sábado, 24 de noviembre de 2018

Doble clandestinidad

A propósito de El silencio es un cuerpo que cae


"Algo de Jaime murió cuando vos naciste" cuenta Agustina Comedi que un amigo de su padre le dijo hace ya varios años. Jaime es el padre de Agustina. 

El silencio es un cuerpo que cae cumple con todos los requisitos para ubicarse en las categorías "autobiografía" y "documentales en primera persona sobre la historia familiar" Dos géneros muy transitados, incluso el segundo, uno de los géneros característicos del cine post-digital y especialmente del cine argentino independiente de las últimas décadas.

Esto hace que para pensar en El silencio es un cuerpo que cae evitemos la tentación de pensar en términos de originalidad.

Sin embargo, la película de Agustina Comedi logra concentrar tantos niveles de tensión -históricos, retóricos, políticos, estéticos- que su no-originalidad se ve compensada con creces por sus inusuales logros artísticos y políticos. Por eso, el género al que pertenece no es nuevo, pero la película es uno de sus mejores exponentes.

Agustina habla de su padre, Jaime. De la muerte de su padre, que empezó, si tiene razón ese amigo, cuando ella nació. Muerte que termina de consumarse cuando Jaime cae de un caballo en 1999, en uno de esos accidentes estúpidos que cambian el curso de las cosas de manera irreversible. La caída de Jaime en medio de una reunión familiar que estaba siendo filmada con una cámara vhs permanece como signo a descifrar. A la manera de Citizen Kane, Comedi se ve impulsada a iniciar una indagación en la que la frase del amigo de Jaime y su caída del caballo funcionan como el Rosebud de El silencio es un cuerpo que cae.

¿Qué es lo que esa caída silencia? ¿o mejor sería decir: qué posibilidad clausura que ese silencio alguna vez se abriera? 

Agustina Comedi tiene una gran cantidad de horas de filmaciones hogareñas que su padre realizó a lo largo de décadas y ella se propone buscar en esas imágenes, en las conversaciones triviales que registran, en los zooms que remarcan un detalle que revela una intencionalidad en la mirada deseosa y muda del padre, algo de un enigma íntimo, que envía su vida en una dirección que la precede. Agustina quiere saber quién era su padre y qué es lo que murió de él cuando ella nació. Es decir, en la más pura tradición edípica: saber quién es ella.

La película es la continuidad de ese trayecto profílmico.

Jaime fue un militante político de Vanguardia Comunista en los años 70. Además fue un homosexual en el contexto del terrorismo de estado, lo que imponía una doble clandestinidad: el puritanismo que regía en la mayoría de las organizaciones insurgentes consideraba a la homosexualidad una desviación burguesa. Jaime fue, por eso, un doble clandestino. Sus amigos y amigas hoy recuerdan, conversando con Agustina, cómo estos militantes de los 70 tenían que cuidarse de los milicos pero también estaban obligados a ocultar su condición ante sus propios compañeros. Jaime se reunía con otros militantes homosexuales en un ámbito doblemente tabicado: del terror de estado y de la homofobia de la izquierda. Un silencio espeso impuesto por las circunstancias.

En los 80, Jaime ya no tiene que sostener la clandestinidad que lo protegía de la dictadura, pero debe continuar con la que lo obliga la homofobia de la sociedad patriarcal. Vive una vida de viajes a zonas liberadas de la persecución contra los homosexuales. Conoce junto a sus amigos no ya la vida de los homosexuales perseguidos sino el mundo gay. Uno de esos amigos es Néstor, un médico que será la pareja de Jaime durante muchos años. Probablemente el amor de su vida. Es también el médico que atiende el parto por el que nace Agustina. Ella ahora lo encuentra en algunas de las fotos familiares, siempre en los márgenes. Nadie le habló de Néstor hasta que ella empieza a preguntar.

Otro silencio: en los 90, cuando Jaime llega a sus 40 años, se propone formar una familia "normal", quiere tener hijos. Rompe su pareja con Néstor y se casa con Monona, la madre de Agustina, que no sabe nada, o dice no saberlo, de la vida anterior de Jaime.

La película de Comedi va desplegando esta trama de secretos familiares a medida que avanza. Se adentra en el silencio. Está claro que la meta es llegar a comprender algo del padre que es lo que murió al nacer ella. Es decir: la película es la indagación en primera persona de la identidad -y la diferencia- de su autora.

No se trata de un psicoanálisis en público, porque Comedi logra hacer aparecer en su trayecto, en la densidad de los silencios que callan otros silencios, la historia colectiva. Historia familiar e historia colectiva, clandestinidad e interdicciones no van por líneas paralelas, sino que se fundan una a la otra.

El modo sereno y amoroso de la voz over de Agustina es el hilo que conduce el avance del relato y también el acorde que define la tonalidad de la película.

Lo que ella quiere ver en las horas filmadas que su padre le dejó es algo de lo que subsiste como silencio. Es lo que también quiere oír en conversaciones con sus familiares y con los amigos, compañeros de militancia de Jaime.

Si en el transcurso de su relato Comedi dice muchas veces "Jaime", unas pocas "papá" y nunca "padre" es porque sabe que, a pesar de la extrema intimidad personal de lo que está indagando, ese hombre y esa historia no le pertenecen. Jaime es papá pero no solo eso: es algo distinto para otros. Jaime ha sido en el mundo y la inteligencia de Comedi logra que en la historia de Jaime se desoculte el mundo. 

Aunque, naturalmente, fuera de campo persistirá todavía un silencio irreductible. 

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