por Oscar Cuervo *
En Taxi Driver, después del baño de sangre con el que Travis Biclke (Robert De Niro) ajusta cuentas con la resaca de la sociedad, el final parece situarlo en el lugar del ganador desapegado del género noir, que logra la hazaña de poner las cosas en su lugar y gana el reconocimiento de la sociedad que hasta ese momento lo había despreciado. La dama rubia que antes lo veía como un freak parece ahora seducida por su valentía: su mirada arrobada condensa el encanto con que siempre nos cautivan los héroes cinematográficos. Pero esa resolución es chirriante: de pronto una súbita inquietud en la mirada del Travis sacude la escena, como si desde el fondo de su suficiencia un relámpago de locura pugnara por hacerse ver: ¿podemos confiar en ese happy ending? ¿no enmascara esa felicidad la violencia reprimida en los deseos imaginarios del espectador? Esta interrogación es lo específico scorseseano, lo que una y otra vez se malentiende como su ambivalencia moral. Como si un director debiera condenar las acciones reprobables de su personaje para asegurarnos que al final todo quede en orden.
Esa misma perturbación vuelve a encontrarse en El lobo de Wall Street, otra variación del tema del winner / loser. Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio) es un corredor de bolsa que se enriquece a costa de vender acciones basura a sus clientes incautos. Todo lo que hace Jordan Belfort es reprobable, pero no es una reprobación obvia lo que organiza el relato. Belfort lo cuenta (se trata de la autobiografía de un personaje real) y significativamente su historia se inscribe en el cuerpo de uno de los actores más carismáticos de Hollywood. La violencia de los fraudes y las víctimas que deparan casi no aparecen en pantalla (en la superficie, El lobo… es una de las películas menos violentas de Scorsese).
Un ejemplo del desacople entre la voz narradora y la mirada está estratégicamente colocado al comienzo de la película, en medio de una fiesta bizarra en la que están practicando tiro al blanco con un enano, cuando desde el off el protagonista se presenta: “Mi nombre es Jordan Belfort”, sobre la imagen congelada del enano arrojado. Inmediatamente la voz aclara: “No él, yo”, y por corte se pasa a otra imagen congelada del propio Belfort con gesto feroz, mientras sigue diciendo “ahora sí: soy un ex miembro de la clase media criado por dos contadores...”.
* Fragmento de "El héroe distorsionado" una nota aparecida en la revista mexicana La Tempestad. Se puede leer la versión completa en el blog Un Largo.
no me acuerdo el nombre de la película de la cual está sacada esa imagen de la tapa de la revista. la quise ver hace un tiempo y luego se me pasó... es re linda esa imagen... alguien sabe?
ResponderEliminartu nota ya la leí en Un largo. muy buena.
"Upstream Color" de Shane Carruth
ResponderEliminargracias! :)
ResponderEliminarvi Upstream Color ayer a la noche. no diría que es mala. es bastante inentendible. un poco pretenciosa. inentendible tal vez en un mal sentido. muy rebuscada medio al dope. es más interesante como historia de ciencia ficción que como historia con moraleja o algo así...
ResponderEliminarvolvi anonimo
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