domingo, 15 de diciembre de 2019

Cristina vio la capacidad de Martín Guzmán tres años antes


El 13 de diciembre de 2016 Cristina posteó en sus redes sociales un texto en el que citaba a Martín Guzmán, el actual ministro de Economía de Alberto Fernández. Durante todo el período de transición entre el macrismo y el nuevo gobierno, la corporación mediática realizó continuas operaciones para colocar en ese ministerio a uno de sus representantes. Especularon miles de horas con el ministro que determinaría el rumbo económico del gobierno del Frente de Todos. Circularon muchísimos nombres y se especulaba con los presuntos "vetos" de Cristina a las propuestas de Alberto. El nombre de Guzmán apareció en los últimos días de la transición y no por mérito de ninguna primicia de la corporación, sino porque el propio equipo de Alberto lo hizo trascender. 

El posteo de Cristina justo hace tres años muestra que ya entonces, incluso antes de la formación de Unidad Ciudadana y muy lejos de la conformación del Frente de Todos las condiciones para una convergencia política entre los Fernández tenía un sustento programático. Estaban cerca antes de saberlo. Las especulaciones de los operadores del establishment sobre quién tiene el poder en la articulación política que derrotó al macrismo adoptan la retórica del folletín. El Frente de Todos estaba prefigurado antes de existir y la fórmula electoral anunciada en mayo, que provocó una sorpresa decisiva para el triunfo, vino después. Forma parte de la dinámica propia del movimiento popular y no una trama de intrigas novelescas. 

Solo que Cristina, como suele suceder en estas últimas décadas, vio el escenario tres años antes que el resto.

A continuación va lo que publicó Cristina en 2016:

“Pobreza conceptual alarmante”

Martín Guzmán, mano derecha de Joseph Stiglitz, está sorprendido por el análisis deficiente del ministro Prat-Gay acerca de cómo impulsar el crecimiento de la economía. También fueron muy críticos Batakis y Chena.

“El Banco Central y el Ministerio de Economía se manejan con una pobreza conceptual alarmante. Cuando el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, asistió a la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, desarrolló un solo concepto: que el Gobierno había terminado con el populismo y que ahora Argentina pasaba a ser un país creíble para atraer inversiones. Eso no ha funcionado nunca en ningún lugar del mundo”. La crítica a la gestión de la economía macrista proviene del economista Martín Guzmán, mano derecha del premio Nobel Joseph Stiglitz. Guzmán es investigador y docente en Columbia (Nueva York) y allí presenció la presentación del programa económico del Gobierno por parte de Prat-Gay el pasado 10 de octubre.
El resultado de ese encuentro y la gestión observada este año fue, según su visión, “alarmante”. Guzmán participó de una jornada de debate organizada por Gestar-PJ y la mesa economía del Movimiento Evita junto a Silvina Batakis, ex ministra de Economía de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, y a Pablo Chena, investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (Ceil)-Conicet. “La condición primera del esquema de desarrollo es la del pleno empleo. La economía debe manejarse de manera tal que genere empleo para todos los sectores de la población. Eso implica que haya trabajos para las 13 millones de personas que no cuentan con entrenamiento. Además, el esquema debe propiciar el cambio productivo y debe ser consistente en lo macroeconómico. Entonces, la búsqueda del equilibrio pasa por contar con los sectores que generan divisas y mejoran el horizonte macro pero que no resuelven el tema del empleo, como la soja, junto a sectores que generan empleo y consumen divisas (la industria), y por último los sectores que generan cambio tecnológico pero sólo ofrecen oportunidades de empleo a los sectores con alto nivel de entrenamiento, como el software”, definió Guzmán.
Uno de los puntos en los que se centró la crítica de Guzmán fue el “Plan Productivo Nacional”, según el cual el Gobierno se propone seguir el modelo australiano de desarrollo. “A lo largo de este año, el Gobierno mostró mucha miopía y pobreza conceptual en diversos frentes. El llamado Plan Productivo Nacional es reflejo de ello. Australia y Argentina son dos países muy diferentes, en cuanto a riquezas, estructura demográfica y social. Australia tiene 22 millones de personas y Argentina, 40 millones. Australia es un país exportador de materias primas sin gran desarrollo industrial, en donde el sector de servicios alcanza para incluir laboralmente a toda la sociedad, que además está muy bien entrenada. En Argentina, en cambio, la destrucción de la industria implicaría un efecto de exclusión muy fuerte. Tal vez la economía en un escenario así crezca, pero no al servicio de la gente. Durante fines de los ’70 y los ’90 también se aplicaron políticas de exclusión con un costo muy alto, hoy mucha gente no está en condiciones de acceder a un entrenamiento básico que le permita tener un buen empleo”, desarrolló Guzmán. El economista de la Universidad de Columbia también se mostró crítico de los últimos años de la gestión kirchnerista por considerar que se tensionó demasiado el escenario macroeconómico.
La ex ministra de Scioli, Silvina Batakis, remarcó que “el Gobierno no entiende que el mundo está en una posición netamente vendedora. De manera que abrir la economía en este contexto no equivale a vender más sino a perder puestos de trabajo o a que no se generen los empleos que podrían generarse”. Además, indicó que a lo largo de este año se observa una puja de poder entre el sector financiero y el agro que se expresa en el tipo de cambio deseado. “En ese contexto, la industria nacional es un convidado de piedra”.
En tanto, el investigador del Conicet Pablo Chena describió al Gobierno de Macri como “la revolución de los ricos, caracterizada por la negativa de este sector a pagar impuestos”. “El problema en la Argentina es que los ricos no tienen modelo de desarrollo, no tienen un proyecto de acumulación. Por eso el excedente en los sectores de mayor rentabilidad (agro, bancos y minería) se fuga y vuelve como deuda externa. Con la deuda, los ricos logran cobrar intereses al Estado. En consecuencia, se debilita el Estado, que se convierte en deudor. El debilitamiento equivale a pérdida de soberanía, que implica que el Estado se acopla ciegamente a lo que marca la división internacional del trabajo, es decir, una inserción silenciosa en las cadenas de producción de las empresas multinacionales. Por eso, en la concepción del macrismo, hay sectores viables y otros inviables. En este esquema, el horizonte es de una precariedad laboral del 50 por ciento de la fuerza de trabajo, como ocurre en los países de la Alianza del Pacífico, y la destrucción de entre el 20 y el 30 por ciento de los trabajos en el país”.

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