Bresson y Fassbinder comparten una visión similar de los efectos de la circulación del dinero sobre el espíritu humano. Lo volví a recordar el sábado pasado al ver La ley del más fuerte; inmediatamente pensé en L'argent (siendo por otra parte dos films tan disímiles). Y también me acordé de otra de Bresson, Une femme douce (una que se vio muy poco por aquí, en la que debutaba Dominique Sanda). Y caí en la cuenta de que Bresson y Fassbinder también coinciden en mostrarnos el living burgués como campo de batalla. En ambos casos se trata de burgueses pequeños-pequeños, pero lo pequeño no quita lo burgués. Y además, todo burgués es pequeño.
En La ley del más fuerte, la pareja de Franz y Eugen preparan el escenario de su desprecio mutuo: "despreciad al prójimo como a ti mismo". Los trámites de la decoración del living son la batalla por el gusto: kistch proletario versus kistch burgués. Uno contra el otro denuncian los límites de sus mundos. Lo mismo las batallas por el tocadiscos: si escuchamos a Mozart o esa canción tan dulzona de Georges Moustaki. Y los buenos modales al comer... en ese living no hay manera de que el amor prevalezca.
Es el centro autófago del infierno burgués. Franz, con toda su desvalida ternura, no tiene ninguna chance: le entregó su alma al loto.
En Une femme douce están el tocadiscos y la tv. El personaje de Dominique Sanda se casa para huir del infierno paterno y se mete en guatepeor: Bresson no necesita cargar las tintas, le basta con mostrar ese living, la tele, el tocadiscos. El living no simboliza "otra" cosa: es el living, es decir: la burguesía.
Más de una vez al decir esto, algunos amigos me han objetado: "no, no son burgueses, están aburguesados, o en todo caso, quieren serlo". Como si la burguesía fuera una condición sustancial. Pienso que no: querer ser burgués es serlo. La burguesía no está dada por la posesión efectiva de bienes materiales. Es el burgués el poseído. No se trata de una clase poderosa, sino de la clase de los poseídos. No hace falta tener dinero, basta con desearlo. Por eso Franz en La ley del mas fuerte y Sanda en Une femme douce están perdidos. Creen que si entran en transacción con el sistema del dinero van a zafar. Quieren que los amen, pobres.
Pregunto: que la burguesía no sea un tema de sustancias ¿quiere decir que es un estado espiritual?
ResponderEliminarNo, José: no opongo sustancia a espíritu. Para decirlo más simple: no se "es" sustancialmente burgués, sino que se deviene burgués. De otra manera: no se nace burgués (como en la edad media se nacía noble), sino que uno se hace burgués.
ResponderEliminarAhora, por supuesto, el ser burgués es, también, una posición espiritual (es decir: no se reduce a ser una posición económica, sino que involucra al sujeto en cuerpo y espíritu).
me hace acordar a la frase de simone de beauvoir: "no se nace mujer, se llega a serlo". no recuerdo si está en la introducción o la conclusión de "el segundo sexo".
ResponderEliminarbesos. julieta.
coincido con Oscar, se trata de devenires, y en la misma sintonía la frase de Beauvoir que cita Julieta, no se nace ni mujer ni burgués, se deviene y en ese aspecto y ya que estamos en otro post hablando de Martha, tal vez citar a Néstor Perlongher y su poema "Devenir Martha".
ResponderEliminarun poco como decís, al desear el dinero Franz y Sanda están perdidos
Saludos
Lilián
Tener los valores de la burguesìa es ser burguès, es cierto. Es una categorìa mucho màs abarcativa que la definida por el marco teòrico marxista.Y todo burguès es bien pequeño, tambièn...
ResponderEliminarY la cuestiòn no està en querer que nos amen, ya que eso es estructural al deseo (somos deseo de otro deseo, queremos que nos deseen). Me parece que el problema es cuànto estamos dispuestos a resignar por esto, y a partir de què valores.
Hay otra pregunta, anterior al marxismo y al psicoanálisis: ¿estás dispuesto, dispuesta, a amar, desligando tu amor de la precondición de que te amen?
ResponderEliminarHay un título en Fassbinder que condensa la desgracia de la posición de todos sus personajes (con la excepción de los de LA ANGUSTIA CORROE EL ALMA, que vislumbran otra posibilidad): SOLO QUIERO QUE ME AMEN. Esa frase es la más común del mundo: querer ser amado... pero ¿amar?
No vì esa pelìcula y espero que la pases en el taller, Oscar.
ResponderEliminarMe quedè pensando en ese tìtulo: "Sòlo quiero que me amen"...y no por casualidad està esa palabra: "sòlo", que califica al resto de la frase...
Si "sòlo" queremos eso, estamos perdidos,es cierto.Y tambièn si funciona como precondiciòn.
Yo reservarìa un "humano, demasiado humano" para el querer ser amado...
Entonces sì: "Sòlo quieren que los amen, pobres".
Cuando retomemos nuestros ciclos de cine, seguro que vamos a pasar algunas que no fueron incluidas es esta de por sí amplísima retrospectiva de Fassbinder en la Lugones.
ResponderEliminarAlgunas de las muy buenas que podemos llegar a ver: SOLO QUIERO QUE ME AMEN, EL MERCADER DE LAS CUATRO ESTACIONES, BOLWIESER...
Todo lo que uno sea ha llegado a serlo, y de manera parcial, porque nunca se es ser, sin la pregunta contínua acerca de lo que es ser.
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