jueves, 27 de agosto de 2015

Mayor transparencia imposible: la imagen de la derrota

Este menjunje puede terminar de una sola manera: mal


El sector más ultra de la derecha social argentina viene trabajando desde hace rato para lograr esta foto. Sin embargo, quizá no debiéramos considerar su concreción como una muestra de fortaleza, sino de lo contrario. Los personajes que aquí aparecen protestaron más de una vez por las presiones del Círculo Rojo para alinearlos, así que la foto misma es una prueba de su rendición incondicional ante el peso del poder real. La foto los invalida como políticos autónomos y los muestra en toda su obscenidad de títeres. El rejunte es el recurso extremo al que acceden ante la fuerte evidencia de que en esta docena de años la derecha no logró plasmar un liderazgo consistente y votable. Son la versión muy desmejorada de la Alianza que en 1999 ya llevó al país a la catástrofe. La notoria desventaja de estos es que acá no están Alfonsín ni Chacho Alvarez, sino Ernesto Sanz y Sergio Massa, y que ambos, tanto como la "progresista" Margarita Stolbizer, se resignan a subordinarse a la candidatura de Mauricio Macri. Todo eso junto es mucho. Es lo máximo a lo que la derecha pudo llegar. Muy a su pesar, ellos mismos son, como residuos políticos, un producto cristinista. La mano se les complica porque el cruce de sus respectivas irrelevancias dibuja una figura de ingobernabilidad. Todos juntos son menos que uno.

En su amontonamiento, cada uno lleva sus propias defecciones. Quizás la más notable sea hoy la de Sergio Massa, por la tácita admisión de su degradación. La foto es muy significativa por su fuera de campo, por aquello contra lo cual se constituyen. Todos ellos, y muy especialmente Massa, terminan de dejar el peronismo en manos de Cristina y de Scioli. La polarización a la que apuestan ahora los empequeñece porque los pone en el lugar de "resto".

Además se juntan para admitir que el ámbito del sufragio se les hace hostil y la sustancia que los conglomera es una operación desestabilizadora tramada por otros.

Como ya pasó con todos los políticos que resignaron su autonomía para transformarse en voceros de la derecha dura, se hacen más mal a sí mismos que cualquier cosa que el kirchnerismo pudiera intentar. Esta opereta probablemente no se agote acá: además de la corrida cambiaria en marcha, habrá otras zancadillas en las próximas semanas. Ya instalaron que habrá fraude (es decir, que están resignados a perder) en Chaco y en la provincia de Buenos Aires. 

Si algo es seguro es que, antes o después del 10 de diciembre próximo, este menjunje puede terminar de una sola manera: mal. 

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