D. Barba.
El modelo de la república liberal tardomoderna permite excluir, ilegitimar,
destruir, odiar sin culpa, odiar con o sin conciencia, odiar desde la “neoinocencia” política.
N. Casullo, “Las derechas”
por Hernán Sassi *
La última dictadura no comenzó en el 76 y se extiende allende el 83, más allá de J. López y del próximo I. Petrella que reclame memoria completa e impulse baja de la edad de imputabilidad para los pibes rotos que produce el sistema. La “cultura PRO” empezó antes de que naciera el Strangedanger, y no termina cuando un rey depuesto se vaya a Italia, su prisión de olvido, o cuando su séquito renueve pasaporte de ciudadanos del mundo y retornen, ahora de manera privada, a las finanzas, esa alquimia de aprendices de brujo de hombres de fina estampa con las manos más sucias que una papa.
Sostenido por el neoliberalismo, “un proyecto político que restablece las condiciones de acumulación capitalista y restaura el poder de la elite económica”, a Cambiemos lo guió una fe ciega que los hace ir hasta final con cerrazón de kamikazes. Como cruzados, no van a parar hasta que este país sea otra vez tierra arrasada. Los vientos de la historia (del neoliberalismo y de la Técnica, caras complementarias de esta película de zombies) los trajeron hasta acá. El azar hizo el resto. Esto último no los exime de responsabilidad. Al respecto, no creo que haya lo que comúnmente llamamos justicia. Pero es seguro que algún día la historia, que siempre juzga, asentará a los vencedores vencidos como pesadilla o farsa de ángeles terribles. De vidas lisas y piel de amianto, a hijos y nietos de estos hermosos y malditos semejante juicio no les dolerá ni un tantito así.
Autopostulados como garantes del bien, lo único que hicieron, como todo perverso (como el macho que pega y dice “lo hago por tu bien”), es sembrar el mal, un mal que está en nosotros, no vayamos a creer. Como sea, ahora hay que lidiar con la “pesada herencia” de Cambiemos, que no es la del tendal (de deuda y fiambres) o la de haber sembrado la culpa, sino la de haber contribuido a la implantación de un régimen de terror, de terror al otro como suele suceder cuando un régimen así se impone.
Acicatearon lo peor de nosotros: individualismo, egoísmo o sálvese quien pueda, como queramos llamarle. Contrariamente a lo que promocionan como su virtud, la “satisfacción garantizada” de Cambiemos está ahí, en lo que nos aleja del otro. Así fue como nos acostumbramos a la moda del odio: a la envidia del goce ajeno, a la segregación (de lo propio que se rechaza, como bien nos recuerda C. Quiroga) y a un descreimiento de la política que costará desterrar.
No fue por azar tampoco que estamos llenos de esta mierda. A hacernos cargo. Habrá que sacarse de encima esta banalidad del bien y volver a tender el lazo social desatado por un neoliberalismo, que al hacerlo, desencadenó este miedo que nos deja con el estómago que gruñe como enjaulado. Hay mucho por hacer en el barrio, en el sindicato, en el aula, en la asamblea, y en la charla con amigos y familiares. La mierda entró capilarmente y por la palabra. No de otro modo hay que sacarla, che.
* Fragmento del libro Cambiemos. La banalidad del bien, un ensayo de 80 páginas en el que Hernán Sassi intenta delinear la figura específica de la derecha que llegó al gobierno argentino en 2015. El libro, aparecido hace pocas semanas, se refiere obviamente a un régimen aún exitoso. La debacle macrista del domingo pasado permite releerlo desde una nueva perspectiva. La última frase que citamos se abre hacia nuestro estricto presente.
«Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón»." (Borges) y la Historia< castiga o absuelve. O eea Cuervo por esta vez totalmente de acuerdo.
ResponderEliminar¡Ah!! Y el único infierno encantador que conozco es el del Dante.
ResponderEliminarEstos tipos se quedan en el octavo círculo. Ni siquiera les da para el noveno.