por Lidia Ferrari
De visita a familiares en un pueblo de la provincia de Buenos Aires me encontré con varias cosas nuevas y lindas. Una de ellas, no tanto. Me planteó muchas preguntas acerca de nuestros intereses, de nuestra forma de estar en esta nueva etapa que se abrió en América Latina, desde hace más de una década, donde por fortuna varios países intentan consolidar una Patria Grande para hacer que la vida sea mejor para todos sus habitantes y no sólo para algunos.
En mi familia más cercana hay una chica que en unos meses cumple 15 años. Parece que está de moda que cuando cumplen los 15 años las chicas vayan a Disneylandia (Orlando) a pasar 15 días con sus amigas. que también cumplen 15, para festejar con todo. El festejo les sale alrededor de 6000 dólares y ya dos años antes los padres empiezan a pagarlo en cuotas. ¡Dos años antes! Esta niña lloró tanto cuando la madre le dijo que no, no sólo porque le parecía una exorbitancia de dinero, sino también por la idea de que esa debía ser la única manera de festejarlo. Claro, convencer a la chica luego de que casi todas sus amigas van a hacer el viaje fue difícil. Me enteré que personas bastante humildes, trabajadores a los que les cuesta ganar el dinero, hacía tiempo que pagaban las cuotas para poder realizar el sueño de sus hijas, eso que se “debía” hacer. Personas para quienes esa suma es muy alta y se les hace difícil conseguirla, muchas veces a costa de sacrificios. Pero “todos” piensan que es una experiencia alucinante a la que no se debe renunciar.
Esto me plantea interrogantes que no logro responder y que quiero compartir.
Sin dudas, este nuevo modo de festejar los 15 está en relación con un cierto bienestar económico democratizado. No se me ocurre que en la época a la que yo asistí se hubiera planteado algo semejante. Y no sólo por lo económico y las dificultades de viajar, sino también por las ideas que circulaban.
Hay empresas que organizan este tipo de viajes que se supone será memorable. Pensemos: se trata de ir a Disneylandia, ir al encuentro del mundo de la fantasía, donde todo debe ser extraordinario, al modo en que lo son los cuentos de hadas. Una ficción en la que todo parece ser perfecto. Juegos increíbles, lugares de sueños, todo maravilloso, wonderful. El sueño americano. ¿Cuál sueño americano? ¿El de la Patria Grande? No, por cierto. El de la “América”, esa que se ha apropiado de un significante que también nos pertenece. Estas niñas, viviendo en un país que ha decidido desde hace más de una década incluir a los excluidos, incluirse en una Patria Grande latinoamericana, estas niñas que han nacido en el siglo XXI, que han vivido la mayor parte de sus vidas dentro de una década que profundizó el acercamiento a Latinoamérica y les brindó un cierto bienestar material, el deseo [1] (?) de estas chicas está en relación a Estados Unidos y su mundo de maravillas. Sin dudas que esto debe plantearnos un interrogante fuerte sobre lo que sucede con nuestras culturas. ¿Cómo es posible que los sueños sigan siendo los de Hollywood, los que vende Disney, los que vende Apple o Facebook? Y este pequeño acontecimiento que he visto en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y la vida íntima de sus habitantes, me dice que hay algo en lo cultural que presenta problemas para la constitución de una Patria Grande. Cuando veo el esfuerzo que hace una madre humilde para enviar a su hija a festejar los 15 a Disney, evoco a esos centroamericanos que sufren tantas penurias para alcanzar el suelo de Estados Unidos, el país del ensueño al que obcecadamente se quiere arribar.
Esa misma ciudad también me mostró otra cosa. Daban una obra para toda la familia en un pequeño y sencillo teatro. Me la habían recomendado y fuimos ahí con los niños. No pasábamos de 40 espectadores. La obra se llama “Romeo y Julieta de bolsillo”. ¡Qué sorpresa increíble! La obra es maravillosa, en su texto y en su actuación. Son dos jóvenes, muy jóvenes, que actúan de manera prodigiosa. El texto es una adaptación libre de la obra de Shakespeare del director y actor Emiliano Dionisi. Lo nombro porque vi en acción la cultura argentina, la cultura de gente talentosa, creativa, que es capaz de crear más allá de estereotipos y formatos “americanos”. Una obra divertida, para toda la familia, muy inteligente, que nos hace pensar, que tiene humor, ironía y actitud crítica frente a los estándares de cierto marketing que no nos pertenece. Esto me devolvió la esperanza en que es posible transitar una propia cultura, una propia historia que no termine amarrada a los designios de Hollywood, Disney o MacDonald. Sobre todo porque la obra la pueden disfrutar tanto los niños como los adultos.
¿Cuál será el antes y el después de esa visita a Disneyworld? ¿Quedarán esas niñas ancladas en el deseo de volver o serán domesticadas en sus deseos consumistas?
¿Es posible que algo se pague dos años antes y no después de adquirir el producto? Me da pena que las niñas sueñen con ese viaje. Por suerte esta pena se contrarrestó con el talento y la creatividad de los jóvenes de la obra de teatro. Su creador es un joven con un inmenso curriculum, que aún no tiene 30 años y fue alumno de una Universidad pública, la de San Martín. ¿Cómo hacer para que ese talento se irradie y su onda expansiva ayude a los padres a resistir a la idea de que el único regalo que vale la pena para sus hijas sea ese viaje al ficticio y lejano mundo de Disney?
Esto lo escribí antes del triste episodio en el que muere una chica en su cumple de 15, por el juego de la “embarrada” donde, se dice, se trata de una forma habitual de festejo. Estos modos de celebración del cumpleaños de 15 de las niñas debería ser tomado como un síntoma que es necesario escuchar. En el caso de la chica del Chaco, la fiesta se transformó en su opuesto, no porque haya ocurrido un accidente, sino porque la forma de festejar incluye la violencia y el maltrato. La idea de enlodar una fiesta es elocuente y habla por sí misma. Se supone que la fiesta de 15 es una forma de la entrada en sociedad de las niñas que se hacen mujeres. ¿Será que a la par que se han ampliado los derechos a las mujeres aparecen estas construcciones sociales que “embarran” y someten a las mujeres a una forma de violencia, aparentemente divertida?
Como dijo el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera: la batalla más importante y más dura de pelear en nuestros países latinoamericanos es la batalla cultural. Estos episodios nos lo confirman.
El viaje a Disney es mucho mas barato que la tradicional fiesta tipo casamiento, y mas financiable.
ResponderEliminarDe todos modos las dos opciones son grasas.
Leyendo a marianote, uno termina por entender que el problema con estos tipos no es ideológico, es psicológico y humano.
ResponderEliminar¿Y si fuera más barato, qué?
No es ese el centro del post, pero el único modo que tiene de distinguirse con una opinión discordante que no tiene que ver con la cuestión, es hacerse el banana.
Sobre todo se nota en el remate: yo sí que no soy grasa, yo sí que soy cool, porque no sigo a la manada ni para Miami ni para el salón.
Si no existiera el kirchnerismo, qué problemas para ejercer la contra y la necesidad de sentirse únicos.
Volviendo al post, sí, Disney se naturalizó, si hasta Lanata manda a Casey Wander a Disney. Es trasnacional, e incluso productos de aquí como Violeta son de Disney, y son seguidos por millones de pibas, así que la "penetración" ya no es tal en cierta forma; y también forma parte de las aspiraciones que ahora pueden tener clases que antes no eran incluidas.
Es obvio lo que voy a decir, pero con la inclusión viene la emulación de los gustos, consumos y estética.
Es más, si uno observa a las pibas que siguen a Violeta, hasta cierto punto puede notarse que vienen mayoritariamente del Conurbano, tal vez porque las otras ya llegaron por otras vías a Disney.
Como se nota que Mariano T vive mirándose el ombligo.
ResponderEliminarSe debe pensar que todas las fiestas de 15 del país son como las del barrio donde vive, alquilando un salón de 20 lucas y con un catering de $400 por cabeza.
En miles de pueblos como el mío los cumpleaños de 15 son de dos tipos: los de clase media y los más humildes. En los primeros alquilan el mejor salón y un catering más o menos, y en los otros la familia entera cocina las entradas, entre todos consiguen un par de animales y algún pariente que se da maña los hace al asador. Con U$S6.000 te hacemos tres cumpleaños diez puntos.
Y también están accediendo al viaje a Disney muchas chicas, muy a mi pesar.
La fiesta es algo colectivo, un momento con familia y amigos.
El viaje es individualista y tilingo.
Por suerte acá hay más cena y baile y menos ratón Mickey
Tampoco hacen falta 6 lucas para Disney. Para una persona con la mitad alcanza.
ResponderEliminarPara mi a Disney hay que ir antes, yo llevé a los chicos cuando tenían 7 y 10, es mejor edad que las boludonas de 15, y no es tan grasa.
Encima ahora hay que bancarse el video de las fotos. Puajjj!
Una pregunta, cuál es el problema de Disney? Es muy divertido para los chicos.
"Sin dudas, este nuevo modo de festejar los 15 está en relación con un cierto bienestar económico democratizado. ", ja, que idiota.
ResponderEliminarLos viajes a Disney para los 15 se popularizaron en los 90s. Lamento pincharte el globo, se llama atraso cambiario, no "bienestar economico democratizado".
Me quedo ahí, es uno de los artículos más estúpidos que leí.