrato recibido de parte de los organizadores, quienes los mandaron a actuar a las 3 de la mañana sin probar sonido. Después de que los músicos se expresaran en protesta por esto, los organizadores del festival terminaron de arruinar todo dando vuelta el escenario giratorio y sacándolos abruptamente de escena.
Juan Falú narró extensamente este episodio en una carta enviada desde Japón, que tituló "Caosquín". Un fragmento:
30/01: entramos al escenario pasadas las 03.30. Un rato antes Liliana lo cruza a Marcelo Simón, se queja por las circunstancias de nuestra presentación y Marcelo le dice: "no sabía que venías con Juan Falú" (¿?????) y también: "quejate con Juan Falú".
Me llamó la atención que Marcelo Simón no nos presente, conocedor y admirador, como lo es, de Eduardo y su obra. Pienso íntimamente que en realidad lo admira tanto a Eduardo que no le convence mi status artístico (esto lo pienso desde hace tiempo, pero me lo banco porque nadie está obligado a gustar de lo que hago).
Su ausencia al momento de nuestro ingreso era un dato más de cómo se estaba valorando nuestra propuesta: sin prueba de sonido, sin comunicaciones previas, sin horarios de mayor alcance televisivo, sin el presentador central.
Ya en el primer tema sentimos las falencias del sonido. Liliana y Lilian no escuchaban la guitarra. Yo escucha apenas mi guitarra y nada el teclado. Eso significaba tocar adivinando. Pedí al sonidista hacer algo. La cosa no cambió y me despaché con todo.
NO CONTRA LOS SONIDISTAS, QUE SIEMPRE ME BANCARON, SINO POR LA DECISIÓN DE LA COMISIÓN DE NO INCLUIRNOS EN LAS PRUEBAS DE SONIDO PREVIAS. Una guitarra criolla debe probarse pues ya no se sabe cómo hacerla sonar al no estar enchufada. Es un tema que sufro hace mucho tiempo.
Se me soltó la chaveta y seguí hablando: de las pruebas de sonido selectivas, de la falta de valoración de propuestas artísticas diversas, y de nuestro destino de tener que sacrificar símbolos fuertes de la cultura (como esta guitarra) en aras de los altos volúmenes de nuestro folclore enchufado, gritado y lleno de palmas.
Se escuchaba, para colmo, el sonido de peñas aledañas. Claro, esa aberración de tener que tocar en el mayor encuentro folclórico del continente con sonidos paralelos, no se nota en los números enchufados y chequeados en pruebas previas. Toda una opción estética. (Leer completo en el blog Un Largo).
También la propia Liliana se expresó en una columna en Página 12:
Girar el plato, el escenario, es un recurso técnico que puede ser usado como elemento disciplinador, correctivo y sancionador por los organizadores de Cosquín. Es lo que hicieron con nosotros (Lilian Saba, Marcelo Chiodi y yo, invitados por Juan Falú) cuando aún nos faltaba por tocar el último tema. Nada más y nada menos que la “Vidala del nombrador”, de Eduardo Falú y Jaime Dávalos. Con apretar un botón electrónico, te sacan de la vista del público, si se hacen estas críticas que resguardan la dignidad musical de cualquier país.
Pero ojo, pues en Cosquín girar el plato puede transformarse en un alerta sobre la intromisión de tantos factores ajenos a la música, como influencias políticas y coacción del tiempo televisivo. Puede transformarse en un verdadero giro que nos conduzca a rediscutir el folklore argentino y su organización como espectáculo popular, y la creación de públicos que no sean cada vez más obligados a estereotipar el gusto. Tal vez sea mejor decirlo con el gran poeta catamarqueño Luis Franco: “Aquí estoy con el espanto y el encanto del que siente abrírsele un sentido nuevo”. Pero ese sentido nuevo sólo aparecerá como un horizonte para nuestras vidas y para este país cuando la política que festejamos en tantos planos no se acoja a los mismos criterios con los que se hacen estos espectáculos. Quiero para la música un acorde bien tocado, quiero para la política un pensamiento para la cultura, un horizonte armónico que sea homologable a las formas más avanzadas de justicia, como muchas de las acciones que este gobierno ha realizado. Quiero festivales y conciertos que incluyan a todos los que venimos haciendo de la música nuestras formas de vivir en las mismas condiciones, con los mismos derechos, con las mismas posibilidades, y no con la lógica de las jerarquías del mercado y de los medios que declaramos combatir.
Tengo una certeza. Si cuando fuimos invitados por Juan Falú a homenajear a Eduardo Falú hubiéramos subido con un cartel atrás que reivindicara cualquier tema de las discusiones pendientes más notorias, nadie nos hubiera sacado de escena. Bastó que nosotros criticáramos a la organización del festival para que esa rueda mágica expulsiva comenzara a girar con locutores diciendo que ellos habían sido víctimas de censura treinta años atrás en el mismo momento en el que nos deslizaban hacia el lado oscuro del escenario en este presente concreto. (Leer completo en el blog Un Largo).
Para escuchar el audio del programa completo con Liliana Herrero, clickear acá.
¡No se puede escuchar, Oscar!
ResponderEliminarComandante: el link estaba interceptado por Amazon, creo haber descubierto por qué. Ahora funciona.
ResponderEliminarGrande, Oscar.
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