Por
Antes de comenzar a leer este texto cabe hacer una aclaración, un poco para entender desde dónde me posiciono para escribirlo. Mi pasión por el cine está relacionada con las experiencias de tono poético que este me provoca, pero considero que carezco de los conocimientos técnicos suficientes como para evaluarlo. Mis impresiones son de primera mano, dictadas por una sensibilidad que se agudiza en presencia de determinadas imágenes.
El sábado fue mi primer encuentro con Raya Martin, en Possible Lovers. Y estuvo bueno como experiencia, especialmente si sirve para ser pensada, en virtud de los efectos que produce.
Después de pasar, inicialmente, algunos pasajes de la primera película filipina, y de recordarnos mediante una inscripción que “el cine ha filmado el largo silencio de la emoción” (creo ser fiel al recordar esta frase, que me pareció altamente poética), Possible Lovers se convierte en un film de una sola escena: un amante mira a otro dormir. Es una imagen que siempre me ha gustado: en esa posesión amorosa del otro sólo por mirarlo, hay algo que la enaltece de por sí (posiblemente porque el otro no puede devolvernos esa mirada y se encuentra expuesto, entregado ante nuestros ojos), y este algo es imposible de medir (recuerdo ahora la mirada del contenido amante de No quiero dormir solo, la gran película de Tsai Ming-liang). Pero en estos amantes posibles hay un plus, y los sentimientos que se acallan tienen sonido: de galope, de pisadas, de hojas de bosque que se apartan, de trueno en la tormenta. Y si el suceder es el verbo propio del tiempo, esta escena nos deja esperando otras que no se producen, ya que esa sucesión se corre hacia otros indicadores: la claridad y el sonido de la calle (en sus diversos matices) dan cuenta de la noche y el día en que transcurre ese largo momento.
Hasta aquí, una no podría decir que la imagen es mala: tiene un alto grado de expresividad y sugerencia. Pero pasada una cierta cantidad de minutos (que supongo no será la misma para cada uno) algo pasó. Las primeras impresiones se deshacían o bien mutaban en otra cosa. En mi caso, no pude evitar pensar en el proceso de filmación de tal escena: comencé a advertir cansancio en sus actores: pequeños movimientos del cuello, los hombros, las piernas, las manos: sus cuerpos tratando de sostener como podían una única posición durante noventa minutos. Y el efecto pasó a ser torturante: para ellos y para mí, como espectadora de esa única escena fija. Todo parecía convertirse en un juego de resistencia y Raya Martin hacía sentir su soberanía de director. Deberíamos tener paciencia, parecía decir...¿para que la película terminase? Lejos, muy lejos había quedado el maravilloso efecto de la mirada inicial...
Confieso que salí del cine cargada de comentarios ácidos que no me atreví a disparar. Menos mal. La ironía suele ser un recurso descalificador demasiado fácil y en ocasiones obtura la posibilidad de entender. Así que me tranquilicé al momento de escribir, posibilitando que surgieran algunas preguntas, que comparto para ser pensadas.
¿Puede una película pivotear sobre una única escena durante noventa minutos sin ser sospechada de carencia de otras ideas que puedan sostenerla? ¿Justifica realizarla para provocar un efecto hipnótico sobre el espectador?, y en ese caso, ¿no se convertiría éste en un recurso más bien simple, a riesgo de desvirtuar las posibilidades iniciales de una bella imagen? ¿Se agota la radicalidad de una propuesta artística en un juego de provocación o de resistencia?
Probablemente en la dilucidación de sus respuestas (o tal vez en otras preguntas) podamos encontrar alguna clave para determinar la estatura de Possible Lovers : si se trata de una genialidad o de una mera travesura ingeniosa. La línea que separa a una de otra es demasiado delgada a veces, y en el caso de esta película no nos queda otra que caminar por ahí.
Muy buena tu observación, Liliana y tu comentario sobre la ironía.
ResponderEliminaraHORA, NO ENTENDÍ- NO VÍ ESA PELÍCULA- en qué contexto se dá esta escena, cómo juega.
Martha
Qué lástima que ya se terminó...
ResponderEliminarY no podría ser, Liliana, lo contrario de un efecto hipnótico? ¿No sería la ruptura de toda posible hipnosis (que el cine suele provocar) la prolongación de la escena hasta descolocar toda pretensión del espectador de ser embelesado por la imagen?
ResponderEliminar¿No hace aparecer una impotencia del espectador que siempre está presente en toda imagen cinematográfica, pero que suele escamotearse? ¿no estamos siempre librados a un régimen (el del montaje) que como espectadores se nos escapa por completo?
El corte, por lo general, siempre llega antes de que podamos reclamarlo, y por eso no advertimos que vemos lo que el editor quiere, el tiempo que él quiere. Solo cuando ese dispositivo (que SIEMPRE funciona, en cualquier escena cinematográfica) se violenta mediante un recurso extremo (como puede ser la NO llegada del corte) "sentimos" la presencia del editor, mediante su negativa a cortar. En ese caso, queda expuesta la situación de poder e impotencia que sostiene al cine.
Pero además: por qué quiere el editor/cineasta no cortar? de dónde puede provenir su negativa? Puede que sea del apego a un realismo de la imagen: alguien mira a otra persona mientras esta duerme, pero en el film está claro que no se trata sólo de mirar. La torsión corporal del que mira responde no a una simple mirada amorosa sino a un deseo paralizado. No se trata del cansancio del actor, no es eso lo que se manifiesta en los leves temblores de cuello, de manos, de hombros. Es el peronaje el que no atina a salir de esa situación torturante para pasar a la siguiente. El corte podría llegar antes, pero no se alcanzaría el mismo punto.
Fijate: A duerme, B la mira (o lo? mira). C (yo, el espectador) miro a B mirando a A. B no puede pasar al paso siguiente (arrojarse sobre A?), y por ende, filmando ese no poder, el editor no puede cortar. Y por ende, yo no puedo más que aceptar seguir viendo ese no poder. Posibles amantes: en el título está la posibilidad (no son amantes, podrían serlo).
Un film realista.
Oscar: Si entendí bien, en tu respuesta me parece que abordás la película desde dos ángulos diferentes.
ResponderEliminarEn el primero, hacés referencia a que la película desnudaría, a través de la violencia radical de su propuesta, algo que suele quedar oculto: el poder de su editor y la impotencia del espectador, sometido a los designios del primero. Pienso que, como observadores de toda obra artística, siempre tenemos un sometimiento gozoso a su creador (quien decidió cuándo un cuento o novela debían terminar, con qué colores pintar, desde qué angulo fotografiar, etc.) De todos modos, me resulta interesante abordar este film así, no lo había pensado. Sería algo así como una meta-película, que reflexiona sobre el acto de ver cine y revela un mecanismo de poder oculto que suele naturalizarse.
En cuanto a que se trata de un film realista...yo lo veo exactamente al revés, creo que se trata de una película abstracta.
En primer lugar, a mi entender el deseo no está paralizado. Es más, es propio del deseo, forma parte de su definición, el movimiento. Y Raya Martin lo sabe muy bien, de ahí que pone a jugar el sonido: el galope que se acelera o se aminora,el ruido de pisadas apartando las hojas. El deseo está bien vivo, y se mueve. Podríamos intuír que el amante recorre con la mirada ( o en su imaginación) diferentes partes del cuerpo amado para anclarlo en alguna y pasar a otra al momento siguiente...Creo que más bien lo que sucede es que el deseo suspende la posibilidad de su consumación.
Ahora bien, en la realidad todos tenemos, en mayor o menor grado, deseos que no podemos llevar a cabo, sólo que estas vicisitudes se dan en un contexto de suma complejidad (la película de Tsai lo ilustra muy bien). Por eso creo que el camino elegido (y llevado al límite) es el de la abstracción (aislar una cosa que habitualmente está unida a otras). Raya Martin parece partir de la idea de un deseo que no puede consumarse y desde ahí realiza la película. Sólo que el procedimiento para procesar esta idea resulta más bien simple (cámara fija, actores que no se mueven,una mirada sostenida, suspensión de la acción)La inclusión de ciertos matices de luz y sonido son interesantes y sugieren durante un lapso, pero al cabo de los minutos el efecto se desvanece. La película queda empobrecida, como si el flujo creativo hubiese tenido un vuelo corto.
Bueno, no sé si me habré salido de la línea...pero así la ví yo.
Saludos.
Liliana:
ResponderEliminaracerca del deseo, creo que estamos hablando desde diferentes puntos de vista: vos decís "es propio del deseo, forma parte de su definición, el movimiento", hablando desde una teoría del deseo ("por definición"). Y yo me refiero a la situación que se ve en pantalla, sin decir algo acerca del deseo en general. El protagonista no está simplemente mirando dormir a A, está paralizado, lo cual se evidencia por la posición torcida de su cuerpo. Mira de reojo y no de frente, mientras mueve nerviosamente los deditos de la mano, como expresando que se sestá debatiendo ante la posibilidad de mirar a A de frente e incluso, de tirársele encima. En esa posición (que no es de contemplación, sino de vacilación antes de emprender un movimiento riesgoso) B está paralizado durante todo el tiempo que dura la película. La prolongación de esa situación no es un estiramiento sino un tributo al realismo: el tipo se pasa una hora y media entre que hace un segundo movimiento o se queda así. ¿O acaso no es reconocible haber pasado por situaciones semejantes? Ese estado de parálisis, donde la situación no llega a precipitar en una nueva instancia, puede durar no 90 minutos, sino años enteros.
El cine podría mostrarlo mediante elipsis y con unos minutos se daría a entender "el tipo quiere pero no puede blanquear su deseo", pero Raya es un cineasta realista y esa comunicación elíptica que sería recomendable de acuerdo con los manuales de guión, a él le resultaría un artificio inaceptable.
En cuanto al tema de la complejidad, no entiendo muy bien a qué te referís, pero acá creo que se trata de una situación muy concreta: A y B están de noche, sentados en un sillón mirando algo en el monitor de una computadora (en la zona de abajo del cuadro se ve asomar el teclado), están viendo un film (por los sonidos de bocinas, sirenas, pasos en el follaje, podemos inferir que están viendo AUTOHYSTORIA, el film anterior de Raya). A se queda dormida/o (la imagen oscura y la posición del durmiente no permite decidir si es mujer u hombre). La película que están viendo sigue pasando). B ha advertido que A se durmió, mirando de reojo (todo lo anterior ocurre antes de que empiece POSSIBLE LOVERS) y ahí está mirando de reojo, torcido, tentado, indeciso, deseoso y casi en estado de pánico. El tiempo pasa, la película en el monitor sigue, se hace de día, A sigue durmiendo, B sigue indeciso. Esto no es ninguna abstracción sino algo estrictamente realista. El cartel del final dice: "nosotros somos dos posibles amantes". La posibilidad del principio sigue siendo posible una hora y media después.
No creo que Raya se refiera a un deseo que no pueda consumarse (en sentido general, como a veces parece plantear Wong Kar-wai en sus películas: personajes que pasan años y años que sí y que no, y al final el deseo no se puede consumar) sino simplemente que no ha podido consumarse hasta el momento en que la película los abandona. El cartel es suficientemente explícito: todavía no está dicha la última palabra. Lo que Raya ha filmado es la posibilidad de que sean amantes, pero no su realidad. No está en el límite de la abstracción, sino en el otro extremo de la concreción absoluta: no son arquetipos sino personas de carne y hueso a las que vemos durante una hora y media de sus vidas.
No hay más elementos porque el planteo no los necesita, si Martin los hubiera agregado, serían elementos decorativos que amenguarían la fuerza de la situación. La complejidad no siempre se logra agregando más elementos. En realidad, la posición de Martin es contraria: es una estética sustractiva y no aditiva. No quiere "revestir" la película con otras cosas: quiere quitar cualquier posible dato que agregaría matices innecesarios.
¿Está la película empobrecida? ¿es de vuelo corto? Todo depende el ideal desde el cual se la reciba. Me parece que Rya ha renunciado a ese tipo de "riqueza" (que se puede encontrar en otras películaS, incluso en grandes películas) que vos echás en falta.
Por último, una aclaración de mi análisis: yo no abordo la película desde dos ángulos diferentes y separados (los personajes por un lado, el espectador ante la película por el otro) sino articulados. Eso lo expresé en este pasaje: "A duerme, B la mira (o lo? mira). C (yo, el espectador) miro a B mirando a A. B no puede pasar al paso siguiente (arrojarse sobre A?), y por ende, filmando ese no poder, el editor no puede cortar. Y por ende, yo no puedo más que aceptar seguir viendo ese no poder".
Se trata de una situación donde están articuladas las miradas de B, el cineasta y el propio espectador.
saludos
Ahora me parece recordar que en realidad el cartel final dice: "They are two possible lovers", y no "We are...".
ResponderEliminarya nadie va a ver este comentario pero quería copiar algo que escribí en el foro virtual hace un año a raíz de una discusión sobre la película autohystoria de raya martin:
ResponderEliminar"muy interesante la charla sobre Autohystoria. ¿alguien tiene la crítica de quintin para mandarla por correo? en cuanto a Five de Kiarostami, carmen me preguntó: ¿te gustó? y yo respondí: no sé. imagino otro diálogo:
- ¿te gustó?
- ¿me gustó qué?
- la película.
- ¿qué película?
- Five!
- ah... ¿eso es una película?
recuerdo que, ya por la última toma de Five (la de la lluvia que cae sobre un lago, creo), pensé lo siguiente: dios mío, si hubiera sabido que la película era esto, habría ido a ver una película en serio...
no te pongas como loco, oscar! es sólo para provocar un poco. pero uno o una podría hacerse esa pregunta: qué es una película. ¿es lo que se pasa en un cine? ¿es lo que cumple con algunas mínimas pautas que son... cuáles? ¿qué diferencia hay entre una película y, digamos, lo que grabé ayer cuando dejé la filmadora arriba de la mesa pensando que estaba apagada? ¿la composición, la intención...? no tengo idea. ¿qué pasaría si en vez de ser cinco tomas, como en Five, o cuatro o tres, fuera sólo una de una hora y media de duración? ¿qué sería eso?"
lo increíble es que martin finalmente hizo la película de una sola toma de una hora y media de duración!!!
sin duda, debe ser una experiencia extrema, sólo realizable en una sala de cine y no en el living de tu casa, enfrente de tu computadora, sin nadie alrededor...
aquí va lo que escribió quintín en su momento sobre autohystoria:
ResponderEliminarAmanecer de un día agitado
por Quintín
Llegó el turno de Autohystoria, del filipino Raya Martin, del que nos había sorprendido gratamente La isla del fin (o del culo) del mundo. Desde que se proyectó, averiguamos que Martin tenía 17 años cuando rodó ese film en 2004. Autohystoria es la historia de las Filipinas en unos diez planos y, posiblemente, el film más audaz de esta edición del Bafici. Una obra maestra, en mi opinión. Escuché decir que en Mar del Plata, la gente se iba de Honor de Caballería, mientras que en Buenos Aires es un gran éxito. Pero me parece que la intolerancia no tiene patria como veremos a continuación. La función de Autohystoria fue, ciertamente, muy movida. Paso a relatar.
Empieza la película. Pantalla en negro, una cancioncita en off. Corte a un plano de un joven de camisa blanca caminando por una avenida transitada. Es de noche. La filmación es en video, en blanco y negro, desde un vehículo que va por la vereda de enfrente. El tipo camina una cuadra, dos cuadras, muchas cuadras. Pasan diez minutos y sigue caminando, atravesando cuadras más iluminadas y otras más oscuras. Parte del público (la sala estaba llena) empieza a protestar en voz alta, a aplaudir en broma. El tipo sigue caminando. Entro en un estado de euforia por la audacia de semejante toma y por la inspiración de Martin para habitar el tiempo y el espacio en su film. Estamos ante un cineasta mayor. El tipo de la camisa blanca sigue caminando. Llega a una esquina, espera el semáforo, cruza la calle en diagonal, vuelve a caminar. A veces lo tapan los autos que pasan. Otras está muy oscuro para verlo. Pasan, en total, unos veinte minutos. Llega a una casa. La toma no se corta, es el plano del Bafici 2007. Y sigue. Entra, o suponemos que entra porque vemos poco. La cámara se detiene. Las luces de la casa se encienden. Después de un rato de apagan. Aparece un texto en la pantalla. Dice algo así como: “Llegué a casa y me puse a leer algo sobre Andrés Bonifacio. Fue asesinado junto con su hermano Procopio Bonifacio. Luego intenté comunicarme con mi hermano pero no lo logré. Finalmente me dormí.” El relato parece provenir del joven de la camisa blanca. Andrés y Procopio Bonifacio fueron héroes de la independencia filipina ejecutados por sus propios camaradas a fines del siglo XIX. Corte. Color. Una plaza redonda con un obelisco en el medio. Plano fijo que se extiende a lo largo de varios minutos. Tal vez un monumento a los Bonifacio. El tránsito hace un ruido infernal. El público ruge y empieza a abandonar en masa la sala. Un grupo aplaude con sorna desde el centro de la sala. Desde la izquierda, adelante, una voz grita: “Cállense, hijos de puta.” Milagrosamente, los revoltosos se callan. Otros se siguen yendo. Corte. Un joven contra la ventana de un vehículo. Cada tanto, hace unos gestos convulsivos, como si quisiera liberar sus manos atadas (que no se ven). Corte, otro joven en la ventanilla del otro lado. ¿Un ómnibus, una ambulancia, un coche de la policía? Corte. Los dos jóvenes caminan por el bosque, de noche, atados entre sí por las manos. Los vemos de espaldas. Caminan y caminan. El público se sigue yendo. En un momento, uno de los dos maniatados pregunta: ¿nos van a ejecutar? Los jóvenes prisioneros son también los hermanos Bonifacio, pero mucho más tarde en la historia. Tal vez durante la dictadura de Ferdinando Marcos, o de Imelda Marcos. Tal vez ahora. Corte. Los hermanos, con signos de haber sido golpeados en todo el cuerpo, enfrentan a la cámara durante un largo rato. Amanece en la pantalla. El público se sigue yendo. Suena un disparo. Uno de los prisioneros cae. El otro intenta huir. Corte. Planos del cielo y de una hermosa catarata. No hay gente. Corte. Planos de archivo de color sepia. Uno, de una tropilla de burros cruzando el río. Una inscripción ubica la escena en 1902. Otro, de embarcaciones que navegan por el río. Un tercero de un desfile militar muy antiguo. ¿Españoles? ¿Americanos? Final.
Salimos de la sala con Castagna y Jorge García. Comparto la euforia con Martín Mainoli, gran cortometrajista y editor de Alonso y de Rejtman. En cambio, a Nicolás Prividera, director de M, la película no le gustó nada. Pienso que Autohystoria no solo habla de la represión en las Filipinas. Bien podría ser sobre la dictadura argentina. Es un film que toma partido por las víctimas. En diez planos. Pero es poco probable que alguien se animara a hacer una película semejante entre nosotros. El mensaje y el sermón serían imprescindibles. Martin logra, en cambio, sintetizar la historia, la geografía, el presente y ponerse, sin ambigüedad del lado de las víctimas. En diez planos. Y sin diálogos. Extraordinario. Como Suzuki. Qué buen día. Son la seis de la mañana. No llego a ver La león mañana temprano.
no sé si escribió algo ahora sobre la última de martin en el BAFICI...
copio también la respuesta que me diste hace un año a mi mensaje [el que copié más arriba]:
ResponderEliminarEn cuanto a Autohystoria y Five, diste en el clavo. Llegaste a la pregunta filosófica por excelencia:
"qué es una película. ¿es lo que se pasa en un cine? ¿es lo que cumple con algunas mínimas pautas que son... cuáles? ¿qué diferencia hay entre una película y, digamos, lo que grabé ayer cuando dejé la filmadora arriba de la mesa pensando que estaba apagada? ¿la composición, la intención...?"
Yo creo que ningún cineasta ni ningún cinéfilo debería nunca dejar de hacerse esa pregunta. Se la hace Lisandro Alonso en la entrevista de La Otra. Y evidentemente se la hacen Kiarostami, Raya Martin, Hou, Sokurov, Bela Tarr, etc. Se hacen esa pregunta filmando, digo. Muy pertinentemente vos la planteás a propósito de films que de eso se tratan precisamente.
Todos sabemos que las preguntas por el qué es? nunca han sido bien recibidas: A Sócrates la persistencia en ese preguntar es lo que le costó la vida. Está la anécdota de Thales y la criada que se rió al caer él en el pozo. Una reacción muy parecida suscita hoy el cine de estos queridos artistas. El hecho es que hay gente que cree que la pregunta por el cine está contestada y que ya no puede volver a hacérsela. El odio que provocó Raya en el último Bafici era más que palpable y fue, de lejos, la pasión más intensa que se percibió en esta edición del festival. Inmediatamente de terminada la película un programador del festival de MdelP y un laureado documentalista empezaron hablar (con mucho odio) del "Monstruo" y de la responsabilidades que nos cabían a los que (como yo) habíamos sugerido que puede que se trate de un artista considerable (nada más que eso, te lo aseguro). Porque lo peligroso es que la corporación de los "legitimadores" (allí me incluyeron) influya perniciosamente sobre las nuevas generaciones de cineastas que crean que eso es el cine. Obviamente, a partir de ese momento, Raya pasó para mí de ese "puede que" a ser una misión espiritual, porque no hay nada que me estimule más que los inquisidores desorbitados ante la pregunta por el qué es el cine.
Cuando esa pregunta se despierta (porque usualmente está dormida) gracias a que un artista la llama al oído, el cine vuelve a justificar su misión de ser no un entretenimiento, no proselitismo, no sermón, no moralina, sino pasión por el pensamiento.
una respuesta más completa puede leerse en el número 16 de la revista LA OTRA. si me equivoco de número, corregime...
Gracias, Julieta por recordar todo este debate. Es verdad que ahora este post quedó un tanto atrás, pero lo voy a linkear en el recuadro de lectores.
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