Si esto últimos años han sido tan felices para los amantes del cine, esto se debe en gran medida a la existencia de autores como Tsai Ming-liang. Para muchos, esta felicidad puede sonar rara, dado que predomina desde la década del 90 un tono elegíaco por la muerte del cine (posición a la que han contribuido figuras que gozan de un inmenso prestigio, como Jean Luc Godard y Susan Sontag). Para colmo, para cualquiera cuya percepción del estado del cine se base en la cartelera comercial, dominada hasta la extenuación por los “tanques” hollywoodenses que se lanzan al mercado en centenares de copias que taponan literalmente las bocas de salida y que acaparan la atención exclusiva de los medios (de los diarios y canales de TV, pero también de las revistas especializadas), para cualquiera que crea que el cine que se estrena es todo el cine, oir hablar de una época feliz puede que resulte una extravagancia.
Para todos, una buena noticia: el cine más interesante no es exclusivamente el que ya ha sido hecho, sino también una parte del que está haciéndose.
A Tsai Ming-liang lo conocimos en Buenos Aires en el verano del 2000, con el estreno de El río, su tercer largometraje. El resultado de la taquilla fue tan magro que debe haber sido un argumento decisivo para que los distribuidores desistieran de estrenar de ahí en adelante no sólo otras películas del cineasta malayo-taiwanés, sino para que casi todo el cine lejano-oriental y aún el de países de Medio Oriente y de Europa central fuera extinguiéndose en nuestras carteleras. Pero la proyección de El río en salas comerciales dejó su semilla: los pocos que entonces la vieron quedaron fijados a esa película. Para algunos habrá sido como un extremo de tedio al que puede llegar un cine con pretenciones “pseudo-artísticas”. Para quien escribe estas líneas –y no soy el único al que le pasó esto- fue el comienzo de un dulce cautiverio. En ese momento El río impresionó por su realismo adusto, cercano al documental, por su temporalidad intransigente, tan alejada de la aceleración despótica que hoy se impone en todas las pantallas, por un tratamiento óptico artesanal, en abierto contraste con la digitalización de la imagen en boga. El río fue para mí en ese momento no sólo la película que era, sino el cine que a partir de ella podía vislumbrase: un cine ni del futuro ni del pasado, sino del más estricto presente.
El incipiente BAFICI del año 2000 (la segunda edición, dirigida aún por Andrés Di Tella) adoptó a Tsai para los porteños: el propio director y el actor Lee Kang-sheng , el secreto co-autor de toda su filmografía, estuvieron presentes para abrir el festival con The Hole, su cuarto largometraje y para compartir con el público la retrospectiva de sus cuatro films hasta esa fecha. Tsai parecía un tipo demasiado simpático para ser el autor de la tan sombría El río. Y Lee moraba por los pasillos del Abasto ya devenido en Hsiao Kang, el hermético protagonista de todos los films del director. El BAFICI, a falta de distribuidores arriesgados, ha sido la posibilidad de conectarse anualmente con cada nueva película suya: y así fuimos viendo What time is it there?, A conversation with God, The Skywalk is gone, Good bye Dragon Inn.
Esta semana se estrena en Buenos Aires el penúltimo largo de Tsai hasta el momento: La nube errante (The wayward cloud o Tian bian yi duo yun en el original mandarín). La nube errante es, quizá junto con El río y la reciente I don´t want to sleep alone, la cima del arte tsaiano hasta el momento. Lo lindo de la frase anterior es tener que decirla en un presente tan ceñido: porque el cine de Tsai tiene ese vínculo necesario con este tiempo. No estoy hablando de actualidad en un sentido periodístico, sino más bien de que esa divisa del “cine como arte del presente” encuentra en la obra de este director su más decidida justificación.
La imagen de los fideos de arroz, de una blancura radiante, que cobran vida antes nuestros ojos azorados y que después absorben el rojo vibrante de la salsa, la fascinación casi primal con que asistimos a ese plano de La nube errante, esa mezcla de hambre y de ganas de comer que nos provoca, nos permiten descubrir las potencias que aún conserva el cine desde aquel tren de los Lumiere que los espectadores sentían que se les venía encima. Cuando el cine está en marcha, no se trata de evocar nostálgicamente ningúna Edad de Oro, ni de apelar a competencia alguna por parte del espectador para que este reconozca ciertos rasgos ya codificados por los géneros: no, ese ejercicio de lengua muerta no tiene nada que ver con lo que el cine puede llegar a ser. De lo que se trata es de dejar aparecer el presente en el momento mismo de su emergencia: ahí, donde la mirada tiene qué mirar, es donde ella puede volverse pensamiento.
OSCAR ALBERTO CUERVO
Qué bueno que estrenen esta peli; el número musical de los paraguas con colores de sandía es memorable y los pasos de comedia en el depto, con las langostas, también. Tsai se le anima de a poco al amor, ¿no?
ResponderEliminarA veces se dice que Tsai es un director triste o escabroso. Pero eso sería cierto si en sus películas los personajes se chocaran siempre con la imposibilidad del amor. En cambio, Tsai muestra cuán difícil puede ser un encuentro en una ciudad actual. Pero no que sea imposible.
ResponderEliminarSeñala los escollos y también la posibilidad de vencerlos. A veces: dos personas (o también tres) se encuentran.
En las primeras pelis de Tsai (que amí no me gustan demasiado) las relaciones entre los personajes son más bien propias de los insectos (digo, no sé cómo se relacionan los insectos). El final de El Agujero señala una modificación: el cine de Tsai se vuelve erótico (antes era, yo diría, tanático). A partir de allí me parecen apasionantes. Qué es lo que hace que espere con ansiedad sus nuevas películas: los planos, los encuadres, sí, todo eso, pero, sobre todo, las ganas de que Lee y la chica se encuentren por fin, después de tanto desvío, de tanta demora. En No Quiero Dormir Solo casi casi...decir que la tos interrumpía los besos. Pero ya va a llegar: el destino de Tsai es la comedia romántica.
ResponderEliminarJosé:
ResponderEliminarentonces vos no coincidís con la mayoría de los admiradores de Tsai, que prefieren las primeras películas, Rebels, Vive l'amour y El río. Yo no sé qué decirte. Porque yo vuelvo a leer lo que escribí, eso de que La nube errante, El río y I don't want to sleep alone como cumbre del su cine y me siento injusto para con Vive l'amour y Good bye Dragon Inn. Porque lo que creo que son todas obras maestras y según los días una u otra suben en mi ranking personal.
Fijate que las dos características que vos valoras en sus últimas obras (comedia y erotismo) están presentes desde el principio, aunque de un modo más soterrado. Las tres primeras ya son films eróticos y Vive l'amour es un ejemplo perfecto de comedia romántica contemporánea. No creo que en ellas los personajes se relacionen como insectos, aunque en algún momento se insectizan.
El río siempre me pareció un film cómico (excepto la primera vez que la vi, que me impresionó como un noerrealimo urbano). Desde el momento en que al final Hsiao Kang no se suicida, comprendí el potencial cómico de este genio de Taiwan.
Entiendo las continuidades que marcás, pero me parece que hay, al menos, un punto y seguido en su primer musical. Viva el amor es una película que no me simpatiza, debo admitirlo, y El Río, tampoco. Definitivamente, prefiero sus películas post El Agujero. Lo erótico no lo relaciono solo con el deseo que mueve los cuerpos sino con una especie de humanismo leve que gana lugar poco a poco en sus películas. Sé que hay quienes dicen que Tsai era antihumanista y ya no lo es, aunque no entiendo muy bien el punto. Los mundos anteriores a que una mano tome la otra en El Agujero son, me parece, mundos clausurados y cada personaje (la palabra es exagerada) una mónada. Pero después, parece, descubre Tsai que las mónadas tienen ventanas y llega entonces un amor evanescente pero que posible, una sociedad más compleja y un humor más vital. Lo que decís sobre El Río me hace acordar a Welles diciendo que El proceso era una comedia. Tal vez tengan razón los dos. Voy a revisar ambas películas. Pero estoy caprichoso y pedigüeño: ¡quiero que Lee y la chica se besen y se amen y se toquen! Una cosa que espero también es que la representación del sexo baje los niveles de opresión que tiene hasta ahora (dejo afuera La Nube Errante porque se trata del porno y Good Bye... porque se trata de fantasmas) ¿Qué Hora Es Allí?, una película magnífica, tiene sobre el final un montaje paralelo de sexo down (chica, Lee, madre de Lee) que me parece horrible. Qué se yo. No quiero que duerman solos.
ResponderEliminarLoas películas de Tsai, desde Rebeldes hasta No quiero dormir solo son films en tránsito, por lo que no me parece que se puedan dividir entre anti-humanistas y humanistas, tanto a favor o en contra de unos y otros.
ResponderEliminarSiempre ha sido Lee Kang Sheng el centro de ese universo y el tipo nunca ha sido una mónada: sino alguien que desespera por entrar en contacto pero le cuesta horrores. Nunca ha dejado de procurar hacer contacto, desde que le arruinó la moto a su héroe secreto en Rebels, ¡tan solo para después ofrecerle su ayuda, en la única frase que dice en la película!
Vos querés que Lee y la chica se besen y se toquen, pero ya al final de Vive l'amour Lee besa... al chico. En El río toca... al padre.
Good bye Dragon Inn es el extenuante desencuentro entre la renga, caminando dificultosamente por los pasillos del cine que cierra y Lee, que nunca está donde ella lo busca. En el centro de esa tremenda película está el vacío, así como en La nube va a ser la boca llena de la chica.
En Qué hora es allí el contacto es telepático, a través de relojes y VHSs. En The skywalk is gone parece que Lee y la chica no podrán encontrarse, porque sacaron el puente. Pero el corto termina con Lee haciendo el casting de una porno (lo que, caminos inescrutables de la providencia, va a hacer que al final de The wayward cloud la chica y el chico reduzcan las distancias a cero).
No quiero dormir solo es un Vive l'amour melodramático en Singapur, en el que el nuevo elemento del universo es el muchacho árabe que desea a Lee.
En fin, esto salió tan largo que ya está más para post que para comment.
Pero sí: mira de nuevo El río, no es una boutade mía. la película se vuelve más cómica a medida que la volvés a ver.
saludos
Ok, pero Lee me parece más bien una frecuencia que un centro. Lee se encuentra con... o busca a... o se busca con... El encuentro con el padre en El Río es distinto del encuentro con la chica en la Nube... Pero dejo acá, y cuando pueda volveré a ver todas sus pelis. Saludosa todos.
ResponderEliminarHay una pel�cula - no recuerdo su nombre- en que su actor fetiche permanece bajo la cama todo el tiempo, en que la pareja hace el amor. Fue una escena inolvidable.
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarla película es Vive l'amour y la escena es inolvidable. En realidad yo no me puedo olvidar de la película toda.