jueves, 7 de diciembre de 2017

El país entró en un cono de sombras



Estas horas me hacen acordar a los días de 1975 y 1976 en los que una parte grande de la sociedad argentina consintió la instauración del estado terrorista. El tiempo va pasando y hay cosas de las que uno se olvida. Entonces queda en la memoria que un día Videla, Massera y Agosti se metieron en la Rosada y pum. Pero lo que está pasando en estas horas me trae el perfume de aquella época.

El gobierno está políticamente y económicamente complicado después de haber ganado las elecciones hace menos de dos meses. 

La economía no funciona y no parece que vaya a funcionar. El endeudamiento externo está desbocado y la inflación no va a bajar. El "gradualismo" no conforma a la derecha ortodoxa pero el pueblo lo padece terriblemente. Y el gobierno solo puede ofrecer baja de jubilaciones, pensiones y Asignaciones Universales, recortes en ayuda social, tarifazos, desempleo, violencia institucional, represión, presos políticos, muertos, desaparecidos y censura a los medios opositores. Por falta de mantenimiento se les pierde un submarino que cuesta 44 vidas y los malquista con sectores afines a ellos. 

El régimen tiene un manejo profesional en la acción psicológica que amortigua los efectos de su carácter represivo y hambreador. En eso no difieren de la dictadura. Las diferencias son del grado de desarrollo tecnológico de atontamiento de la opinión pública.

Las reformas previsional, laboral e impositiva se les complican. Los pactos con los gobernadores colaboracionistas y la cúpula de la CGT ya no alcanzan para aprobarlas tan rápido como pretendían. La inercia social les impone más gradualismo. Pero el poder financiero les exige mayor velocidad en el ajuste. Es decir: pese al triunfo electoral de octubre, la gestión macrista, supuestamente fortalecida, es un fracaso juzgándola por sus resultados. 

Ante esa encerrona, prevalece la fracción loca del régimen: matemos más, verduguiemos a los más débiles, amenacemos a los que todavía conservan el trabajo, censuremos a los medios que nos critiquen. Mandemos a 562 en un cohete a la luna (la fración loca la encabeza el jefe de estado).

Igual no alcanza. El programa de ajuste exigido por el poder trasnacional requiere una represión más generalizada. Aunque después la ONU y la OEA manifiesten su "preocupación" por la vigencia del estado de derecho en Argentina.

Entonces se lanza este festival judicial-mediático que liquida el estado de derecho. Esto empezó no hoy sino cuando metieron presa a Milagro Sala: ahí se había abolido el estado de derecho, no para ella, para todos.

Los fallos de Bonadío son disparatados. Hay que cerrar la carrera de derecho si un tipo así puede hacer lo que hace y nadie lo detiene. Es el sistema en su conjunto el responsable. Me dicen los compañeros que esta fantochada es una cortina de humo para tapar el fracaso en la gestión. 

OK, pero el costo de la cortina de humo son muertos y presos a los que el sistema de garantías jurídicas ha abandonado. Y como una mancha de aceite, la suspensión del estado jurídico significa una amenaza para todos nosotros.

El problema más serio no es macri ni Bonadío. 

Hay una dirigencia política que asiste a esta debacle en silencio. Son muy escasos los dirigentes no kirchneristas que asumen la defensa del estado de derecho. Hay que mencionar como honrosa excepción a los dirigentes del FIT. No conozco un pronunciamiento de la cúpula de la CGT sobre el estado de excepción. Que también protege sus garantías jurídicas. Y la de sus bases. Intendentes de los que integraron Unidad Ciudadana en octubre se pronunciaron en defensa del estado de derecho. Los integrantes de Frente Renovador, del bloque "justicialista" de Bossio, del Partido Socialista permanecen en silencio.

Solamente el Papa desde el Vaticano da señales de azoramiento ante el deterioro institucional argentino.

Esto me hace acordar mucho al clima social del 76: retrocedimos más de 40 años.

Algún día este desquicio va a pasar. El precio va a ser alto no solo ni tanto para el kirchnerismo sino sobre todo para los pobres. Ojalá los que entonces aún vivamos tengamos suficiente memoria para recordar a los responsables directos y sus cómplices.

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