La película de Andrea Testa,, con su sencillez formal y su dureza testimonial, permite varios niveles de análisis. De manera inmediata, conmueve con los relatos de las adolescentes pobres, niñas embarazadas, las que deciden proseguir con su embarazo con la dificultad que esto implica en medio de carencias materiales y afectivas extremas; las que siguen con su embarazo porque el contexto social, familiar y legal no les permite otra salida sin empujarlas al riesgo de la clandestinidad; las víctimas de una violación, del descuido, del moralismo que las llena de culpa para que el hilo se corte siempre por lo más delgado. Pero además, con la decisión de situar su mirada en el espacio del consultorio del hospital público, la película determina su perspectiva, delinea su forma cinematográfica, a la vez que tematiza el rol del estado como un espacio a disputar y no a desechar a priori con consignas abstractas que lo deshistorizan como una esencia patriarcal inmutable. Por último, también la película estimula desde su misma existencia a pensar en el destino de un cine que pone en el plano a las personas más vulnerables de la sociedad pero habitualmente no llega a ser visto por esos mismos sectores. Niña Mamá, desde su misma concepción, incluye una pregunta sobre la circulación de las películas, más allá de la clase social que va al cine y sus circuitos establecidos.
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