Si el 81% del electorado capitalino nos dijo que no quería votar al FPV, entonces no se trata de un embate de la derecha. La otra.-radio para escuchar clickeando acá
por Oscar Cuervo
Comenzamos el programa de anoche hablando en perspectiva de la derrota del FPV en las PASO de Capital el domingo pasado (es es nuestra caracterización, la de una derrota, la nuestra, y ese es el punto de vista desde el que nos interesa hablar: el de haber sido derrotados, no se nos ocurriría hablar del triunfo del PRO, no es nuestra perspectiva). Y yo decía que este traspié, el de haber salido terceros con uno de los porcentajes históricamente más bajos de los últimos años en la ciudad, es una especie de cachetada fructífera: no es una derrota de efectos paralizantes y devastadores.
El primer lugar del PRO era previsible, incluso los porcentajes que el macrismo sacó. Es más significativo que el kirchnerismo haya salido tercero, después de Lousteau y con menos del 20%. Es un cachetazo de efectos despertadores, si vemos lo que pasó esta semana en los ambientes kirchneristas: una discusión política interna que es signo de cierta asunción de la política como problema de construcción, un momento diferente a otros en los que el kirchnerismo se ha mostrado más diestro. Cuando viene un ataque desestabilizador muy bravo, en el que es reconocible la ferocidad de las clases dominantes de la nación y del mundo, ahí es el momento en que cerramos filas y a bancar. Porque sabemos que los golpes que vienen de ese lado son letales, literalmente, porque las clases dominantes hacen política con charcos de sangre y ahí la sangre llama a la sangre. Hace poco vivimos el último de esos intentos: la muerte de Nisman. Sea como fuera la circunstancia última del deceso, es una mano de la derecha despiadada la que pone el revólver en la sien del fiscal. Y ahí hubo que salir a bancar y ganamos esa pulseada inapelablemente.
Otra cosa son los golpes de urna: si el 81% del electorado capitalino nos dijo que no quería votar al FPV en estas circunstancias y con esta oferta electoral, entonces no se trata de un embate de la derecha. Podemos perdernos en disquisiciones interminables de sociología al paso para explicar por qué esta ciudad ha sido históricamente adversa a todo lo que huela a peronismo o kirchnerismo. Pero esa es una línea de fuga para evadir lo que nos toca. Un fracaso político. No logramos expresar políticamente ni siquiera a la primera minoría porteña desde hace años y cada vez peor, por más que tengamos para ofrecer una base material para contener a una parte importante de los sectores medios (que no son una sola clase) y también un sistema simbólico que podría invocarlos.
El kirchnerismo parece haber regalado este territorio, quizás con el gesto despechado del que se siente merecedor de un reconocimiento, quizás eligiendo al peor candidato posible para tender un puente con un sector adverso. (Es delicado decir esto cuando aún tenemos que salir a bancar a Recalde en las elecciones para Jefe de Gobierno). Recalde es seguramente un militante valioso, que en Aerolíneas tuvo que bailar con la más fea y la está piloteando. Pero, uno, no es un dirigente que haya hecho una construcción política en el distrito, sino alguien que aparece como beneficiario del dedo de Cristina. El dedo de Cristina es hermoso porque es de Cristina, pero no es un argumento político contundente cuando se trata de revertir la tendencia desfavorable de un distrito adverso.
Dos, siendo Cristina la mejor presidente que hayamos tenido y una dirigente de capacidad sin par en el elenco político argentino, la mejor de nosotros, lejos, ella tiene sus errores sistemáticos. Cuando tuvo que elegir candidatos no se mostró siempre lúcida: Boudou (no hablemos del caso Ciccone, que puede no ser un acto de corrupción sino una operación político empresarial encomendada por el propio gobierno; hablemos mejor de sus nulas espaldas para bancarse el embate, de su nula construcción política que hizo que el ataque mediático y judicial lo dejara fuera de juego), Insaurralde, y ahora Recalde son ejemplos de que Cristina, con toda su brillantez, suele no elegir bien sus candidatos. Quizás este déficit marque la ausencia de Néstor, podemos adivinar que ahí supo haber una discusión que ya no es posible (y eso no significa que Néstor fuera infalible: miralo a Cobos, miralo a Alberto Fernández). Con esa propensión hacia el error a la hora de ungir un candidato, un militante de la Cámpora no es hoy el más apropiado para tender un puente hacia un electorado arisco. Faltó picardía y sobró terquedad en la decisión de Cristina al ungir a Recalde.
Todo eso fue más que discutido en estos días en el interior del kirchnerismo y la discusión todavía no terminó. El electorado porteño nos dio un cachetazo que nos dolió pero no nos mató, ni nos dio una piña que nos dejara al borde del knock-out. Fue una cachetada que nos deja las mejillas rojas y nos hace pensar. La discusión nos vino a recordar que no somos un grupo homogéneo, que el kirchnerismo se nutre de gente que viene de distintas procedencias políticas y de tradiciones donde las cosas se encaran de maneras distintas.
El 678ismo nos hizo bien en otra etapa y después empezó a hacernos mal. Sirvió para momentos en los que primaba una sensación de aislamiento, nos hizo romper el cerco mediático en el que nos hallábamos paralizados en el interminable 2008. Incluso 678 sumó un montón de gente que ni se interesaba por la política o que había votado al ARI o a Proyecto Sur hacía poco. Alrededor del programa, aprendieron a formar parte de una mayoría hospitalaria. Fue muy lindo ese momento.
Pero lo instituyente se vuelve instituido y ese es uno de los tránsitos más difíciles en cualquier terreno de la vida, no solo en la política: vencer el anquilosamiento de lo que alguna vez funcionó bien. Es posible incluso que muchos de los que se sumaron al kirchnerismo a partir de la "atmósfera 678" (no cerremos el cuadro solamente en el programa) hoy sean los más enfáticos dogmáticos y antipolíticos que salen a condenar al votante porteño por gorila desagradecido. La furia del converso que le dicen.
Para alguien que estuvo preocupado por la construcción de mayorías desde el momento mismo en que Menem le arrojó la presidencia a Néstor, con solo el 22%, o incluso para el que cruzó el desierto que va desde la derrota al peronismo en 1983 y el vaciamiento del peronismo en 1989, el saber que las mayorías no vienen grandes y que hay que irlas dilatando con paciencia y con saliva, la derrota del domingo anterior no duele como un disparo en el corazón ni como una ofensa imperdonable, sino como un recordatorio de que hay que trabajar más y sobre todo mejor.
El kirchnerismo ya es más que Cristina y Néstor, es una coalición heterogénea cuyo sentido último está pendiente: somos gente muy distinta que de pronto nos encontramos en las Plazas cada vez que hizo falta, desde 2008 hasta hoy. Algunos compañeros kirchneristas piensan como gorilas cuando atribuyen el triunfo del PRO al "voto cosa", como se le escapó a Cynthia García en la discusión con Brienza, la semana pasada en 678. "Votan al PRO porque les pone un contenedor", dijo. O, como leí en un foro de facebook, "votan al macrismo porque Ritondo maneja el territorio de las villas y lo tienen cautivo". Son, reflejos gorilas, por más que los que dicen eso sean kirchneristas, por más que sean los kirchneristas más leales. Son argumentos especulares a los de los gorilas antiperonistas que explican de la misma manera por qué el peronismo viene ganando desde hace décadas en las barriadas pobres del conurbano, o de las provincias más pobres. Hay en ese despecho del que no fue votado una profunda falta de respeto al voto popular.
Así que para algo sirve esta derrota del domingo pasado: para empezar a llenar de contenidos posibles ese signficante semivacío que es ser "K". Que no está del todo claro y que se apresta a emprender una nueva etapa en las primeras elecciones presidenciales desde 2003 en las que no habrá un Kirchner candidato. La cachetada del domingo nos despierta y nos invita a hacer caer la sensación de ser un permanente 54%, de ser imbatibles, de ser justos, incluso de ser populares. Nuestro problema no es principalmente ganar las elecciones ni salir a convencer a otro para que nos vote. No es armar un rejunte como el que propician los operadores Pagni y Lanata de aquel lado, ni tampoco es nuestro problema el de replegarnos en una esencia metafísica peronista como propone el gurú del segundo cordón bonaerense, Manolo Barge, Nuestro porblema, más auténticamente político, es determinar quiénes somos y para qué contamos.
La blogosfera K hizo punta en esa discusión desde el lunes pasado mismo: Gerardo Fernández, Abel Fernández, Eva Row, los de Artepolítica, El Aguante Populista, Néstor Sbariggi, entre otros. Nos hicimos rápidamente cargo de la discusión, que no se da "puertas adentro", porque en política no hay adentro. Carlos Barragán recogió el debate en su programa de Radio Nacional Todos en cuero, donde hay más aire para la reflexión que en 678.
Pero quien supo encarnar mejor que nadie este estado de discusión y hacerlo masivo fue Hernán Brienza, paradójicamente en 678, un poco a contragusto de algunos panelistas que a veces no tienen ganas de debatir sino solo de darse la razón. Ayer en Tiempo Argentino Brienza puso en limpio los términos del asunto, así:
"El “progresismo siome” es una patología del progresismo y de la izquierda. Consiste en gozar con ser una minoría, con la ubicación en lo alto de la torre de marfil para desde allí poder decirle a los demás lo que está bien y lo que está mal, en creer que es más importante las cuestiones estéticas propias que la acumulación política de mayorías. El “progre siome” se mira todo el tiempo al espejo mágico para que este le diga como a la madrastra de Blanca Nieves que es el más lindo, el más inteligente, el más revolucionario, el más intelectual, el de las mejores formas. Es una postura onanista que no respeta al pueblo ni a las mayorías y que prefiere a Juan Domingo Perón en el exilio, a Ernesto Guevara en el póster, a Néstor Kirchner bien muerto y estampillado, que a Perón tratando de pacificar lo impacificable, a Fidel Castro tratando de construir el socialismo posible o a Néstor y Cristina negociando y muñequeando el auto de la política en el barro de un camino dificultoso y escarpado.
"El progresista siome es fundamentalmente un pequeño burgués que no termina de comprender al pueblo y que, en el fondo, le desconfía, lo considera impuro, promiscuo. Es pedante y soberbio, y como tal, prefiere gozar solo, derrotado, pero con el estandarte de su genialidad impoluto, que sentir el placer de formar parte de una marea humana. Le encanta “cantarle a la tropa solar que desfila a mil kilómetros del refrigerador” y, al mismo tiempo, sentir asco por la verdulera porque no vota lo que a él le gustaría que vote". (Completo acá)
Dado que la derrota del domingo 26 nos despertó a esta realidad que está esperándonos, que sea bienvenida. En el programa de anoche estuvimos un rato charlándolo, pueden escucharlo clickeando acá. (Música de U2)
A mi ya me resulta difícil hurgar en el contenido de esta discusión. En realidad siempre me resultó así, quiero decir; admiro a los que de un lado o del otro encuentran una explicación que les satisfaga a mano; los Brienza y las García. Nunca pude encontrar las que me completen aunque tampoco me desespera. Por lo tanto, cuando se llama a laburar la cosa políticamente, siempre estoy de acuerdo. Solo que desconozco el como. En Capital, digo.
ResponderEliminarSupongo que la hinchada de Arsenal de Sarandí estuvo toda su vida condenada a entender que jamás iba a ascender. Y un día ascendió y hasta ganó la Sudamericana y el torneo.
Voy a escuchar el programa para intentar seguir comprendiendo. En un punto me recuerda al resultado de la encuesta sobre música nacional en lo que va del siglo que armaste. Ante tu sorpresa y la mía, ganó una banda que a ambos nos parece espantosa. En ese caso, mi opción sacó menos votos que Vera en la ciudad.
Daniel, creo que en este caso no hay dos lados, a diferencia de otras veces. Hay tres, cuatro, muchos lados. A los dos la banda que ganó en la encuesta de música nos resulta espantosa, también las dos bandas que ganaron en las PASO de CABA. La diferencia es que en esta encuesta de CABA votaban todos.
ResponderEliminarCreo que si lo analizamos en términos de los que nos gustaban que ganaran, en ese punto la cosa estaba jugada. Para mí, lo primero necesario, antes de pensar en candidatos, es reconocer que el kirchnerismo por años no tuvo una política para CABA. Lo de los candidatos viene después. Pero si miras el asunto de los talleres clandestinos, te darás cuenta que eso ha crecido por omisión del PRO, pero el FPV no estuvo ahí marcando una línea diferente. El Papa enseguida mandó una carta por los chicos muertos. Y el fpv parece haber naturalizado que este es un distrito adverso y no tuvo una propuesta local.
Respecto de la nota de Brienza, dentro de un contexto de acuerdo tengo algún desacuerdo; particularmente cuando dice que el habitante de la CABA no es beneficiario de las políticas del gobierno K: pero es que el FPV no ganó en ningún barrio ¿son todos clase media alta y medio-alta en la CABA?. No parece.
ResponderEliminarMás bien parece, a riesgo de ser yo también "siome" que hay bastante gente que vota en contra sus propios intereses.
Coincido sí con tu visión respecto de que la CABA parece ser un territorio abandonado por el FPV.
Un acuerdo que tengo con Brienza es una afirmación que, en cierto modo contradice, lateralmente, el post: "El martes a la noche, participé de un debate televisivo con Cynthia García en 678. Quiero aclarar que en ningún otro espacio televisivo podríamos haber discutido como lo hicimos allí. Y quiero decir que no he visto en ningún espacio político de la televisión opositora un debate con autocríticas sobre la misma oposición como el que se realizó en el programa de la TV Pública. Es decir, es posible debatir sobre los otros, criticar a los otros, pero ningún otro programa se animó a reflexionar sobre sus propias miserias y exponerlas con la libertad que lo hicimos en 678." Coincido plenamente.
Oscar, muy interesante tu planteo. Yo creo que todavía nos falta hurgar un poco más en la cuestión del kirchnerismo porteño. En esta ciudad sobran los militantes experimentados y avezados que saben que una elección no se gana con afiches. Pero pareciera que nadie se anima a tomar el toro por las astas y pelearse con Cristina por estos errores de apreciación. Coincido en lo que planteás, Ella es la mejor presidente que hayamos tenido, pero en la cuestión táctica se equivoca seguido. Por otro lado, pareciera que el kirchnerismo porteño (sus conuctores, si los hay), están haciendo la plancha mientras esperan órdenes. No es posible que se la hagan tan fácil al PRO "acompañando" en la Legislatura. Y esto viene de lejos, al menos desde hace 4 años.
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