domingo, 25 de octubre de 2015

Seguramente


por Mauricio Percara *

MUERE LEYENDO EL PERIÓDICO

Un individuo se encontraba en la comodidad de su hogar dando lectura al periódico, cuando sufrió un dramático Accidente Cerebrovascular (ACV) que lo condujo a su muerte. Sus familiares más próximos se encuentran desolados, ya que el difunto no contaba con ningún seguro de vida.


Ni siquiera leyendo el diario está uno seguro. Este tipo que se muere y sus familiares que no cobran un centavo. No asegurarse es ilógico. Que descaro el no hacerlo en estos tiempos que corren.

Ventanas cerradas, puerta con doble cerradura y llaves fuera del cerrojo, alarma antirrobos y contra incendios activadas, rodilleras bien colocadas ante posibles caídas, pañal de doble absorción bien sujeto —no hace falta una explicación aquí— y seguro de vida al día, como debe ser.

La existencia no es sencilla, es una incógnita constante. Nos pasamos las horas, los días y los años preguntándonos qué puede ocurrirnos y, definitivamente, tiene que ser de esta manera porque, como ya dije, la vida es un enigma.

Caminás sabiendo que podés tropezar, corrés conociendo los riesgos de lesionarte y jugás rugby olvidando que sos un ser mortal. Tan sólo tomarnos un segundo para meditar es suficiente para decidirnos o convencernos de que hacer eso que estamos por hacer es peligroso, predeciblemente dañino, tremendamente arriesgado. No digo que no comprendo a la gente que realiza actividad física, sino que no entiendo a aquellos que no toman los recaudos necesarios en ésa o cualquier situación de la vida.

Yo pago mensualmente veintitrés seguros. Puede parecer una exageración para un ignorante en el tema, a mí me parece una cifra completamente moderada. Son apenas los recaudos necesarios.

Si llega el fin del mundo, tengo un bunker preparado para la ocasión. ¿De verdad creen eso? ¡No soy un demente humanoide ermitaño oculto en una cueva y conviviendo con lobos!

Jamás llegaría a esos extremos, no creo que alguna vez el mundo llegue a su fin. Si es cierto que tengo un refugio preventivo para tornados. El último tornado registrado en mi ciudad data de hace 31 años, pero en esa ocasión fallecieron tres personas y un gato siamés. Seguramente quién escuche la historia se quedará pensando en el gatito, el pobre felino, pero también hubo tres personas que dejaron el mundo que conocemos, lo que significa una cifra importante a mi entender y, sobre todo, para una población de doce mil personas. Y sí, un hermoso gatito del que no se oyó jamás otro maullido.

No presto especial atención a las vacunas, quizás pueda resultarle extraño a algún distraído que me haya vacunado contra el ébola.

Asegurado en mi habitación, caminando descalzo sobre el cómodo piso de goma, me dirijo a la heladera y me preparo para disfrutar de un refresco. Me coloco mis pantuflas anatómicas, no es cuestión de confiarse del piso aislante, y abro el refrigerador. Agua tónica es mi elección.

Noto una hendidura en la pared, una pequeñísima grieta. Me preocupo, ninguno de mis seguros cubre roturas en las paredes. Comienzo a rasgar con mis dedos para descubrir que tan grave es esta situación. Acerco una silla de madera, ya que está algo elevada esta pequeñísima ranura. Me siento un poco enclenque sobre este asiento, acerco una reposera metálica: mucho mejor. Decido rápidamente que quitarme las pantuflas es un buen plan, utilizar las puntas de los pies para alzarme es una buena herramienta en esta ocasión. Me siento muy estable con el metal bajo mis pies descalzos.

Sigo rompiendo, analizando el porqué, cual es la razón de esta falencia en la pared. Utilizo una aguja de tejer para raspar más fuerte. En mi búsqueda alcanzo un cable, mi herramienta metálica rasga el plástico y creo un conducto perfecto para la electricidad. Sufro. No sé si mi seguro cubrirá una muerte tan sospechosa.


* Fragmento de Historias errantes de almas perturbadas, novela corta de Mauricio Percara, que se puede leer completa clickeando acá.

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