De verdad Cristina tiene que agradecerle mucho a la enorme torpeza de Bonadío y a la brutalidad del dispositivo mediático macrista: le prepararon el escenario soñado y el momento exacto para volver. La derecha apostó al despedazamiento del kirchnerismo a través de la imposición de un relato agobiante y unánime, completamente cerrado a la realidad. El estrangulamiento comunicacional forzado a través de cada día de los cuatro meses quiso diseñar una sociedad a la medida de la restauración neoliberal. Cristina tenía que condensar el mal absoluto. La misma derecha lo quiso así, Bonadío y Lanata hicieron el trabajo sucio y Cristina vio en ese diseño su gran oportunidad. Si el resto del sistema político no fue capaz de expresar en los meses de demolición macrista una auténtica alternativa al ajuste, la censura y al desempleo, entonces la presidenta vio que ahí estaba su lugar.
La imponente convocatoria popular y la enorme expectativa que despertó la vuelta de Cristina puso en evidencia que, más allá de cualquier operación, el sistema político la necesita. La derecha pensó que mostrándola acosada por los tribunales y renegada por el aparato pejotista la neutralizaba. Pero ese sistema de pinzas la potenció. El inmenso capital político de Cristina es su poder de movilización, inconmensurable con el de cualquier otro dirigente político, sindical o mediático. Ese poder lo mantiene y lo acrecienta desde el llano, a pesar de los esfuerzos demonizadores. Ella puede revertir el signo de esas presuntas amenazas: la persecución judicial y la funcionalidad del pejotismo legislativo lo único que logran es recortartarla del resto y realzar sus diferencias. Cristina dejó en claro hoy que no disputa en esos terrenos: le pueden armar las causas más disparatadas y pueden comprar a gran parte del pejotismo pero su relevancia política no depende de esas dos cuestiones. Por esos lados no le hacen mella.
Los medios corporativos intentaron hacernos creer que esta era la semana más difícil de Cristina, pero el brillo que ella irradió en estas 48 horas muestra lo contrario. No necesitó de ninguna cadena nacional para que todo el país la estuviera mirando y escuchando; no necesitó de las cajas estatales para interpelar a una muchedumbre atenta. No necesitó del aparato de la burocracia sindical para que el descampado que rodea a Comodoro Py se llenara de trabajadores. No necesitó hacer cesar ni por un minuto la propalación de infamias para consolidar su liderazgo. No necesitó de Pichetto ni de Bossio, ni de los dos tercios del senado ni del 90% de los gobernadores para revalidar su autoridad. No tuvo que elegir el día, la hora ni el lugar para volver. Su discurso emitió señales en distintas direcciones: ella es la autoridad del movimiento nacional y popular sin maniobrar en la interna pejotista. No los necesita.
A cuatro meses de haber dejado la presidencia, después de ocho años de aguante, ella y solo ella puede decir las palabras que el pueblo necesita escuchar.
El resto del trabajo lo hace la incapacidad política de macri.
"ella y solo ella puede decir las palabras que el pueblo necesita escuchar"
ResponderEliminarGran lectura de los acontecimientos, Oscar. Y la frase que cito arriba es la mejor (y más concisa) forma que encontré hasta el momento para expresar por qué Ella se merece que la defienda con todas mis energías.
Me volví a emocionar (como por quinta vez en el día).
Gracias.