por Lidia Ferrari
Hay coincidencias entre Cristina y el Papa. Inesperadas, si pensamos en 3 o 4 años atrás, pero cada vez más sólidas. En ese sentido, ambos sufren el ataque de los que no aceptan que se mueva el tablero del statu quo que quiere ver siempre las cosas en el mismo lugar. Por ejemplo, los grupos conservadores estadounidenses están preocupados por muchas cosas del Papa Francisco, una de ellas es la próxima encíclica dedicada al medio ambiente. Parece que el temor de esta gente es que la encíclica avale cierta tesis del cambio climático que pueda afectar sus negocios.
Dicen que hay una guerra secreta en el Vaticano. La popularidad planetaria del Papa Francisco está fuera de duda, pero al interior de la Iglesia sus ideas y sus métodos suscitan cierta resistencia. Es más, la revista política alemana Cicero del 29 de abril pasado pone al Papa en tapa con el título “La batalla por Roma”, donde se habla de “cómo el Papa Francisco lucha con sus enemigos del Vaticano”. También la BBC titula una nota: “Los conservadores de EE.UU. en guerra contra el Papa marxista”[Ver acá].
Sus métodos siempre se salen del protocolo. Me recuerda a Néstor Kirchner con esa manera espontánea de acercarse al pueblo. Es inevitable hacer la comparación. Que la Iglesia tenga un rol político en la sociedad sólo puede negarse desde los que pregonan un apoliticismo que no existe, pero que tiene una función política. Si se trata o no de una guerra, lo cierto es que el Papa adopta posiciones que van en contra del conservadurismo en el seno de una de las más antiguas y poderosas instituciones del mundo. Por eso son inevitables los enfrentamientos. Quienes se enfrentan a Francisco lo acusan de desacralizar el Papado, quienes lo siguen celebran que lo está cristianizando. El Papa Francisco procedió a redistribuir funciones en el Vaticano. Algunos de los líderes conservadores al interior del Vaticano han sido removidos. Uno de ellos, el estadounidese Burke, resistente a una apertura a los homosexuales, en campaña contra Francisco denuncia que la Iglesia promueve una “agenda gay”[Ver acá].
Después de haber visitado al Papa el domingo, Cristina recibió un premio en reconocimiento a la lucha contra el hambre en la Argentina. Dijo que para terminar con el hambre hacen falta, además de alimentos, trabajo, educación y políticas sociales. Esta distinción que, como Cristina dijo, es una distinción al país, está en absoluta consonancia con la ‘Campaña contra el hambre en el mundo’ en la que el Papa lanzó un slogan: “Una sola familia humana y alimento para todos”.
Para el papa que mil millones de personas todavía sufran de hambre hoy es un escándalo. Los alimentos que hay a disposición en el mundo bastarían para quitar el hambre a todos. Francisco finalizó su mensaje exhortando “a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se convierta en un rugido capaz de sacudir al mundo”. Menciona propósitos que asume y difunde, y hasta encuentra maneras de accionar tratando de influir en dirigentes del mundo. Pero no puede emprender acciones concretas que transformen las políticas internas de cada país o región. Hace proclamas, como que “los poderosos quieren guerras porque lucran con ello”, por ejemplo. La coherencia de su voz en su prédica planetaria es que se junta con aquellos que pueden cambiar las cosas en cierta dirección. Así de simple. Así de simple entonces que se reúna en poco tiempo con Raúl Castro, Mujica, Lula y con Cristina. Porque ellos también han sido o son dirigentes que tienen una clara vocación política no sólo de terminar el hambre en sus países; además sus políticas se dirigen a ayudar a los más humildes, a los excluidos. En ese sentido el encuentro entre Cristina y el Papa Francisco estaba cantado.
Cristina, en el discurso por el reconocimiento de la FAO hizo un pormenorizado recorrido de las razones y las maneras en las que se pueden enfrentar el hambre y la pobreza en el mundo. Y no lo hizo desde la teoría sino mostrando con ejemplos muy concretos, lo llevado a cabo en 12 años en Argentina. Ahora no se trata de declamaciones ni de deseos, se trata de políticas efectivamente transitadas, efectivamente realizadas y los resultados que de ellas emergen. Contra eso no hay mucho para rebatir. Así como Menem y Cavallo preconizaron una política económica, no podrían hoy día, ante un público de más de 10 personas informadas, defender la base de sus ideas, porque los resultados de sus políticas hablan por sí solas. En ese sentido, a Cristina no hay con qué darle, no sólo porque sea una brillante estadista o una extraordinaria oradora, sino que ella tiene números y resultados para ofrecer, algo así como un 2 + 2 = 4 irrebatible. Entonces, en el discurso ante la FAO se vio llevada a mostrar esos resultados. Aprovechó a decirlo en el centro de Europa, donde están pensando salir del desastre con políticas que ya se transitaron en los ’90 por estos lados y ya sabemos con qué resultado. La historia es irónica, a veces. En este caso hasta goza de una patética ironía. Los que vienen del culo del mundo (Cristina y el Papa Francisco provienen de allí) les vienen a contar a los europeos eso que, no seamos ingenuos, ya saben, sólo que no lo escuchan o miran para otro lado, porque sus planes son otros. Ellos, los que propugnan la austeridad en Europa, no pueden confesar que no están interesados en políticas inclusivas, en políticas más equitativas y redistributivas. Y no lo van a decir, obviamente. Dijo Cristina que no fue sólo por sensibilidad social e inclusión que se llevó adelante una política de reindustrialización del país, sino también por una cuestión de inteligencia económica. Lo que la condujo a decir: “No entiendo a muchos capitalistas”. Parece que está claro que no la van a escuchar a ella y otros líderes sudamericos, no porque sean sudacas, sino porque no comparten sus proyectos.
Cuando Cristina mencionó el problema del pago de la deuda y el caso Argentina, tocó los puntos débiles de tantas economías fuertes del mundo, señalando el punto débil del conflicto de la Unión Europea, con sus países de segunda, como Grecia, España y Portugal, pero también el problema de muchos países ricos y desarrollados con una gran deuda pública. Cristina se plantó con un tema candente para los europeos. Lo que plantea Cristina es la campana que suena en los partidos Podemos de España, o Syriza en Grecia. También el M5S en Italia plantea como estrategia principal para salir de la crisis económica en Italia la implementación del “Redito di Cittadinanza”, que sería un rédito para todos los desocupados, subocupados, pensionados o pobres de 700 Euros al mes, porque, dicen, eso hará reactivar la economía. Cristina también le dijo al FMI que debería cuidar que los países no se endeuden. También denunció que las barreras arancelarias y los subsidios son formas de restringir el acceso a los alimentos, como en los EE.UU. Ellos, los representantes por antonomasia de la libre competencia, la practican cuando quieren y la exigen practicar a los demás, también cuando quieren. Quizá la denuncia más importante que hizo Cristina en la FAO fue el problema de la especulación financiera con los alimentos, lo que por elevación estuvo dirigido a los exportadores de la soja argentina. Allí se manifestó por una regulación frente a la especulación con los alimentos, que significa que la gente pueda o no pueda comer.
Concluyó, después de enumerar lo efectivamente realizado y los resultados obtenidos: “No hemos tenido sólo un plan alimentario, hemos tenido un proyecto de país, un modelo de sociedad más equitativa, justa e igualitaria que es el mejor antídoto contra el hambre y la pobreza”.
Es en un contexto más amplio que el de la política argentina que puede leerse que Francisco haya invitado a la presidenta antes de las elecciones. Debe ser incluido dentro de un proyecto papal que calcula muy bien dónde pone los pies el Papa y a quién le abre las puertas. En este contexto de sus luchas al interior y exterior de una Iglesia poderosa, se enmarca la invitación a Cristina, una luchadora incansable contra ciertas estructuras de poder y una defensora de los desposeídos, y que es, como él, argentina. Algunos dicen que Francisco es peronista. Hasta en eso coincidirían. No podían no encontrarse por quinta vez. El de ellos es un encuentro inexorable.
Pensar que trataban a Bergoglio de lacra asesina... parece que Cristina y él se llevan desde hace tiempo mejor de lo que parece y mucha gente se deja arrastrar por la puesta en escena.
ResponderEliminarNo olviden: lo que ven y lo que les dicen es una representación, a la Argentina la gobiernan los mismos de siempre y con las políticas de siempre.