"Yo no creo en la verdad" dice Durán Barba.
Dice que la nanotecnología va a generar una nueva especie, la posthumanidad. Der Übermensch. Y dice que las sociedades son incontrolables porque hemos entrado en la era de la singularidad.
El siglo xxi quiere ser nietzscheano a toda costa. Durán Barba lo dice con una frialdad científica. La ideología ha muerto, dice. Es el tiempo de la nanotecnología.
En lo único en que Nietzsche la viene pegando es en el horror. El mundo está horrendo. Por lo demás, lo más aproximado que encontramos al Übermensch por estos lados es Durán Barba.
¿Por qué un tipo ubicado en el lugar en que está Durán Barba necesita fundarse en el credo de la no verdad?
La verdad es el error sin el cual una determinada especie no está en condiciones de prosperar.
El gobierno asesorado por Durán Barba se especializa en el error respecto de los símbolos. Hacen una placa en homenaje a Luca Prodan y le ponen "Lucas". El 25 de mayo ponen una bandera que dice "1816-2017". En el Tedeum oficial del mismo día macri no acierta al persignarse.
Tantos errores seguidos hacen sistema. Detrás de esto hay una ingeniería del error.
Porque hay cosas en las que nunca se equivocan. En el desfile militar del 27 de mayo salían desde la base aérea del Palomar los aviones Hércules C130. Desde el mismo lugar salían durante la dictadura los vuelos de la muerte que arrojaron a miles de detenidos desaparecidos al río.
En lo único en lo que Nietzsche la viene pegando es en el horror. Será por eso que andaba tan mal en enero de 1889. Daba vueltas y más vueltas alrededor de la verdad y el error y no podía detenerse. Daba vueltas por Europa y no encontraba destino. Hasta que se abrazó al caballo de Turín.
El horror sí que lo conocía bien.
Cuando Durán Barba habla del credo nietzscheano de la no verdad -credo en el que la intelectualidad porteña se introdujo en la segunda mitad de los 80, encandilada en el Foucault que importó Tomás Abraham, y con el que Alejandro Rozitchner trató de adoctrinar sin éxito al establishment rockero argentino, porque el rock argentino no es nietzscheano-, cuando Durán Barba habla del credo nietzscheano de la no verdad, lo hace sin la pasión de Nietzsche por el horror.
La intelectualidad porteña es bastante nietzscheana del error, pero no del horror.
Pero el error del que habla Durán Barba -el mismo del que hablaba Nietzsche, el mismo del que hablaba Sócrates- es la mentira.
Ya ven, no hemos avanzado tanto después de todo.
La intelectualidad porteña se hizo macrista porque antes era nietzscheana. De la verdad como error.
Son verdaderos monigotes, porque el régimen no se funda en los errores líquidos, sino en los vuelos de la muerte.
¿Cómo hace juego el juego del error nietzscheano con los vuelos de la muerte?
Nietzschanos porque practican el error como forma de la mentira, es decir, de la verdad? Para mí son esa etapa anterior de la historia de un error. Son el mundo de las apariencias. Este mundo todavía no es nietzschano, no en el sentido de la última etapa de nuestro amigo Federico, todavía no nos, no se ha podido deshacer del mundo de las apariencias. Y, estimado, ellos no son más creativos que nosotros, ellos son esa decadencia que ante la amenaza de pérdida de sus mal logrados privilegios solo pueden volverse reaccionarios, decadentes, inútiles, sin vida.
ResponderEliminarUn saludo!
https://tallerlaotra.blogspot.com.ar/2016/05/el-macrismo-y-un-mundo-post-nietzscheano.html
ResponderEliminarNietzsche acuñó con tremenda eficacia algunos aforismos que daban por liquidada la verdad. Los más famosos: "La verdad es el error sin el cual no puede sobrevivir determinada especie" y "No hay hechos, solo interpretaciones".
Gianni Vattimo se encabalga en Nietzsche: “No hay «hechos», sólo interpretaciones; sólo fábulas, producciones simbólicas que son el resultado de determinadas jerarquías de fuerzas emocionales, y dan lugar a determinadas configuraciones (por ejemplo, una cierta interpretación «prevalece» como «verdadera», se convierte en norma, etc.; pero es precisamente un acto de fuerza).” (G. Vattimo, La voluntad de poder como arte). Foucault redobla la apuesta: para postular algo como verdadero hace falta un acto de fuerza, casi policíaco: “no se está en la verdad más que obedeciendo a las reglas de una «policía» discursiva que se debe reactivar en cada uno de sus discursos” (El orden del discurso).
Pero Nietzsche elaboraba sus aforismos punzantes en medio de las terribles tensiones de las que deja testimonio en su propia obra. La corriente post-moderna del siglo 20, hace casi 40 años, extrajo estas frases del torrente nietzscheano, barrió bajo la alfombra la catástrófe que Nietzsche vaticinaba como "advenimiento del nihilismo" y pretendió hacer de la muerte de la verdad una ocasión lúdica y festiva. La Gaya Ciencia es el libro en el que Nietzsche dejó sentada su percepción de la "enorme lógica del terror" y el "entenebrecimiento de la tierra" que vendría con el nihilismo.